Ayer fue presentado en Badajoz el libro Frontera y Guerra Civil Española. Dominación, resistencia y usos de la memoria, de la antropóloga portuguesa Dulce Simões. Aunque inicialmente estaba previsto que fuera Francisco Espinosa el presentador, al final me correspondió a mí esa función. He aquí el texto de la presentación que le hice:
“Frontera” y “guerra” son, desgraciadamente, dos conceptos
históricos básicos. Buena parte de la historia humana gira alrededor de las fronteras
y las guerras. Porque buena parte de la historia trata de las naciones. Y estos
son dos vocablos relacionados con las naciones. La frontera delimita el que,
dicen, es principal valor de una nación: el territorio. Subraya y separa
geográficamente la identidad propia de la ajena. Y la guerra es la reacción del
poder cuando alguien amenaza ―sea desde el exterior o desde el interior―
ese límite de cordilleras o ríos, de bosques o
llanuras; esa verja imaginaria que guarda las riquezas, los campos sometidos,
la mano de obra que atiende las haciendas.
La insistencia en las señas de identidad propias siempre acentúa
las ajenas. La nación, esa que genera las fronteras y las guerras, es, así, un
fenómeno político contradictorio. El nacionalista, que suele ser un luchador
por la diferencia frente a los otros, es también un opresor que no permite más
realidad interna dentro de su territorio que la extrema identidad.
Las luchas nacionalistas son siempre luchas entre nacionalistas;
entre nacionalistas aparentemente simpáticos y nacionalistas aparentemente
odiosos. El resto de los mortales asistimos a ellas sorprendidos de que se
peguen los iguales. El romanticismo que nuestro mundo atribuye a los fenómenos
nacionalistas obedece a la impresión que en la conciencia colectiva han dejado
los acontecimientos protagonizados por la burguesía en los últimos siglos:
pueblos en lucha frente a poderes ajenos; rebeliones de identidad frente a
infames imperios; política de sangre y
suelo; heroicidades por una bandera, por una lengua, por una patria…
“Frontera” y “guerra”, esos términos tan propios de cualquier
nación, son también las dos primeras palabras del título del libro que hoy
presentamos: Frontera y Guerra civil
Española. Dominación, resistencia y usos de la memoria, editado por la
Diputación de Badajoz. Pero, paradójicamente, este libro, que comienza con esas
dos palabras y que habla de una frontera y de una guerra no trata, luego lo
veremos, de naciones.
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Su autora es María Dulce Antunes Simões, nacida en la freguesía de
Feijó, concelho de Almada. Doctora en Antropología, es autora del libro Barrancos na encruzilhada da Guerra Civil de
Espanha. Memórias e Testemunhos, publicado en portugués por la Cámara
Municipal de Barrancos en 2007 y en castellano por la Editora Regional de
Extremadura en 2009. Acompañaban a Dulce en esa obra Francisco Espinosa, con un
texto sobre Barrancos y el teniente Seixas, y las memorias de Gentil de
Valadares, hijo del teniente.
Y es que Dulce, a pesar de haber nacido frente a Lisboa, al otro
lado del Estuario del Tajo, ha centrado su interés como investigadora en la
frontera, y más concretamente en la frontera alentejana. Su formación es de
antropóloga de los movimientos sociales. Cursó su licenciatura en 2002 en el Instituto
Universitario de Lisboa, ha sido becaria de la Fundación para la Ciencia y la Tecnología, ha realizado una
estancia de formación e investigación en la Universidad “Pablo Olavide” de
Sevilla, ha tenido relaciones profesionales con la Universidad Complutense de
Madrid y, también en España, ha participado en encuentros académicos muy
relevantes para su trabajo, como su asistencia, en 2004, a las jornadas sobre
“Guerra civil: Documentos y memorias” de la Universidad de Salamanca. Además
del libro citado, ha escrito varios artículos sobre la identidad y las
relaciones sociales en la frontera.
Además, ha participado como asesora en el documental “Los
refugiados de Barrancos” de Producciones Morrimer, que a finales del año 2008
contribuyó a divulgar entre la población extremeña los sucesos de Barrancos
durante la Guerra Civil Española y, a la larga, fue determinante para la
concesión de la Medalla de Extremadura en 2009 a esa población fronteriza.
Conozco a Dulce desde la presentación de la edición portuguesa de
su primer libro en Barrancos, el 13 de octubre de 2007. Desde entonces hemos
coincidido en varias ocasiones. Tanto en Zafra, en 2009 (cuando se presentó la
edición española de su obra o cuando celebramos con los miembros de Morrimer la
edición del documental, en el que ambos habíamos colaborado) como de nuevo en Barrancos,
en 2010, con motivo de la invitación que recibí para dar una charla en unas
jornadas sobre la guerra de España. Menciono estos detalles de nuestra relación
porque quien la propició, gracias a su “extensa red de contactos”, como la misma
Dulce subraya en la “Introducción” de este libro, fue el historiador extremeño
Francisco Espinosa, nuestro común amigo Paco, que es quien debería estar aquí hoy presentando
este libro, y a quien ―debido a una indisposición temporal― sustituyo por
petición expresa tanto de él como de José Manuel Corbacho, coorganizador del
acto, y de Dulce.
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La trayectoria intelectual y humana de Dulce Simões la han
convertido en la que, por antonomasia, podríamos llamar la antropóloga de la frontera, una científica social centrada en el
análisis, desde una acusada perspectiva sociocomunitaria, de los fenómenos de identidad, resistencia e hibridación
cultural que se dan en la raya luso-española y específicamente en la que
comparte Portugal con el sur de Extremadura y el norte de Andalucía.
Y la antropóloga de la
frontera nos presenta hoy el que quizás sea su libro clave, en el que
desembocan todos sus estudios anteriores, el resultado de su tesis doctoral en
antropología, leída en diciembre de 2011 en la Facultad de Ciencias Sociales y
Humanas de la Universidad Nova de Lisboa.
Dulce organiza el libro en seis capítulos, aunque internamente
haya una cierta lógica dicotómica, dual, en la estructura de la obra. Los
cuatro primeros son contextuales (dedicados al escenario y a los personajes) y
los dos últimos conclusivos (centrados en la trama). Los cuatro epígrafes en
los que la autora expone el escenario y los personajes que intervienen en la
trama se dedican, en este orden, a la guerra (como
escenario temporal), a la frontera (como escenario espacial), a los
barranqueños (como personajes locales) y a los funcionarios del Estado Novo
(como personajes estatales). Aunque ahora veremos cómo esta primera atribución,
que atiende más al título dado a los epígrafes, cambia sustancialmente en
algunos casos en el momento en que nos introducimos
en cada uno de los textos.
Así, el capítulo primero, cuyo título remite a la guerra, no
pretende relatar ni siquiera resumir un acontecimiento archiconocido y que en
sus pormenores relacionados con la zona objeto de estudio será abordado más
adelante, sino hacer una especie de introducción disciplinar, a veces
metodológica, en ocasiones bibliográfica, y casi siempre ensayística, sobre el
diálogo entre historia y antropología, la memoria colectiva, los movimientos
sociales por la memoria, y los procedimientos de investigación aplicados en el
texto. Son páginas escritas por una antropóloga que trabaja en parte con
material histórico y que comparte con el lector las reflexiones que le suscita esa
tarea.
Si el primer capítulo se anuncia diacrónico y deviene en
sincrónico, en conceptual, el segundo capítulo, cuyo título ―al aludir a la
frontera como escenario territorial del trabajo― aventura una descripción,
acaba convirtiéndose en un relato. Se describe la frontera a partir, sobre todo,
de su historia. Es aquí donde se nos presenta el municipio de Barrancos en la
encrucijada de tres fronteras espaciales (nacional, provincial y regional),
pero sobre todo en la encrucijada temporal de una frontera con múltiples
pertenencias en el pasado. La singularidad de Barrancos, se nos dice, se
construye a partir del habla, del dialecto barranqueño, de las peculiaridades
rituales de su forma de entender la fiesta de los toros y de la cercanía del
castillo de Noudar, pero también a partir de una historia original, distinta.
De los escenarios pasa Dulce Simões a los personajes. En el
capítulo tercero se escribe acerca de la sociedad, del personaje local o
cercano, y en el cuarto, del poder, de los representantes de ese lejano
personaje estatal o supralocal. El apartado dedicado a la sociedad barranqueña
es un notable análisis social en el que conocemos los lugares de socialización
de los habitantes de Barrancos y reconocemos no sólo a ricos y pobres,
propietarios y desposeídos, sino entre estos últimos a los trabajadores del
campo y a los çivinas o trabajadores de la villa. La autora describe pormenorizadamente los
rasgos y las relaciones entre clases y estamentos sociales de la sociedad
barranqueña. Como final de estos capítulos contextuales, el epígrafe cuarto,
está dedicado a las evidencias del estado en el territorio durante el período
objeto de estudio. Tras la descripción de la sociedad local, el apunte sobre
los funcionarios del poder. Representantes u operarios con una función
económica (como la guardia fiscal, atenta a evitar el contrabando) o con una
función política (como la policía política, encargada del control de la
disidencia). En ambos casos, funcionarios responsables de la represión, por
parte del poder, de las resistencias sociales.
En el capítulo quinto llega Dulce Simões al centro de su relato.
Nos describe aquí los detalles de la guerra en la frontera, en este trozo de
frontera del Bajo Alentejo, que recibe –como otros puntos de Portugal- centenares
de refugiados republicanos españoles que huyen de la represión del ejército
sublevado en esas semanas y meses de mediados y finales de 1936. La historia es
conocida, gracias en buena parte a la propia Dulce.
Unos
mil extremeños del suroeste salieron de España en septiembre de 1936 buscando
refugio en Portugal. En Barrancos ―que ya había recibido, aunque en menor
número y con huéspedes distintos, algunos refugiados españoles de signo
contrario en los meses de predominio del Frente Popular― fueron protegidos por
el teniente de carabineros Antonio Augusto de Seixas (comandante de la Guardia
Fiscal de Safara) que, tras mantenerlos varias semanas en dos campos de
concentración improvisados, logró embarcarlos en Lisboa en el buque Niassa
rumbo a Tarragona. Este éxodo de los extremeños hacia Barrancos fue el
complemento de otro, el de los ocho mil que por las mismas fechas y escapando
de los mismos pueblos del suroeste de la región huyeron en dirección contraria
y acabaron diezmados cerca de Fuente del Arco.
La
historia es conocida pero nunca hasta ahora se nos había contado con tal grado
de detalle y precisión. La autora describe y analiza la sociedad e historia
reciente de los pueblos españoles de donde salen, principalmente, los
refugiados: uno andaluz, Encinasola, y otro extremeño, Oliva de la Frontera.
Además, nos narra la peripecia humana de estos refugiados en los campos donde
fueron internados. Y cómo se produce su salida hacia Lisboa y su embarque hacia
Tarragona, tras sortear el teniente Seixas las dificultades impuestas por sus
propios jefes. Este capítulo quinto es quizás, el más histórico del libro.
Aunque sigue siendo la antropóloga quien escribe, la necesidad de relatar los
hechos nucleares, la trama, hace que adopte el papel de historiadora aunque con
continuas reflexiones y con el apoyo de testimonios orales con que complementar
lo que cuentan los documentos oficiales o escritos. La preocupación de Dulce
sigue siendo, a pesar del notable carácter histórico de estas páginas, la
pervivencia de estos hechos en la memoria de sus protagonistas, la manera en
que la sociedad de acogida vive la experiencia de los refugiados y las relaciones
entre los vecinos.
El
relato de la trama continúa, cronológicamente, en el capítulo siguiente y
último, donde se rastrea la vida de los antiguos refugiados en el exilio o en
la cárcel, la vuelta a sus poblaciones de origen tras la guerra y los
instrumentos de dominación y resistencia que se perciben, analizando tanto la
resistencia política de la subversión como la resistencia económica del
contrabando.
El
texto del libro –que ha traducido Susana Gil Llinás- se cierra con un nutrido
apartado de fuentes y referencias bibliográficas, donde destacan las de
carácter oral, entrevistas y testimonios de supervivientes y testigos de la
historia, cuidadosamente registradas y referenciadas.
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Hay
varios libros en este libro clave de Dulce Simões.
Es
un libro sobre la guerra, sí, y un libro sobre la frontera. Es un libro
sobre la guerra en la frontera, y en ese sentido es un libro de historia, ya que cuenta con esos dos parámetros
convencionales, espacio y tiempo, de todo relato histórico, pero aunque utilice
los acontecimientos alrededor de Barrancos como armazón de su relato, Dulce Simões
está más interesada en la pervivencia de los hechos en el presente, en los
hombres y mujeres del presente, que en la investigación de los hechos del
pasado, aunque inevitablemente deba partir de ésta para averiguar aquella. Por
eso es también, y fundamentalmente, un
libro de antropología.
Y
por eso, a pesar de ser un libro sobre
un acontecimiento es, sobre todo, un libro
sobre la memoria, sobre la memoria de ese acontecimiento en quienes lo
vivieron y en quienes hoy viven en las localidades involucradas. Es un libro
sobre los mecanismos de conservación de la memoria y su muestra en el rastro
oral. Sobre esa memoria colectiva y cómo en ella también se dirime la pugna
entre el poder y las gentes, sobre esa memoria colectiva y cómo en ella se aprecian
los procesos de dominación del poder y las estrategias de resistencia de las
gentes.
Según
las propias palabras de Dulce:
En el
pueblo de Barrancos, como en cualquier otro lugar, memoria y futuro, pasado y
futuro son inseparables. En los lugares, como en la vida, el tiempo se abre
bajo nuestros pasos y se proyecta en un presente detrás y delante de nosotros,
sobre el antes y sobre el devenir. En contextos de aceleración histórica de
cambio de experiencias traumáticas o de conflictos, los individuos inician una
lucha por la comprensión de los acontecimientos que los empuja a recordar en
función de las necesidades presentes, construyendo un sentido sobre un pasado
que sea significativo para el futuro.
Este
es un libro sobre el poder, sobre
los mecanismos de dominación del poder, pero también un libro sobre la periferia, sobre los márgenes geográficos y sociales
de una frontera apartada y de sus pobladores. Y, en este sentido, es un libro sobre lo local, sobre las
comunidades locales, sobre lo rural
y la ruralidad.
Decía
al comienzo de mi intervención que el libro de Dulce, que comienza con esas dos
palabras tan nacionalistas como “frontera” y “guerra”, no trata,
paradójicamente, de naciones. Y es que este es un libro sobre pueblos, en el triple sentido que los diccionarios
atribuyen a este vocablo. Un libro sobre el pueblo de la frontera, esto es,
sobre el conjunto de los habitantes que habitan en la raya, más allá del país
al que pertenezcan. Pero también es un libro sobre el pueblo, es decir, la
gente común y humilde de esa zona. Y, finalmente, un libro sobre pueblos, y más
concretamente sobre los de Barrancos, Encinasola y Oliva de la Frontera.
Pero
aunque no sea un libro de naciones, es un libro
sobre identidades. Un libro sobre la identidad más interesante que existe,
que es la heterogénea, la identidad de la mixtura, de la mezcla, de la
diversidad, de la frontera, de la impureza de las gentes que se mezclan con
otras sobre el terreno frente al afán uniformizador de las naciones ideadas por
los poderosos.
Y,
finalmente, es también un libro sobre la
solidaridad como valor de identidad de las comunidades locales. Aunque esa
solidaridad sea analizada críticamente por la autora, que no oculta también los
conflictos y los aspectos menos amables de ese roce convivencial entre
barranqueños y españoles.
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Ese
carácter dual de la obra de Dulce, del que hablaba antes y que se aprecia en
esta enumeración de los posibles libros que contiene, sólo se trunca en el
hecho incontrovertible de que es un libro sin dobleces, único en su calidad.
Está hecho con un mimo exquisito, que aúna el detalle en la exposición de los
hechos, el cuestionamiento crítico y la profundidad en el análisis, el adecuado
auxilio de fuentes escritas y orales y el sustento de una bibliografía
exhaustiva. Sorprende que en un libro tan sólido, tan científico, la autora ―y
eso redunda en la excelencia de la obra― haya logrado no desaparecer. Porque no
es necesario que en una obra científica desaparezca el autor, aunque hubo un
tiempo en que se pensó que las ciencias humanas debían trasladar la asepsia de
las ciencias físicas para lograr la solvencia. La
introducción de frecuentes referencias personales, la mención a experiencias
relacionadas con la memoria de los hechos, sentidos de cerca, dota de carnalidad al análisis y da pistas
sobre hasta qué punto para Dulce Simões ―como ocurre con los empeños intelectuales
bien vividos― este libro y la investigación que lo soporta no ha sido, no es, un
mero episodio bibliográfico sino una experiencia biográfica gozosa.