Recuerdo el ritmo de aquellos cantos
que dedicaba a los viajeros errantes
el clan ardiente de los arrecifes;
el nácar sanaba el dolor de las ostras.
Recuerdo la piel aterida de tu cuerpo
entre los corales afilados del océano
y la búsqueda bajo las conchas
de un rastro de mar abandonado;
el sol se deshilaba dentro de las olas.
Recuerdo el surco habitado de los manglares
y la cabaña del pulidor de perlas
abierta a los ruidos febriles de las corrientes;
las algas dejaban texturas de alfombras.
Recuerdo la vida húmeda de aquellos hombres
con un horizonte sabio de atardeceres;
azul era la calidez de las sombras.
Recuerdo tu voz en aquella naturaleza
como un dulce amanecer de mi silencio,
recuerdo que estaba en los confines del mundo
cuando tuve esta visión del universo.