lunes, 29 de junio de 2020
domingo, 31 de mayo de 2020
lunes, 2 de marzo de 2020
sábado, 18 de enero de 2020
EL CARTERO DE ORUKA
El cartero de Oruka, allá en Namibia,
jamás suele traer cartas escritas
para nadie.
Los nativos no fueron a la escuela.
Por eso en Oruka su cartero
no trae cartas escritas
sino cosas que digan de por sí.
A Gladys Men le trajo un día el cartero
una lasca de fémur atada a una
cachimba
con una pluma quebrada de alcatraz,
con lo que le aclaraba
que había muerto su padre en
Terranova
y que él se hallaba bien. Era su
hermano.
A Suna le decían una campana
pequeña de cristal y un palillo de
dientes
labrado con el tallo de una rosa.
O sea que la querían para casada.
Ella entonces le respondió que sí
con una pinza de carey
y un ovillo de fibra del árbol del
moringo.
Eso es, que para toda la vida.
El cartero de Oruka, allá en
Namibia
había estudiado con los misioneros
secretariado y mecanografía.
Era un muchacho analfabeto, claro,
que a veces confundía las
direcciones.
De La sílaba de ónice. En edición.
domingo, 20 de octubre de 2019
CREDO
José A Ramírez Lozano
Creo en el Dios que está detrás de lo creado
siendo él la creación, su propio
aliento,
bastándose en su obra, mostrándose
en la ausencia
de estar sin ser, múltiple y uno,
solo
contenido en su nombre, comunión de
mis labios
que lo invocan creciéndolo,
múltiplo de su verbo.
Nada me exige a cambio de vivir. Sólo eso,
vivir sin más dejándome llevar de
su cuidado,
de esa oscura armonía, de ese
círculo claro
con que dicta la edad, con que
cumple la dicha
o arrebata el amor y procura la
muerte.
Sólo con él combato su propia adversidad.
Sólo con él me digo lo que apenas
conozco
y
no puedo negar más que con él, a un tiempo
materia como es también de mi
ignorancia.
Si la nada en que un día me tuviera ya antes
de nacer es tal vez lo que al cabo
promete,
gozo será no ser, ausente de mí en
esa
manera de estar siendo sustancia de
su olvido.
Y si acaso preserva otra vida tras
ésta
todo estaré ya en él, sin ser parte
en la dicha,
pleno de Dios, dios mismo, mudo de
pronunciarme.
Ni adoración ni miedo, confianza le tengo.
Como la flor del trigo suele
encañar por mayo
y dejarse amasar sin miedo a la
cizaña,
del mismo modo yo me abandono a la
vida
fiado, en mi ignorancia, de su
sabia certeza,
cumpliendo en mi descuido con su
mudo cuidado.
De La patria de los náufragos. Reciente premio LEONOR.
lunes, 19 de agosto de 2019
VIDAS QUE NO FUERON
José A Ramírez Lozano
VIDAS QUE NO FUERON
Hay vidas que no fueron vividas a su tiempo
y han dejado un vacío sin vivir
que tiene su tamaño entre los
vivos,
que delata su ausencia.
Ese fiscal sin plaza que frecuenta de noche
la subasta de las estilográficas
y se olvida del nombre cuando puja,
porque no tiene nombre, porque no
tiene más
que el hueso de una sílaba,
y un carrete en que ovilla el perfil de su
talla.
O ese afilador que toma el tren en Cangas
con un billete numerado cuyo
asiento no existe,
porque no hay tren en Cangas
ni cementerio en Sila, a donde va
cada noche a poner una glicinia
en la piedra sin nombre del hijo
que no tuvo.
O esa monja del sueño
que pronuncia su nombre en mitad de
la salve
para ser en la música
y el coro lo descubre sobre la partitura
como una nota vana de silencio,
ese cerco de ausencia y humedad
que precede al suspiro, al tacto de
la carne.
Hay vidas que no fueron vividas y
de noche
toman cuerpo en las sombras y
frecuentan
las vidas que los hombres descuidan
cuando duermen.
Besan entonces con sus labios,
calzan sus mismos pies, muelen
café, vomitan.
Y si acaso en la noche un hombre
tose,
se desvela y orina,
ellas
salen huyendo de su propio extravío
para arrojarse, ciegas,
en ese mar de
fiebre, espejo de la nada.
domingo, 7 de abril de 2019
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