sábado, 28 de agosto de 2010

Sobre Leónidas Lamborghini


Se trata de una reseña del libro "Mezcolanza".

La poesía es una recreación del mundo, tiene ese poder”
El libro es producto de las conversaciones que mantuvo el poeta con Santiago Llach, entre 2007 y 2008. Allí están los temas que lo marcaron, desde el peronismo hasta el exilio, con la oralidad irreverente que fue también un sello de su notable obra poética.

por Silvina Friera

La risa de Leónidas Lamborghini –el “crack peronista” de la poesía argentina del siglo XX– devora lo momificado, lo consagrado, lo institucionalizado. Nunca se quedó en el molde esta maravillosa termita. Nadie como este poeta ha practicado la risa –como poética y política–, tan empecinado en resistir al poder “que utiliza una máscara para disimular sus estropicios tras la fachada de lo ‘serio’”. Hay palabras –como estropicios– que tienen el inconfundible sabor de la oralidad lamborghiniana. Hasta cuando estaba en la lucha por el mango y vivía en una pensión –a fines de los años ’50–, de noche leía el Quijote. Y se reía a carcajadas. Tanto se reía que le golpeaban la puerta para que bajara el volumen. Es probable que los lectores que se sumerjan en Mezcolanza (Emecé), las memorias de Lamborghini, sufran, por momentos, tremendos ataques de risa. Mejor que así sea; que la risa de cada uno se funda con la del poeta. Santiago Llach se encontró muchas veces con el autor de Las patas en las fuentes entre marzo de 2007 y septiembre de 2008. Leónidas, que entonces ya había pasado los ochenta años, desgranó recuerdos de infancia y de juventud. Y habló de todo, desde su experiencia en el exilio en México, hasta el modo en que escribió y reescribió sus libros. El desparpajo, esa cosa casi inmoral con el lenguaje, el no respeto de la sintaxis, los juegos –inscriptos en sus poemas– se pueden apreciar en estas páginas, en la oralidad irreverente de un poeta que hilvana los retazos de su vida. “La ensalada rusa que tengo es arlteana. Mi obra está cruzada por Arlt, Discépolo, las letras del tango, Dante... Es una mezcla que yo tengo, un epigrama que se llama: ‘Edificio en construcción. Guarda con la mezcladora’; le dijo el constructor al de la máquina mezcladora.”

La incalculable virtud de Mezcolanza es haber preservado esas perlas del habla de Leónidas. Las jergas, giros y muletillas. Quien lea estas memorias –y quien haya gozado del placer de haber charlado largo y tupido con este bufón gigante de la poesía argentina en su modesto departamento de la calle Laprida– se encontrará con la inconfundible dicción del poeta. “El tono –afirma Llach en el prólogo– es el de una deriva en la que priman los saltos azarosos que la mente le sugiere a la voz antes que el orden lógico de un relato sistemático.” El libro –como la memoria– es un montaje que en ciertas instancias repone cierto orden cronológico y temático. Este loable montaje es el testimonio de un hombre atravesado por las peripecias públicas de la Argentina del siglo pasado. Poeta fundamental de este país –cómo pensar la poesía sin sus balbuceos, sin el tronche abrupto, el corte de verso que deja al lector sin aliento–, Leónidas murió el pasado 13 de noviembre de 2009 sin llegar a revisar la versión final del texto. Su hija Teresa se encargó de la tarea, amén de introducir numerosas precisiones. También de Teresa fue la idea de incluir un delicioso bonus track: la reescritura de un pasaje del Finnegan’s Wake, de James Joyce, del que Lamborghini habla en sus recuerdos. Como complemento ineludible, se agregó, además, la entrevista realizada por Daniel García Helder para Diario de poesía en 1996 y una cronología centrada en la obra de Lamborghini.

El título de estas evocaciones es de cuño discepoliano. No podía ser de otra manera. La mezcla, epigrama o ensalada rusa, la “mezcolanza” –aclara el poeta– se la debe a Discépolo. “¿Y si toda nuestra literatura fuera una mezcolanza? Porque Arlt decía que era el Dostoievski argentino. Pero antes fue el folletinista, de allí sacó El juguete rabioso, y con esa especie de lenguaje de cosa rocambolesca. La mezcolanza tiene ese dejo italiano, casi despectivo. Lo gauchesco tiene esa misma connotación, grotesca. En Hernández tenés una mezcla de Dante con el poema clásico, la invocación y todo eso que está como transportado a nuestra realidad, hay transposiciones, en Borges también las hay. Borges será más fino, tiene cuidado con las mezclas. En química no es la combinación, en la combinación no notás los elementos, es una síntesis. En la mezcla o mezcolanza, notás los elementos que la componen”, explica Leónidas.

Tenía 9 años cuando garabateó unos poemas, imitando a Lugones. Era un adolescente cuando un tipo de la barra le dio la letra de un tango. Esta donación sellaría un destino. El tango fue algo entrañable para Leónidas, especialmente las letras (no tanto la música), a las que tempranamente relacionó con Baudelaire y Rubén Darío. La picaresca está a la orden de cada página, como un extraño dispositivo que eleva cómicamente aún más el anecdotario. “Yo siempre dije que tendría que haber sido tenor. Soñé con ser cantor de tango, creo que ese sueño lo ha frecuentado mucha gente. Y hasta pensaba en ganarme la vida con el tango. Porque uno en el baño canta fenómeno...”. En la zona del deseo de Leónidas, el tango fue un poderoso imán. Confiesa –porque su voz resuena en tiempo presente– que tenía el prurito de sentir que no era un buen balarín. “Siempre admiré a los bailarines de tango y quería imitarlos, pero nunca alcancé esa elegancia.” “Elegancia”, “seriedad”: se llevan a las patadas en esa “lucha paralela” con el poema que entabló Lamborghini.

El repaso de su experiencia en la fábrica textil del padre –llamada Terecar–, donde se hacían casimires hacia mediados de los años ’40, parece una “pieza de museo” de la memoria –lamentablemente– del país industrial en el que se fogueó el poeta. Leónidas intentó estudiar Agronomía en la facultad, pero se tuvo que retirar “porque ahí eran todos gorilas”. Ese joven, que entonces ya se proclamaba peronista, era considerado por sus “compañeros” como un “fascista”. La imagen de mochilero sería “futurista” para este señor de bigotazos militantes que nació en 1927. Como si fuera un precursor hasta en esos trotes, se podría decir que Leónidas tuvo una etapa de “mochilero peronista”, entre los 22 y 23 años, cuando anduvo “vagabundeando” por el norte: Salta, Jujuy, Tartagal. Su marca de fábrica, asume el poeta, fue haberse puesto “siempre a favor del laburante”, tanto en las fábricas donde puso el cuerpo como en su condición de delegado en los diarios Crítica y Crónica. Ingresó a los 30 años al diario que fundó Botana y trabajó en la sección policiales, donde antes había estado nada menos –vaya coincidencia– como Roberto Arlt. El periodismo –para él que entró “sin saber un carajo”– fue una tabla de salvación. Es una pena que las notas que escribió –muchas ni siquiera estaban firmadas– no se hayan conservado. Al menos sus hijos hurgaron en los archivos de Crónica, pero no encontraron nada.

Si los recuerdos son como hebras muy frágiles, Leónidas los potencia con el tamiz de lo cómico. No se cansaba de repetir ciertas frases –la de Nietzsche, “tenemos el arte para que la verdad no nos destruya”– que fueron y son como el abecé de su existencia poética. “Creo que el artista siempre es el bufón de la corte. Como el bufón de Shakespeare en Rey Lear, al servicio de controlar la locura o la imbecilidad de los que tienen el cetro, respondiendo a la distorsión con la distorsión multiplicada, viendo en lo cómico lo trágico y en lo trágico lo cómico.” Su padre –que le habló tempranamente de literatura– había fracasado como escritor –aunque llegó a publicar Memorias de un pobre hombre–; pero por esas cosas de la vida tuvo dos hijos escritores. “Yo, el hijo mayor, un día le vine con una imitación de Almafuerte y me corrió por las escaleras. Yo no entendía un carajo.” Lamborghini fue entendiendo, tal vez demasiado rápido. Pero siempre explorando en los márgenes, desde su primera obra-plaqueta el Saboteador arrepentido (1955). No entraba en la generación del ’40, tampoco en la del ’50. Ese joven repudiado casi por unanimidad –salvo honrosas excepciones, como la de Juan Jacobo Bajarlía– estaba mancillando la poesía. La risa, el grotesco, la parodia, la caricatura, eran perturbadores, incómodos, incomprensibles. Eso no era poesía, escupieron los “más piadosos”. Aunque lo cagaron a palos y lo sopapearon para toda la cosecha, Lamborghini se levantó todas las veces que fue necesario. La ruptura que representaba su propuesta –intuía– sería, tarde o temprano, comprendida.

De principio a fin cultivó una política de reescritura de los modelos que le interesaban: el Martín Fierro y la gauchesca, Discépolo, Eliot, Quevedo y Luis de Góngora, entre otros. Rompió la sintaxis de esos modelos, recombinó los elementos verbales para ver qué otro sentido podía surgir, o qué sentido se escondía detrás de la materia verbal. Generoso a la hora de permitir conocer la cocina de su escritura, el poeta revela cómo trabajaba en Al público la variante con el poema clásico en la segunda estrofa: “En vez/ tú no tienes voz propia/ni virtud/dijo/ y escribes sólo para”. “Tanto en el Martín Fierro como en Homero o en Virgilio se le pide a la musa, y se da por sentado que el poema sigue y la musa lo ayudó –recuerda–; acá la tensión se forma cuando él le pide a la musa y la musa le dice que no es poeta, que no sirve para nada, no tiene virtud, virtud como fuerza. Además lo acusa, le dice que escribe sólo para figurar, por vanidad. Esas son cosas que hice como una variante del poema clásico. Invocar a la musa, y la musa que no lo apoya.”

El lector puede escuchar las “sabias enseñanzas” de Lamborghini. No vendría mal precisar que nunca apela a un tono pedagógico de maestro ciruela, sino que opta por transparentar los materiales y el sentido de sus operaciones. Es encomiable su fundamentación del “tronche” con el que tajeaba el verso. “Si vos decís: ‘Aquí me pongo a cantar...’ Si uno hace el experimento y pone, ‘aquí me pongo’, punto... El tronche en ‘pongo’ tiene una fuerza de la gran puta... una fuerza terrible... hasta erótica.” Esa fuerza de la gran puta –en la que se cruzan lo más alto con lo más bajo– es inagotable: sorprende y estremece al lector adicto y reincidente de Leónidas. También al lector que arremete con la frescura de la primera exploración. Cómo se divertía el poeta jugando como un chico con el modelo para ver cuánto rinde en una lectura que se dé a la par de una escritura, una relectura. Qué manera de hacer taquitos a las prohibiciones y amonestaciones a las “momias”, esos poetas-fósiles que lo ningunearon. Sólo entonces, cuando recordaba cómo lo maltrataron, se ponía “serio”. Contraía el rostro por el dolor de una vieja herida que nunca terminaría de cicatrizar. ¡Pero qué joven es y será la voz de Leónidas! “A cierta altura, un escritor debe conocer los trucos como para no caer en la trampa de explicar o poner cosas de más. Llega un momento en que uno es el crítico indicado de lo que está haciendo, si no, es un boludo.”

Quizá porque se extraña mucho a Leónidas cuesta abandonar Mezcolanza. Pero el libro invita a cada lector a ser testigo y escucha de una remembranza exquisita. “A mí un verdulero me dijo: ‘Lambor, ¿qué es la poesía?’; y yo le dije: ‘Esto que pasa cuando entramos a joder y yo le pido, y usted me atiende, y le digo que estas manzanas y estas frutas son joyas, y usted me lo admite’. Es una recreación del mundo, tiene ese poder. La poesía es un pájaro del asombro, lo ves, está al lado tuyo, y te atrae, está vigilando.”

lunes, 21 de junio de 2010

"Monólogos de la Revolución" en DVD






















Lo hará la editorial de la Universidad del Comahue. Es una obra de teatro de Alejandro Flynn.





La iniciativa surgió de Educo, la editorial de la Universidad Nacional del Comahue. El proyecto tiene como objetivo acercar a los alumnos un material útil para conocer en profundidad a tres de los principales ejecutores de la Revolución de Mayo. El DVD se acercará a las escuelas primarias y secundarias de Neuquén. Además se armará un circuito de venta en la región mediante el convenio con comercios de cada localidad.

Por "Monólogos de la Revolución" desfilan Mariano Moreno, Juan José Castelli y Manuel Belgrano. "La idea es reflejar la personalidad de estos tres próceres pero sin el bronce. Qué pensaban, qué sentían sobre la revolución en sus casas, en la soledad de sus últimos años de vida", explico el protagonista Raúl Castro. La obra contiene textos de Alejandro Flyn, Premio Nacional de Teatro.

Con su estreno en mayo, los "Monólogos de la Revolución" fue vista en dos teatros de la ciudad de Neuquén y en varias escuelas de la región del Valle. Su repercusión fue tal que Teatro del Viento, ubicado en Juan B. Justo 648 decidió incorporar la propuesta en su cartelera estable.

La obra se presentará el próximo viernes a las 21 y todos los viernes de Julio a la misma hora en la ex Curtiembre. Las entradas anticipadas se pueden adquirir en la librería Libracos, Corrientes 282.

"La editorial de la Universidad filmó la obra, la va a editar en Dvd. Se va a poder ver toda la obra completa o por capítulos, divididos por cada prócer. La van a distribuir en las escuelas y va a estar a la venta", explicó Castro.

"Es realmente un orgullo y una satisfacción. Esta es la primer obra que armo solo y que me esté dando tantos buenos resultados es realmente muy bueno porque el alcance que puede tener esto uno no puede aun imaginarlo", agregó el actor.

"Monólogos de la Revolución" intenta reflejar el costado humano de los próceres, sin quitarles su injerencia histórica en el proceso independentista del país.

Los textos dichos en primera persona, muestran el modo en que estos tres hombres, los tres abogados, con personalidades muy diferentes, pensaban y soñaban el país que querían. Así aparecen en escena un Mariano Moreno anticipando su muerte, Un Juan José Castelli de pensamiento estructura y firme y un Manuel Belgrano apasionado estratega marcando el paso a cada segundo.

Las ideas políticas de estos tres personajes se ponen de manifiesto en un ámbito alejado precisamente de la política, el hogar y la soledad de cada uno de ellos. En silencio y sin testigos más que sus propios fantasmas, reflexionan, sueñan, planifican, proyectan, actúan y proponen. Lejos de los ideales de grandeza, lejos de las estatuas de bronce y las medallas de honor. En escena se plantan tres hombres comunes, consustanciados con una causa que hicieron carne, comprometidos con un modelo de patria que durante años fueron tejiendo para lo que por entonces eran Las Provincias Unidas del Río de La Plata.

Raúl Castro, actor ex integrante del Teatro del Histrión decidió hacer su propio camino dentro del mundo de la actuación y eligió esta obra. "Quería hacer algo histórico, algo que sirviera para desmitificar tantas historias fabulosas de nuestra historia. Y esta obra es perfecta", concluyó el actor.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Alejandro Nicotra


En asuntos de belleza, consulta
a tu gata.
Rodolfo Modern


Casi como una luna, pero ligera
(con su mancha en el lomo
y su cola de sombra):


así juegas tu rayuela en el patio,
desde una eterna infancia,
que reconozco.


*


Miramos la noche
(hay una bienvenida y hay un adiós)
desde el umbral, propicio


a esa avenida enorme de tinieblas y luces
-que nos tienta, te digo.


*


Sí, tu tenue reclamo en la mañana.
A las puertas del cuarto,
o el despertar, que abren
a ya no sé qué espacios,
desde donde me llamas.


*


Arcano:
eso es, cazadora,
lo que me traes,


viva tu presa oscura
en el brillo del ojo.




Alejandro Nicotra (Sampacho, Córdoba, 1931), De una palabra a otra, Ediciones Del Copista, Córdoba, 2008.
(Publicado en el blog de Griselda García)

martes, 25 de mayo de 2010

Declaración del Bicentenario - Carta abierta


Conmemoramos el Bicentenario de la Argentina sin evocar un pasado mítico pero sabiendo que en los pliegues de su historia persisten memorias de un país para todos, muchas veces extraviado en su propio laberinto y otras arrojado a los poderes de la injusticia. De un país que supo de apasionadas escrituras libertarias y que guarda en sus fibras los nombres propios de los hombres y las mujeres que buscaron construir, individual y colectivamente, los trazos de otra patria. La que buscamos en los signos de esta época que ofrece la posibilidad cierta y urgente de encontrarnos con lo mejor de las tradiciones ancladas en los ideales de igualdad, libertad, justicia y soberanía. Ése es el mayo que nos urge desde hace 200 años.

De la Argentina de las luchas emancipatorias quedan los rastros de los esfuerzos políticos, de los trastrocamientos sociales, de la ruptura del orden colonial, pero también la memoria de lo irresuelto, de las promesas no realizadas, de lo popular sin redención. Es en los hilos de lo pendiente, en la memoria de las voluntades, que pronunciamos el nombre de Argentina, en este Bicentenario.

No lo hacemos en la Argentina del Centenario, ese espejo virtual que los poderes actuales instalan en el lugar de Paraíso Perdido. En aquella Argentina un futuro que se imaginaba dorado, sobre la base de los ganados y las mieses, se proyectaba bajo la égida de un Estado excluyente, con las mayorías silenciadas políticamente y con un mundo popular asolado por la desdicha. El Centenario fue oropeles y visitantes extranjeros, tanto como estado de sitio y lucha callejera. República para pocos y Ley de Residencia. Un modelo de país agroexportador incapaz de proyectarse con autonomía del Imperio Británico y de mirarse en otro espejo que no fuera el de un orden internacional injusto.
Jóvenes de clase alta incendiaron un circo plebeyo para que no alterase un paseo tradicional. Esas fogatas prepararon la Semana Trágica y los fusilamientos de la Patagonia, expresiones del odio oligárquico que se descargaría cada vez que el pueblo defendía sus derechos.

No aceptamos volver a la Argentina de 1910. No podemos identificarnos con un país de la desigualdad, el prejuicio y la exclusión. Ni con un país diseñado desde la lógica de los intereses corporativos, que ha venido rapiñando lo público y tratando de disolver lo mejor de las creaciones colectivas, que dieron forma a sistemas de educación y salud equitativos. No es nuestra tradición la que confunde “nación” con “raza” u origen geográfico ni la que reivindicó como causa nacional la aniquilación de pueblos originarios y de sus hombres y mujeres, la servidumbre y el despojo material y cultural, ni estamos dispuestos a tolerar sus abiertas o embozadas formas de persistencia. No queremos que se silencien las voces que desde el fondo de nuestra travesía como nación se expresaron para avanzar hacia una sociedad más igualitaria, ni convertirnos en espectadores que contemplan cómo unos pocos se complacen en sus riquezas mientras los que producen los bienes sociales son reprimidos, acallados o expulsados.

No queremos regresar a los fastos de ese Centenario que sigue persiguiendo
como una sombra espectral los sueños de emancipación, como lo hizo en el 30, en el 55, en el 66 y en el 76. Nuestro Bicentenario busca reencontrarse con los trazos que fueron dibujando los sueños de libertad e igualdad del primer Mayo y que debieron sortear incontables dificultades y las peores pesadillas. Somos ese país de sueños y de pesadillas. Se trata de recrear, con nuestra fuerza imaginativa y con inventivas populares, la fuerza emancipatoria del inicio, y las de las múltiples formas de resistencia que en nuestro suelo fueron ejercidas desde la Conquista y la Colonización, sabiéndonos parte de un destino común, entrelazado con el de los pueblos de toda América Latina, sin los cuales no puede pensarse un presente ni un futuro.

El Bicentenario es, fundamentalmente, una conmemoración de esas luchas
emancipatorias que en sus mejores momentos tenían menos un destino
local que una idea de lo americano. Que tiene su punto de inicio en la revolución de los esclavos haitianos y se consolida recién en 1824. Cuando hoy América Latina traza acuerdos y composiciones, cuando construye Unasur y afianza los compromisos políticos y económicos,cuando procura un destino común, vuelve a proyectarse sobre el fondo de la unidad anunciada en los primeros gritos libertarios, y la Argentina a reencontrarse con el destino que soñó al nacer.

Esta Argentina tiene en su corazón profundo una vida popular que ha sido
gravemente dañada y que es, así y todo, potente y creativa. El antiguo pueblo del himno ha sido rehecho por dictaduras atroces, persecuciones violentas,
modificaciones profundas de la economía y el Estado, tecnologías y lenguajes
comunicacionales capaces de generar las condiciones para que un sentido común amasado entre la dictadura y los años noventa, corroa las fuerzas de nuestra vida ocial y cultural e inhiba el diálogo activo con el pasado.

Ha sido reconfigurado y avasallado el pueblo. Y sin embargo, ha sido y es el
sustrato de las resistencias, la potencia creadora de nuevas formas de vida, de
lenguajes, de símbolos, de modos de encuentro, el horizonte de una real
autonomía simbólica y política de la nación. Ese pueblo tiene múltiples y
heterogéneos rostros políticos, se despliega en organizaciones diversas y en
experiencias no siempre concordantes. Los que aquí manifestamos lo hacemos como parte de ese pueblo, como parte de las organizaciones en las que se nuclea y se recrea.

Son los rostros de los trabajadores asalariados y sindicalizados, herederos de los que un 17 de octubre del 45 le dieron forma a sus exigencias de justicia y dignidad en una novedosa articulación política y que en mayo de 1969 hicieron temblar la ciudad de Córdoba. Son también los rostros sufridos de los desocupados que intentan recuperar una trama social devastada por el neoliberalismo y que en los noventa fueron el alma y el cuerpo de las resistencias, esa parte de los incontables que hoy marchan en pos de la equidad y el reconocimiento. Son los rostros de los activistas sociales y de los creadores culturales. Son los rostros de las militancias por los derechos humanos y de los pacientes articuladores de los barrios. Son los rostros de los estudiantes que supieron arrojarse a las luchas populares. Son los rostros de los empresarios comprometidos con ideales de autonomía nacional y los de los profesores y maestros que trajinan diariamente por la educación pública. Son los rostros de los migrantes latinoamericanos que han elegido estas tierras para construir sus propios sueños y de quienes dan testimonio de la expoliación a los pueblos originarios y de la defensa de sus derechos. Y recuerdan que sólo una América Latina de nuevas solidaridades podría alojar esas diferencias sin diluirlas en el relativismo cultural ni trasvasarlas a persistentes racismos. Son los rostros de la desdicha, del temor ante el peligro, de la alegría por la reunión y la voluntad colectiva.

La conmemoración del Bicentenario no puede desligarse de la consideración de ese pueblo que encuentra en estos días una remozada capacidad de movilización callejera y reconocimiento público. El futuro de la Argentina depende de la atenta vigilia popular, una vigilia hecha de alerta y compromiso, de reacción frente al peligro y de entusiasmos compartidos. Mucho se ha hecho en estos años del siglo XXI para restañar la vida popular dañada. Todos deben saber -todas las dirigencias políticas y sociales- que ningún retroceso es aceptable. Que este pueblo tiene compromisos profundos con las transformaciones realizadas y las faltantes y que encontrará en la memoria de sus luchas pasadas y en las necesidades del presente, la fuerza para resistir cualquier intento de restauración conservadora. No hay vuelta atrás que pueda resultarnos tolerable. No hay interrupción que consideremos viable. La Argentina actual, capaz de enjuiciar los crímenes del pasado y generar políticas de reparación para las desigualdades contemporáneas, no puede ser suprimida por los agentes de la reacción.

Deben ser conjuradas las maniobras de quienes conspiran en las sombras y
agitan desde los espacios mediáticos. Pero también resguardar al país de la
corrosión de sus lenguajes y de una sensibilidad social, cultural y política
menguada en sus capacidades críticas y creativas, como de los condicionamientos en los modos de vida y de pensamiento impuestos por las
culturas imperiales. Sabemos que no se sale indemne de las heridas infringidas por los poderes de la dominación y que las diversas formas de la injusticia, la humillación y la fragmentación marcaron a fuego el tejido social. Pero también percibimos que algo poderoso vuelve a manifestarse en la patria de todos. En la particular situación de América Latina en estos inicios del siglo XXI, este pueblo, hecho de memoria y de presente, escrito su cuerpo por las mil escrituras de la resistencia, las derrotas y los sueños, tiene la potencia de realizar ese llamado ante los peligros y la afirmación de su resistencia ante toda forma de la devastación.

El estado de este pueblo es, hoy, la vigilia: apuesta a la defensa de las
reparaciones alcanzadas y a la perseverante insistencia en lo pendiente. Si es
capaz de mirar al pasado de la nación e inspirarse en la épica americanista de los revolucionarios de mayo, lo hará porque su realización está en las señales del presente y en la apuesta al futuro. Tiene ante sí el desafío de dar lugar a lo nuevo que surge y de contribuir a que se extiendan y fortalezcan los modos en que los argentinos deciden vivir su libertad para afianzar la de todos. Estamos convocando a un acto de emancipación, capaz no sólo de enfrentar las trabas que interponen, ayer como hoy, los intereses poderosos, sino de proponer nuevas soluciones imaginativas y nuevos objetivos que estén a la altura de una sociedad enfrentada al desafío acuciante de ser más equitativa. Y a través del ejercicio de la libertad, de la participación y de la movilización, a llevar a cabo las grandes tareas pendientes, particularmente las que conducen a enfrentar las desigualdades sociales que persisten como una llaga que no se cierra –tareas cuyas señales han sido dadas en estos últimos tiempos-. Un mayo de la equidad y de la igualdad, un mayo en el que la riqueza sea mejor distribuida entre todos los habitantes de esta tierra.

Por todo esto convocamos, con el entusiasmo y la pasión que emanan de nuestra historia compartida, a emprender las transformaciones estructurales y culturales que se necesitan para contrarrestar el saldo de décadas de deterioro y desguace, y avanzar hacia nuevos modos de relación entre los ciudadanos, la política y el Estado. Somos esos sueños y esas múltiples y diversas experiencias sin las cuales no podríamos imaginar un futuro. Conmemorar el Bicentenario implica tomar nota de lo nuevo y convocar lo existente hacia una profundización de la democracia. Los hombres de Mayo tuvieron ante sí la tarea de construir una nación despojada de la herencia colonial. Lo hicieron en parte y la situación de América Latina exige la continuidad de ese esfuerzo. Como para ellos antes, para nosotros hoy no hay retroceso tolerable y sí un enorme desafío histórico: la construcción de una sociedad emancipada y justa.


Espacio Carta Abierta • Gustavo Arrieta (intendente de Cañuelas) • Ricardo
Moccero (intendente de Coronel Suarez) • Mario Secco (Intendente de Ensenada) • Darío Díaz Pérez (Intendente de Lanús) • Graciela Rosso (intendenta de Luján) • Francisco Barba Gutiérrez (intendente de Quilmes) • Osvaldo Amieiro (Intendente de San Fernando) • Juan Carlos Schmid (Sec. de Capacitación y Formación CGT) • Julio Piumato (Sec. Derechos Humanos CGT) • Horacio Ghilini (Sec. Defensa del Consumidor y Estadisticas CGT) • Milagro Sala (Secretaria Acción Social CTA Nacional - Coordinadora Nacional Túpac Amaru) • Raúl Noro (Secretario de Prensa CTA Jujuy - Mesa Nacional Túpac Amaru) • Edgardo Depetri (Frente Transversal) • Oscar Laborde (Frente Transversal) • Luis D’Elía (Central de Movimientos Populares) • Emilio Persico (Movimiento Evita) • Fernando “Chino” Navarro (Movimiento Evita) • Lito Borello (Organización Política y Social Comedor Los Pibes) • Dr. Carlos Oviedo (Corriente Peronista Germán Abdala) • Lorena Pokoik García (Corriente Peronista Germán Abdala)• Gastón Harispe (Movimiento Octubres) • Carlos De Feo (CONADU - CTA) • Federico Montero (CONADU - CTA) • Manuel Alzina (Secretario Adjunto CTA-Capital) • Francisco "Tito" Nenna (Encuentro de articulación popular)Oscar González (Socialismo Bonaerense) • Ariel Basteiro (Socialismo Bonaerense) • Juan Carlos Fernández Alonso (Socialismo Porteño - Unidad Socialista) • Ricardo Romero (Socialismo Porteño - Unidad Socialista • Rodolfo Fernández (Partido Proyecto Popular) • Fernando Suárez (Partido Proyecto Popular) • Luis Ammann (Partido Humanista) • Claudia Neva (Partido Humanista) • Patricio Echegaray (Partido Comunista) • Jorge Kreyness (Partido Comunista) • Jorge Pereyra (Partido Comunista Congreso Extraordinario) • Rodolfo Módena (Partido Comunista Congreso Extraordinario) • Eduardo Sigal (Partido Frente Grande) • Adriana Puiggrós (Partido Frente Grande) • Agustín Rossi (Movimiento Santafesino por la Justicia Social) • Héctor Cavallero (Movimiento Santafesino por la Justicia Social) • Silvia Vázquez (Partido de la Concertación) • Gustavo López. (Partido de la Concertación) • Roberto Feletti (Partido de la Victoria - MoPoS) •Abel Fatala (Red por Buenos Aires) • Carlos López (Corriente Nacional y Popular) • Jorge Giles (Corriente Nacional y Popular) • Jorge “Quito”Aragón (Corriente Nacional Martín Fierro) • Nahuel Beibe (Corriente Nacional Martín Fierro) • Cacho Fuentes (Encuentro de la Militancia La Bernalesa) • Ignacio Rojo (Organización Envar El Kadri) • Marcelo “Nono”Frondizi (Sec. Gremial ATE Capital) (Organización Envar El Kadri) • Andrés Larroque (Agrupación La Campora) • Juan Cabandié (Agrupación La Campora) • Manuel Del Fabro (Mov. Nac. por la Unidad Americana) • Juan Carlos Rodriguez (Mov. Nac. por la Unidad Americana) • Rubén Drí (Movimiento Patria Grande) • Norberto Galasso (Corriente Enrique Santos Discépolo)

sábado, 15 de mayo de 2010

Toda lengua es política



La española Teresa Meana Suárez es una ardiente feminista desde la época del franquismo. Filóloga y docente y, a partir de ahora, huésped de honor de la Ciudad de Buenos Aires, su militancia se abrió camino por los pueblos de España, desde aquella época en que las mujeres preguntaban por el orgasmo, y se ancló en la pasión por un lenguaje no sexista que nombre y represente todo aquello que se resiste a ser nombrado.Por Flor Monfort
Para ella, lo primero fue el feminismo. Empezó a reunirse clandestinamente con sus compañeras en la universidad, allá por 1975, cuando el régimen de Franco trastabillaba antes de su muerte pero todavía faltaba mucho para sacar su huella de la mentalidad española. Leían los textos prohibidos y pronto se organizaron para armar jornadas, debates y charlas que les dieran cuerpo a esas ideas que defendían con la cabeza y el cuerpo. Teresa Meana Suárez estudiaba filología románica y, según dice, “me gustaba la lengua pero todavía no la relacionaba con el feminismo”.

Los recuerdos de esa época la sitúan en una red de mujeres que se reunían y no dejaban entrar a los hombres, lo que alteraba a la muchachada “Nos decían ‘¿pero qué hacen ahí solitas?’, porque ya sabés que cuando no hay un hombre estamos ‘solas’, aunque seamos muchas”, pero ya eran conscientes de la cantidad de cosas por modificar. “No es que no había divorcio (que no es una reivindicación feminista sino un derecho democrático) sino que no había nada: no podías abrir una cuenta en el banco sin la firma de tu padre o tu marido, no podías sacar la licencia de conducir. Ante la ley, las mujeres éramos débiles mentales”, recuerda.

Si tiene que volver los pasos sobre aquella historia para rastrear el origen de su pasión, cuenta esta anécdota: “Estábamos en una asamblea en la facultad, éramos dos mil, y uno dijo ‘esto es una asamblea, qué cojones’ y otro le contestó ‘cuidar las palabras que hay señoritas’. Cuando le tocó el turno a una amiga mía, se paró y dijo: yo solo quiero decir una sola cosa: cojones. A mí me encantó, me pareció que acababa de devolvernos la existencia, el derecho a todas las palabras. Algunos años después y tras recorrer muchos pueblos de España asesorando a tantas sobre su sexualidad, sus derechos y la importancia de su autonomía, aprendí que las mujeres no podemos utilizar un lenguaje que va contra nosotras mismas”. Sin embargo, y todavía en aquel momento, había que hablar el único lenguaje existente, que era el masculino, porque no hablar equivalía a aceptar el silencio. “Y eso jamás, calladas nunca”, replica.

¿Cuáles fueron las primeras discusiones para un uso no sexista del lenguaje?
–A mediados de los ’80 nos empezamos a dar cuenta cómo la lengua es importante en la construcción del pensamiento, en la transmisión de la realidad. La sociedad es sexista, claro, y racista, y clasista, y la lengua es un reflejo de esa sociedad, pero no vamos a esperar que cambie la sociedad, porque si no cambia la lengua nunca va a cambiar la sociedad. La lengua no sólo refleja la realidad, también la crea, la ilumina o la oscurece. En los medios de comunicación la lengua no es un reflejo, es una lente de aumento: lo que no se nombra, no existe, se sabe, pero además cuando la relación es tan fuerte entre lengua y realidad, tenemos que incidir paralelamente en ambas. Por otro lado, si la lengua es un cuerpo vivo en evolución constante, ¿cómo no va a tener recursos, instrumentos, herramientas para nombrar en femenino cargos, oficios, profesiones que antes no lo tenían porque las mujeres no los ocupaban? Si las lenguas son amplias, dúctiles, generosas, maleables, entonces lo que tienen que hacer es nombrar la realidad.

¿Cuántas mentiras históricas hay atrás de una lengua que designó una realidad distorsionada?
–Muchas. Una muy importante es el “sufragio universal”: los hombres no todos votaban, pero las mujeres ni una. Si en lugar de decir “sociedad de cazadores y recolectores”, dices “sociedad de recolectoras y cazadores” vas a estar diciendo la verdad. Yo no sé quién inventó la rueda, seguro que fue un hombre, pero yo sé que el hombre no inventó la agricultura. Todo el mundo sabe que las mujeres se quedaban quietas con la prole y ellos iban a cazar. Si yo digo “las recolectoras” es la misma lengua la que me obliga a traer los inventos, los quehaceres de las mujeres en la historia. A las reuniones de padres sólo iban las madres, desde que se llaman “de madres y padres”, van muchos más padres. Las mujeres ya sabemos que existimos, pero queremos estar en la lengua en igualdad de condiciones porque al ser nombradas nos sentimos más dueñas de nuestro destino. Sabemos que hay violencia en todo, pero el hecho de ser mujer es un factor de riesgo, y esa violencia hubo que nombrarla, porque al ponerle nombre puedes enfrentarte a ella.

¿Y para Ud. cuál es la mejor manera de nombrarla? A muchas feministas no les gusta “violencia de género” porque corre para ambos sexos.
–Sí, prefiero “violencia contra las mujeres”. También se puede llamar “violencia masculina”, “violencia machista”, “violencia sexista”. “Violencia doméstica” hace referencia sólo al ámbito de la casa y “violencia intrafamiliar” es muy amplio, porque puede ser un hermano maltratando a otro. La ley se llama “ley integral contra la violencia de género”, pero esto dio pie a que un presentador de la televisión de allá diga “un nuevo caso de violencia de género aunque en este caso la víctima es un hombre”, por eso no me gusta. Hay muchas feministas que apoyan ese nombre porque les parece que marca justamente a la violencia como género. Pero apenas salió la ley, la Real Academia se puso como una fiera, dijo que era una traducción mala de “gender” y que género se podía confundir con el gramatical, con una tela, etcétera. Es tan indignante que la RAE ignore una parte importantísima de la cultura como son los estudios feministas y la definición de género. Todo el mundo conoce la teoría marxista y lo que significa el concepto de clase. Sin embargo, “clase” se puede confundir con otras cosas, y a la Real Academia no le importa. Entonces como a la RAE no le gusta, a mí me empezó a gustar más “violencia de género”, porque basta que a ellos no les parezca para que a mí sí.

¿Feminicidio es una palabra que surgió en América latina?
–Sí. “Homicidio” viene de la misma raíz que hombre, así que feminicidio marca esa diferencia, me parece muy buena la palabra. Lamentablemente seguimos asistiendo a que la prensa ponga “drama pasional”, andá a saber qué tendrá que ver la pasión con todo esto, o la justificación en el titular, por ejemplo “Acuchilla a su esposa infiel” o “Preso de la ira, asesina a su mujer”. El sujeto hay que ponerlo siempre, en vez de “Una mujer asesinada en Murcia”, “Un marido asesina a su mujer en Murcia” o en vez de “Algunas mujeres sufren violencia de género”, “Algunos maridos torturan privadamente a sus mujeres”. Hay que poner el foco donde hay que ponerlo.

El castellano tiene refranes misóginos para tirar por la ventana.
–Muchos, pero el más terrible es “Entre marido y mujer no te debes de meter”. Eso de las cuatro paredes es terrorífico y creo que en España lo fuimos rompiendo. Y si alguien ve una agresión, interviene o llama a la policía. En el año ’75 asistimos a una mujer que el marido le había pegado en la calle y uno que estaba adelante dijo: “Ah sí, yo vi que le pegaba pero pensé que sería el marido”. Eso hoy no pasaría. Igual que uno no puede decir “qué buenos los nazis”, aunque mucha gente lo piensa. Después tenemos “la maté porque era mía” o “mía o de la tumba fría” o esos dichos tan tremendos.

Pero falta mucho para desterrar la misoginia del lenguaje.
–Sí. Hay un libro de un psicólogo Miguel Lorenti que se titula Mi marido me pega lo normal. Es decir antes no se veía nada, “me pega cuando pierde el equipo de fútbol”, ahora se ve la punta del iceberg pero debajo del agua hay muchísimo todavía. Porque hay tantísima violencia contra las mujeres en países donde se supone que las mujeres han obtenido más, como Suecia, Noruega o Islandia, donde las mujeres ocupan todos los cargos y tienen independencia económica y, sin embargo, sigue habiendo violencia. Yo creo que ahora tenemos que desmontar toda la educación romántica, amorosa, sentimental, eso tan tremendo de que cuando te enamoras pierdes el norte, el sur, el este y el oeste, y que tu novio te demuestre celos es bueno, todo lo de la posesión, toda esa estructura está sin tocar. Yo tengo una alumna de 17 años que por la mañana se viste antes de ir al instituto, se pone la webcam y su novio le dice desde su casa “eso te lo quitas”, y ella se viste como él le indica. Hay una cosa muy sencilla y es que cuando las cosas no funcionan te vas, puedes hacer lo que quieras. Y mira de dónde estamos hablando, porque si miras a Africa, las mujeres que atraviesan medio continente para llegar a Europa, dos millones de niñas por año a las que les practican la ablación del clítoris, que en América latina el aborto es ilegal o que las lesbianas no lo puedan contar en sus trabajos o en su familia.

En una entrevista dijo que la arroba le parecía poco creativa para nombrar a hombres y mujeres.
–Sí, pero ahora no pienso lo mismo. La arroba no es un signo lingüístico, entonces no suena en el lenguaje oral. Tampoco puedes poner un texto lleno de arrobas porque no hay quien lo lea, pero yo creo que como icono, en un cartel, en una pancarta, en una camiseta, funciona. Si pones, por ejemplo, “niñ@s, al cine” estás diciendo que estás pensando también en ellas. La gente joven lo tiene muy interiorizado, entonces es un elemento más pero no debería ser el único. Y ahora hay problemas con todo lo de la teoría queer: hay gente que no quiere la arroba porque representa el binarismo de los géneros, entonces proponen un asterisco o una equis.

¿Y qué piensa de esas propuestas?
–No las comparto, porque creo que todavía las mujeres estamos en tiempo de nombrarnos. Es muy importante poner las dos formas, el masculino y femenino, siempre que se pueda, pero además tenemos muchísimos genéricos en castellano. Yo soy del profesorado y del vecindario, no soy de los profesores ni de los vecinos, yo soy de la ciudadanía, no de los ciudadanos. También los abstractos: la redacción en vez de los redactores. Una cosa tremenda que hacen acá: muchas mujeres hablan en masculino, dicen “Cuando uno piensa” o “nosotros pensamos”. El otro día escuché aquí, “nosotros las lesbianas”. Son vicios que hay que combatir. Lo cierto es que hay muchísimas posibilidades. El lenguaje te permite hacer lo que quieras porque además cuando se discuten cosas que relacionan sexo con género gramatical nunca se está hablando de lengua, siempre se está hablando de otra cosa: las trabas son ideológicas. La lengua no tiene ningún problema. Yo trabajo contra la resistencia de ciertas academias que creen que la lengua es algo sacrosanto e intocable sentada a la derecha de dios padre y se dedican a bromear “les vamos a meter las votas en los urnos”, “Yo voy a ser novelisto, periodisto y persono” o “el macho de la foca es el foco”.

–De hecho acá se ha hecho mucho humor con eso. La Presidenta, quien siempre usa ambos géneros y exige que se la llame “la presidenta”, es objeto de ese tipo de bromas.
–Eso es mala fe, es no querer escuchar, no querer leer, no querer aprender. El género gramatical es una convención, es algo arbitrario, un acuerdo entre hablantes: les llamamos accidentes gramaticales, le llamamos LA mesa pero le podríamos haber llamado EL mesa. Pero cuando el género gramatical se refiere a seres sexuados, forma en nuestra mente, sobre el género masculino, seres de sexo masculino, y sobre el género femenino, seres del sexo femenino. Un día pusimos a dos escuelas a hacer un ejercicio: que niños y niñas de 5 años dibujaran la boda del tenedor y la cuchara. Una escuela era castellana y la otra era catalano parlante. Los primeros pusieron a la cuchara de novia y al tenedor de novio, pero los catalanes tienen la cullera y la forqueta, ambas de género femenino, entonces les dio igual, a veces la cullera era la novia o al revés. Entonces por eso me parece tan importante nombrar. Si yo me rompo un brazo puedo decir que me rompí un miembro, pero si me rompo la pierna no diré que me rompí la miembra, en cambio, como mujer, yo puedo ser miembra de lo que me dé la gana. En Panamá, por ejemplo, ponen “los miembros y miembras del Parlamento”, no hay ningún problema.

Hay una carta pública que usted le escribió a Javier Marias donde lo manda al psiquiatro.
–El dice que las feministas odiamos el latín y que entonces presentemos nuestras quejas a las deidades romanas. Yo le contesté, “pues entonces deberíamos hacer como el pueblo romano, que invocaba a dioses y diosas por separado, porque temían que las deidades no escucharan sus ruegos si solamente utilizaban una forma. Es que cada tres meses escribe sobre esto, por eso lo mandé al psiquiatro. El decía, en el colmo de la tontería, y encima es académico de la lengua, que no vamos a decir jueza porque no decimos juezo. Yo le decía “Ya, tampoco decimos andaluzo, decimos andaluz-andaluza. Pero además, andaluzas hubo siempre, y las juezas son de reciente existencia”. Aunque seamos mayoría en la carrera judicial, él no se enteró todavía. Cuando las mujeres invadieron el comercio, se empezó a decir dependienta tranquilamente, también se dice asistenta, o se dice sastra, ¿qué pasa con presidenta entonces? Si yo puedo ser profesora, ¿por qué Angela Merkel tiene que ser la canciller y no la cancillera?

Pero la Academia no lo acepta...
–Eso es otra cosa. Hay muchísimas palabras que no están aceptadas porque una de sus normas es que no podemos cuestionar las normas, o que no podamos preguntarnos para qué existen. Hay un lingüista que en 1921 decía “si nos queremos dar cuenta de la diferencia entre masculino y femenino, no podremos hacerlo más que remontándonos a la situación social respectiva de mujeres y hombres en la época en la que se forjaron estas normas”. Cuando lo cuento nadie me lo cree, pero la última edición revisada del diccionario de la RAE que tiene palabras como piercing, en la definición de huérfano/a dice “a quien se le ha muerto el padre y la madre, o solo uno de los dos, preferiblemente el padre”. El diccionario no refleja la lengua, refleja el poder de quien hace diccionarios.

Cada lengua tiene su universo de sentidos, ¿cómo es en otras lenguas?
–Todas las lenguas tienen el patriarcado, todas las lenguas son sexistas pero las manifestaciones son muy distintas. El masculino que a veces es específico y a veces es genérico, les pasa a las lenguas que provienen del latín. En inglés, si digo “my friend”, no sé si estoy hablando de un amigo o de una amiga, pero ¿y esa lista de palabras terminadas en man? Cameraman, milkman, barman... Si yo nombro niñas y niños no estoy repitiendo, estoy nombrando, y el lenguaje está para eso. Como dice Ana Mañeru, ¿quién decide esa especie de minimalismo llevada al extremo, esa especie de belleza mutilada que borra las experiencias de las mujeres, que borra los aportes, que nos hace invisibles del lenguaje?

¿Qué efectos produce el sexismo en el lenguaje?
–Dos fenómenos, uno es la ocultación, la invisibilidad, la resistencia, pero también el menosprecio, todos esos ejemplos donde el masculino es algo y el femenino es un insulto. Si buscás “sereno” es “hombre frío”, pero “mujer fría” es “frígida”. Hay miles de ejemplos. “Gobernante: que decide los designios de un país. Gobernanta: que dirige la planta de un hotel”. El lenguaje es algo inconsciente, que usamos sin pensar, arrastra mucha inercia, hay que desmontar todo lo que nos enseñaron, pero si quieres nombrar a las mujeres encontrarás la manera. A partir de que una persona se da cuenta de la importancia de la lengua en la construcción del pensamiento, en la transmisión de la realidad, como instrumento en la lucha por una sociedad no sexista, habrá gente que no quiera cambiar su lenguaje, pero por lo menos el uso será consciente. Y si quieres hacerlo, encontrarás la manera.


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miércoles, 28 de abril de 2010

Bergoglio: recordando con ira

Jorge Adur, sacerdote asuncionista desaparecido en 1980.










El rol del ahora cardenal Bergoglio en la desaparición de sacerdotes y el apoyo a la represión dictatorial es confirmado por cinco nuevos testimonios. Hablan un sacerdote y un ex sacerdote, una teóloga, un seglar de una fraternidad laica que denunció en el Vaticano lo que ocurría en la Argentina en 1976 y un laico que fue secuestrado junto con dos sacerdotes que no reaparecieron. La iracunda reacción de Bergoglio, quien atribuye al gobierno el escrutinio de sus actos.Por Horacio Verbitsky

Marina Rubino (con su esposo, Pepe Godino). La teóloga escuchó de labios del obispo Raspanti que Bergoglio le impidió recibir en su diócesis de Morón a Yorio y Jalics. Días después los secuestraron.Cinco nuevos testimonios, ofrecidos en forma espontánea a raíz de la nota “Su pasado lo condena”, confirman el rol del ahora cardenal Jorge Bergoglio en la represión del gobierno militar sobre las filas de la Iglesia Católica que hoy preside, incluyendo la desaparición de sacerdotes. Quienes hablan son una teóloga que durante décadas enseñó catequesis en colegios del obispado de Morón, el ex superior de una Fraternidad sacerdotal que fue diezmada por las desapariciones forzadas, un seglar de la misma Fraternidad que denunció los casos al Vaticano, un sacerdote y un laico que fueron secuestrados y torturados.

Teóloga con minifalda
Dos meses después del golpe militar de 1976 el obispo de Morón, Miguel Raspanti, intentó proteger a los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics porque temía que fueran secuestrados, pero Bergoglio se opuso. Así lo indica la ex profesora de catequesis en colegios de la diócesis de Morón, Marina Rubino, quien en esa época estudiaba teología en el Colegio Máximo de San Miguel, donde vivía Bergoglio. Por esa circunstancia conocía a ambos. Además había sido alumna de Yorio y Jalics y sabía del riesgo que corrían. Marina decidió dar su testimonio luego de leer la nota sobre el libro de descargo de Bergoglio.

Marina Rubino vive en Morón desde siempre. En el Colegio del Sagrado Corazón de Castelar daba catequesis a los chicos y formaba a los padres, que le parecía lo más importante. “Una vez por mes nos reuníamos con ellos. Era un trabajo hermoso. Esta experiencia duró quince años”. También dio cursos de iniciación bíblica “en todos los lugares no turísticos de la Argentina. Teníamos una publicación, con comentarios a los textos de los domingos, queríamos que las comunidades tuvieran elementos para pensar”. Desde que se jubiló da clases de telar, en centros culturales, sociedades de fomento o casas.

No quiso ingresar al seminario de Villa Devoto porque no le interesaba la formación tomista, sino la Biblia. En 1972 comenzó a estudiar Teología en la Universidad del Salvador. La carrera se cursaba en el Colegio Máximo de San Miguel. En primer año tuvo como profesor a Francisco Jalics y en segundo a Orlando Yorio. Mientras estudiaba, coordinaba la catequesis en el colegio Sagrado Corazón de Castelar, donde también estaba la religiosa francesa Léonie Duquet. “Eran tiempos difíciles. Por hacer en el colegio una opción por los pobres tomándonos en serio el Concilio Vaticano II y la reunión del CELAM en Medellín perdimos la mitad del alumnado. Pero mantuvimos esa opción y seguimos formando personas más abiertas a la realidad y al compromiso con los más necesitados sosteniendo que la fe tiene que fortalecer estas actitudes y no las contrarias.” El obispo era Miguel Raspanti, quien entonces tenía 68 años y había sido ordenado en 1957, en los últimos años del reinado de Pío XII. Era un hombre bien intencionado que hizo todos los esfuerzos por adaptarse a los cambios del Concilio, en el que participó. Después del cordobazo de 1969 repudió las estructuras injustas del capitalismo e instó al compromiso con “la liberación de nuestros hermanos necesitados”. Pero el problema más grave que pudo identificar en Morón fue el aumento de los impuestos al pequeño comerciante y el propietario de la clase media. “Muchas veces hubo que discutir y sostener estas opciones en el obispado y monseñor Raspanti solía terminar las entrevistas diciéndonos que si creíamos que había que hacer tal o cual cosa, si estábamos convencidos, él nos apoyaba”, recuerda Marina. Sus palabras son seguidas con atención por su esposo, Pepe Godino, un ex cura de Santa María, Córdoba, que integró el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.

Marina cursaba teología en San Miguel de 8.30 a 12.30. No le habían dado la beca porque era mujer, pero como era la coordinadora de catequesis en un colegio del obispado, Raspanti intercedió y obtuvo que una entidad alemana se hiciera cargo del costo de sus estudios. Tampoco le quisieron dar el título cuando se recibió, en 1977. El director del teologado, José Luis Lazzarini, le dijo que había un problema, que no se habían dado cuenta de que era mujer. Marina partió en busca de quien la había recibido al ingresar, el jesuita Víctor Marangoni:

–Cuando me viste por primera vez, ¿te diste cuenta o no de que era mujer?

–Sí, claro, ¿por qué? –respondió azorado el vicerrector ante esa tromba en minifalda.

–Porque Lazzarini no me quiere dar el título.

Marangoni se encargó de reparar ese absurdo. Marina tiene su título pero nunca se realizó la entrega oficial.

La desprotección
Un mediodía, al salir de sus cursos, “lo encuentro a monseñor Raspanti parado en el hall de entrada, solo. No sé por qué lo tenían allí esperando. Estaba muy silencioso, le pregunté si esperaba a alguien y me dijo que sí, que al padre provincial Bergoglio. Tenía el rostro demudado, pálido, creí que estaba descompuesto. Lo saludé, le pregunté si se sentía bien, y lo invité a pasar a un saloncito de los que había junto al hall”.

–No, no me siento mal, pero estoy muy preocupado –le respondió Raspanti.

Marina dice que tiene una memoria fotográfica de aquel día. Habla con voz calma pero se advierte el apasionamiento en sus ojos grandes y expresivos. Pepe la mira con ternura.

“Me impresionó verlo solo a Raspanti, que siempre iba con su secretario”, dice. Marina sabía que sus profesores Jalics y Yorio y un tercer jesuita que trabajaba con ella en el colegio de Castelar, Luis Dourron, habían pedido pasar a la diócesis de Morón. Yorio, Jalics, Dourron y Enrique Rastellini, que también era jesuita, vivían en comunidad desde 1970, primero en Ituzaingó y luego en el Barrio Rivadavia, junto a la Gran Villa del Bajo Flores, con conocimiento y aprobación de los sucesivos provinciales de la Compañía de Jesús, Ricardo Dick O’Farrell y Bergoglio. “Le dije que Orlando y Francisco habían sido profesores míos y que Luis trabajaba con nosotros en la diócesis, que eran intachables, que no dudara en recibirlos. Todos estábamos pendientes de que pudieran venir a Morón. Ninguno de los que conocíamos la situación nos oponíamos. Raspanti me dijo que de eso venía a hablar con Bergoglio. A Luis ya lo había recibido, pero necesitaba una carta en la que Bergoglio autorizara el pase de Yorio y Jalics.”

Marina entendió que era una simple formalidad, pero Raspanti le aclaró que la situación era más complicada. “Con las malas referencias que Bergoglio le había mandado él no podía recibirlos en la diócesis. Estaba muy angustiado porque en ese momento Orlando y Francisco no dependían de ninguna autoridad eclesiástica y, me dijo:

–No puedo dejar a dos sacerdotes en esa situación ni puedo recibirlos con el informe que me mandó. Vengo a pedirle que simplemente los autorice y que retire ese informe que decía cosas muy graves.

Cualquiera que ayudara a pensar era guerrillero, comenta Marina. Acompañó a su obispo hasta que Bergoglio lo recibió y luego se fue. Al salir vio que tampoco estaba en el estacionamiento el auto de Raspanti. “Debe haber venido en colectivo, para que nadie lo siguiera. Quería que la cosa quedara entre ellos dos. Estaba haciendo lo imposible por darles resguardo.”

La teóloga agrega que le impresionó la angustia de Raspanti, “que si bien no podía ser calificado de obispo progresista, siempre nos defendió, defendió a los curas cuestionados de la diócesis, se llevaba a dormir a la casa episcopal a los que corrían más riesgo y nunca nos prohibió hacer o decir algo que consideráramos fruto de nuestro compromiso cristiano. Como buen salesiano se portaba como una gallina clueca con sus curas y sus laicos, cobijaba, cuidaba aunque no estuviera de acuerdo. Eran puntos de vista distintos, pero él sabía escuchar y aceptaba muchas cosas”. Uno de esos curas es Luis Piguillem, quien había sido amenazado. Regresaba en bicicleta cuando se topó con un cordón policial que impedía el paso. Insistió en que quería pasar, porque su casa estaba en el barrio y un policía le dijo:

–Vas a tener que esperar porque estamos haciendo un operativo en la casa del cura.

Piguillem dio vuelta con su bicicleta y se alejó sin mirar hacia atrás. De allí fue al obispado de Morón, donde Raspanti le dio refugio. Los militares dijeron que se había escondido bajo las polleras del obispo. Pero no se atrevieron a buscarlo allí.

–¿Raspanti era consciente del riesgo que corrían Yorio y Jalics?

–Sí. Dijo que tenía miedo de que desaparecieran. No pueden quedar dos sacerdotes en el aire, sin un responsable jerárquico. Pocos días después supimos que se los habían llevado.

De Córdoba a Cleveland
Otro testimonio recogido a raíz de la publicación del domingo es el del sacerdote Alejandro Dausa, quien el martes 3 de agosto de 1976 fue secuestrado en Córdoba, cuando era seminarista de la Orden de los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette. Luego de seis meses en los que fue torturado por la policía cordobesa en el Departamento de Inteligencia D2 pudo viajar a Estados Unidos, adonde ya había llegado el responsable del seminario, el sa-

cerdote estadounidense James Weeks, por quien se interesó el gobierno de su país. Este año se realizará en Córdoba el juicio por aquel episodio, cuyo principal responsable es el general Luciano Menéndez. Ahora Dausa vive en Bolivia y cuenta que tanto Yorio como Jalics le dijeron que Bergoglio los había entregado.

Al llegar a Estados Unidos supo por organismos de derechos humanos que Jalics se encontraba en Cleveland, en casa de una hermana. Dausa y los otros seminaristas, que estaban iniciando el noviciado, lo invitaron a dirigir dos retiros espirituales. Ambos se realizaron en 1977, uno en Altamont (estado de Nueva York) y otro en Ipswich (Massachusetts). Recuerda Dausa: “Como es natural, conversamos sobre los secuestros respectivos, detalles, características, antecedentes, señales previas, personas involucradas, etc. En esas conversaciones nos indicó que los había entregado o denunciado Bergoglio”.

En la década siguiente, Dausa trabajaba como cura en Bolivia y participaba de los retiros anuales de La Salette en Argentina. En uno de ellos los organizadores invitaron a Orlando Yorio, que para esa época trabajaba en Quilmes. “El retiro fue en Carlos Paz, Córdoba, y también en ese caso conversamos sobre la experiencia del secuestro. Orlando indicó lo mismo que Jalics sobre la responsabilidad de Bergoglio.”

Los asuncionistas
Yorio y Jalics fueron secuestrados el 23 de mayo de 1976 y conducidos a la ESMA, donde los interrogó un especialista en asuntos eclesiásticos que conocía la obra teológica de Yorio. En uno de los interrogatorios le preguntó por los seminaristas asuncionistas Carlos Antonio Di Pietro y Raúl Eduardo Rodríguez. Ambos eran compañeros de Marina Rubino en el Teologado de San Miguel y desarrollaban trabajo social en el barrio popular La Manuelita, de San Miguel, donde vivían y atendían la capilla Jesús Obrero. De allí fueron secuestrados diez días después que los dos jesuitas, el 4 de junio de 1976, y llevados a la misma casa operativa que Yorio y Jalics. A media mañana Di Pietro llamó por teléfono al superior asuncionista Roberto Favre y le preguntó por el sacerdote Jorge Adur, que vivía con ellos en La Manuelita.

–Recibimos un telegrama para él y se lo tenemos que entregar –dijo.

De ese modo, consiguió que la Orden se pusiera en movimiento. El superior Roberto Favre presentó un recurso de hábeas corpus, que no obtuvo respuesta. Adur logró salir del país, con ayuda del nuncio Pio Laghi, y se exilió en Francia. Volvió en forma clandestina en 1980, convertido en capellán del autodenominado “Ejército Montonero” y fue detenido-desaparecido en el trayecto a Brasil, donde procuraba entrevistarse con el papa Juan Pablo II. El mismo camino del exilio siguió uno de los detenidos en la razzia del barrio La Manuelita, el entonces estudiante de medicina y hoy médico Lorenzo Riquelme. Cuando recuperó su libertad la Fraternidad de los Hermanitos del Evangelio le dio hospitalidad en su casa porteña de la calle Malabia. En comunicaciones desde Francia con quien era entonces el superior de los Hermanitos del Evangelio, Patrick Rice, Riquelme dijo que quien lo denunció fue un jesuita del Colegio de San Miguel, quien era a la vez capellán del Ejército. Está convencido de que ese sacerdote presenció las torturas que le aplicaron, cree que en Campo de Mayo.

El ablande
También como consecuencia de la nota del domingo aceptó narrar su conocimiento del caso un fundador de la Fraternidad seglar de los Hermanitos del Evangelio Charles de Foucauld, Roberto Scordato. Entre fines de octubre y principios de noviembre de 1976, Scordato se reunió en Roma con el cardenal Eduardo Pironio, quien era prefecto de la Congregación vaticana para los religiosos, y le comunicó el nombre y apellido de un sacerdote de la comunidad jesuita de San Miguel que participaba en las sesiones de tortura en Campo de Mayo con el rol de “ablandar espiritualmente” a los detenidos. Scordato le pidió que lo transmitiera al superior general Pedro Arrupe pero ignora el resultado de su gestión, si tuvo alguno. Consultado para esta nota Rice, quien también fue secuestrado y torturado ese año, dijo que eso no hubiera sido posible sin la aprobación del padre provincial. Rice y Scordato creen que ese jesuita se apellidaba González pero a 34 años de distancia no lo recuerdan con certeza.

Iracundia
Como cada vez que su pasado lo alcanza, Bergoglio atribuye la divulgación de sus actos al gobierno nacional. Esta semana reaccionó con furia, durante la homilía que pronunció en una misa para estudiantes. En lo que su vocero describió como “un mensaje al poder político”, dijo que “no tenemos derecho a cambiarle la identidad y la orientación a la Patria”, sino “proyectarla hacia el futuro en una utopía que sea continuidad con lo que nos fue dado”, que los chicos no tienen otro horizonte que comprar un papelito de merca en la esquina de la escuela y que los dirigentes procuran trepar, abultar la caja y promover a los amigos. Con este ánimo iracundo inaugurará mañana en San Miguel la primera asamblea plenaria del Episcopado de 2010.

Link a la nota:
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Apuntes a propósito de acuerdos y desacuerdos en la poesía patagónica en las “Conversaciones de Otoño 2010”.


Lectura de poesía, el sábado 17 de abril de 2010.





Gerardo Burton
geburt@gmail.com


Acuerdos y desacuerdos se plantearon en las “Conversaciones de Otoño 2010” como un pretexto para indagar sobre el escenario donde se produce la poesía en particular y la literatura en general en la región llamada Patagonia. Un grupo de veinte poetas comenzaron, en la mañana del sábado 17 de abril, un sendero que no terminó, que apenas fue esbozado como planteo discursivo y que enfrentó posiciones en algunos casos.
Fue una discusión imposible de instalar treinta años atrás. La historia jalonada por los encuentros de literatura de Puerto Madryn, mantenidos con una tozudez a prueba de tiempo y displicencias oficiales; las distancias vencidas a costa de escrituras y libros; los resquemores diluidos en un espacio creado por los organizadores –Silvia Butfilovsky y Chelo Candia- y transformado en un ámbito que se constituyó en el reino de lo “real maravilloso”.
Afortunadamente esta vez no hubo casi menciones al presunto carácter fundacional de la literatura patagónica: ya está fundada debidamente, los viajeros dejaron de viajar o, los que siguen haciéndolo, desterraron ese espíritu de pioneros muy estilo siglo XIX. Por lo menos, los descubrimientos y hallazgos corren por cuenta de los que indagan: ya no hay esa predisposición a la novedad que termina con esa forma laica del bautismo denominada nominalismo.
Se mantiene, sin embargo, esa actitud de prepotencia de trabajo que tanto caracteriza a la poesía, a la literatura y a los modos de hacer cultura en la región. Nada de jerarquías ni títulos de nobleza: éstas no son las sociedades del norte del país y las colectividades que mantienen sus tradiciones se plantan frente a cualquier intento de adornar las academias o de honrar tradiciones que no les son útiles ni necesarias.
La poesía patagónica se propone como lenguaje en construcción; como un espacio donde confluyen tres lenguas: el castellano, el mapuche y el galés, por separado o entremezcladas según las regiones. Se trata de un cosmopolitismo sui géneris, con sus acentos propios, sus tiempos y sus historias. Cualquiera de las tres tradiciones lingüísticas mencionadas puede intentar dominar; cualquiera puede aparecer como vencida según se proponga como dominante ante las demás –la castellana- o como dominada ante el extranjero –y cuarta lengua, el inglés-.
Lo cierto es que los poetas edificaron, en el lapso de una generación –si se entiende por ésta un período de veinte a veinticinco años, aproximadamente-, un espacio propio dentro de la literatura argentina. Dieron el salto de lo regional sin dejar de ser locales; pagaron y cobraron todos los peajes habidos y por haber en la producción literaria y ahora se asientan sobre una escritura que adquiere un rostro multicultural, con tantas aristas como grupos, colectividades y creadores existen. La prepotencia del trabajo los eximió de constituir escuelas; todavía no hay “poeta patagónico” laureado y, por el contrario, existe un equilibrio inestable en un escenario favorecido –y embellecido- por la fuerte presencia ideológica y estética de las mujeres.
En el sendero de salida del neoliberalismo y de la reasunción de las funciones de lo estatal, de lo público y de lo comunitario, no es casual que haya una crisis de lenguaje: se vacían de contenido las concepciones tradicionales –históricas, culturales, patriarcales- y ocurre la necesidad de resignificar hasta los sentidos más comunes, más elementales y cotidianos. Liliana Campazzo describió las diferencias que la palabra “agua” podía suponer para habitantes de la costa atlántica, de la meseta central y de la cordillera, sin ir más lejos. Hay un proceso de resignificación que “nos excede”, dijo.
Luego se propuso analizar el proceso histórico en América Latina en la globalización y la posmodernidad, que también resignifica lo ocurrido en décadas anteriores -1960, 1970-: paradigmas, formas de pensar la cultura; formas de producir literatura. Como resultado de ese camino, “las batallas culturales de esas décadas no son las mismas que las actuales”.
Así, Sergio De Mateo apuntó que en la Argentina actual se consideran una literatura mayor y una literatura menor. La primera está asentada fundamentalmente en Buenos Aires y se relaciona estrechamente con la industria editorial; es tributaria de ella. Esta literatura mayor legitima una literatura, una forma de hacer literatura según las configuraciones impuestas por el mercado.
En contra de la poesía turística: se trata de una caracterización del madrynense Miguel Oyarzábal, y se refiere a la poética que se corresponde con lo que el imaginario social y cultural espera de la producción patagónica. Sin embargo, sea por opción personal, sea por –y contra- las características del mercado, los escritores y poetas de la Patagonia están en los márgenes: quizá por eso De Matteo indicó que “es bueno estar fuera del interés industrial”. El rasgo distintivo de la cultura patagónica –su cerril oposición a las academias y su pertinaz elusión de los canales institucionales oficiales- tiñe la producción literaria. Así, mientras la narrativa en general en el país pelea contra la imposición de la industria, y muchas veces cede ante ella, la poesía prácticamente no tiene presiones del mercado ni del sistema. De eso se salvan la literatura patagónica en general y casi en absoluto la poesía compuesta en estas provincias.
La mayor virulencia de esta situación, entonces, se verifica en la narrativa, y sobre todo en la producida en la Ciudad Autónoma y su zona de influencia. En cambio, y a modo de repetición conviene citar a De Matteo: el estar en -y ser parte de- una literatura menor “implica poder decir algo siempre contestatario y político”. La literatura menor, entonces, otorga autonomía, independencia, es plural.
A esta consideración se añaden las consecuencias de la etapa neoliberal en la Argentina y la fuga y cuasi desaparición del Estado como tal. La función del Estado como dador de sentido y organizador de la vida comunitaria no es la misma hoy que la de veinte años atrás. En ese lapso de casi una generación, el ciudadano pasó de sujeto a consumidor; y la familia y la escuela dejaron de ser las instituciones instituyentes de la identidad. Fue una fuga de lo estatal que culminó con los sucesos de diciembre de 2001, una fecha que puede considerarse como el estallido del modelo iniciado en 1975 y consolidado a partir de la instauración de la dictadura cívico-militar en marzo de 1976.
Como consecuencia de ese hecho, además de “pensar sin Estado”, los poetas también debieron “escribir, producir, publicar y distribuir” su poesía sin el Estado. No contra ni aparte, sino “sin el Estado, en virtud de la ausencia de políticas culturales” sostenidas.
Se plantearon varios ejemplos: la gestión de los fondos editoriales rionegrino y neuquino, cada uno con sus costados criticables y, por contraposición, la realización de jornadas sin la participación institucional de organismos públicos. Ejemplo palmario: las “Conversaciones de Otoño” que, en su cuarta edición, se constituyen en ese espacio caracterizado como “epifánico” por Macky Corbalán o como parte de lo real maravilloso propio de nuestra América.
Un punto particular lo constituye la cuestión editorial. Para un fondo oficial –el FEN o el FER- “podría plantearse una solución” mediante acuerdos con los libreros y distribuidores locales, como punto de partida.
La ausencia, la falta de vínculo, la ruptura de los lazos entre las instituciones estatales y la producción cultural no implica necesariamente quedar en los márgenes. Tampoco acceder a los espacios generados por lo mercantil o lo industrial. Hay un espacio de fisura desde donde se pivotea y a partir del cual se puede reclamar la presencia de lo público y del Estado, ya que se trata de un patrimonio común. En ese punto, no sólo se habla de una estructura administrativa gigante y ominosa, sino de un espacio de representación que, como a otros, también pertenece a los creadores.