domingo, 1 de noviembre de 2020

BUENAS

    –Hola.

    Sin necesidad de hacer una investigación seria y a fondo, o sea, a simple vista, afirmaría que ese ”hola” está entre las palabras más empleadas del español. No solamente en el intercambio oral, sino también en el coloquio digital escrito dentro de las llamadas redes sociales, en los correos, etc. A veces se acompaña de apéndices interrogativos como “¿Qué tal?”, “¿Qué hay?” y otros. Transmite un saludo informal que se dice al encontrarse con una persona o grupo con los que se tiene trato y confianza, en cualquier circunstancia y lugar. Posee, pues, un gran rendimiento, enorme uso y altísima frecuencia. Una de las razones de esta virtud consiste, sin duda, en la gran cantidad de ocasiones en que nos cruzamos con parientes, amigos o conocidos en la calle o en los chats, foros, etc.; otro motivo es el de ser un término que denominaré, acudiendo a un concepto netamente lingüístico, “no marcado”. Usaré el tecnicismo a lo largo de los párrafos que siguen. En realidad, para ser más exacto, tendría que hablar del par de opuestos marcado/no marcado.


    Explico. Si tomamos la pareja “día/noche”, vemos que, mientras “día” se puede aplicar al total de las 24 horas de una jornada, no así “noche”, reservado para las horas de oscuridad. Igual ocurre –u ocurría hasta hace poco– con “niño/niña”, etc. Sucede así porque “día” y “niño” son los componentes no marcados de las parejas, y “noche” y “niña” son marcados, o sea, poseen la “marca” específica horaria o de género. En tal sentido, el saludo “hola” se puede calificar de no marcado en relación con el total del día y, por tanto, se admite por la mañana, por la tarde y por la noche. Sus opuestos marcados son “buenos días”, “buenas tardes” o “buenas noches”, que encierran y muestran una marca horaria. Así que, a diferencia de estas últimas expresiones, más especializadas, “hola” es como aquellos antiguos jarritos de lata, que servían para todo.

    Fijémonos ahora en “buenos días”, “buenas tardes” y “buenas noches”. Además de la marca horaria, contienen otra, que es la de formalidad. Quiere esto decir que suelen aparecer en contextos donde las personas del emisor y receptor no tienen una relación estrecha y/o hay una determinada distancia personal, social o de jerarquía entre ellos. Son, pues, tres saludos formales, frente a “hola”, que se considera informal, según dije arriba. Así, nadie –bien educado– llega al despacho del alcalde diciendo simplemente “hola” (a no ser que sea su amigo o su primo hermano), sino “buenos días”, por ejemplo, u “hola, buenos días” todo lo más; igual que tampoco dice “buenas tardes” o “buenas noches” el colegui o la piba que se incorporan a un ya montado botellón. La cuestión de los saludos está, así, bastante protocolizada, diríamos hoy.

    Sigo con “buenos días”, “buenas tardes” y “buenas noches”. Estos saludos se reparten la jornada, que viene distribuida en tres segmentos. Parece clara la ubicación de cada uno en el curso de las 24 horas; sin embargo, presenta algunos puntos de discusión entre los preceptistas: una cuestión es hasta dónde llega el “buenos días” y dónde empieza el “buenas tardes”. Algunos sitúan la frontera en las 12 horas y otros la retrasan a las 14. Entre estos últimos, están, por otra parte, quienes propugnan un alargamiento de la mañana (“buenos días”) hasta este momento, las 14, que es aún el del almuerzo español. Y entonces surge la pregunta: si aceptamos el límite final de la mañana en las 12 y el inicial de la tarde en las 14, ¿con qué término se saludaría la gente durante esas dos horas?

    Creo que existe en nuestra lengua un saludo propio de tal espacio temporal, al parecer indefinido, saludo perteneciente a la serie [“buenos días” - “buenas tardes” - “buenas noches”]. Existe al menos en el territorio dialectal andaluz donde me desenvuelvo. Se trata de la expresión apocopada “buenas”: “Buenas, vamos recogiendo” es una petición que muy bien podría escucharse alrededor de las 13:30 en un comercio, por ejemplo, pronunciada por el dueño o el encargado al entrar. Pero también a las 8 de la tarde u otra hora próxima al cierre. Etc. ¿Por qué? Porque es un término no marcado temporalmente y se recibe bien, por lo tanto, en cualquier instante del día. Quedan, así, cubiertos todos los huecos horarios.

    Concluyo con un dato más acerca de esta fórmula intermedia. En la ciudad donde nací y vivo, Antequera, todavía quedan mujeres de edad, no hombres quizás, que pronuncian ese adjetivo plural, “buenas”, con una “-a” (sin “-s”, claro) un tanto palatalizada, o sea, próxima a una “medio –e” (al modo de la “-a” catalana). Recuerdo, a tal propósito, aquel curioso trabajo de “dialectología pintoresca” de Dámaso Alonso, “En la Andalucíade la –e”. En uno de los pueblos de la zona, la de la “-e”, oyó este diálogo, verdadera pieza de museo dialectal, al que tan solo le falta el saludo mutuo “buene” (= “buenas”):

                             – ¿Qué té ehtá uhté? (“té” = tal; “uhté” con “e” abierta)

                             – Igué, iho, o me mé (“igual, hijo, o más mal”, con “a” palatalizada)

(https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/27252/1/RYV.Foll000.025.pdf)