viernes, 12 de noviembre de 2010
lunes, 1 de noviembre de 2010
Novela negra, mejillones y ropa tendida
Dicen que en la época de la Gran depresión se dio el verdadero auge de la novela negra con la irrupción de escritores como Dashiell Hammet o Raymond Chandler que marcaron el camino despejando el viejo estándar intelectual de las novelas precedentes y situando sus tramas en la calle, en los conflictos sociales y políticos del momento. Ahora, en plena crisis mundial, con el convulso panorama económico y social que estamos viviendo y sus secuelas que de una u otra manera alcanzan a todos o mejor dicho a casi todos los rincones de la sociedad parece que hay un resurgir del género o al menos un nuevo y creciente interés de la masa lectora. Aunque yo nunca haya dejado de tener ese interés, mi actual circunstancia creativa me hace emerger ahora a la superficie de los libros de cuentos y buscar más la novela me ha traído al barrio de la Barceloneta donde está la librería Negra y Criminal, única en Barcelona dedicada en exclusiva a la novela negra.
A la Barceloneta no se pasa por sino que se va. No me podía pasar por allí viniendo de algún otro lugar antes de dirigirme a otro para acabar yendo adónde tuviera que ir. Tenía que abrir un hueco lo suficientemente grande en mi tiempo para que la dedicación fuera exclusiva y no contaminada ni de retrasos por haber salido tarde de algún sitio ni de prisas porque algún deber ineludible me obligara a estar donde todavía no hubiera llegado. Porque si en función de la perspectiva de referencia este barrio de antiguos pescadores no pueda estar más céntrico y tener, aparte de la mencionada librería, el mejor horno de pan de toda Barcelona y el mejor bar de tapas (curioso que esta práctica no acabe de echar raíces en nuestra ciudad), no hay en principio nada que me pueda llevar a su estructura constructiva como de juego de lego cuyas piezas las hubiera colocado un niño siguiendo una secuencia lógica infantil y a su disposición de calles con aceras estrechísimas y cruces repetidos. Así es, cerca pero lejos. Un barrio que resistió casi intacto a la profunda transformación de la ciudad olímpica quedando allí en medio, entre la fachada del Port vell, con el reposo de las lujosas embarcaciones y la cercanía de esa extraña construcción para consumo de turistas que es el maremágnum, por un lado, y el largo y amplio paseo marítimo de toques californianos con la visión del mar generoso y del perfil del nuevo hotel Vela recortándose en el cielo. Desde dentro de las calles de la Barceloneta no se ve todo esto y tampoco hay que ver más allá de sus fachadas de paredes degradadas y locales que albergan restaurantes con historia para circular por la ronda, pasear por el Port vell o transitar de punta a punta el paseo marítimo, como si ambas versiones de la ciudad pudieran vivir ignorándose, como si no se necesitaran.
Allí, en una de esas calles cercanas al mercado, en una planta baja de la calle de la Sal donde lo único que falta es esa niebla estancada de los parques de Londres antes de cometerse el crimen, casi camuflada entre portales desiguales y ventanas enrejadas a ras de suelo está la entrada de la librería. Cruzo el umbral y noto una sensación extraña. Es como traspasar una línea a un universo turbio de ficción, salir de golpe a un escenario recién montado para una representación a punto de empezar con suiluminación tenue y su decorado preciso que sin duda sugiere una trama truculenta. Me adentro en ese reducido espacio que a la izquiera alberga tantos libros de portadas alusivas en aparente desorden, de suelo a techo de las estanterías, tocándose los lomos como filas de sospechosos en una rueda de reconocimiento y enfocados por los puntos de luz del techo como si algún policía impaciente les conminara a confesar su delito. Elijo esa dirección y rodeo un mesa llena de ejemplares agrupados en pilas desiguales mientras cada vez más empiezo a percibir otras presencias extrañas. Creo que al llegar hace unos segundos apenas había alguien en el local que ni siquiera ha reparado en mi entrada. Ahora, en cambio, son varias personas las que se mueven a mi alrededor como sombras sigilosas. Hay quien sigue mis pasos y se detiene cuando yo lo hago, cuando escojo un libro y leo la contraportada él hace lo mismo aunque me esté dando la espalda. Me vigilan. Metro y medio más adelante, hacia donde debería dirigirme si siguiera el recorrido que he empezado, hay dos más que están de pie y se hablan en voz baja al oído, como dándose instrucciones que yo no debiera escuchar. Si levanto la vista veo más gente dispersada aunque algunos han empezado a formar pequeños grupos, como el que tapona la puerta de salidad neutralizando mi posible huída. Todos deben seguir las misma consigna, la de ese tipo del mostrador que parece el cabecilla y que habla con unos y con otros y que con gestos casi imperceptibles está dirigiendo la operación. Se conocen, de eso no hay duda. Todos han entrado detrás de mí. Quizá me siguieran antes de llegar a la puerta, cuando he cruzado la plaza del mercado y a mi paso se levantaban de los bancos, dejaban de hojear las revistas del quiosco y depositando una propina abandonaban la barra de los tres o cuatro bares donde esperaban el momento para seguirme a poca distancia. Cuál de todos llevará el arma que me ataque escondida en las honduras de su bolsillo. Reculo, paso rozando al tipo que tenía detrás de mí y me coloco en un lugar donde nadie pueda atacarme sin al menos poder adivinar sus intenciones. A mi espalda no hay nada más que un panel con panfletos, recortes de periódico y fotos colgadas con chinchetas, como de desparecidos o fugados perseguidos por la justicia. Y ese olor. Ese extraño olor, deubicado pero agradable. Parece que algo tiene que pasar en cualquier momento.
Mejillones, claro, es sábado por la mañana. La mesa al lado de la entrada y al instante alguien trae las botellas de vino, los vasos y la cacerola que humea al pasar dejando un rastro que se abraza al aroma de las novelas negras que abarrotan el espacio. Claro. Más tranquilo me acerco a la mesa. El supuesto complot de perseguidores se desvanece y su objetivo pasa a ser ahora el contenido de la cacerola . Se reparten vasos, se medio vacían las botellas y se van dejando las conchas en un plato anexo. Yo cojo uno con los dedos. Coincido haciendo lo mismo con el tipo que me seguía los pasos pero ahora los dos intercambiamos una sonrisa de aprobación. ¿Yo a qué venía? Me acerco al cabecilla que sigue hablando con unos y con otros. Cuando puedo le pregunto, le pido consejo: algo así como Jim Thompson pero español y actual, un personaje principal con tendencias autodestructivas y de moral más que dudosa. No se lo piensa mucho, lo tiene claro, me recomienda Julián Ibáñez, Giley, me lo dice mientras me ofrece un vaso de vino. La conversación se alarga.
Cuando salgo con el libro recién comprado dentro de la bolsa noto que el vino me ha subido un poco. La ropa tendida de los balcones y de los tendederos que instalan delante de las puertas de las casas se balancea como si siguiera el ritmo de una canción lenta, con el sonido muy bajo, las bombonas de butano parecen centinelas que vigilan las entradas y los antiguos toldos de madera apenas esconden las vidas que se agitan en el interior de los pequeños pisos. Hay bicicletas apoyadas en las paredes, charcos dudosos donde las palomas se avituallan y conversaciones interrumpidas por la hora de la comida de las que sólo han quedado un par de sillas abandonadas junto a la puerta. Y pensar que un poco más allá está la Barcelona port olímpica, adonde vaya, tres o cuatro calles a la derecha o a la izquierda, adelante o atrás, y ya habré salido. La librería Negra y Criminal podría estar en cualquier otro sitio, crecer, recibir innumerables visitas. Pero hablamos de esencia no de mercado. Lo primero se respira y lo segundo se consume. Miro hacia atrás y aunque me lo siga pareciendo creo que ya nadie me persigue.
martes, 26 de octubre de 2010
jueves, 9 de septiembre de 2010
miércoles, 1 de septiembre de 2010
Animales
El otro día, después de saber que había leído la novela FIN de DAVID MONTEAGUDO, alguien que la estaba leyendo me hizo aquella pregunta de incómoda respuesta de si me había gustado. Me quedé un momento en silencio pensado qué dirección de las dos opuestas debía tomar, ya que fuera la que fuera después debería justificar tal decisión. No quería desalentar a mi interlocutor hasta el punto de hacerle perder el interés ni, por el contrario, generarle una fogosa expectativa que al final podría llevarle a una decepción tanto hacia la propia novela como hacia la fiabilidad de mi criterio. El libro me lo había leído un par de meses antes y la verdad es que en ningún momento me había planteado esa respuesta. Lo acabé, y eso supongo que ya es un buen argumento para alguien con un porcentaje de bastante más del 50 % de libros empezados y no terminados por falta de esa atracción necesaria para continuar por el camino de una historia. Como si tratara de una moneda que se echa al aire asumiendo que se acatará lo que salga, dije que sí a pesar de la algo trillada trama más propia de una película de terror de esas con insulsos guiones americanos fabricados en serie que de lo que se dice un buen libro: un grupo de amigos que hace mucho que no se ven se citan para pasar un fin de semana en la montaña, donde les empiezan a pasar cosas malas. Así de simple. Pero esas cosas malas y la estructura de los capítulos enganchan hasta tal punto que consigue provocar reacciones adictivas en el lector propias de series televisivas en las que nos emplazan sin remisión al próximo capítulo para saber quien empuñaba la pistola que se ha disparado en la última escena o con cual del catálogo de personajes ha engañado a su marido la protagonista de turno. Como no creí adecuado sustentar en esto mi respuesta, me esforcé un poco más y le hablé de lo que de verdad me había sorprendido de su lectura (sin profundizar demasiado, como he dicho antes se la estaba leyendo) que es la presencia de los animales en el desarrollo de la trama, una presencia progresiva e inquietante que permanece latente en todo el libro. En una escritura sustentada en gran medida y con solvencia en los diálogos, la narración se tensa y alcanza momentos brillantes cuando los personajes, en un entorno en el que sin ellos saberlo se ha perdido la hegemonía del hombre sobre el reino animal, se ven expuestos a su contacto en una situación de igualdad, de supervivencia, de hambre, y esos animales dejan de representar sus papeles de mascotas, de fieles acompañantes, de inquilinos de zoos o de circos, de protagonistas de documentales en la pantalla de televisión, para ser una amenaza cierta, para convertirse poco a poco en sus depredadores. Así unas dosis bien administradas (que empiezan cuando la novela ya ha alcanzado más de cien páginas) de ladridos lejanos de perros o de extraños graznidos de aves no identificadas, sirven de preámbulo de la aparición de supuestos jabalís que pasan demasiado cerca, buitres saliendo de habitaciones de casas deshabitadas, hordas de cabras desbocadas en un desfiladero, dromedarios que pasan por una calle estrecha, osos irrumpiendo al otro lado de la plaza del pueblo, bandadas de galgos que de pronto se multiplican a su alrededor (magnífica descripción de la secuencia) o la aparición repentina de un tigre hambriento. Sirva un breve ejemplo: Pero al mismo tiempo resulta terriblemente inquietante y amenazador pensar que sólo hay una fina membrana que separa la contención de la masacre, y que esa membrana se está tensando hasta la exasperación, y que sólo hace falta una sutil aceleración, un movimiento más brusco, para que se desate todo el poder contenido de la jauría. Apariciones que ponen al descubierto no sólo la fragilidad del hombre ante el reino animal en circunstancias que no controlamos sino el ancestral pánico, a veces en forma de aversión o a veces en forma de verdadero terror, que quien más quien menos le tiene a los animales, al perro desconocido que de pronto viene directo hacia nosotros, a la abeja que sobrevuela al lado de nuestra cara en esas comidas de verano, a la visión repentina de la araña en algún rincón de la cocina o al reptar de una serpiente sobre las hojas muertas del bosque, a ese contacto en las piernas que nos parece intuir cuando nadamos en la playa demasiado lejos de la orilla. Los hemos convertido en sumisos animales de compañía, en operarios a nuestro servicio, en ingredientes de nuestros platos, en admiradas criaturas en su entorno salvaje (mientras los veamos desde el otro lado) y así permanecen en esa situación de equilibrio cuando y donde se mantiene la supremacía de nuestro género y la civilización que hemos edificado, pero qué pasa si toda esta civilización se desmorona. Ese recurso de presentar al animal como amenaza del hombre (tiburones, cocodrilos, hormigas asesinas, serpientes gigantescas, perros diabólicos,..) tan utilizado en el cine de género consigue en la novela tensar la trama y reforzar el drama de la nimiedad del hombre cuando sale de esa protectora burbuja de civilización que se ha construido. Y lo digo mientras tengo a mi lado a mi perro Bruce (que está conmigo por razones que no vienen al caso a pesar de que nunca me hayan gustado especialmente los animales domésticos) haciendo cada vez más cierto lo que dijo el filósofo de que cuanto más conozco a las personas más quiero a mi perro y que me mira con esa fidelidad y esa sincera devoción que siempre me profesa, por ahora.
En FIN, le dije que sí me había gustado. Luego hablamos del autor de este su primer libro, un trabajador de una fábrica cualquiera que empezó a escribir a los 40 años y cuyo borrador, después de ojearlo por encima según sus propias palabras, el prestigioso editor Jaume Vallcorba se llevó personalmente a casa un fin de semana, y que ahora ya lleva no sé cuantas ediciones.
Artículo de www.agitadoras.com
martes, 29 de junio de 2010
Textos cercanos
http://www.agitadoras.com/junio%202010/ines.html
...Más bien nos deja un vacío irreparable, una herida abierta por la que no podemos sanar ni recuperar la sal de la vida. Lo único que nos enseña, la muy zorra, es nuestra insignificancia, el escaso peso de nuestros sentimientos ante un mundo indiferente y aturullado que sigue su curso.
Ines Matute
Revista Agitadoras
número 14 - verano del 2010
...Más bien nos deja un vacío irreparable, una herida abierta por la que no podemos sanar ni recuperar la sal de la vida. Lo único que nos enseña, la muy zorra, es nuestra insignificancia, el escaso peso de nuestros sentimientos ante un mundo indiferente y aturullado que sigue su curso.
Ines Matute
Revista Agitadoras
número 14 - verano del 2010
jueves, 17 de junio de 2010
miércoles, 28 de abril de 2010
Sant Jordi 2010
viernes, 12 de marzo de 2010
jueves, 11 de marzo de 2010
Recordatori
http://www.fcmartinenc.cat/web/index.php/noticies/666-el-futbol-club-martinenc-de-dol-per-la-mort-den-juli-macarulla
Ahir al vespre va morir en Juli Macarulla, el que durant molts anys va ser Directiu del F.C. Martinenc i la cara més representativa de la secció de Bàsquet del Club. Un home molt correcte i afable, que tenia el cor robat a tot el món del Bàsquet Català.
En Juli va ser l’impulsor del ressorgiment de la secció del bàsquet al Martinenc. A ell li devem la salut de què gaudeix actualment la secció.
Fa tot just ara un any, la Junta del Martinenc i l’Assemblea de socis/es, el va nomenar per a la Junta D’Honor del Futbol Club Martinenc, càrrec que ha tingut fins al dia d’avui.
La Junta, els socis/es, exjugadors/es i jugadors/es actuals i tècnics volen donar el condol i el més sentit suport en aquests moments a la seva família i tenir un gran record per algú que va estimar molt aquesta entitat.
L’enterrament serà demà dimecres 3 de març, a les 11:30 al Tanatori de les Corts.
Ahir al vespre va morir en Juli Macarulla, el que durant molts anys va ser Directiu del F.C. Martinenc i la cara més representativa de la secció de Bàsquet del Club. Un home molt correcte i afable, que tenia el cor robat a tot el món del Bàsquet Català.
En Juli va ser l’impulsor del ressorgiment de la secció del bàsquet al Martinenc. A ell li devem la salut de què gaudeix actualment la secció.
Fa tot just ara un any, la Junta del Martinenc i l’Assemblea de socis/es, el va nomenar per a la Junta D’Honor del Futbol Club Martinenc, càrrec que ha tingut fins al dia d’avui.
La Junta, els socis/es, exjugadors/es i jugadors/es actuals i tècnics volen donar el condol i el més sentit suport en aquests moments a la seva família i tenir un gran record per algú que va estimar molt aquesta entitat.
L’enterrament serà demà dimecres 3 de març, a les 11:30 al Tanatori de les Corts.
miércoles, 3 de marzo de 2010
JULI MACARULLA
Pot ser no és el més adient referir-se als últims tres mesos per parlar avui d’ell, fer esment, en lloc de tota la vida anterior, de temps bons on la mort era tan llunyana que es feia invisible, inofensiva, de moments de la infància, dels dies de platja al Palomares i dels trajectes de l’arrabassada amb el fum dels seus 46 i la banda sonora del carrusel deportivo, diumenges a la tarda, escarxofats dins el 850 vermell parant a qualsevol corba del camí, marejats, per vomitar, i de tot el que ara poguéssim i volguéssim evocar, dels records que d’aquí uns dies tocarà processar i tenir ben a prop per tirar endavant.
Pot ser no és el més adient però és precisament del que vull parlar, d’aquests tres últims mesos justos, del 1 de desembre a l’1 de març, de les habitacions compartides de Sant Pau, de l’entorn hostil dels passadissos d’urgències on se’ns amuntegaven les hores o de l’olor rància i ingrata del sociosanitari, temporal, això sí, així li dèiem i així ha estat al cap i a la fi, de les bates blanques esmunyedisses i brusques, i ineptes, moltes vegades, perquè no dir-ho, i les punxades sobre altres punxades anteriors a les venes massa castigades, de les visions que només ell veia en els pitjors moments, dels bolquers, del mal a tot arreu que quasi mai ens creiem del tot i de l’enorme sol•litut que li queia a sobre estirat en el seu llit articulat quan arribava el moment de marxar per tornar a les nostres vides i deixar-lo una altra vegada sol.
Però precisament a això em vull referir, al que hem viscut i hem compartit, cadascú de nosaltres seguint el programa d’uns torns improvisats, retrobant-nos a soles amb ell i recuperant coses que en els últims anys, quan no passava res dolent, havíem perdut, i és en aquest context aparentment penós, malaltís i ple de mals auguris, de nervis i de falta de son, on ha sortit el millor, on mútuament ens hem donat el que pot ser mai ens havíem donat, on ens hem acostat tant que la contenció i la vergonya s’han acabat fonent si tocava posar-li la cullera a la boca o acompanyar-lo al bany, o donar un petó que ja ni recordàvem, o si en conversa tranquil•la, relaxada, mirant el que hi havia més enllà de la finestra i sense ningú més al voltant ens obríem mútuament fins quasi explicar intimitats, l’escoltaves i t’escoltava sense que importés res més, amb aquest sentit de l’humor seu, una mica negre i amb un punt destraler, incorrecte políticament i quasi sempre fora de to, que solia mantenir a distància a la gent, que aquesta estranya malaltia sense nom o amb tots els noms semblava haver afilat i perfeccionat encara més.
I tot i que em costarà portar al Victor cada dissabte al matí i que ell no aparegui per en lloc, tot i que als menjars familiars estarà buida la seva cadira de president de taula, la més allunyada de la cuina, amb vista, segur que per no tenir-se que aixecar, tot i que ara ens tocarà gestionar aquest immens buit, aquests tres mesos al cap i a la fi, tot i la traïdora celeritat de l’últim moment que no ens ha donat temps quasi ni d’aixecar la ma, com si amb un gest trampós s’hagués saltat allò de la sala d’espera, de la cua de l’embarc, per estalviar-se i sobre tot estalviar-nos massa patiment, aquests tres mesos han estat no un martiri sinó un regal, un espai per compartir i per poder-nos despedir així com ho hem fet, tranquil•la i relaxadament.
Pot ser no és el més adient però és precisament del que vull parlar, d’aquests tres últims mesos justos, del 1 de desembre a l’1 de març, de les habitacions compartides de Sant Pau, de l’entorn hostil dels passadissos d’urgències on se’ns amuntegaven les hores o de l’olor rància i ingrata del sociosanitari, temporal, això sí, així li dèiem i així ha estat al cap i a la fi, de les bates blanques esmunyedisses i brusques, i ineptes, moltes vegades, perquè no dir-ho, i les punxades sobre altres punxades anteriors a les venes massa castigades, de les visions que només ell veia en els pitjors moments, dels bolquers, del mal a tot arreu que quasi mai ens creiem del tot i de l’enorme sol•litut que li queia a sobre estirat en el seu llit articulat quan arribava el moment de marxar per tornar a les nostres vides i deixar-lo una altra vegada sol.
Però precisament a això em vull referir, al que hem viscut i hem compartit, cadascú de nosaltres seguint el programa d’uns torns improvisats, retrobant-nos a soles amb ell i recuperant coses que en els últims anys, quan no passava res dolent, havíem perdut, i és en aquest context aparentment penós, malaltís i ple de mals auguris, de nervis i de falta de son, on ha sortit el millor, on mútuament ens hem donat el que pot ser mai ens havíem donat, on ens hem acostat tant que la contenció i la vergonya s’han acabat fonent si tocava posar-li la cullera a la boca o acompanyar-lo al bany, o donar un petó que ja ni recordàvem, o si en conversa tranquil•la, relaxada, mirant el que hi havia més enllà de la finestra i sense ningú més al voltant ens obríem mútuament fins quasi explicar intimitats, l’escoltaves i t’escoltava sense que importés res més, amb aquest sentit de l’humor seu, una mica negre i amb un punt destraler, incorrecte políticament i quasi sempre fora de to, que solia mantenir a distància a la gent, que aquesta estranya malaltia sense nom o amb tots els noms semblava haver afilat i perfeccionat encara més.
I tot i que em costarà portar al Victor cada dissabte al matí i que ell no aparegui per en lloc, tot i que als menjars familiars estarà buida la seva cadira de president de taula, la més allunyada de la cuina, amb vista, segur que per no tenir-se que aixecar, tot i que ara ens tocarà gestionar aquest immens buit, aquests tres mesos al cap i a la fi, tot i la traïdora celeritat de l’últim moment que no ens ha donat temps quasi ni d’aixecar la ma, com si amb un gest trampós s’hagués saltat allò de la sala d’espera, de la cua de l’embarc, per estalviar-se i sobre tot estalviar-nos massa patiment, aquests tres mesos han estat no un martiri sinó un regal, un espai per compartir i per poder-nos despedir així com ho hem fet, tranquil•la i relaxadament.
martes, 2 de febrero de 2010
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"Pienso que es bueno que en un relato haya un leve aire de amenaza... Debe haber tensión, una sensación de que algo es inminente"
Raymond Carver
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