lunes, 18 de noviembre de 2024

VER

 


Se encontraba Jesús ya cerca de Jericó. Un ciego que estaba sentado junto al camino, pidiendo limosna, al oir que pasaba mucha gente preguntó qué sucedía. Le dijeron que Jesús de Nazaret pasaba por allí, y él gritó:
– ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!
 Los que iban delante le reprendían para que se callase, pero él gritaba todavía más:
– ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo cerca le preguntó:
– ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego contestó:
– Señor, quiero recobrar la vista.
Jesús le dijo:
– ¡Recóbrala! Por tu fe has sido sanado.
En aquel mismo momento recobró el ciego la vista, y siguió a Jesús alabando a Dios. Y toda la gente que vio esto alababa también a Dios.

Nosotros creemos ver. Pero, ¿vemos de verdad? Si realmente nuestra visión es correcta, ¿cómo es que nos quedamos impertérritos ante los ahogados en el mar, ante los muertos de las guerras, ante los destrozos de los fenómenos naturales?¿Cómo es que nos quedamos indiferentes ante los injustamente perseguidos, la pobreza de muchos, los abusos de los grandes poderes?
Como el ciego al lado del camino debemos pedir que queremos ver. Nuestra ceguera es peor que la física. Es la ceguera del corazón. 
Señor, queremos ver.


domingo, 17 de noviembre de 2024

SIEMPRE CON ESPERANZA

 


Pero en aquellos días, pasado el tiempo de sufrimiento, el sol se oscurecerá, la luna dejará de dar su luz, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales vacilarán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro puntos cardinales, desde el último rincón de la tierra hasta el último rincón del cielo.
Aprended esta enseñanza de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y empiezan a brotar las hojas, comprendéis que el verano está cerca. De la misma manera, cuando veáis que suceden esas cosas, sabed que el Hijo del hombre ya está a la puerta. Os aseguro que todo ello sucederá antes que haya muerto la gente de este tiempo. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre.

Sigue Jesús con el lenguaje apocalíptico, anunciando el fin de los tiempos. Pero Él nos invita a la esperanza. El final es su venida. El final es la reunión de todos con Él. Nos invita a estar atentos, a saber leer los signos de los tiempos. Como ya nos ha dicho otras veces, debemos estar vigilantes, a punto, porque no sabemos ni el día ni la hora.

" (...) Caigamos en la cuenta de que el mensaje del Evangelio nunca es catastrofista. Incluso cuando habla de catástrofes, hay sitio para la esperanza.  “Cuando comience a suceder todo esto, enderezaos y levantad la cabeza, porque ha llegado el día de vuestra liberación” (Lc 21,28). Aunque todo parezca mal, aunque haya mucha violencia en el mundo, mientras que el no creyente se rinde, porque la desesperación no le deja ver la salida, nosotros, los creyentes, podemos permanecer firme en medio de la prueba, sabiendo que, en todo lo que sucede, se puede entrever el preludio de un acontecimiento feliz, el nacimiento de la nueva humanidad.
Las lecturas de hoy no son catastrofistas, porque presentan a los que han vivido con sabiduría como estrellas que brillan en el cielo. También se habla de Cristo como el Vencedor que espera que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Es Él, El que viene con poder y gloria, para reunir a sus elegidos de todos los puntos cardinales, la fuente de nuestra esperanza.
Las lecturas también nos invitan a velar, a estar alerta y buscar los signos del Reino de Dios cada día. Porque el Señor llama a menudo a nuestra puerta, y no siempre estamos atentos, para abrirle. Hay distintos momentos en nuestro vivir. En ocasiones es el tiempo del anhelo, de lo fascinante, de la alegría. A veces, es el tiempo de la experiencia del perdón. Para escuchar palabras de misericordia. Y hay un tiempo para optar. Para decidir seguir la senda de la luz o de la oscuridad. Cada cristiano conoce en carne propia esa lucha, alrededor de cada uno y dentro de sí. Por eso la importancia de la vigilia, para combatir el buen combate de la fe. Ese combate en el que ya ha resultado ganador Jesucristo, pero que continúa luchando en nosotros, para que sea derrotado el mal, para que se extienda más y más el Reino, hasta el día que solo Dios Padre conoce.         
La palabra de Dios nos decía el domingo pasado: «Dios puede llamar a la puerta de la casa del pobre». Y la palabra de Dios, con su lógica particular, nos dice: «dad y se os dará». Él está cerca. Que no se nos olvide. Y que su Espíritu de amor y fortaleza nos haga a todos cristianos auténticos, más presentes en la historia del hombre y más inclinados al día de Dios."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 16 de noviembre de 2024

CONFIAR

 

Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar siempre y no desanimarse. Les dijo: Había en un pueblo un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Y en el mismo pueblo vivía también una viuda, que tenía planteado un pleito y que fue al juez a pedirle justicia contra su adversario. Durante mucho tiempo el juez no quiso atenderla, pero finalmente pensó: ‘Yo no temo a Dios ni respeto a los hombres. Sin embargo, como esta viuda no deja de molestarme, le haré justicia, para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia.’ 
El Señor añadió: “Pues bien, si esto es lo que dijo aquel mal juez, ¿cómo Dios no va a hacer justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Os digo que les hará justicia sin demora. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?

Dios no es un juez injusto. Él nos escucha y nos atiende sin problemas. Pero es necesario que nosotros tengamos confianza, fe en Él. Y si no nos concede lo que le pedimos, es porque no nos conviene, o porque Él tiene otros planes para nosotros.

Si no es por gusto, es por cansancio y pesadez. La viuda insistente recibe lo que pide porque no se cansa de ser una pesada. Porque es inasequible al desaliento. Porque tiene la valentía (o la necesidad imperiosa y razonable de comer) necesaria para mantenerse firme en su petición. Pero si pensara que su petición no iba a tener ningún resultado, se iría a su casa y se buscaría la vida por otro lado. Porque, al fin y al cabo, las viudas sin protección varonil ocupaban un status social bastante bajo. Es decir, que se la podía desdeñar y echar a un lado sin mayor problema.
"El punto de la lectura no parece ser alabar la pesadez de la viuda que aburre al juez injusto, sino más bien cuestionar la falta de paz, paciencia, perseverancia y confianza en Dios de quienes queremos creernos “menos pesados” y abandonamos nuestra petición cuando no vemos resultados inmediatos. ¿Por qué darle menos confianza a Dios que es bueno que a un juez injusto que al final cede? ¿Por qué restarle poder a un Dios mucho más poderoso que un juez humano? ¿Por qué van los infinitamente dignos hijos de Dios a desistir fácilmente? Quizá porque no sintamos esa necesidad perentoria de Dios de la viuda. O quizá porque pensemos que no tenemos el status necesario como para pedir.
Decía un amigo mío una vez que si queríamos pedirle a Dios algo deberíamos invitar al más pecador a orar. Porque Dios, al ver a alguien que apenas se acerca, se conmovería y le concedería lo que pide. Y nosotros no somos menos: ni menos pecadores ni menos dignos.
La confianza es rocosa. No se deja asustar; no se deja intimidar; se mantiene firme porque conoce la sed y el hambre y no se marchará hasta quedar satisfecho. Pero también sabe que, a diferencia del juez que dará lo que se pide sin más, Dios solo dará lo bueno; no un capricho, ni algo que no vaya a hacer bien, sino lo que de verdad satisfaga el hambre más profunda."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

viernes, 15 de noviembre de 2024

SALVAR LA VIDA


 Como sucedió en tiempos de Noé,o sucederá también en los días en que venga el Hijo del hombre. La gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca, cuando llegó el diluvio y todos murieron. Y lo mismo pasó en los tiempos de Lot: la gente comía y bebía, compraba y vendía, sembraba y construía casas; pero cuando Lot salió de la ciudad de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y todos murieron. Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre.
Aquel día, el que se encuentre en la azotea y tenga sus cosas dentro de la casa, que no baje a sacarlas; y el que esté en el campo, que no regrese a su casa. ¡Acordaos de la mujer de Lot! El que trate de salvar su vida la perderá, pero el que la pierda, vivirá.
Os digo que aquella noche estarán dos en una misma cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán. Dos mujeres estarán moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán. 
Le preguntaron entonces:
– ¿Dónde ocurrirá eso, Señor?
Y él les contestó:
– Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.

Estamos llegando al final del año litúrgico y empiezan estas lecturas escatológicas difíciles de interpretar. El evangelio nos invita a no querer "salvar nuestra vida". De lo que se trata es de poner todo nuestro interés en salvar la de los demás. Es lo que hizo Jesús.
 
(...) Quizá haya muchas personas que desearían aprovechar estas lecturas para “demostrar” que Dios no es el Padre amoroso, sino un ser cruel; y quizá haya otras que también las tomen para asegurar que Dios es juez y no va a dejar pasar impune el mal que se haya hecho en esta vida. Si bien esta última interpretación esté más cerca de la verdad, hay también un hecho incontestable. ¿Cómo va a ser que en la venida se lleven a unos y se deje a otros? ¿Cómo se hará esta distinción? La respuesta parece enigmática, pero también encierra un desafío y una advertencia: las aves de rapiña van al cadáver. La culpa de que haya un cadáver no es de Dios, lógicamente, sino de quien ha matado en sí el amor, la verdad, la justicia. De quien ha rechazado el agua de la vida y se ha convertido en cadáver ambulante. O, de quienes, desafortunadamente, se han dejado engañar, como advierte san Pablo en la primera lectura. Alaba el Apóstol a quienes se han mantenido en la verdad y el amor. Esos serán quienes al final sean llevados al cielo; los que no serán arrojados al mar como pescado podrido.
Más allá de las “fake news” tan prevalentes en este mundo, está el engaño sutil, el que va enredando, pudriendo y matando sin que las personas se den cuenta. Porque luego se sorprenden: ¿quién, cómo será arrebatado? Las aves de rapiña reconocen el cadáver. Reconocen a quienes se han dejado llevar por ideologías, costumbres y corrientes del mundo que poco tienen que ver con la verdad, la justicia y el amor del reino de Dios.
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

jueves, 14 de noviembre de 2024

EL REINO ESTÁ AQUÍ

 


Los fariseos preguntaron a Jesús cuándo había de llegar el reino de Dios, y él les contestó:
– La venida del reino de Dios no es posible de calcular. No se dirá: ‘Aquí está’ o ‘Allí está’, porque el reino de Dios ya está entre vosotros.
Y dijo a sus discípulos:
– Vendrán tiempos en que querréis ver siquiera uno de los días del Hijo del hombre, pero no lo veréis. Algunos dirán: ‘Aquí está’, o ‘Allí está’, pero no vayáis ni los sigáis. Porque así como el relámpago, con su resplandor, ilumina el cielo de uno a otro lado, así será el Hijo del hombre el día de su venida. Pero primero tiene que sufrir mucho y ser rechazado por la gente de este tiempo.

El Reino ya está aquí, pero necesitamos ojos nuevos para saberlo ver. El Reino está en todos aquellos que saben amar. En los que dedican su vida a los demás, especialmente a los pobres, a los olvidados, a los enfermos, a los perseguidos...
El Reino de Dios está en nuestro corazón si sabemos amar, si nos entregamos totalmente y seguimos en nuestra vida el camino, el ejemplo de Jesús.

"El “ama y haz lo que quieras” de san Agustín podría ser interpretado como carta blanca para hacer lo que a uno le da la gana.  Pero mirando un poco mejor, parece que no hay nada más lejos de la realidad. Hacer lo que se quiere desde el amor trata siempre de poner al otro por delante, de entregarse a la persona amada, de sacrificarse por ella, de evitar todo lo que pueda molestarle. Nunca hace lo que da la gana por comodidad o gusto propio, sino lo que indica el amor.
Buscamos el reino de Dios y a veces parece que hasta lo encontramos. Pero, ¿en qué consiste un reino? Un reino es un lugar donde hay un reinante; un reinante que marca sus reglas, que determina la vida de sus súbditos. En el caso del reino de Dios, hay una regla única, que es el amor. Pero luego vienen las características de tal reino de amor: vida, verdad, justicia, paz, gracia, amor. Dejar que Dios reine, precisa, entonces, una serie de acciones difíciles y totalmente contrarias a “hacer lo que a uno le da la gana”. Porque hacer la paz puede querer decir entregar algo propio, dejar atrás la competitividad, a la agresión, al deseo de control. Hacer la justicia puede querer decir renunciar a algún privilegio para que otros puedan llegar a la medida de su necesidad y dignidad. Defender la verdad puede significar acarrearse el desprecio o la persecución de otros. Amar es bastante sacrificado. Nada que ver con hacer lo que a uno le da la gana.
No hace falta buscar aquí o allá, aunque a veces, en las acciones de verdad, justicia y paz de otros nos encontramos con el reino. Porque dice Jesús que el reino está entre nosotros. Las semillas de verdad, de justicia, de paz sí están en personas que aman y hacen el bien. Pero antes de que el reino “reine” plenamente, como Jesús “antes tendremos que padecer mucho”."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

miércoles, 13 de noviembre de 2024

LA VERDADERA CURACIÓN

 

En su camino a Jerusalén, pasó Jesús entre las regiones de Samaria y Galilea. Al llegar a cierta aldea le salieron al encuentro diez hombres enfermos de lepra, que desde lejos gritaban:
– ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!
Al verlos, Jesús les dijo:
– Id a presentaros a los sacerdotes.
Mientras iban, quedaron limpios de su enfermedad. Uno de ellos, al verse sanado, regresó alabando a Dios a grandes voces, y se inclinó hasta el suelo ante Jesús para darle las gracias. Este hombre era de Samaria. Jesús dijo:
– ¿Acaso no son diez los que quedaron limpios de su enfermedad? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Únicamente este extranjero ha vuelto para alabar a Dios?
Y dijo al hombre:
- Levántate y vete. Tu fe te ha salvado.

¿Qué quiere decir esto?¿Sólo el samaritano fue curado? Los diez fueron curados de la lepra que padecían, pero sólo el fariseo fue curado totalmente, su cuerpo y su alma. Su cuerpo y su corazón. El fariseo, un extranjero despreciado por los judíos, por su fe, que le llevó a agradecer, a sentirse indigno del bien recibido, sanó todo su ser. Se convirtió en una persona nueva. 
¿Sabemos agradecer a Jesús el perdón que nos otorga cada día?

"Según las matemáticas del evangelio de hoy, solamente un diez por ciento de las personas de este mundo serían agradecidas. Es de esperar que tal cálculo ande un poco errado, pero lo cierto es que en este mundo hay muchos narcisos y resentidos. Los narcisos piensan que todo se les debe. No es que tengan mayor mérito que el de existir, pero se les debe todo. Los resentidos siempre son la víctima en toda historia y situación. En realidad, las dos cosas son lo mismo. El narcisista, además de pensar que todo se le debe, siempre piensa que todos sus males son resultado de la mala intención de otros. Ellos nunca tienen la culpa.
Hay una cura para estos males, que solo hacen a la gente infeliz, amargada y triste; porque nunca se les va a dar todo lo que creen que merecen, y porque siempre va a salir algo mal. Es como una lepra insidiosa, que se va comiendo poco a poco a la persona. Y es más grave porque nunca se reconoce como mal propio. La infelicidad va a ser también culpa de alguien.
El agradecimiento, por el contrario, es la sorpresa de recibir gracia, favor y bondad por parte de Dios, o de las personas de alrededor sin poder dar razón de merecimiento alguno.  El agradecimiento es el reconocimiento de que todo es gracia, y por lo tanto, gratuito. Y, por tanto, el agradecimiento es elemento sustancial de la fe, virtud teologal concedida como gracia e invitación. Jesús le dice al leproso “tu fe te ha salvado”. Pero el leproso acudía, a diferencia de los otros nueve, a dar gracias… la fe siempre precede al agradecimiento. Da gracias porque cree en la verdad. Da gracias porque pide sin exigir y recibe con sorpresa y alegría, y no como pago a algo que haya hecho. Y es eso lo que salva. Sin esa visión de fe que reconoce el don de Dios siempre inmerecido, no puede haber sanación. La fe salva. El agradecimiento salva, libera."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

martes, 12 de noviembre de 2024

SIERVOS INÚTILES



Si uno de vosotros tiene un criado que regresa del campo después de haber estado arando o cuidando el ganado, ¿acaso le dice: ‘Pasa y siéntate a comer’? No, sino que le dice: ‘Prepárame la cena y estate atento a servirme mientras como y bebo. Después podrás tú comer y beber.’ Y tampoco da las gracias al criado por haber hecho lo que le mandó. Igualmente vosotros, cuando ya hayáis hecho todo lo que Dios os manda deberéis decir: ‘Somos servidores inútiles; no hicimos más que cumplir con nuestra obligación.’

Nuestra misión es trabajar para el Señor. No tenemos ningún mérito. Nuestro apostolado, nuestro trabajo, sin la Gracia no tiene fruto. Somos simples mediadores. Somos las manos de Jesús. Él trabaja a través nuestro. Todo el mérito es suyo.
Debemos ser humildes y reconocer que somos siervos inútiles.