
Noemí era una bella muchacha y aunque era muy joven tenía ideas preconcebidas de lo quería hacer con su vida.
Por eso cada mañana al levantarse lo primero que hacía siempre era mirarse en el espejo, esperando encontrar en él una respuesta.
No hacía preguntas, sólo miraba y anhelaba con paciencia el deseado milagro.
Conocía de buena mano otras experiencias, puesto que ya le había sucedido a alguna de sus amigas más queridas de su círculo más íntimo.
Poco a poco el contacto contínuo con ellas se iba perdiendo siendo sustituido por visitas cada vez más cortas y espaciadas, percibiendo alrededor de las afortunadas, un halo de felicidad insospechada…
Un cúmulo de despropósitos en los meses anteriores la habían alejado del movimiento urbano anulando y distrayendo el barómetro de los sentimientos en la medida que ella podía sospechar posibles acercamientos favorables a sus pretensiones.
Una vez reanudada su vida social, tuvo un pequeño conato de intuición sobre un posible acercamiento. Para lograr sus propósitos, habló en voz alta a dos de sus amigas a salida de un Cinema diciéndoles a donde quería ir el próximo domingo, algo así como: «Oye Rosa, Nuria, el festivo primero de la semana que viene me apetece ir a la disco... Mango» (por decir algo), lo suficientemente alto para que le llegasen las ondas emitidas al personaje en cuestión. Y se fue satisfecha y eufórica esperando el ambicionado día en el que quizás podría verle.
La semana fue larga y tediosa, en su mente solo había la preocupación de que llegase el codiciado domingo, imaginando si el lazo estaría bien dirigido o si habría sido solo un espejismo, causado por el ímpetu de un supuesto encuentro acaecido entre la multitud.
¿Le daba más importancia de la debida y había sido una fantasía?. Por momentos dudaba, pero en otros dominaba su natural talante positivo.
Ese día tan deseado se acicaló todo que mejor supo. Se hizo un recogido con su hermosa cabellera rubia, adornado con un bonito lazo azul marino que hacía una combinación casi perfecta con el añil celeste de sus preciosos ojos, y se vistió con un elegante vestido negro con apliques color blanco rematados en un azulado que hacían realzar su joven figura más de lo que en realidad era.
Dentro de la sala, mientras se tomaba un refresco, se acercó un amigo, que empezó a tomarle el pelo con el lazo diciéndole que era muy bonito y que si no salía a bailar con él se lo quitaría para llevárselo como recuerdo.
Noemí no estaba muy de acuerdo con una posible relación con él, porque tenía un gran Apellido y ella creía no estar a sus alturas, ya que no tenía “apellido”, ni carrera y era de la opinión de que las parejas se llevaban mejor a un mismo nivel, o lo más igualado posible para luego no tener confrotaciones…
Cuando comprendió que la batalla estaba perdida se fue.
La tarde en realidad acababa de empezar, y Noemí siguió bailando con sus amigas.
El tiempo transcurría sin ningún acontecimiento irrelevante y la música la hacía sentirse especial o al menos eso creía ella.
Cuando más tranquila y sosegada estaba se giró para ver una de sus compañeras y...allí estaba él…
No lo pensó dos veces y le sonrió dándole la oportunidad de acercarse.
Él se aproximó con la mano extendida dando por hecho que no denegaría su invitación a salir a la pista de baile.
Al darle la mano hubo un primer contacto; fue tan fuerte la impresión que le costaba trabajo mantenerse erguida, pero resistió para que no se le notase.
Sonaba una moderna adaptación de "Moliendo café", y a los pocos minutos ella se dio cuenta de que él no sabía bailar o de que pasaba algo raro; y de hecho sí que pasaba porque era tal el miedo que él tenía de que no lo aceptasen que se había tomado unos buenos lingotazos, antes de atreverse a sacarla a bailar.
Noemí decidió entonces dejarlo para otro momento mejor. Él dijo que tenía razón, pero la emplazó para quedar a ver una película el próximo jueves como así sucedió.
Al quedarse sola le embargaba una inmensa felicidad. Ya cuando tenía sólo catorce años le había pedido salir como novios y ella le había negado tal sugerencia, dando como excusa que aún era muy joven y que no salía siquiera en ese momento con amigas.
Habían transcurrido ya cuatro años desde entonces.
Cuando Noemí se levantó a la mañana siguiente y se miró en el espejo, éste le dio la tan ansiada respuesta que tanto tiempo llevaba esperando…
Has encontrado lo que estabas buscando…
El amor de tu vida…
Y estás locamente enamorada…
Y así han llegando a buen puerto todas aquellas ideas preconcebidas…
Puede uno amar sin ser feliz; puede uno ser feliz sin amar; pero amar y ser feliz es algo prodigioso.
Honoré de Balza