lunes, 26 de abril de 2010
PRIMAVERAL PEREZA
En la marea de vivos colores con que nos inunda la primavera, florece gris como el aliento la mansa flor de la pereza, para el catártico fin que demanda la inconsciencia.
Curiosamente, cuando la tierra se conjura en tan sublime esfuerzo, se abisma el ser humano en las nebulosas regiones del ensueño, y allí donde va, escoltado por el multicolor paisaje, se le percibe gris y ahuecado como si en vez de carne y hueso fuese de algodón. Es más, como si no fuese de este mundo, o en verdad estuviese de más sobre la faz de la tierra y tan ofensiva orfandad no le inquietase.
La pereza es voluntad inexplorada ante la que me declaro agnóstico, no en vano trasciende la mera experiencia. Porque todos sabemos pronunciarla, es cierto, pero conocemos de verdad su esencia. Entiendo que no, porque una cosa es la desgana, la tardanza, la flojera, la indolencia y hasta la indiferencia, y otra muy distinta es esa fuerza que sublima los espíritus. Esa “pasión de las pasiones” a decir de S.Beckett.
Yo os convoco a la fiesta de los sentidos a que nos invita. Dejémonos caer, en feliz celebración, sobre las verdes y floridas praderas, que orlen nuestras cabezas nutridos corros de margaritas, y vuelen libres los pinceles de nuestra imaginación sobre los blancos lienzos de las panzudas nubes que presiden el manso cielo que nos alumbra.
No debemos olvidar que la pereza no es, como sostiene la iglesia, un pecado capital sino capital como el pecado.
lunes, 19 de abril de 2010
DE CUNAS Y MANOS
El Estado mece la cuna de la fuerza legal en las manos de jueces y policías, manos que a su vez manejan cabezas por lo general honestas y justas, también ambiciosas y ruines, no digo que las de Garzón lo sean, digo sólo, que en ocasiones esas manos hacen danzar la cuna más allá de lo legal y caen en la ilegalidad. Y es obligación del Estado restablecer la legitimidad perturbada, en otro caso la legalidad que lo inviste y a la que se debe se vería no sólo mermada sino directamente desautorizada, en una palabra, dejaría de ser legal para convertirse en ilegal en todos y cada uno de sus actos.
Al margen de esta esencial regla democrática existen otras manos que mecen sin asco y a dos manos la cuna de la impunidad o la venganza según convenga al momento político y a sus personales intereses, negándose a admitir tan elemental principio y pervirtiendo con ello la democracia que dicen defender, es más, que sin ningún recato o derecho afirman representar, lo que nos permite visualizarlos en la plenitud de sus caras, la de imponer sus criterios a los demás haciendo de la legalidad su antojo, o de el de aquellos a quienes sirven.
La cuestión que aquí se solventa no es la calidad ética e ideológica de los denunciantes sino el hecho de comprobar si efectivamente el juez Garzón actuó conforme a derecho, lo demás no son sino ganas de mecer la cuna de la legalidad a nuestro capricho, y eso se me antoja, cuando menos, ilegítimo.
miércoles, 7 de abril de 2010
ZAPATERO EL AEDO
Zapatero es el presidente que mejor ha sabido narrarnos el cuento democrático que nos hemos venido contando desde tiempo inmemorial en la épica de conformarnos, de reconocernos solidarios, tolerantes y amantes de la libertad, para ser lo que debiéramos ser y no somos.
Modula su voz y las palabras fluyen párvulas en su boca a la par que suenan dulces en nuestros oíos, tanto que oyéndolas no puedes evitar preguntarte en silencio, ¿será verdad que somos así, y es así la realidad? Nos cuesta creerlo, pero, cómo no hacerlo, resulta tan atractivo y gratificante que nos dejamos ir en el ensueño de ese cuento para futuros recuentos en días de urnas.
No es vano el esfuerzo, no lo crean, es justo y necesario, para ser en lo real hay que dejar de ser antes en la ficción, y este país está necesitado de acometer esa empresa, la de ubicarse en la realidad, la de sentirse real y no más fantasmal que imaginario, como ahora ocurre.
A fin de sobreponernos a esta infantil manera de gobernarnos deberíamos contarnos honestos, para que sea esa voluntad pilar de nuestros pueblos y gobiernos. Desterremos pues de la política los cuentos y los cuentistas, y permitimos que emerja plena la realidad, y sea ella la que nos cuente en el nítido reflejo de lo que de verdad somos y lo que debiéramos ser. Ese es el camino, lo demás no dejan de ser sino cuentos que sólo buscan sustraernos amables de nuestra responsabilidad para someternos a su voluntad.
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