Continúo con este una serie de textos en los que me hago preguntas que creo que mucha gente se plantea en relación con la música clásica. Preguntas seguidas de sencillas respuestas, aptas para la comprensión inmediata de cualquier lector sin una preparación especial. Añado unas direcciones de sitios de internet con grabaciones que ilustran lo expuesto.
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Pregunta 3
¿Por qué una buena parte de la música culta
actual suena un tanto rara incluso a bastantes aficionados a la música clásica?
La atonalidad.
Aclaro, ante todo, lo de “buena parte de la música culta actual”. Me refiero a la obras creadas desde principios del siglo XX, dentro de las corrientes vanguardistas, principalmente la atonalidad y el dodecafonismo. ¿Por qué se caracterizan estos movimientos? Primero, coinciden ambos en reaccionar contra el lenguaje musical vigente hasta entonces. En segundo lugar, se diferencian bastante, aunque no están exentos de puntos de contacto. En este artículo trataré sobre la música atonal; en el siguiente entraré en el dodecafonismo.
La atonalidad consiste en la renuncia a dotar a las obras de una tonalidad específica y única, do mayor, mi mayor, re menor, etc. Permítaseme una breve explicación sobre la tonalidad.
Empiezo por un ejemplo. Decir que una obra está en do mayor, pongamos por caso, significa que se utiliza en ella la escala de siete notas (“diatónica”) que comienza en do y termina en si, con una distribución prevista de tonos y semitonos. De las siete notas, la esencial es el do, la “tónica”, con respecto a la cual cada una de las demás adquiere un papel, una función. Quien escucha una obra “tonal” se hace cargo de ese esquema de funciones y percibe, entre otras cosas, que una determinada sucesión de acordes, con su melodía (re-sol-do), marca el final de la pieza (“cadencia conclusiva”), terminado con la tónica; por el mismo motivo, otra secuencia de notas se capta como finalización de una parte (“cadencia suspensiva”), como do-re-sol, nota esta última denominada “dominante”; otras series de notas se captan como pasajes mediales, no como inicios ni finales, etc. El significado o función de cada nota de la escala permite al oyente orientarse así, siguiendo el curso de su desarrollo. Es como cuando vas por la carretera y ves señales informativas del tipo “cambio de rasante”, “pendiente del 7%”, “Málaga, 10 kilómetros”, “Málaga-Granada”, etc.
Si se suprimen las señales, el conductor pierde la orientación, no sabe por dónde va, se topa de pronto con tal o cual accidente del terreno o con una población, etc. Trasladados al ámbito de la música, tendríamos, en tal caso, algo parecido a la “atonalidad”, llamada así por contraposición a la música tradicional o “tonal”. Lo fundamental es la desaparición de la funcionalidad de las notas en la escala, la destrucción, en realidad, de la escala, con lo que todas las notas van sueltas, se equiparan, no hay jerarquía, ninguna es la “tónica” o la “dominante”, por ejemplo.
La impresión que da esta música, al escucharla, es la misma que la que resultaría si un niño pequeño aporreara las teclas de un piano, empezando por cualquiera, siguiendo por cualquiera y terminando por cualquiera. Naturalmente, el compositor atonal no obra como ese niño, sino que planifica una sucesión melódica y armónica, libre de sometimiento a una escala determinada y a unas progresiones armónicas convencionales, eso sí, pero con sentido, o sea, encaminadas a producir una sensación, una emoción, una impresión… No extraña, pues, que, en ocasiones, a estos músicos se les haya considerado, a su pesar, como “impresionistas”. Por buscar una similitud pictórica, la atonalidad se asemeja más, para mí, a los cuadros de J. Miró que a los de Monet.
De todo lo expuesto se deduce que la atonalidad significó una verdadera revolución dentro de la música culta. Como era de esperar, el público no estaba en disposición de entender las obras escritas con el nuevo lenguaje y de apreciarlas. Las primeras fueron rechazadas o criticadas y aun hoy la atonalidad “pura” carece de una pléyade de seguidores entre el público amante de la música clásica, no excesivamente numeroso. No es fácil reeducar el oído y la sensibilidad y hacerlos aptos para una música diferente de la tradicional.
Aunque suelen señalarse algunos antecesores, el inicio de la atonalidad propiamente dicha lo marca la figura del austriaco A. Schoenberg (1874-1951), auténtico padre de la música culta contemporánea. De la atonalidad evolucionó hacia el dodecafonismo, junto con sus discípulos A. Berg y A.Webern, como veremos. Según se dice, fue el más odiado de los músicos de su época. No sería justo dejar de destacar la contribución del genial y proteico I.Stravinsky (1882-1971), de A. Scriabin (1871-1915), de B. Bartok (1881-1945), de P. Hindemith (1895-1963) y otros.
Copio estas dos direcciones de YouTube, por si quieren escuchar algo de música atonal.
https://www.youtube.com/watch?v=uKakP5yMfsY