viernes, 25 de diciembre de 2020

Islas del Rosario (Noviembre 2005)


          Recuerdo el ritmo de aquellos cantos

          que dedicaba a los viajeros errantes

            el clan ardiente de los arrecifes;
            el nácar sanaba el dolor de las ostras.
            Recuerdo la piel aterida de tu cuerpo
            entre los corales afilados del océano
            y la búsqueda bajo las conchas
            de un rastro de mar abandonado;
            el sol se deshilaba dentro de las olas.
            Recuerdo el surco habitado de los manglares
            y la cabaña del pulidor de perlas
            abierta a los ruidos febriles de las corrientes;
            las algas dejaban texturas de alfombras.
             Recuerdo la vida húmeda de aquellos hombres
            con un horizonte sabio de atardeceres;
            azul era la calidez de las sombras.
            Recuerdo tu voz en aquella naturaleza
            como un dulce amanecer de mi silencio,
            recuerdo que estaba en los confines del mundo
            cuando tuve esta visión del universo.

jueves, 10 de septiembre de 2020

 Como un oleaje de silencios,

como una marea impura e infinita,

llega a mí, mezclado y a ráfagas,

el inmenso caudal de la vida. 

Para que lo acoja, para que busque

todas sus partes, todas las esencias,

y encuentre en el ancho laberinto

de voces planas, sin aristas,

los registros profundos del hombre,

en ese cúmulo de luces y experiencias.

domingo, 30 de agosto de 2020

 Cuando respiro  aspiras,
 cuando lloro me consuelas,
 cuando estoy solo me acaricias,
 cuando me alejo te acercas.
 
Cuando te busco te detienes,
cuando tiemblo me sujetas,
cuando discrepo me entiendes,
cuando me pierdo me encuentras.
 
Cuando regreso me acoges,
cuando te miro me miras,
cuando sueño tú sueñas,
cuando me asfixio no respiras.


sábado, 18 de julio de 2020


Un ángel caído alarga la sombra
de un ciprés semidesnudo, aterido.
Las alas sin rumbo agitan los ecos
mientras avanza la noche embrutecida.
La memoria nos ahoga en el silencio
como un océano de espumas rebeldes
y olas cubiertas de restos invisibles.
Nos golpea con la dureza cierta
y sublime de lo imbatible.
Otros espacios sin luces nos dominan,
no se ocultan entre los sueños,
y también extienden sus dominios
hasta los límites del misterio.  
El alma es un péndulo que ausculta
cada rincón de nuestro cuerpo
en un eterno y eficaz movimiento.
Después nos habla, nos dirige,
y deja un poso de duda y ensueño.