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No había consuelo para retener las lágrimas que cubrían la redonda y pequeña cara de Lucia, los sollozos la ahogaban impidiéndole articular palabra...
Ni el hilo de voz que salia de la boca de su madre, ni las caricias de su padre, eran suficientes para consolar el desasosiego que en su cuerpo se mecía.
Era la festividad de San Juan. Sus padres lo aguardaban ilusionados porque era la celebración de la fiesta del pueblo, habiendo muy pocas para festejar el resto del año. A la hora del almuerzo se invitaban a los familiares y por la tarde se bajaba a la romería, donde la comisión de festejos acordaran hacerla, propiciando un momento de esparcimiento y cambio de impresiones con amigos de caseríos lindantes o distantes.
También era la ocasión elegida para estrenar.
Lucia estaba contenta porque para ese día le habían hecho a medida un vestido con diminutas flores azules como el color de sus ojos y una rebeca de manga corta de angora en blanco, a juego con los bordes de los calcetines que también lo llevaban. La muda interior era de perle con cintas en rosa para darle un pequeño toque infantil, hecho todo por su madre.
Solo cuatro años tenía Lucia y le era imposible dormir la siesta, pensando en la ropa que se pondría y lo que le comprarían sus padres aquella tarde... Algún globo o quizás un paraguas de caramelo.
Sentada ya en el caballo al lado de su padre, Lucia se reía porque se veía como una muñeca, algo muy diferente de los demás días... Era hija única pero la economía había que acomodarla a lo más básico...
El eco de la música a través de los altavoces desde el camino ya la empezaba a sentir, teniendo unas ganas locas de que su padre la posara en el suelo para empezar a corretear por el prado como niña que era...
Cuando al fin llegó al suelo, Lucia se da cuenta que con las prisas de su madre le faltaba una de las partes de la muda interior y los lloros ya no se hicieron esperar ni un segundo más...
Los padres no sabían como convencerla restandole importancia. Su cara dibujaba un desconsuelo que no eran capaces de distraer con ninguna monería. No se escuchaba más que a si misma.
Con la escusa de ir a comprarle el tan deseado paraguas de caramelo, se le suavizo un poco la pesadumbre entre suspiro y suspiro de la descompuesta criatura. Momento que aprovecho su madre para pedirle un eslip al dueño del bar para salir del paso, ya que tenía un hijo Armando, tres años mayor que ella.
Lucia se moría de vergüenza con solo pensar que tenia que ponerse aquella ropa interior de niño y la llantina continuo imparable. El remedio era regresar a casa o aguantarse y aunque el semblante de Lucia era todo un poema se quedaron el resto de la tarde en la romería. Que ya no sería tan festiva para ella, subiendo aquella pieza que se le escabullía continuamente por las piernas al no ser de su talla...
Una anécdota que se quedó en el baúl de los recuerdos cuando una coqueta niña empezaba a destacar en formas a muy temprana edad...
Lo que Lucia nunca se imaginaría que doce años más tarde Armando la invitaría a sacarla a bailar en otra diferente ciudad, para recordarle entre picaras risas que cuando era niña le había prestado un eslip similar al que llevaba cubriendo sus atributos varoniles...
¡¡Y cubierto sí que se quedó!!
Con una bofetada poniendole color en la mejilla antes de terminar de bailar, para que nunca se le olvidara lo que era estar escaso de cortesía...
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Feliz comienzo de semana para todos los amigos acunada por la esencia de la primavera.
Las rosas las dejo para ser cortadas y llevadas si os gustan, para que rocíen de aromas cada uno de vuestros pensamientos situados al borde del alfeizar del sentimiento.
Mi más sincero abrazo