Ven,
quiero que me acompañes
en este paseo imprescindible
con final cierto y desconocido.
Ven,
quiero contarte algunas cosas
que me hieren las entrañas
con el zarpazo inmisericorde de la pena.
Son viejos susurros
que me habitan la memoria.
Certezas amarillas por el tiempo,
como un daguerrotipo de amargura.
Ven,
quiero hablarte de utopías,
de sueños que se despiertan
en auroras de fracasos.
Ven
y ábreme este corazón en ruinas.
Córtale las alas
a esa mariposa correveidile
de rosas que se acaban marchitando.
Ven,
acompáñame,
No me dejes solo
a esta orilla de las sombras.
Ven y escucha
que son muchas las cosas
que tengo que contarte.
Después…
No escribas epitafios.
Recoge alguno de mis sueños,
Quítale
el polvo de desolación que lo ennegrece,
Arrópalo
con el cobertor de la esperanza
y sálvalo
del inmisericorde castigo del silencio.
¡Entonces sabré
que esta vida ha merecido la pena!