jueves, 30 de noviembre de 2006

Medium

Me entero hace poco rato que sí, que definitivamente Antonio Gamoneda es nuestro nuevo y flamante Premio Cervantes 2007. Y mi amiga María América, que estaba conmigo cuando nos informábamos juntos del acontecimiento, me dice que soy una especie de medium. En la buena poesía no hay posibilidad de aventurar o acertar estas cosas. Sí que es cierto que no siempre nos acordamos de escritores imprescindibles y que quedan todavía en el cajón de este viejo escritorio de las letras españolas nombres como Juan Marsé, Pepe Caballero Bonald, Ana María Matute, Ángel González y tantos otros. Ojalá los premios sigan descubriendo la magia de la literatura en letras mayúsculas para ese gran público poco lector que se extienden peligrosamente desde las escuelas hasta los poco avispados seguidores de "El tomate" o "Corazón, de dónde vienes y adónde vas", espacios televisivos siempre entre los más vistos y que son obviamente productos terribles que van mucho más allá del entretenimiento y la mofa.
Hoy recibe Gamoneda además el XV Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Muchas emociones para un mismo día, maestro. Muchas emociones hoy también para mí. Como reflexión final retomo una lúcidas y recientísimas palabras del premiado: "La poesía es una realidad en sí misma, una existencia intelectual que tiene tanta consistencia como los sueños. ¿Quién ha dicho que los sueños no son realidad? La poesía crea realidad por la vía sensible, una realidad intelectual, una forma distinta de conocimiento".
Queda dicho... Y son palabras mayores: poesía, sueños, sensibilidad, conocimiento. Sintámonos afortunados porque mañana el nombre de Antonio Gamoneda llegará a nosotros y a los demás desde todos los medios de comunicación, desde las reediciones, desde las lecturas nuevas y renovadas.

miércoles, 29 de noviembre de 2006

Gamoneda en el jardín invisible

Me recuerda Álvaro Valverde en su blog que mañana se falla el Premio Cervantes. Yo también me aventuro y pronostico que se lo darán este año a uno de los mejores poetas españoles vivos y en los últimos tiempos (oh, sorpresa) reconocido y premiado: el asturiano Antonio Gamoneda.
Aunque nació en Oviedo en 1931, lleva residiendo en León desde muy niño. Su vida estará poblada de una miseria extrema, terror y represión durante toda la posguerra española, muerte palpable en cada persona, en cada objeto que le rodea... Así es su poesía; biográfica, dolorosa, ausente. Siempre me gusta perderme por sus páginas, reunidas todas en Esta luz (1947-2004) poesía completa publicada recientemente por Círculo de Lectores. Me quedo con tres de sus mejores libros: Descripción de la mentira, Libro del frío y Arden las pérdidas. Del segundo extraigo este poema en varios cuadros que me acompaña desde que lo leí por primera vez. Enhorabuena y gracias, maestro.
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Aún
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Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste de la sosa cáustica.
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Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.
Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.
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No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.
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Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu pensamiento es sólo recuerdo de la ira.
Ves la rosas temibles.
Ah caminante, ah confusión de párpados.
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Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.
Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.
Ah la pureza de los cuchillos abandonados.
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Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.
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martes, 28 de noviembre de 2006

Amanecer

Salió de madrugada, como siempre, y escuchó a lo lejos cómo alguien recitaba ese verso suyo que tanto le emociona. Andaba cabizbajo y adivinó la lectura de su poema en un cuaderno ajeno, un folio apagado, una hoja informática que le decía tantas cosas.
En ese momento se sintió compartido por solitarios en busca de abrigo, por niños que abrían asombrados los ojos ante la potente luz de la luna, por enamorados y desenamorados, por una madre que dormía junto a su hijo cobijándole del frío y la lluvia, por alumnos emocionados con Bécquer y Neruda, por una pantalla de cine que hablaba de que nada es lo que parece...
Y de pronto apareció el sol y los periódicos del día se anunciaban con fotografías de colores y aquella chica que nunca le miraba a los ojos le habló muy de cerca para preguntarle que hacia donde caminaba; y sin más le agarró fuertemente la mano y se perdieron en la inmensidad de la calle, con un hermoso parque al fondo.

lunes, 27 de noviembre de 2006

Cartas a un joven poeta

En 1903 Rainer Maria Rilke escribió en una carta al joven e inexperto Kappus algo que yo quiero hacer mío en esta madrugada: “Las obras de arte son de una infinita soledad […]. Solamente el amor puede captarlas y hacerlas suyas y sólo él puede ser justo con ellas”.
Está visto que no se puede tener todo... Tendré que ir aprendiendo.

domingo, 26 de noviembre de 2006

Marcando límites

Me pasa igual que a mi amigo Daniel; hay veces que me cuesta mantener al día esta especie de diario abierto al que llamamos blog, y otras me invade un torrente de palabras que me urge escribir aquí.
¿Será cierto eso que dicen que nos baña cierta prepotencia a la gente que escribimos para los demás? ¿que nos gusta hablar mucho de nosotros mismos? ¿que esto es simplemente un signo más que demuestra cierta soledad, cierta incomplacencia? ¿Pérdida de tiempo? ¿Lástima?
No sé; muchas veces me siento ajeno a lo que me rodea pero acaba afectándome. Y yo me pregunto: ¿por qué tenemos ese afán destructor de ver en los demás nuestras propias limitaciones? Si es que el hombre es imperfecto, pero hay algunos que todavía no son conscientes de que todos tarde o temprano nos quitamos las máscaras y acabamos de fango hasta las rodillas... excepto los que somos transparentes y no tenemos más vida interior que la de nuestras propias palabras.

sábado, 25 de noviembre de 2006

Momentos de felicidad

a Belén y Javi, mis duendes
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Pasa la tarde de un lado para otro, llega la noche y con ella la tormenta. Compra con tranquilidad y cena cargada de pollo picante, gambas y chocolate. Risas, abrazos, conversaciones. Amigos recién inaugurados. Temas intrascendentes y reflexiones sobre la vida y el mundo entre copas sin cafeína.
Llega la madrugada arropándonos de sueño. Duermo sonriendo, plácidamente... ¿Por qué la gente necesita tanto para ser feliz?

miércoles, 22 de noviembre de 2006

Mariposa de sueño

Qué joven me siento en muchas de las celebraciones diarias de mi vida; y sin embargo, en otras, qué viejo...
Mientras releo la poesía de Neruda con la tímida luz natural que me regalaban las nubes esta mañana, observo melancólico cómo a mi lado una pequeña mariposa revolotea alrededor de los cristales. Y me da por envidiar los colores amarillos, verdes y pistachos de sus alas, su frescura de movimiento, su ligereza, su aislamiento de lo cruel.
Y allí unas manos frías, una sonrisa amplia, sonora, una compañía ya casi necesaria, una conversación, han logrado por un momento abrir esta ventana y dejarme volar, feliz, sin rumbo ni hora, hasta hacerse de noche.

Bécquer y la soledad

Mis alumnos y alumnas de 2º de bachillerato en Valencia de Alcántara están disfrutando con la lectura de los poemas de Bécquer; sí, disfrutando de este jovencísimo (aún hoy) autor desdichado que cantaba a la poesía, al amor y al desamor, a la soledad y a la desesperación (siempre en este orden).
Y esta tarde a mí se me antoja ver en este romántico trasnochado a un adolescente que asciende ilusionado por las escaleras de un luminoso tobogán, que enamorado de la poesía sube con su alma en la boca a lo alto para respirar hondo y disfrutar del amor y del paisaje. Luego, algo decepcionado, sucumbe a la dureza de la vida y termina sentándose; parece que llega la hora de contemplar el mundo tranquilo, sosegado. El amor pleno ya no estará a nuestro lado y algo acabado, triste, incompleto, se deja resbalar con un leve impulso y pone definitivamente mortal sus pies cansados en una tierra seca y poco fértil.
Qué pena que el jolgorio adolescente, la alegría inusitada y la celebración poética acaben siempre en la más absoluta soledad... En una soledad hoy felizmente multiplicada por cuatro.

sábado, 18 de noviembre de 2006

A modo de poética

para Antonio y Dani, y también para Chema
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13, 13:13, 13. Al lado una chaqueta de pana que simulaba un poeta y de fondo, horrible, la voz de Paul McCartney que todavía dicen que canta. Casi no podía escucharles pero imaginaba sus conversaciones. El paisaje me invitaba a la sugestión. Todo parecía meticulosamente planeado. Parada obligatoria para comer y como lectores en paro, entre pasta y pollo, aventurar nuestras miradas poéticas. Eché de menos a la poesía; se nos olvidó en el baño.
Llegada al hotel. La gran ciudad ya casi sin luz (noche o polución, daba igual). Y mucho frío. Como un hormiga que todo teme, bajo los pies de un gran edificio y solo, rodeado de libros, una escalinata nos engullía hacia su cerebro. Una cafetería con desnudos femeninos que nos recibían insinuantes. Una sala llena de ojos asombrados, y de ángeles, santiagos, (h)adas y una hermosa niña pequeña que oye poesía por vez primera y que seguramente su madre nunca dejara que lo olvide. Emoción, afecto y muchos amigos. Sólo dos sillas vacías.
La noche, llena de gatos perdidos por callejones, de ruedas de madera antigua, de escritores marcados por la desgracia, de golondrinas muertas que caen tristemente al asfalto. Bares plagados de desconsuelo, de libros rodeados de humo en las vitrinas, de animales hermosos pero disecados, de risas explosivas y erotismos encendidos y apagados. Y de fondo Blues, amigos desconocidos y fotografías desenfocadas, oscurecidas.
Madrugamos. Lentamente esta mañana Madrid nos despide lloviendo. Siempre nos quedará Rod Stewart... ¿Por qué algún día despertar de este sueño?

viernes, 17 de noviembre de 2006

Paraíso perdido

Hoy viernes, a las 8 de la tarde, el Círculo de Bellas Artes de Madrid instala en una de sus salas este loco tobogán en el que cuatro poetas se paran a mirar el mundo. ¡Qué vértigo me dan a mí estas cosas! Casi tanto como la propia vida o el mismo tobogán...
Qué haríamos nosotros si no arriesgásemos en nuestras tentaciones, no nos aferráramos fuertemente a la barra metálica de cualquier tobogán y cómodamente sentados no nos impulsáramos a bajar dulcemente hacia la realidad del mundo, que siempre espera abajo y nunca arriba (no nos equivoquemos).
Amigos, la vida misma...

miércoles, 15 de noviembre de 2006

...lo sabe

No es el infierno, es la calle.
No es la muerte, es la tienda de frutas.
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Óxido, fermento, tierra estremecida.
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¿Qué voy a hacer? ¿Ordenar los paisajes?
¿Ordenar los amores que luego son fotografías,
que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre?
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(FGL)

Quien lo probó...

¡Ay, qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!
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Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.
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(FGL)

lunes, 13 de noviembre de 2006

Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi

Me llegó hace algunos días el envío cariñoso de las Poesías completas de Luis García Montero, que reúne veinticinco años de versos cargados de experiencias (1980-2005). Qué satisfacción más plena sostener en una sola mano tantas lecturas ahora abrazadas...
Y digo yo: ¿Por qué siguen los ataques? ¿Por qué no se han superado aún las mierdas guerrilleras? ¿Por qué la pobreza poética de los ochenta todavía insiste en denostar las lavadoras, los bares y los coches? Años después (el tiempo pone a cada uno en su sitio) comienzan ahora a bombardear las columnas periodísticas, la libertad de expresión, las verdades como puños... ¡Ay! si la envidia fuera tiña. Siempre vivió la mediocridad.
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Recuerda que tú existes tan sólo en este libro,
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agradece tu vida a mis fantasmas,
a la pasión que pongo en cada verso
por recordar el aire que respiras,
la ropa que te pones y me quitas,
los taxis en que viajas cada noche,
sirena y corazón de los taxistas,
las copas que compartes por los bares
con las gentes que viven en sus barras.
Recuerda que yo espero al otro lado
de los tranvías cuando llegas tarde,
que, centinela incómodo, el teléfono
se convierte en un huésped sin noticias,
que hay un rumor vacío de ascensores
querellándose solos, convocando
mientras suben o bajan tu nostalgia.
Recuerda que mi reino son las dudas
de esta ciudad con prisa solamente,
y que la libertad, cisne terrible,
no es el ave nocturna de los sueños,
sí la complicidad, su mantenerse
herida por el sable que nos hace
sabernos personajes literarios,
mentiras de verdad, verdades de mentira.
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Recuerda que yo existo porque existe este libro,
que puedo suicidarnos con romper una página.
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Gracias, poeta y amigo. Maestro de diarios, de flores y serpientes. De intimidades, jardines y días de la semana totalmente abiertos. Te espero siempre, ya sabes, en aquella habitación junto a la cocina, entre cajas y juegos de baile, bajo tu irrepetible luna del sur.

¿Fuera o dentro?

Hoy en clase, releyendo con mis alumnos de bachillerato un texto apasionante de Larra ("El día de Difuntos de 1836"), reflexiono sobre la maravillosa capacidad intemporal de la literatura. Hace años que este desesperado y vilipendiado periodista escribía a punto de suicidarse que se sentía aterrorizado rodeado de vivos; sí, de vivos. Medita el pobre Larra de cómo la ciudad de Madrid, el día 2 de noviembre, va al cementerio a ver a sus difuntos; y en un esperpéntico y revelador párrafo advierte:
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"Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio".
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Lo llevamos claro, digo yo también para mí. Los vivos siguen siendo más numerosos y peligrosos y dañinos y envidiosos que los muertos. Vaya cementerio que está creciendo entre nosotros (y donde dice Madrid que cada uno ponga lo que quiera). ¿Será posible que cuando Dan O'Bannon rodó "El regreso de los muertos vivientes" pensara en alguno de nosotros? Cada vez estoy más convencido de que la vida es un ciclo cerrado por el que deambulan gentes sin ningún tipo de escrúpulos (hasta de morir viviendo, y no al revés), y que afortunadamente ni Larra ni O'Bannon hablaban de mí. Quizá, querido lector, querida lectora, de ti tampoco; aún estamos a tiempo. Mientras haya vida... (lo terrible es que para algunos es eterna).