Quien no haya estado estos días escondido bajo tierra o en una isla desierta habrá oído hablar del discurso que Eva Romero, una profesora del Instituto Isidro de Arcenegui de Marchena (Sevilla), dirigió a sus compañeros en un claustro de profesores. A ellos iba dirigido en principio, pero gracias a un compañero que lo colgó en la red, se ha hecho famoso.
Es una pieza de oratoria espléndida, una arenga en toda regla y un ejercicio de honestidad y coherencia admirable. Aquí os dejo el texto completo.
Vayan por delante dos premisas:
1ª: No tengo nada en contra del Equipo
directivo. Esto que voy a decir a continuación no es producto de una
situación puntual que deba resolverse con una modificación del Plan de
Centro ni nada parecido. Sí quiero que conste en acta.
2ª: Esto que voy a hacer ahora se llama arenga: discurso militar para enardecer a las tropas antes de entrar a la batalla.
¡Ya estoy harta!
Ya está bien señores, de seguir aguantando.
Yo no estoy aquí para aguantar, y
utilizo las palabras textuales que un padre me dijo por teléfono cuando
lo llamé para que corrigiera la actitud de su hija, que no me dejaba
hacer mi trabajo.
A mí, que yo sepa, me pagan para enseñar, no por aguantar.
Harta de la sociedad,
que encumbra a seres que presumen de su ignorancia, que valora a un
futbolista o a un «nini» más que a una persona con estudios, respetuosa y
educada. De los programas de televisión, que presentan como modélicos a
aquellos que sin estudios y sin sacrificio alguno se han colocado
ganando un sueldazo por criticar, acostarse con, comprar en…
Estoy harta de aguantar
la mala educación con la que llegan, cada vez en mayor porcentaje, los
niños al Instituto. La falta de consideración, no digo ya de respeto,
hacia mi persona cuando entro en las clases, que parece como si entrara
el viento por la ventana.
Harta del
proteccionismo de los padres, que quieren que sus hijos aprueben sin
esfuerzo y sin sufrir, sin traumas… De la falta de valoración del
esfuerzo que sí hacemos nosotros.
Harta de la
Administración, que cambia las leyes y la normativa que rige en mi
trabajo sin preguntarme qué opino y sin darme formación para hacer bien
mi nuevo trabajo. Que me coloca dos horas más en el horario lectivo y me
explota laboralmente, porque yo, en los últimos años, lo único que hago
es trabajar, trabajar como una posesa. Ya, hasta mis hijos me lo dicen.
Ahora dicen que nos van a devolver esas
horas, ¿sabéis donde nos la van a devolver? En el horario irregular que
dedicamos en casa, el que nadie ve. Yo tardo cinco horas en corregir 30
exámenes de 1º de Bachillerato, entonces ¿ya esa semana no doy ni una
hora más en casa, no? Ya no programo, no preparo mis exámenes, no me
actualizo para utilizar la tableta (que me he comprado de mi bolsillo
para trabajar mejor), ni para saber utilizar la plataforma digital del
Centro, no relleno informes de faltas, no redacto actas…y un largo
etcétera de tareas invisibles.
El colmo es que algunos de nosotros nos
hemos planteado pedir reducción de jornada, cobrando menos, para hacer
bien nuestro trabajo. Pero, ¿adónde vamos a llegar? ¿En qué trabajo se
hace eso? ¿Dónde se ha visto renunciar a tu salario para dormir con la
conciencia tranquila? Esto no pasa en ningún lado.
Y encima de todo hay que aguantar «¡Qué
bien viven los maestros!» Porque para la sociedad somos unos
privilegiados que «no damos un palo al agua».
Las 67 propuestas de mejora de la
Educación famosas no vienen sino a machacarnos todavía más. ¿Qué vamos a
hacer cuando a un alumno no lo podamos expulsar unos días por mal
comportamiento? Además, tampoco está bien visto que lo pongamos a barrer
o hacer tareas para la comunidad…el padre no quiere que humillemos a su
hijo. Pues yo creo que debemos imbuirnos de la gracia del Juez
Calatayud. Autoridad somos igual que él. Ejerzamos nuestra autoridad, es
lo único que la ley nos reconoce, hagámosla efectiva.
Tenemos que hacernos oír, actuar como
colectivo, no irnos quejando por los rincones, a escondidas, que parece
que nos da vergüenza. Así no se nos oye fuera. Gritemos nuestro
inconformismo, no podemos seguir así, exijamos nuestros derechos como
trabajadores, que parece que todo el mundo tiene derechos menos
nosotros.
Enseñamos a nuestros alumnos por ser
críticos, mentes libre pensadoras que puedan elegir y discriminar lo que
les conviene de lo que no, y nosotros somos los primeros aborregados,
no hacemos nada, seguimos agachando la testuz para que el yugo nos caiga
con más fuerza.
Yo así no aguanto más,
vosotros haced lo que queráis. Llevo 19 años en la docencia, tengo 45, a
lo mejor es mi crisis de la mediana edad...pero, si algo me han dado
los años es valor, no tengo miedo, y, como me aprieten más el tornillo,
saltaré como un resorte. Solo quiero avisar: de aquí en adelante no
pienso quedarme callada «por educación». Contestaré en el mismo tono y
con la misma contundencia que se me trate.
A mí me gusta enseñar y transmitir. Me
gusta el trato con los alumnos, los quiero y animo. Me considero un
motor social de cambio, una fuerza generatriz. No soy un burro de carga
dispuesto a aguantar hasta que reviente.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.