¡Buenas personas del mundo! Aquí traigo, cumpliendo, lo cual me sorprende, el nuevo capítulo. Comentaros que he actualizado la página de frases, si queréis ir a ver yo recuerdo que es gratis. Bueno, creo que por esta vez nada más que decir. Ya sabéis, lo de siempre, ¡Comentad! y espero que os guste.
-Una Atlántida… ¿Y también hay un Neptuno gobernando? –
Elliot siempre recurría al sarcasmo cuando no se creía algo.
-No seas idiota. – Le espetó Loray dándole una torta. – Es
una ciudad normal, bajo una cúpula que te protege del agua. Allí pueden vivir
los humanos. Lo que pasa es que se llama Territorio Salvaje porque para llegar
hasta la cúpula hay que recorrer kilómetros y kilómetros nadando y se encuentran
criaturas peligrosas. Lo cual es un gran problema. Sin hablar del hecho de que
no tenemos ningún remedio para respirar bajo el agua.
-¿Existen remedio para ello? – Pregunté.
-De algún modo tienen que llegar allí abajo. – Respondió
Loray. – No sé muy bien lo que es, algas, o un té o un hechizo. Sé que es algo
que te hace respirar bajo el agua el tiempo suficiente como para llegar a la
cúpula.
-Como comprenderéis no son muchos los que lo han conseguido.
Los guardianes que residen allí y un par de guerreros. La gente corriente no se
atreve a intentarlo. Es demasiado peligroso. – Dijo Gus con cara de
advertencia.
-Para vuestra suerte, nosotros no somos gente corriente. –
Aseguró Elliot.
Gus sonrió.
-No, no lo sois. Pero aún así no tenemos nada con lo que
poder respirar bajo el agua. – Dijo.
-¿Y un equipo de buzo? – Sugerí.
-Ah ¿Es que lo tienes escondido bajo la ropa? – Preguntó una
divertida Loray.
-No. Creo. Pero podríamos intentar contactar con Mónica o con
alguien en la tierra y pedirles que vengan a Even y nos traigan el equipo
necesario. – Dije.
-Es una buena idea ¿Crees que te podrías poner en contacto
con ellos? – Se interesó Gus.
-Yo no creo que pueda. Pero Dario sabe leer la mente, seguro
que también puede manipularla y hacerles llegar mensajes a otros. ¿Crees que
podrás? – Le pregunté volviéndome hacia mi novio.
-Bueno, por intentarlo no me moriré. ¿A quién aviso? –
preguntó indeciso.
-¡A Mónica! ¿A quién iba a ser? – Exclamó Loray.
-Vale, vale. Creo que voy a tumbarme, mejor déjenme un rato
en paz para relajarme… y esas… ¿cosas? – Dijo vacilante.
Los demás se encogieron de hombros y salieron fuera de la
cueva para dejarle intimidad. Yo también me disponía a irme cuando me cogió del
brazo.
-Si quiero paz te necesito a mi lado. – Dijo tumbándose en mi
regazo.
-De acuerdo. Cierra los ojos y concéntrate.
Me hizo caso y cerró los ojos. Comencé a acariciarle el pelo,
apartándole el flequillo de los ojos, deslizando mis dedos por el suave puente
de la nariz, los párpados. Escuchaba su respiración profunda y pensé que se
habría incluso dormido. Pero cuando le acaricié la comisura de los labios
sonrió y supe que estaba bien despierto. Me incliné y simplemente rocé mis
labios con los suyos. Sabía que no debería, de que debía dejar que él se
concentrara lo suficiente para que pudiese contactar con Mónica pero no me
podía resistir. “Jamás me hartaré de ti” le había dicho y lo sentía de verdad.
Me sentía tan mal cuando peleábamos. Pero por otro lado me gusta que me pelee,
que se ponga celoso, porque si no lo hiciera significaría que yo no le importo,
que le da igual lo que haga porque no le importo lo suficiente como para luchar
por mí.
Dario se tensó, se puso muy rígido sobre mi regazo, como si
se estuviera estirando demasiado, tanto como para romperse. Me asusté; no tenía
ni idea de lo que pasaba.
-¡Ah! – Gritó él y se llevó las manos a la cabeza.
-Dario ¿Estás bien? – le cogí las manos entre las mías para
que supiese que estaba allí, que no me había ido.
Parecía que le estuviesen poseyendo.
De repente se incorporó, secándose el sudor de la frente a
pesar de que hacía frío.
-Ya hablé con tu hermana – Jadeó. - ¿Sabías que meterte en la
mente de una chica enfadada es peor que huir de un león furioso?
-¿Acaso has huido tú de un león? – Pregunté alzando una ceja.
-Tengo una hermana pequeña, eso es mucho peor que un león.
Me puse frente a él.
-¿entonces? ¿Le dijiste que nos enviara un equipo de buzo?
-Sí. – Se rió. – Fue como si estuviéramos hablando por
teléfono. Le dije que para llegar a vuestro padre necesitábamos respirar bajo
el agua para llegar a esa especie de Atlántida, sentí como se daba una palmada
en la frente y todo. Me dijo que había sido una estúpida por no haberse
acordado y que en seguida enviaría a alguien con los equipos de buzo. Así que
supongo que habrá un nuevo miembro en la expedición.
-¿Quién crees que será? – Preguntó Gus entrando en la cueva.
-Espero que alguien con cerebro. – Le siguió Loray.
-Aquí hay gente con cerebro. Mi hermana es mucho más lista de
lo que tú podrás serlo jamás. Aquí lo que nos vendría bien es que tú no
tuvieras tan malas pulgas. - Y por eso quiero a mi hermano.
Loray bufó y cruzó los brazos sobre el pecho. No sé por qué,
pero sonreí para mí misma cuando me di cuenta de que su perfecto pelo rubio
estaba alborotado, con la trenza tan deshecha que no parecía una trenza. La mía
estaba intacta.
-¿Cuánto creéis que va a tardar en llegar sea quien sea el
que venga? – Preguntó Gus.
-No sé, no puede tardar mucho. – Le contestó Elliot; metió
las manos en los bolsillos de la chaqueta. – Creo que deberíamos bajar para
cuando llegue. No creo que sepa dónde estamos ¿no? – Miró a Dario.
-No, no creo. Se me pasó por alto decir que estábamos en una
cueva.
-Por lo menos les habrás dicho que estamos en el bosque negro
¿no? – dijo Loray.
-tonto sí, estúpido no. Claro que se lo dije.
-Oye que era una pregunta, no hace falta que te pongas así. –
Le espetó la rubia.
-Bueno, bueno. Me voy a llevar al perro a pasear. – Dijo
Elliot. – Vosotros esperad aquí.
Salieron de la cueva mientras Loray gritaba: “No me pongas
las manos encima, pervertido”
-¿Siempre es así? – Le pregunté a Gus.
Me recosté en el regazo de Dario y me puse a jugar con mi
trenza, a deshacerla y volver a hacer así una y otra vez; me distraía.
-¿así de borde? Sí
-¿con todo el mundo? – Preguntó Dario toqueteando mi trenza.
-Más o menos. – Gus se tiró en el suelo a nuestro lado boca
abajo, contemplando embobado mi trenza. ¿Habéis visto? La trenza es un método
de relajación probado científicamente.
-¿os conocéis mucho? – le pregunté.
-Bueno… sí. Ella y yo somos primos – Abrí los ojos como
platos; dejé de lado mi trenza y le miré. – Ya lo sé, no hace falta que lo
digáis, menuda familia me tocó ¿no? Por
eso sabe que yo no soy… bueno… ya sabéis…
-¿Qué no eres virgen? – Dijo Dario por él.
Las mejillas se le habían comenzado a sonrojar levemente;
asintió.
-¿Te da vergüenza decirlo? – pregunté.
Volvió a asentir.
Me reí en voz alta.
-A ti te da vergüenza decir que no lo eres y a Dario le da
vergüenza decir que sí lo es.
Me reí un poco más alto en sus caras.
-No seas mala. – Dario me dio una palmada en la frente.
-No soy mala. Es que los dos sois tontos por sentir vergüenza
por eso.
-No me gusta este tema. – Comunicó Gus.
-Pues a mí me divierte mucho. – Me volví a reír.
-¿Qué es tan divertido?
Solo en ese instante me fijé que fuera de la cueva había
empezado a llover. Pero no a llover de forma normal, no ¿Cómo iba a haber algo
normal en Even? Había empezado a llover con esa lluvia que empapaba pero que no
llegaba al suelo, sino que se cortaba a la altura de los tobillos, sin mojar el
suelo. Entonces me di cuenta de que el bosque era así de negro, de muerto
porque como el agua no llegaba al suelo ninguna planta se podía alimentar.
Elliot y Loray habían entrado en la cueva y habían dejado en el
suelo tirado de cualquier manera seis equipos de buzos: neoprenos, gafas de
buceo, bombonas de oxígeno y aletas. Crucé una mirada con mi hermano y me pidió
perdón con la mirada, a pesar de que no era culpa suya
No me malinterpretéis, me alegro de que esté aquí, pero
después de la reciente bronca con Dario, no creo que sea lo más conveniente que
trabajen juntos.
¿De verdad no adivináis quién es?
Es Liam!!!!!!! A que si? Jajaja me ha encantado el capítulo!!!!
ResponderEliminarBesos, Andrea