Sus aviones de juguete bombardeaban enemigos imaginarios, escondidos en metáforas de paisajes. Ella filmaba las escenas en las que los aviones se acercaban peligrosamente a los paisajes cambiantes de las sábanas.
Él sentía lágrimas cortándole el rostro, sin causa aparente. Ella conocía la causa, pero prefería callarla, evitando privarse de esas lágrimas de tremenda belleza.