“Felipe González duda si hizo bien en no "volar" a la cúpula de ETA cuando tuvo ocasión.” Periódico el País, noviembre de 2010.
“Felipe González reconoce que "probablemente" hubiera "volado" a los etarras de Hipercor Barcelona si hubiera tenido la oportunidad.” Revista “Vanity Fair”, diciembre 2010.
Consuela pensar que las víctimas de ETA murieron por negarse a claudicar ante la intolerancia y el fanatismo de una banda de asesinos, y no por defender los ideales sin idea de un puñado de miserables.
Consuela saber que lo hicieron en defensa de esa democracia que sigue caracterizándose por su esencia participativa y por la fortaleza ética de su presencia, a la hora de conciliar el mayor número de voluntades en las tareas de gobierno y su firmeza en la defensa de los derechos humanos. Y no por esta farsa entre partidos y partidarios en la que hoy se debaten nuestras instituciones.
Consuela creer que lo hicieron por la idea de España concebida como la franca respuesta de una sociedad sana, abierta y plural a la legítima y necesaria idea de solidaridad entre los pueblos. Y no por esta España de la taifa y la rapiña.
Afirmo que consuela saber que todas y cada una de las miles de víctimas de ETA, no lo fueron, no lo son y no lo serán, por todos esos toscos remedos con que se disfraza hoy nuestro ideario. Soporte de idiotas en lo ideológico, nido de miserables en lo esencial y concepto discutido y discutible en lo crucial. Nada, desde luego, por lo que merezca la pena morir.
Las palabras del ex presidente Felipe González entorno a la guerra sucia, sin dejar de ser una cuenta más en el rosario de las constantes afrentas de la clase política hacia las víctimas y lo que representan, son de una gravedad intolerable, en la medida que, en la soberbia de mostrarse “decididor” mayor del Reino, las criminaliza al implicarlas en los sucios manejos de un gobierno que de ningún modo las representaba. Olvidando que ellas no jugaron a ser dioses y diablos en la criminal tarea de decidir sobre la vida de los demás, ni tomaron la justicia por su mano, ni tampoco medraron a costa de esa dialéctica entre malditos.
El ex presidente tenía en sus manos, para terminar con ETA y su entramado sociopolítico y económico, los instrumentos legales que le proporcionaba el Estado de Derecho. Sin embargo, los dejó organizarse hasta constituirse en un estado de terror dentro del terror de ese estado que a su sombra se gestaba. Tenía también en sus manos dotar a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado de los medios necesarios para mejorar su capacidad de autoprotección y eficacia en la lucha antiterrorista, y en lugar de invertir en esa necesidad, opto por engrasar las cloacas del Estado para mayo y mejor engorde de las ratas que las habitaban. Pudo no compartir gobierno con el partido que llama a los terroristas soldados vascos, sin embargo, gobernó con él todos y cada uno de esos tormentosos días de plomo y funeral de contrabando. Pudo evitar que los terroristas obtuvieran beneficios penitenciarios, es más, pudo instaurar la cadena perpetua, pero esa decisión se le antojo excesiva, no así el consentir que le propusieran impunemente la comisión de un delito. Pudo, en definitiva, ser valiente y haberse responsabilizado en su día de ese criminal error que sólo a él y a su gobierno concernía, pero prefirió ocultarlo y anotarlo sin escrúpulo alguno en el debe y el haber de la democracia y la memoria de todos aquellos que combatieron y combaten a ETA con la ley en la mano y la limpia fortaleza de su rebeldía por bandera.