Al final, hoy pensé en retomar el blog.
Es cierto que lo tenía un poco olvidado, bueno, mucho.
Todos tenemos nuestros recesos mentales y, llegué a la conclusión de que siempre necesitamos algo que nos inspire, algo que nos llene la cabeza de creatividad.
Y no, resulta que no es mi caso, o sí. Supongo que depende del prisma desde el que se mire.
No me gusta el insomnio, y últimamente me estoy dando cuenta por las redes –Si, las carga el diablo- de que empieza a padecerlo mucha gente. En mi caso, he decidido hacer algo productivo con todo el torbellino de palabras que se juntan en mi cabeza para montar una rave nocturna. Lo de productivo, también depende del prisma.
De algún tiempo hasta hoy, he visto lo fácil que es rendirse al rencor insuperable, producto de nuestra psique, odiosa y traicionera. “¿De qué sirve retenerlo?” me pregunto muchas veces.
“¿Para qué? Por qué?”.
Todo son excusas para justificar un comportamiento. Te pasas años viendo como algo precioso se construye, y lo ves crecer y crecer, a tu alrededor, dentro de ti. Y luego, todos esos años van a la basura emocional. Allí, donde dejamos las cosas que parecen que no importan nada y, en realidad, son los cimientos de la humanidad y la moral.
Que todas las personas somos diferentes.
Que todos tenemos nuestra forma de proceder.
Que todos sentimos de una manera diferente al resto.
Que todos queremos cosas diferentes, en diferentes momentos.
Que ‘todos’ nos necesitamos.
Es absurdo.
Sé que muchos no tendréis ni idea de a lo que me refiero, o de lo que hablo, pero estoy segura de que todos vosotros, en algún momento de vuestra vida, habéis pensado todo esto.
“¿Cuándo empezó a irse a la mierda?”
Sinceramente, no creo que se deba buscar respuesta a eso.
Probablemente, lo más razonable, llegado el momento en el que te haces esa pregunta, es hora de empezar a dejar de pensar y reconciliarse con los sentimientos.
Gracias, a los que seguís el blog.
Gracias a los que tratan de entender lo que no tiene explicación.
La Niña Imantada ha vuelto, al menos de momento.
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