Tengo un bló

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Tmeo, la mejor revista de humor

lunes, 21 de diciembre de 2020

Esa canción insustancial que siempre te viene a la mente.

 Hace bien poco tiempo, en una conversación, salió el tema de esa canción insustancial que te viene a la cabeza con asiduidad, porque, quizá, a todos se nos asoma por la mente una canción intrascendente de tanto en tanto. 

Pensándolo bien poco, porque sabes de qué canción se trata, se te aparece y, sin querer, la canturreas. Canturreas el temita recurrente que siempre se asoma aunque pasen años desde que la oíste la primera vez.



Mi tema insustancial es una canción de "berri txarrak" llamada "ikusi arte" (Hasta la vista) es un tema tontorrón sobre un desencuentro amoroso. El que canta se queja de que la persona a la que quiere no le hace ni caso y que por eso la deja de querer. Un tema clásico absoluto tan insulso como la mayoría que versan sobre este tema recurrente.


Esta es la canción que me invade la mente, se cuela entre mis dientes cuando subo las escaleras o hago tareas mecánicas. ¿Cuál es la vuestra?

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Mesas alejadas

 La empresa decidió a comienzos de noviembre que en el comedor de empleados ya no se puede socializar mientras te llevas a la boca el contenido de la fiambrera recalentado en el microondas comunal. Ya no puedes sentarte a la misma mesa de tus compañer@s porque es un peligro. También es un peligro compartir teclado, teléfono, grapadora y tampón o tocar las mismas teclas de todas las máquinas habidas y por haber durante el lento trascurrir de nuestras funciones laborales, pero, por lo visto, no es igual.

Almuerzo laboral triste en comedor más triste aún.


No es igual sentarte a comer en una mesa enfrente de otra persona que trabajar a su lado y que te coja la grapadora, el boli, tu auricular del teléfono, que toque tu silla, que te roce sin querer, que te de un palmetazo amistoso en el brazo por haber hecho cualquier chiste malo. No, no es igual. Y piensas todo esto mientras vas saludando, mascarilla en el morro, a toda la gente que te mira desde sus mesas individuales. 

Y te sientas a comer en tu mesa separada de los demás, quizá hagas un comentario levantando la voz a una compañera que entra y te saluda con la fiambrera en la mano. Mesas separadas, mesas alejadas. Hasta el aliciente de comer en corrillo, con cierta separación y sin levantar la cabeza del recipiente que contiene tu frugal ración de alimento ha cambiado con todo esto. Las cuatro naderías cotidianas que se comentaban mientras se vaciaba el recipiente reforzaban los lazos sociales y consolidaba empatías. Eso ya ha pasado a la historia, pequeña autómata.

Comer en silencio, comer separada junto a un puñado de individuos tan aislados como tú, cada uno aislado en su mesita, como extraños. Este sí es un mal de muchos.

jueves, 3 de diciembre de 2020

Veintiséis millones de muertos

 Hace años, no recuerdo dónde, leí un libro acerca de la tortuosa historia de España del siglo XIX. Entre levantamientos, asonadas, revueltas y guerras no hubo apenas tiempo de paz. Dicen que, incluso el siglo XX con sus golpes de estado, sus dictadores y sus guerras, aún no fue tan levantisca como la etapa decimonónica. Sin embargo, en ambos siglos se daba un mismo denominador: Los golpes de estado los dan oficiales del ejército, siempre.

Estamos en el siglo XXI y no creo que la humanidad haya cambiado un ápice, y el ejército, jerárquico, mandón, brutal y aficionado a aniquilar al enemigo, menos aún. Así que no me sorprende nada el hecho de que haya militares, casi todos carcamales en la reserva, que escriban cartas a su rey para que de un golpe de mano y se cargue un gobierno porque no les gusta el tufillo progresista de salón que desprende.

General en la reserva con ínfulas de genocida


Otros militares utilizan foros para soliviantar a la tropa
y pedir golpes de estado para derrocar gobiernos rojomasonseparatistocomunistachavistabolivarianofiloetarras de todos los santos. Hay algún malnacido que incluso afirma, así, sin cortarse un pelo, que habría que fusilar a veintiséis millones de españoles, teniendo claro que por españoles también incluyen a aquellos a los que exigen serlo sin que estos tengan demasiado apego.

¡Veintiséis millones de fusilados! con sus, al menos, veintiséis millones de balas. Más de la mitad del país. Y no se corta el aspirante a criminal de lesa humanidad cuando larga tal barbaridad. ¿Estos son los lobos que protegen a los borregos?