Ya es diciembre y añoro la lluvia,
apenas unas gotas caídas en medio de estos días
de ceniza y azul oscuro alumbrados,
nada generosos,
escatimando litros por metro cuadrado.
Y como a este diciembre estéril,
a mi mano tampoco le llueven versos;
tras tanto gélido suceso,
la voz anda quebrada, la cabeza dispersa,
el corazón desolado en mitad del bosque níveo,
no acuden imágenes, luces ni frase
que valga más que el silencio.
Por eso enmudezco, y porque el verbo
se halla huérfano por la ausencia impuesta
y el dolor clavado hasta el fondo de los sueños.
Así vaciado, no tengo ganas y tengo
dormido el pulso, el ánimo muerto.
apenas unas gotas caídas en medio de estos días
de ceniza y azul oscuro alumbrados,
nada generosos,
escatimando litros por metro cuadrado.
Y como a este diciembre estéril,
a mi mano tampoco le llueven versos;
tras tanto gélido suceso,
la voz anda quebrada, la cabeza dispersa,
el corazón desolado en mitad del bosque níveo,
no acuden imágenes, luces ni frase
que valga más que el silencio.
Por eso enmudezco, y porque el verbo
se halla huérfano por la ausencia impuesta
y el dolor clavado hasta el fondo de los sueños.
Así vaciado, no tengo ganas y tengo
dormido el pulso, el ánimo muerto.