Dices que la insomne se dirige a una estación y embarca con sus pasos hasta llenar de pasos los vagones y no piensa en destinos ni en maletas. Y no mientes. Porque no hay maletas, destinos, vagones suficientes, para guardar lo que la insomne sueña despierta.
Encuentras un elefante entre unos papeles y ese día te sale todo bien. Lo enmarcas y lo colocas en la estantería. Lo miras de reojo, ves lo fácil que es caer.
Es cuestión de apagar tu mente y dejar que las palabras broten de la tierra. Es el único modo en que la vida puede explicarse con palabras. La única putada es que algunas personas lo hacen bien y otras simplemente no tienen nada dentro para que les salga. Eso dice Hinson. Yo, mejor, no digo nada.
No fue un sueño. Lo vi: La nieve ardía. Leo una y otra vez esos tres versos de Ángel González en un mail de Ana Lacarta, y yo, que me dejo atrapar por las sombras de lo pequeño, me pregunto si acaso he llegado a soñar, a ver de verdad, algo en toda mi vida.
Un día de estos, imagínate, si un día, un día de estos esto, estallara, imagínate. Eso dice, y no me sorprenden sus palabras. Lo que me asombra es que, después de tantos años, el viejo pajarraco siga dejándome de piedra.