sábado, 30 de noviembre de 2024

ÉL NOS LLAMA

 


Jesús paseaba por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a dos hermanos: a Simón, también llamado Pedro, y a Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red al agua. Jesús les dijo:
– Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres.
Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.
Un poco más adelante vio Jesús a otros dos hermanos: Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en una barca reparando las redes. Jesús los llamó, y al punto, dejando ellos la barca y a su padre, le siguieron.

Jesús, como a Pedro y Andrés, nos llama.¿Respondemos como ellos dejándolo todo? Antes de responder sí, debemos mirar las cosas de las que no nos queremos desprender, aquello a lo que estamos más o menos apegados. Miremos si nos está pidiendo que cambiemos de vida, si estamos dispuestos a hacerlo. Jesús nos llama, nos invita a seguirlo. Él nos espera pacientemente...

"Los apóstoles no son doce santos más dentro de la inmensa serie; y no se distinguen precisamente por venir acompañados de un veranillo o de otros regalos gratificantes. En Apoc 21,14 se dice que la Ciudad Santa o Iglesia glorificada tiene “doce cimientos, que llevan los nombres de los Doce Apóstoles del Cordero”. Los apóstoles son el cimiento de la Iglesia; sobre ellos se asienta nuestra fe y sobre su ejemplo nuestra forma de seguir a Jesús. En el credo confesamos que la Iglesia es “apostólica”, y, con buen criterio, la liturgia califica el recuerdo de los apóstoles como “fiesta“, no mera “memoria”.
Indudablemente el inicio del seguimiento de Jesús por Pedro y Andrés, y por Juan y Santiago, fue más complicado que lo que hoy nos narra el evangelio. No consta que conociesen a Jesús previamente, y nadie se va sin más con un desconocido que le habla en lenguaje apenas comprensible. ¿Qué entenderían por ser “pescadores de hombres”? Seguramente, cuando Jesús les habla de que le sigan, le preguntarán a dónde, o quizá previamente quién es él; y luego, qué es eso de “pescar hombres” en vez de peces, etc.
Pero la catequesis de la Iglesia primitiva, y su puesta por escrito en los evangelios, no pretenden simplemente informar, o saciar curiosidades, sino interpelar a los nuevos creyentes y llevarlos a la nueva forma del seguimiento de Jesús. Por eso la narración de la llamada se ciñe a cuatro elementos muy simples, que decían mucho a los nuevos adeptos a Jesús y deben decírnoslo a nosotros:
*Es Jesús quien ve, quien se fija. Todo es regalo, Andrés y Pedro no le buscaban.
*Jesús llama en imperativo, con autoridad; no hace una mera propuesta. Muestra llevar consigo toda la autoridad de Yahvé, que justificó el Decálogo con sola su autoridad: “Yo, el Señor”.
*Para irse con Jesús abandonan las redes. Jesús quiere ser seguido por personas libres, “desenredadas”. Él se presenta como el incompatible con cualquier otro interés; Yahvé se definía como un “Dios celoso”, que no toleraba otro dios a su lado (Ex 20,5); Jesús, en la misma línea, no tolera ningún otro valor a su lado: “quien no renuncie a todo lo que posee no puede ser discípulo mío” (Lc 14,33).
*La conclusión de la escena, en su esquematismo catequético, es el seguimiento. Ya el Antiguo Testamento hablaba de seguir a figuras religiosas modélicas; Eliseo seguía a Elías (1Re 19,21), para lo cual quemó hasta sus aperos de labranza.
El seguimiento de Jesús por sus discípulos (entre ellos hay también discípulas: Juana, Susana, María de Magdala y otras [Lc 8,2s]) es mucho más que un desplazamiento local. Acompañarán a un Maestro que constantemente los invita a un desplazamiento de criterio, de mentalidad, a ver la vida de otra forma. Seguir a Jesús es acoger su palabra, observar y asimilar sus actitudes y comportamientos, compartir su esperanza, imitar su amplitud de corazón… e incluso mostrar desacuerdos con lo que no es según el plan de Dios y, por ello, jugarse el tipo: al parecer, casi todos los apóstoles murieron mártires.
Según comprensión eclesial ininterrumpida desde la época apostólica, los obispos son los sucesores de los apóstoles; están dotados de su autoridad y responsabilidad. Pero, a otro nivel, todo creyente es sucesor de los apóstoles: llamado como ellos a compartir los criterios de Jesús, a copiar sus comportamientos y actitudes, a vivir embelesado por su persona, a asumir su tarea profético-“pesquera”… y a entregar la vida como él y ellos la entregaron. Fiesta de S. Andrés, de un apóstol: llamada a cada uno de nosotros a refrescar nuestra vocación al seguimiento.
(Severiano Blanco cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 29 de noviembre de 2024

EL REINO ESTÁ AQUÍ



 También les propuso Jesús esta comparación: “Mirad la higuera, o cualquier otro árbol: cuando veis que ya brotan sus hojas, comprendéis que el verano está cerca. De la misma manera, cuando veáis que suceden esas cosas, sabed que el reino de Dios ya está cerca.
Os aseguro que todo ello sucederá antes que haya muerto la gente de este tiempo. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Jesús nos invita a observar los "signos de los tiempos". A pesar de toda la maldad, violencia y egoísmo que nos rodea, hay personas que entregan su vida por los demás, que saben perdonar, que luchan por la paz. Son esas hojas que brotan en la higuera. Son el anuncio de que el Reino ya comienza aquí y de que Jesús está siempre con nosotros. Si crecen en nosotros las hojas del Amor, el Reino está aquí.

"Las expresiones “estas cosas” y “todo eso”, casi idénticas en el texto original, ha servido de grapa para unir dos enseñanzas de Jesús independientes en su origen: una parábola sobre los signos del tiempo mesiánico y una llamada a su generación a que perciba que ya está inmersa en los acontecimientos salvíficos finales. Quizá la expresión “todo esto” no signifique lo mismo en ambos contextos. Un documento de la Pontificia Comisión Bíblica de 1964, época del Vaticano II, advierte que los evangelios no siempre transmiten los dichos de Jesús en el orden cronológico en que él los pronunció, ni tampoco en su exacta literalidad, sino con variaciones, conservando el sentido que él les daba.
Pertenece a la primera época de la actividad de Jesús la llamada al júbilo, a abrir los ojos ante lo que está sucediendo: él va realizando acciones compasivas, curando tristezas, dirigiendo palabras de perdón, acogiendo a pecadores públicos y otros marginados, curando a enfermos físicos o psíquicos. Libera a muchos de la angustia, contagia salud mental invitando a contemplar al Dios Padre y providente que alimenta hasta a los impuros gorriones: “no andéis angustiados… Ya sabe vuestro Padre…” (Lc 12,29-30). Dios ha comenzado a reinar, las cosas van siendo como él desea que sean, y los seguidores de Jesús ven “todo esto”.
Nosotros, como aquellos discípulos, debemos acoger la llamada del Maestro a observar “esas cosas” que están ya sucediendo y, en consecuencia, exclamar: efectivamente “el reino de Dios está en medio de nosotros” (Lc 17,21). Fijémonos en la reciente reacción humanitaria, generosa y desinteresada, de creyentes y no creyentes, en favor de los damnificados de Valencia (mientras los políticos se debatían de forma vergonzante en otros intereses); Jesús habrá dicho también: si todo eso sucede… el Reino de Dios anda de por medio. Hace años, algunos políticos, hablaban de “brotes verdes”, signos de superación de una gran crisis económica; Jesús invita a observar el verdor de las yemas de la higuera, o, en otro momento, el color dorado del trigo (Jn 4,35). Ojalá el Señor nos conceda ojos limpios para percibir esos “brotes verdes” de su salvación.
El segundo dicho, aparentemente relacionado con el cuándo de la llegada de la salvación, crea más problemas de comprensión, pues hace suponer en Jesús un error de cálculo, como si fuese un adepto de cualquier secta excéntrica de nuestro tiempo. Aquí es obligado aludir a un problema filológico. Jesús, plenamente encarnado en su tiempo y cultura, habló en un idioma muy pobre en conjunciones. Según los expertos, casi la totalidad de los textos evangélicos que suenan “antes que” o “no antes que” son traducción errónea al griego de frases arameas ambiguas; y nosotros dependemos de esa mala traducción (¡también nosotros estamos sometidos a la limitación de la encarnación!). El dicho en sí, independiente de la parábola que lo precede, debe de referirse a toda la obra salvífica de Jesús, que forma un todo desde su encarnación hasta su resurrección y parusía. Y la generación contemporánea de Jesús ya está disfrutando de ese hecho salvífico global; no es para ella solo objeto de esperanza, sino de disfrute actual. Quizá la traducción correcta sería: “Todo eso es ya una realidad en esta generación”. Y esto nos invita nuevamente a contemplar “todas estas cosas”, la salvación ya en marcha, y valorar lo que nos ha tocado en suerte. Acojamos gozosos su magisterio, sus palabras que “no pasarán”; es una especie de juramento en labios de Jesús."
(Severiano Blanco cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 28 de noviembre de 2024

SEREMOS LIBERADOS

 


Cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed que pronto será destruida. Entonces los que estén en Judea, que huyan a las montañas; los que estén en Jerusalén, que salgan de la ciudad; y los que estén en el campo, que no regresen a ella. Porque serán días de castigo en los que se cumplirá cuanto dicen las Escrituras. ¡Pobres de las mujeres que en aquellos días estén embarazadas o tengan niños de pecho!, porque habrá mucho dolor en el país y un castigo terrible contra este pueblo. A unos los matarán a filo de espada, a otros los llevarán prisioneros por todas las naciones, y los paganos pisotearán Jerusalén hasta que se cumpla el tiempo que les ha sido señalado.
Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra, las naciones estarán confusas y angustiadas por el ruido terrible del mar y de las olas. La gente se desmayará de espanto pensando en lo que ha de sucederle al mundo, pues hasta las fuerzas celestiales se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, animaos y levantad la cabeza, porque muy pronto seréis liberados.

El mensaje de hoy, es que, a pesar de todas las calamidades y desgracias, seremos liberados. Participaremos de la Gloria de Jesús. Nunca debemos perder la esperanza. El próximo domingo se inicia el tiempo de Adviento. Tiempo de esperar con la luz encendida. Jesús llega.

"Los primeros predicadores cristianos no eran arqueólogos de los dichos y hechos de Jesús; no los conservaron como intocables piezas de museo, sino como material vivo, que siempre había que actualizar y explicar, a veces ampliándolo; Jesús no dejó tras de sí papagayos, sino heraldos y catequistas. Y los evangelistas recogieron aquellas catequesis que los precedían e hicieron lo mismo con ellas: ampliar, explicar, actualizar.
Hoy nos encontramos muy probablemente con un núcleo de predicación de Jesús en que él mismo echa mano de la imaginería apocalíptica preexistente, cataclismos celestes y maremotos, y que el evangelista actualiza con descripciones tomadas de la historia reciente, conocida por él y por sus lectores: guerra de en torno al año 70 entre Israel y Roma, Jerusalén cercada por los ejércitos imperiales, matanza indiscriminada de judíos como castigo por su rebelión, abundante captura de rehenes y deportación, desplazamientos de población… Las guerras son poco originales, todas se parecen.
Ese es el marco en el que el evangelista encuadra su mensaje, que tiene una enseñanza actual para sus fieles. Ellos conocen la destrucción del pueblo judío y, como otros cristianos de las primeras décadas, o incluso siglos, solo pueden entenderla como abandono de Dios a un pueblo infiel, que no acogió ni reconoció a su Mesías. Precisamente en este evangelio encontramos aquellas lágrimas de Jesús sobre la ciudad santa, lamentando que “el mensaje de paz está escondido a tus ojos…porque no entendiste el momento de mi venida” (Lc 19,41.43). A sus fieles hace el evangelista una advertencia muy seria: con los dones de Dios no se juega, mucho menos con el don supremo del envío de su Hijo; hay que vivir atentos, percibir su presencia, no dejar pasar la ocasión…
Ignoramos en qué medida los destinatarios de este evangelio, de procedencia predominantemente no judía, admitían o siquiera entendían el simbolismo apocalíptico, con sus calamidades, estragos y hecatombes. En todo caso, conocen guerras y persecuciones, y quizá algunos de ellos están sufriendo esas situaciones de angustia. El evangelista, como oportuno pastor y fiel creyente en las promesas de Jesús, les asegura que, venga lo que viniere, ellos están predestinados a disfrutar la gloria del Maestro ya triunfador; al Hijo del Hombre nadie le arrebatará su soberanía, y sus fieles saldrán airosos de toda prueba, pueden andar con la cabeza muy alta."
(Severiano Blanco cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 27 de noviembre de 2024

ÉL NOS PROTEGE

 


Pero antes de eso os echarán mano y os perseguirán: os llevarán a juicio en las sinagogas, os meterán en la cárcel y os conducirán ante reyes y gobernadores por causa mía. Así tendréis oportunidad de dar testimonio de mí. Haceos el propósito de no preparar de antemano vuestra defensa, porque yo os daré palabras tan llenas de sabiduría que ninguno de vuestros enemigos podrá resistiros ni contradeciros en nada. Pero seréis traicionados incluso por vuestros padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de vosotros y todo el mundo os odiará por causa mía, pero no se perderá ni un solo cabello de vuestra cabeza. ¡Permaneced firmes y salvaréis vuestra vida!

Ante las dificultades debemos permanecer siempre con esperanza. Él nos protege. No se perderá ni un sólo cabello. Debemos permanecer firmes.

"La historia de la Iglesia es historia de persecución y de martirio; tal vez sean nuestras señas de identidad y autenticidad. Por delante fue Jesús, el que había dado los mayores motivos para ser venerado por las multitudes y que, de hecho, en algunos momentos lo fue. Pero él era “aguijón y caricia a la vez”. Para los religiosamente más observantes resultó a veces un tanto laxo, y hasta escandaloso, proponiendo demasiado cambio. Los indignados contra la opresión de Roma no encontraron en él al líder político deseable, sino al tolerante que, en vez de venganza, proponía ofrecer la otra mejilla. Los israelitas nacionalistas despectivos para con los extranjeros, a quienes llamaban “perros”, le oyeron alabar la fe de esos no israelitas y hasta prometerles un puesto en el Reino de Dios, sentándose a la mesa con los patriarcas de Israel. La clase acomodada no pudo sentirse a gusto a su lado, pues criticaba la riqueza con la insensibilidad que a veces llega a producir, y proponía mucho desprendimiento y cambio. Lo de Jesús fue a la vez consolador e inquietante. Al final, al parecer, casi nadie se sentía cómodo a su lado. Dando un cariz político o de problema de orden público, terminaron entregándole a la autoridad civil romana para deshacerse de él. Jesús no murió, le mataron.
Un amigo mío escribió hace años este cuentecito:
“hubo un hombre que no sabía odiar, se dedicaba a hacer el bien a todos. Su conducta se hizo primero extraña, luego escandalosa, por último insoportable. Una tarde apareció colgado entre el cielo y la tierra, sin figura humana. La gente comentó: ‘pobrecillo, con lo bueno que era’; pero todos en el fondo experimentaron una extraña sensación de alivio”, Y termina con esta consideración: “no todos los profetas incómodos son verdaderos; pero, ¿hay algún profeta verdadero que no sea incómodo?”.
La última de las bienaventuranzas de Jesús es para los “odiados, evitados, injuriados, rechazados hasta en el nombre” (Lc 6,22). Los expertos suponen que este macarismo, último de la serie, tiene un origen independiente de los anteriores, y que Jesús lo pronunció hacia el final de su ministerio, cuando comenzó a sentir rechazo y a preverlo también para sus seguidores. Y la Iglesia naciente confirmó pronto la previsión de Jesús.
La misión de la Iglesia implica crítica de cuanto no funciona según el plan de Dios; Jesús denunció muchas cosas y a sus seguidores dejó marcado el camino. El creyente, y más aún si es pastor, catequista o misionero, se convierte fácilmente en aguijón; al parecer, cada año mueren violentamente unos 30 misioneros. Ya en Apoc 6,9 aparecen “los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado”.
Podríamos dar un gran salto y situarnos en el siglo XX, en Armenia, en España, en la URSS, en el mundo nazi, en algunos países asiáticos, en el Congo… La grandeza de los mártires radica en que “no amaron tanto su vida que temieran la muerte” (Apoc 12,11). No fueron unos vulgares masoquistas; como Jesús, gozaban con la belleza de los pájaros y las flores, buscaban vida abundante para todos; pero, puestos en la tesitura de elegir, se dijeron: “tu amor vale más que la vida” (Salmo 63,3).
Ante este panorama espléndido nos quedan dos advertencias apostólicas:
1Pe 4,15: “que ninguno de vosotros sea perseguido por asesino, ladrón o malhechor”. No vale cualquier sufrimiento. San Agustín decía que al mártir no le caracteriza la pena, sino el motivo.
Tito 3,2: “recuérdales que muestren toda dulzura a todos los hombres”. Incluso cuando el creyente manifiesta obligados desacuerdos, cuando denuncia o corrige, debe mostrar humildad y mansedumbre, nunca desamor o amargura hacia los oyentes.
(Severiano Blanco cmf, Ciudad Redonda)

martes, 26 de noviembre de 2024

CONFIAR EN ÉL

 


Algunos estaban hablando del templo, de la belleza de sus piedras y de las ofrendas que lo adornaban. Jesús dijo:
– Vienen días en que de todo esto que estáis viendo no quedará piedra sobre piedra. ¡Todo será destruido!
Preguntaron a Jesús:
– Maestro, ¿cuándo ocurrirán esas cosas? ¿Cuál será la señal de que ya están a punto de suceder?
Jesús contestó: “Tened cuidado y no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘Ahora es el momento’, pero no los sigáis. Y cuando oigáis alarmas de guerras y revoluciones no os asustéis, pues aunque todo eso tiene que ocurrir primero, aún no habrá llegado el fin.
Siguió diciéndoles: Una nación peleará contra otra y un país hará guerra contra otro; en diferentes lugares habrá grandes terremotos, hambres y enfermedades, y en el cielo se verán cosas espantosas y grandes señales.

Mirando la televisión, leyendo los periódicos o escuchando la radio, podemos concluir que estos tiempos han llegado. Pero si miramos la historia, en todo tiempo han habido guerras y destrucción, enfermedades y cala midades. El mensaje de Jesús nos invita a que, pase lo que pase, confiemos en Él. Debemos leer los signos de los tiempos para amar más, para convertirnos, no para ser catastrofistas. Lo que hemos de hacer es luchar por la paz. Luchar por el bienestar de todos, por un mundo mejor.

"Estamos llegando al final del año litúrgico y comienzan a ofrecérsenos los textos de género apocalíptico. Por desgracia este término nos llega hoy deformado, con el significado de catastrófico, temible, macabro. No es ese el sentido de los textos apocalípticos de la Biblia; es un género de consolación, en el que, tras describir las pretensiones destructoras del mal y sus fuerzas caóticas, aparecen Dios y su Mesías como vencedores y redentores del pueblo creyente. Este tipo de escritos surgen sobre todo en momentos de gran tribulación, de opresión de la nación judía por pueblos paganos, etc.
Acabamos de celebrar la fiesta de Jesucristo Rey del Universo. Es él quien reina, quien dirige los destinos de la historia; ninguna fuerza maligna se le resiste, pues dispone de una hoz para talar de raíz todo brote de maldad y sufrimiento: tiene que poner “a todos sus enemigos bajo sus pies” (1Co 15,25). Esta lucha de Dios con el mal se expresa con lenguaje figurado, del que cada época echa mano para hablar de sucesos que no caben en conceptos humanos corrientes. Así se creó en la última época veterotestamentaria toda una imaginería convencional que no debe ser leída como un libro de ciencias exactas.
En el texto evangélico de hoy tenemos quizá tres capas superpuestas: imágenes ya previas a Jesús (partiendo de la destrucción del templo por Nabucodonosor), la aportación específica de él (llamada a una renovación religiosa a fondo, de la que el cambio de templo sería un símbolo) y rasgos pastorales añadidos por el evangelista. La comunidad lucana, como las nuestras, no espera ya un fin del mundo inminente como sucedía algunas décadas antes; y esto puede llevarla a adormecerse, al enfriamiento religioso. El evangelista, su pastor, sin azuzar ningún nerviosismo ante catástrofes, tiene que impulsarla a que viva despierta, atenta a las venidas cotidianas del Señor.
Al parecer la comunidad se pregunta por el cuándo y por las señales precursoras del cambio o la victoria final, con las posibles tribulaciones que la acompañen. Y el evangelista invita a no tomar a cualquiera por el Mesías ni cualquier suceso por el acontecimiento final. Parece aconsejar una serena “espiritualidad de la vida ordinaria”.
El evangelista quita importancia a las señales del cielo (cataclismos cósmicos) y de la tierra (terremotos y guerras, destrucción), sin descuidar que todo ello son llamadas. Los intérpretes cristianos (si exceptuamos algunas sectas) han interiorizado siempre esas interpelaciones; en el siglo quinto San Agustín decía que la Biblia no pretende “enseñar cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo”. Y en el siglo XX apareció la llamada interpretación existencial: es dentro de mí donde deben producirse cataclismos quizá cotidianos, hasta que llegue el terremoto final, mi plena conversión al evangelio. En lenguaje mítico se transmiten grandes verdades humanas y religiosas; estemos atentos a los símbolos."

(Severiano Blanco cmf, Ciudad redonda)

lunes, 25 de noviembre de 2024

DAR EL CORAZÓN

 


Jesús estaba viendo cómo los ricos echaban dinero en las arcas de las ofrendas, y vio también a una viuda pobre que echaba dos monedas de cobre. Entonces dijo:
– Verdaderamente os digo que esta viuda pobre ha dado más que nadie, pues todos dan sus ofrendas de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para su sustento.

Con el Adviento que comenzará el domingo próximo, empiezan una serie de campañas, con vistas a la Navidad, para recoger alimentos, juguetes, dinero...Sin olvidar lo mucho que se está recogiendo para los damnificados por la DANA. Debemos preguntarnos, ¿por qué damos? Quizá para que nos vean, para que en el colegio de nuestros hijos digan que somos una familia solidaria...Jesús nos dice que lo importante no es lo que damos, si no cómo la damos. Lo que debemos dar y da valor a todo es nuestro corazón. La viuda lo da todo. ¿Nos damos nosotros con nuestro donativo?¿Va el corazón con él?

"Lo cantábamos hace algunas décadas: “cuando el pobre nada tiene y aún reparte… va Dios mismo en nuestro mismo caminar”. Probablemente Jesús, cuando contempló el gesto de la viuda pobre y generosa, se reafirmó en su anuncio: “¿Veis como yo tenía razón? Está llegando el Reino de Dios”.
Quizá no sea del todo cierta la afirmación, casi convertida en dogma, de que “los pobres nos evangelizan”. No es raro que a la pobreza material siga la cultural y también la moral: robo, delincuencia, desesperación. Hemos conocido trapicheo de los pobres al participar en un reparto de víveres, hemos sabido de quienes han revendido a otro indigente, a veces a precio de usura, el bocadillo que les acabábamos de comprar. La pobreza severa puede deshumanizar. Lo decía muy bien en su oración el sabio bíblico: “no me des pobreza ni riquezas, sino solo el pan de cada día. Porque teniendo mucho, podría desconocerte y decir: ¿Y quién es el Señor? Y teniendo poco, podría llegar a robar y deshonrar así el nombre de mi Dios” (Prov 30, 9-11).
Jesús declaró dichosos a los pobres, pero no nos invitó a empobrecer a otros para hacerlos dichosos. Lo suyo era un grito kerigmático: Dios va a comenzar a reinar, y esto implicará que las cosas sean como él quiere, que el sufrimiento de los pobres desaparezca. El sufrimiento humano puede llevar a perder todo control, a pervertir los sentimientos del corazón. D. Quijote aconsejaba sabiamente a Sancho, gobernador de la ínsula de Baratria: “procurar la abundancia de los mantenimientos, que no hay cosa que más fatigue el corazón de los pobres que la hambre y la carestía” (p. II, cap. 51).
Hay una pobreza impuesta, forzada, como la que origina el haber nacido en un arrabal y tener que vivir escarbando en el muladar; y existe una pobreza de opción: tantos misioneros y colaboradores voluntarios que dejan el confort de su país y se van a otro continente a servir a carenciados asumiendo su misma condición. Esta pobreza dignifica. Y en este desprendimiento caben grados, entre lo “razonable” y lo “radical”. Esto engendra buenos sentimientos, semejantes a los de la anciana del evangelio.
Y hay una pobreza no llamativa, pero sí persistente y sin perspectiva de cambio: la familia trabajadora humilde, que vive con lo justo y a veces se queda a cero. Tal vez fue el caso de la viejecita del evangelio, que ponía su esperanza en el Dios providente que no abandona a los pobres; se quedó sin nada por el momento: ya surgirá algo. En la tradición paulina se fustiga la avaricia y se invita a la conformidad con lo necesario: “teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1Tim 6,8).
He conocido en mi propia familia, y en otras tan humildes como la mía, la acogida del mendigo transeúnte, a quien se hacía sentar en la mesa familiar y se le daba cobijo por algunos días. La Liturgia de las Horas, elogiando a la santa madre de familia, dice: “En la mesa de los hijos/ hizo a los pobres un sitio”. Es hermosa la realización literal."
(Severiano Blanco cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 24 de noviembre de 2024

UN REI DIFERENTE




 Pilato volvió a entrar en el palacio, llamó a Jesús y le preguntó:
– ¿Eres tú el Rey de los judíos?
Jesús le dijo:
– ¿Eso lo preguntas tú de tu propia cuenta o porque otros te lo han dicho de mí?
Le contestó Pilato:
– ¿Acaso yo soy judío? Los de tu nación y los jefes de los sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Jesús le contestó:
– Mi reino no es de este mundo. Si lo fuese, mis servidores habrían luchado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Le preguntó entonces Pilato:
–¿Así que tú eres rey?
Jesús le contestó:
– Tú lo has dicho: soy rey. Yo nací y vine al mundo para decir lo que es la verdad. Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan.

Jesús es un Rey muy distinto de lo que hoy entendemos como Rey. Si leemos bien los Evangelios, veremos que Jesús siempre sirve, elogia a los servidores y nos invita a servir. Su reinado es el de entregarse hasta dar su vida por nosotros.
Él nos invita siempre a hacer los mismo. A servir, a entregarnos hasta el fin. Este Reino de servicio, de Amor, de entrega, es el Reino de los últimos, el Reino de Dios.

" (...) El Evangelio de hoy es un pequeño fragmento del juicio de Jesús ante Pilato. Y está lleno de preguntas con las que podemos hacer nuestra reflexión. El primero en preguntar es precisamente Pilato: ¿Eres tú el rey de los judíos? Y por segunda vez: ¿Conque tú eres rey?
No es difícil entender el asombro de Pilato. Esa pregunta, con palabras más o menos parecidas, se la hacen hoy muchas personas a sí mismas y al mismo Dios. Porque tenemos otra idea de lo que tiene que ser un Rey o un Dios Rey. Alzamos a Dios nuestra plegaria pidiéndole que nos ayude a salir adelante en los momentos de dificultad, que resuelva nuestros problemas: que nos cure, que nos ayude a encontrar un trabajo, que nos salga bien esta empresa, que se nos resuelvan los problemas familiares, que nos saque de nuestras soledades y depresiones y… ¡Tantas veces tenemos la experiencia de que parece no darse por enterado! Y, como Pilato, y hasta protestando un poco o un mucho, le decimos: Pero, ¿tú eres rey, eres Dios, puedes hacer algo o no? ¿Por qué no lo haces?
Y cuando miramos este mundo del que Cristo se ha proclamado Rey y vemos el mal campando a sus anchas: las catástrofes, la explotación de los niños, las violencias, las injusticias, el hambre, el ver cómo unos pocos poderosos hacen y deshacen a su antojo, dejando siempre en las cunetas a los más débiles… nos gustaría poder preguntarle a ese Cristo Rey: Conque ¿tú eres Rey?
El de Jesús es muy diferente al resto de los reinos de este mundo. Porque no mata a nadie. Es Él mismo el que va a morir. No es un tirano o un dictador, sino que es Él el que va a obedecer. No hace alianzas con los poderosos, sino que se pone de parte de los pobres, de los últimos. Para Él es grande el que sirve.
Es que todos los reinos anteriores a Él se han inspirado en la confrontación. Y las sucesivas revoluciones no han mejorado la situación. Un tirano ha dado paso a otro tirano, sin hacer más humana la convivencia. En vez del amor, predominaron la voracidad, la codicia, la crueldad y la prepotencia. Jesús ha roto esa cadena de imperios crueles, colocando en lo más alto el amor y el servicio, la entrega hasta la muerte, no el poder. Ha introducido un nuevo criterio, el del corazón humano, que es reflejo del corazón de Dios. Qué suerte tener un Rey así en nuestra existencia.
La fuerza y el poder de un reino se miden, especialmente, por la extensión del territorio que controla. Pero el Reino de Cristo no ocupa ningún espacio, no tiene armas ni ejército ni hace demostraciones de fuerza. Además, los miembros de este Reino no son ni esclavos, ni súbditos, ni soldados, sino sacerdotes, llamados a ofrecer sacrificios agradables a Dios con su vida. Dicho con otras palabras, ofrecer obras de amor. Con cada gesto que prueba ese amor, cada creyente ejerce su sacerdocio. Saber que el Señor está cerca ayuda a no rendirse, a pesar de las dificultades. Esa es la respuesta que podemos dar a los problemas de este mundo: hacer un mundo mejor, según los criterios de Dios. Porque Él actúa a través de nuestras obras. Obrar en nombre de Dios, y para Dios. Él saca lo mejor de nosotros mismos.
El debate interno de Pilatos no es religioso, sino más mundano: saber si Jesús es una amenaza para él y para el poder de los romanos. No le interesa la verdad, sino lo que tiene que hacer para continuar mandando. Sus parámetros se quedan pequeños para comprender lo que supone Jesús. Como muchas personas, incluso hoy en día, se niega a escuchar la Palabra de Jesús. Aunque no ve nada malo en la doctrina de Jesús, al final se somete a las exigencias de los judíos, y condena a muerte al Maestro.
Lo que Pilatos no sabía es que ningún reino de este mundo será capaz de detener el avance del Reino de Dios. El Reino ya ha comenzado y está desarrollándose. Esa es la gran sorpresa de Dios. Esa es la promesa cierta y segura de Dios. Porque Él es el Rey de Reyes. El Señor de la vida y de la muerte. Nuestra salvación."
(Alejandro Carvajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 23 de noviembre de 2024

UN DIOS DE VIVOS

 


Después acudieron algunos saduceos a ver a Jesús. Los saduceos niegan que haya resurrección de los muertos, y por eso le plantearon este caso:
– Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre casado muere sin haber tenido hijos con su mujer, el hermano del difunto deberá tomar por esposa a la viuda para darle hijos al hermano que murió. Pues bien, había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó, pero murió sin dejar hijos. El segundo y luego el tercero se casaron con la viuda, y lo mismo hicieron los demás, pero los siete murieron sin dejar hijos. Finalmente murió también la mujer. Así pues, en la resurrección, ¿cuál de ellos la tendrá por esposa, si los siete estuvieron casados con ella?
Jesús les contestó:
– En este mundo, los hombres y las mujeres se casan; pero los que merezcan llegar a aquel otro mundo y resucitar, sean hombres o mujeres, ya no se casarán, puesto que ya tampoco podrán morir. Serán como los ángeles, y serán hijos de Dios por haber resucitado. Hasta el mismo Moisés, en el pasaje de la zarza ardiendo, nos hace saber que los muertos resucitan. Allí dice que el Señor es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. ¡Y Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos están vivos!
Algunos maestros de la ley dijeron entonces:
– Bien dicho, Maestro.
Y ya no se atrevieron a hacerle más preguntas.

Los saduceos no creían en la resurrección, en la vida tras la muerte. Por eso le hacen esta pregunta burlona a Jesús. Su respuesta nos dice claramente que Dios es Dios de vivos. ¿Cómo será la otra vida? No podemos saberlo. Simplemente, como sabemos que Él nos ama, será lo mejor para nosotros. De momento...se trata de amar. De luchar por ese Reino que ya debemos lograr que empiece en este mundo.

"Dice Pablo en la segunda carta a los Tesalonicenses que “algunos andan muy ocupados en no hacer nada” (3,11). Y lo peor, y esto ya lo digo yo, es que piensan, se creen, que hacen mucho. Es lo que dice la sabiduría popular: que si le quieres pedir un favor a alguien, mejor se lo pides al que está ocupado de verdad porque si se lo pides al que no tiene nada que hacer, seguro que te dice que no puede.
Pues centrándonos en el tema, hay algunos que andan muy ocupados en discusiones y reflexiones teóricas pero que se quedan ahí y nunca llegan a nada. El texto evangélico de hoy es un ejemplo de cómo los saduceos se dedicaban a hacer disquisiciones teóricas inútiles. Y así pasaban el tiempo. Con esas reflexiones eternas, ya pensaban que estaban cumpliendo con Dios.
Jesús no les presta demasiada atención. Simplemente les dice que no pierdan el tiempo en esas tonterías. Y que atiendan a la vida, que es donde se juega la realidad, donde hay que amar, donde nos encontramos con Dios, donde los hermanos son de carne y hueso, donde sus necesidades se tienen que hacer nuestras. Y donde el Reino se tiene que hacer presente con todo lo que conlleva de amor de Dios puesto en práctica.
Hoy en día hay personas que se van apuntando a todos los retiros imaginables. Quieren vivir momentos de quietud, de meditación, de soledad. Y parece que hay encuentran todo lo que necesitan. Se olvidan de que todo eso puede estar bien, pero donde se juega de verdad la partida de si estamos con el Dios de Jesús o no, no es en la soledad o en meditaciones (que a veces tienen algo de “mirarse al ombligo”) sino en el encuentro con el hermano, en la vida de familia, con los amigos, en el trabajo, en la calle. Ahí es donde realmente vamos construyendo relación, fraternidad, justicia. Ahí es donde, en definitiva, el Reino se va haciendo presente en nuestro mundo. No es tanto cuestión de buscar “mi” serenidad, “mi” paz –eso tiene mucho de vivir centradito en mi mismo– sino de abrirnos al hermano y hacer de nuestra vida una vida de servicio, como la de Jesús que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos."
(Fernando Torres cmf, Ciudad redonda)

viernes, 22 de noviembre de 2024

EL VERDADERO CULTO

 


Después de esto, Jesús entró en el templo y comenzó a expulsar a los que allí estaban vendiendo. Les dijo:
– En las Escrituras se dice: ‘Mi casa será casa de oración’, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones.
Todos los días enseñaba Jesús en el templo, y los jefes de los sacerdotes, los maestros de la ley y también los jefes del pueblo andaban buscando cómo matarlo. Pero no encontraban la manera de hacerlo, porque toda la gente le escuchaba con gran atención.

Jesús, con el gesto de hoy, nos vuelve a denunciar una religión interesada, utilizada para enriquecerse, para tener poder. El culto debe llevarnos a la justicia, a la entrega a los demás. Debemos de examinarnos si no estamos aprovechándonos de la religión para medrar. Dios, lo que quiere de nosotros es Amor y misericordia. Entrega a los demás. Este es el verdadero culto.

"La lectura del Evangelio de hoy nos lleva a aquel templo de Jerusalén rodeado de multitud de tiendas y pequeños comercios de la época. Parece que allí todo se vendía y se compraba. Los peregrinos que llegaban de lejos tenían que cambiar sus monedas porque la ofrenda prescrita para cumplir con la peregrinación solo podía hacerse en la moneda oficial del templo, además necesitaban comprar los animales que se iban a sacrificar y cambiar sus ropas y calzado rotos de los largos y polvorientos caminos de la época y comprar comida y bebida porque es de suponer que llegarían sedientos y hambrientos. Vamos que el entorno del tempo se había convertido en un gran centro comercial.
Ahí entra Jesús, enfadado, lleno de rabia –nada que ver con la imagen tierna y dulzarrona con que tantas veces se le representa en imágenes y estampas–. La casa de Dios se había convertido en cueva de bandidos. Y Jesús quiere purificar el templo y todo lo que le rodeaba.
Podemos pensar que nuestros templos no son así. Generalmente es verdad –aunque también es cierto que entorno al Vaticano en Roma y alrededor de algunos santuarios marianos y no marianos hay demasiadas tiendas donde se vende de todo.
Pero quizá podíamos llevar la reflexión a otro nivel. Podíamos pensar un poco en nuestra oración. Y reflexionar en cómo muchas veces pretendemos convertir ese momento de oración en una especie de compraventa donde no estamos seguros de quién es el dueño del negocio y quién es el cliente. “Señor te pido… y te ofrezco x padrenuestros o avemarías o rosarios o misas o sacrificios o…” A más valor de lo que pedimos, más valor en lo que ofrecemos. A veces, cuando no lo conseguimos, pensamos que es que no hemos rezado con la suficiente fuerza o el debido fervor o que no hemos hecho el sacrificio adecuado. Y terminamos convirtiendo la oración en una especie de compraventa que hacemos con Dios. Y terminamos convirtiendo nuestros templos en mercados donde se compra y vende lo más sagrado.
¿Quieren una sugerencia? Abunden mucho, muchísimo, en la oración de acción de gracias. Porque todo es gracia. Y todo se recibe de gracia. Y no perdamos el tiempo convirtiendo a Dios en el dueño de una tienda donde podemos comprar lo que nos apetece o nos hace sentir bien. Más dar gracias y menos pedir."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 21 de noviembre de 2024

LAS LÁGRIMAS DE JESÚS



 Cuando llegó cerca de Jerusalén, al ver la ciudad, lloró por ella y dijo: “¡Si entendieras siquiera en este día lo que puede darte paz!... Pero ahora eso te está oculto y no puedes verlo. Pues van a venir días malos para ti, en los que tus enemigos te cercarán con barricadas, te sitiarán, te atacarán por todas partes y te destruirán por completo. Matarán a tus habitantes y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no reconociste el momento en que Dios vino a salvarte.

¿Llora hoy Jesús? Lo hizo ante Jerusalem porque no sabían encontrar aquello que realmente proporciona la paz. Lo hizo viendo el futuro de dispersión que le esperaba. Seguramente llora hoy ante nuestra sociedad desorientada. Una sociedad en la que prevalecen los ambiciosos. Una sociedad violenta y opresiva. Una sociedad que busca la felicidad en el tener y en el poder. Una sociedad en que la palabra Amor carece de sentido. Una sociedad cada vez más lejos de la paz.
La pregunta también debemos hacérnosla personalmente. ¿Realmente buscamos la paz, sabemos amar o lo basamos todo en el dinero, el poder y el placer?

miércoles, 20 de noviembre de 2024

PRODUCIR FRUTO


 
La gente escuchaba estas cosas que decía Jesús. Y él les contó una parábola, porque ya se encontraba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios estaba a punto de manifestarse. Les dijo: Un hombre de la nobleza se fue lejos, a otro país, para ser hecho rey y regresar. Antes de partir llamó a diez de sus criados, entregó a cada uno una gran suma de dinero y les dijo: ‘Negociad con este dinero hasta que yo vuelva.’ Pero las gentes de su país le odiaban, y enviaron tras él una comisión con el encargo de decir: ‘No queremos que este hombre sea nuestro rey.’
Pero él fue hecho rey. A su vuelta, mandó llamar a aquellos criados a quienes había entregado el dinero, para saber cuánto había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: ‘Señor, tu dinero ha producido diez veces más.’ El rey le contestó: ‘Muy bien, eres un buen administrador. Y como has sido fiel en lo poco, te hago gobernador de diez ciudades.’ Se presentó otro y dijo: ‘Señor, tu dinero ha producido cinco veces más.’ También a este le contestó: ‘Tú serás gobernador de cinco ciudades.’
Pero se presentó otro, que dijo: ‘Señor, aquí está tu dinero. Lo guardé en un pañuelo, pues tuve miedo de ti, porque eres un hombre duro que recoges lo que no pusiste y cosechas donde no sembraste.’ Entonces le dijo el rey: ‘Tú eres un mal administrador, y por tus propias palabras te juzgo. Puesto que sabías que yo soy un hombre duro, que recojo lo que no puse y cosecho donde no sembré, ¿por qué no llevaste mi dinero al banco para, a mi regreso, devolvérmelo junto con los intereses?’ Y ordenó a los que estaban allí: ‘Quitadle el dinero y dádselo al que ganó diez veces más.’ Ellos le dijeron: ‘Señor, ¡pero si este ya tiene diez veces más!’ El rey contestó: ‘Os digo que al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. Y en cuanto a mis enemigos, a esos que no querían tenerme por rey, traedlos acá y matadlos en mi presencia.’ 
Dicho esto, Jesús siguió su viaje a Jerusalén.

"De camino a Jerusalén, Jesús cuenta a los que van con él una historia de un rey que se va de viaje y deja encargados de sus negocios a unos cuantos de sus siervos/ministros. Espero que ellos cuiden el reino e incrementen sus riquezas mientras que él se ocupa de sus asuntos. Algunos lo hacen pero otros/otro deciden no hacer nada productivo al servicio del rey. Además, a la mitad y al final de la historia se hace una alusión a los que no querían que el rey volviese. También para ellos hay un castigo ejemplar. Porque el rey vuelve con su título real y ejerce como rey.
Dice el evangelio que Jesús cuenta la historia porque algunos pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento para otro. Pero resulta que no. El rey de la historia se va de viaje pero no dice exactamente cuándo va a volver. Su llegada no se anuncia y encuentra desprevenidos a los siervos y a los miembros de la oposición.
Así estamos nosotros ahora en este tiempo intermedio. Esperamos la llegada del Reino pero todavía no ha llegado. Los tesoros están en nuestras manos. Ahora somos los responsables de ir construyendo el Reino, de incrementar sus riquezas. Lo último que podemos hacer es considerarnos los dueños del corral y hacernos a nosotros mismos los reyes. Sería un gran error. No está el Evangelio a nuestro servicio sino nosotros al servicio del Evangelio. No estamos para discutir teorías ni perdernos en asuntos nimios (si hay que poner dos o tres velas en el altar, si hay que comulgar en la boca o en la mano…) sino para ponernos todos al servicio de la buena nueva, para anunciar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo la buena nueva de la salvación, la noticia de que el amor de Dios es más grande que todo lo que podamos imaginar, que rompe todas las barreras, que no pone condiciones, que lo mejor que podemos hacer es amar y servirnos unos a otros, especialmente a los más pobres, marginados, abandonados, pecadores. Porque eso fue lo que hizo Jesús. Porque esa es la única manera de anunciar el Reino.
Sólo así lograremos ir construyendo el Reino y tenerlo todo preparado para cuando vuelva el Rey. Ahora es nuestro tiempo. Ahora es nuestra responsabilidad."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 19 de noviembre de 2024

LO QUE ESTABA PERDIDO

 


Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. Vivía en ella un hombre rico llamado Zaqueo, jefe de los que cobraban impuestos para Roma. Quería conocer a Jesús, pero no conseguía verle, porque había mucha gente y Zaqueo era de baja estatura. Así que, echando a correr, se adelantó, y para alcanzar a verle se subió a un árbol junto al cual tenía que pasar Jesús. Al llegar allí, Jesús miró hacia arriba y le dijo:
– Zaqueo, baja en seguida porque hoy he de quedarme en tu casa.
Zaqueo bajó aprisa, y con alegría recibió a Jesús. Al ver esto comenzaron todos a criticar a Jesús, diciendo que había ido a quedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo, levantándose entonces, dijo al Señor:
– Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes; y si he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más.
Jesús le dijo:
– Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque este hombre también es descendiente de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.

La última frase del evangelio de hoy nos dice: el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido. Y Jesús lo hace sin amenazar, sin criticar...No juzga a Zaqueo como hacen los otros y se acerca a él y lo llama. Ir a su casa, comer con él y con sus amigos, amarlo, es lo que hace que Zaqueo se convierta.
Dos lecciones. La primera, la de dejarnos encontrar por Jesús, salir a su encuentro, y dejarlo entrar en nuestra casa. La segunda, siguiendo el ejemplo de Jesús, es con el Amor que lograremos que los demás sean mejores. Las críticas, los "sermones", alejan todavía más del camino a las personas.

" (...) El Evangelio habla también de una conversión. Pero la narración tiene otra música y otro ritmo. No hay ninguna amenaza. Ni siquiera una llamada al arrepentimiento. Todo es muy simple. Jesús pasa y se autoinvita a comer y alojarse en casa del pecador. No hay ninguna palabra de Jesús invitando al cambio de vida. Simplemente comparten la mesa y la vida durante un tiempo. No tenemos idea de lo que hablaron durante aquella comida. Casi seguro que empezarían comentando lo duro que había sido el camino para Jesús, seguirían por lo buena que estaba la comida y lo bien que entraba un poco de vino fresco para el que viene sediento de una jornada de caminar. Pero también es casi seguro que, como sucede tantas veces en torno a la mesa, seguirían hablando de mayores profundidades, poniendo en la mesa las cosas de la vida y del querer, las penas, las frustraciones, las esperanzas. Casi seguro que fue esa conversación la que provocó el cambio en Zaqueo, la que le ayudó a comprender que otra vida era posible, más feliz, más digna, más honesta, más fraterna.
Imagino esa cena y me acuerdo de la letra de una canción de mi juventud. Su estribillo decía algo así como: “Dios, esta noche cenaremos juntos / Habrá buen vino y estará en la mesa / Lo más querido de mi vida entera / Y algún recuerdo que golpeó a mi puerta.” (la letra entera la pueden encontrar, ¡cómo no!, en internet poniendo solo “Dios a la una” en el buscador que usen).
Quizá nos convenga a cada uno de nosotros también sentarnos a cenar tranquilamente para contarnos nuestra vida, para escuchar y compartir nuestras razones y las razones de Dios. En una de esas lo mismo terminamos tomando también decisiones parecidas a las de Zaqueo."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)