Oigo en la TV que los numerosos empleados
de Bankia que corren el riesgo de ser despedidos protagonizan una manifestación
y un conjunto de medidas de protesta contra esa decisión de los mandamases del
banco y demás depredadores. Supongo que en la medida en que visibilizan su
protesta querrán arrancar algún gesto de solidaridad o al menos de comprensión
ante su situación personal del conjunto de la ciudadanía. Curiosa situación
esta. Me imagino a uno de estos empleados, algún director de oficina, por
ejemplo (que tan poco es para tanto en el organigrama de esos dinosaurios
financieros), tramitando un expediente de desahucio o desviando los escasos
ahorros de un abuelo hacia un fondo de inversiones agresivo y de dudosa
fiabilidad. ¿Debemos ser solidarios con estas personas?, ¿debemos acudir al
sainete aquel de la “obediencia debida” de aire tan rancio?, ¿son al fin y al
cabo trabajadores como cualquier otro a los que no les queda más remedio, por
mor de la cuenta de resultados del banco y del reparto de dividendos entre
accionistas y consejo de administración, que activar fielmente los
procedimientos de ejecución de embargo y desahucio? Interesante dilema. ¿Se
imaginan a estos empleados, o a uno solo de ellos, negándose a dejar a una
familia en la calle?, ¿objetando a esta medida? ¿No acudiríamos prestos muchos
ciudadanos en auxilio de un empleado de la banca que fuera puesto en la calle
por haber denunciado ciertas prácticas inhumanas? No sé por qué me cuesta
sentir un poco de cercanía con esta gente. Debe ser que soy poco dado a estas
cosas del mundo financiero.