"El primer día de la semana volvieron al sepulcro muy temprano, llevando los perfumes que habían preparado. Al llegar, encontraron que la piedra que tapaba el sepulcro no se hallaba en su lugar; y entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Estaban asustadas, sin saber qué hacer, cuando de pronto vieron a dos hombres de pie junto a ellas, vestidos con ropas brillantes. Llenas de miedo se inclinaron hasta el suelo, pero aquellos hombres les dijeron:
– ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo cuando aún se hallaba en Galilea: que el Hijo del hombre había de ser entregado en manos de pecadores, que lo crucificarían y que al tercer día resucitaría.
Entonces recordaron ellas las palabras de Jesús, y al regresar del sepulcro contaron todo esto a los once apóstoles y a los demás. Las que llevaron la noticia a los apóstoles fueron María Magdalena, Juana, María madre de Santiago, y las otras mujeres. Pero a los apóstoles les parecía una locura lo que ellas contaban, y no las creían.
Sin embargo, Pedro fue corriendo al sepulcro. Miró dentro, pero no vio más que las sábanas. Entonces volvió a casa admirado de lo que había sucedido."
|
|
El Sábado Santo no hay misa. Es el dia del silencio de Dios. De la ausencia. Será en la noche, en la celebración de la Vigilia, cuando encontraremos la ceremonia más rica de toda la liturgia. En el vídeo de las monjas de San Benet de Montserrat, encontraréis comentarios a todas las lecturas. Aquí nos centramos en el evangelio.
"Las mujeres son las que madrugan para ir al sepulcro, con los aromas, símbolos del amor que sienten por Jesús; deseaban ofrecerle el perfume de sus corazones.
Vienen para conservar lo único que queda de Aquel por quien lo dejaron todo desde Galilea. Las mujeres son guiadas al sepulcro por el amor, representado en los aromas que portan, es el amor quien las guía hasta la puerta del sepulcro. Encontraron “corrida la piedra del sepulcro”. El sepulcro está vacío. Que abandonemos también nuestros sepulcros vacíos en esta noche.
Estas mujeres “encuentran corrida la piedra del sepulcro”. Entran y no hallan el cuerpo de Jesús... Se encuentran con “dos hombres, con vestidos refulgentes”, que les preguntan “¿por qué buscan entre los muertos al que vive?”. Los mensajeros, por medio de una pregunta, las invitan a buscar al Resucitado en el lugar adecuado. Ellas buscan al difunto, y no al viviente que es Jesús, puesto que todavía no han tenido la experiencia del Resucitado.
“¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”. A Jesús, al Resucitado hay que buscarlo en la vida, donde hay vida. No en lo que ya está muerto. Y muchas cosas están ya muertas. Ya no nos sirven. No tenemos que buscarlo ya en los sepulcros vacíos de sentido. Hay muchas formas de vivir y de funcionar que están muertas, que no llevan a la vida. Al Resucitado no tenemos que buscarlo en una fe rutinaria, vacía de experiencia. Jesús no es un muerto, está vivo, y nos hace vivir. ¿Podemos hacer esta noche una opción por la Vida y por el bien?
¿Por qué buscamos entre los muertos al que vive? ¿Por qué entonces, nos encerramos en un sentimiento de decepción, de fracaso y de desesperanza ante la vida, si el Señor vive, y no estamos solos ni perdidos? ¿Por qué nos instalamos en la tristeza frente al futuro si la Vida ha vencido la muerte?
No está aquí. Ha resucitado. Ésta es la palabra central de la historia, para todos los cristianos; la palabra que nosotros queremos cantar con alegría.
Jesús Resucitado está ahí siempre como una luz en medio de la oscuridad del mundo. Está como un fuego en nuestra noche que da luz y calor. Celebrar la Pascua es creer que ningún ser humano vive olvidado, que ninguna queja cae en el vacío, que ningún grito deja de ser escuchado y que ya no tenemos que “devorar” el tiempo como si no hubiera nada más. Podemos vivir en la confianza. Nuestra vida tiene sentido y es posible la alegría.
Por eso, hoy es la Fiesta de la Vida, la Fiesta de la esperanza, de una esperanza que no defrauda y que llena de sentido nuestra vida. Nuestro corazón está lleno de alegría en esta noche al descubrir que la muerte ha sido derrotada por su Resurrección. Que se ponga fin, con la fuerza de Jesús Resucitado, a los conflictos que siguen provocando destrucción y sufrimiento, y se alcance la paz y la reconciliación imprescindibles para el desarrollo.
Que la Luz Pascual ahuyente las tinieblas del miedo y de la tristeza y que rompa las cadenas de la violencia y del odio, que la alegría se imponga sobre la tristeza, que la solidaridad prevalezca sobre la injusticia, que la esperanza pueda al desencanto. Este mundo nuestro puede cambiar: es posible la vida y la esperanza: desde que tu tumba, Cristo, fue encontrada vacía y te vieron resucitado, ha comenzado el tiempo en que toda la creación canta tu nombre... Sostennos en el compromiso de construir un mundo más humano y solidario. “Un mundo donde brille tu Justicia y tu Paz empape la Tierra”.
Cristo Resucitado, tú haces posible que todas las noches, incluso las noches de nuestro corazón, estén llenas de claridad. Por eso, podemos decir: ¡Oh noche más clara que el día! ¡Oh noche más luminosa que el sol! ¡Oh noche que no conoce las tinieblas! ¡Oh Cristo, luz del mundo, enciende nuestras lámparas apagadas, rompe nuestras cadenas y alienta en nosotros tu Vida Nueva! ¡Renueva en nosotros el deseo de seguirte siempre!" (Koinonía)