sábado, 31 de mayo de 2014

Alfonsina Storni

Se la recuerda por romántica y suicida. Dice el mito que caminó dulcemente mar adentro. Pero el zapatito gastado que quedó en la escollera afirma que antes, corrió y recorrió las calles de la ciudad. Derritió el cemento de la Buenos Aires siglo XX con sus versos, que la convirtieron en referente para generaciones posteriores. Convulsionó al patriarca, despabiló a las damas, acompañó a las trabajadoras, acunó a los niños, peleó, enamoró, lloró, enseñó, y antes de irse, cambió las letras femeninas para todo el viaje.
Llegará un día en que las mujeres se atrevan a revelar su interior; este día la moral sufrirá un vuelco; las costumbres serán cambiadas.
(Alfonsina Storni, Cositas sueltas)

Nació un 29 de mayo de 1892, en un pueblo de la Suiza italiana, llamado Sala Capriasca. Fue la tercera de los ocho hijos del matrimonio de Pasqualina Marianna Aurora Martignoni (Paulina) y Alfonso Ambrogio Carlo Storni.
A los 4 años se muda a la San Juan argentina, donde ya vivían cuatro hermanos de su padre. Era una familia adinerada, que fue abatida y derrumbada por la crisis financiera acaecida durante el mandato de Juárez Célman, según le contaron cuando creció. Pero hasta los 10 años allí vivió.
A los 10 años, como consecuencia de la miseria económica en la que había caído la familia, se traslada a Rosario. A los 11 años trabaja como obrera y sustenta el alquiler de su casa. A los 12 escribe su primer verso. Hablo en él de cementerios, de mi muerte. Lo doblo cuidadosamente y lo dejo debajo del velador para que mi madre lo lea antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso: a la mañana siguiente tras una contestación mía levantisca unos coscorrones frenéticos pretenden enseñarme que la vida es dulce. Desde entonces los bolsillos de mi delantal, los corpiños de mis enaguas, están llenos de papeluchos borroneados que se van muriendo como migas de pan. En 1906 muere su padre. Desde entonces pasa por diferentes empleos, como el de costurera u obrera en una fábrica de gorras. Muchos la recuerdan por esos días repartiendo panfletos anarquistas en las manifestaciones del 1º de mayo. En 1907 llega a Rosario la compañía teatral de José Tallaví; el actor era un viejo conocido de Paulina, quien tras arduas insistencias de su hija, consigue una entrevista. Inmediatamente Alfonsina es incorporada a la compañía y parte de gira por el país.
 A los 15 años ingresa en la escuela Normal Mixta de Maestros Rurales de Coronda, a pesar de que no tenía certificados de estudios de ningún tipo, su capacidad la salva. Va a ser maestra. Allí se emplea también como celadora, y los fines de semana trabaja como corista en un teatro pequeño de Rosario. En 1910 se recibe de maestra y quiebra con el rebaño.
Comienza a publicar en Mundo Rosarino y Monos y Monadas, trabaja como maestra y participa activamente en las manifestaciones sociales que hacen hervir el cemento. Incursiona en el mundo de las letras, en el cual, según se dice, conoció al padre de su hijo Alejandro, que cuenta: con mi padre yo me llevaba muy bien. Mi padre era un hombre muy bueno y mi madre nunca me habló mal de él. Su identidad se mantuvo en reserva porque era un hombre mucho mayor que ella, casado, y con un alto cargo político. Pero Alejandro lo frecuentó hasta la muerte, ocurrida ocho años antes que la de Alfonsina.
En 1912 llega a Buenos Aires, donde da a luz a su hijo, el 12 de abril. En 1916 publica su primer libro de poemas, La Inquietud del Rosal.
Como recuerda su hijo, Alfonsina escribía por inspiración. No era metódica para nada, y por eso pasaban lapsos de tiempos en los que ninguna nueva poesía aparecía, y de repente escribía un libro.
Su poesía reconoce dos etapas. La primera tiene matices románticos, muy ligada al modernismo de Rubén Darío. Contiene muchas imágenes cercanas al mundo emocional de la escritora, aparecen anécdotas de su propia cotidianeidad. Ya se hacen presentes aquellos temas que resonarán en su poesía, a veces explícitamente, otras de manera soslayada, como son el amor, la vida, la muerte, el desengaño, el dolor, pero también el rol de la mujer, el machismo, la maternidad; por todos ellos será recordada. La segunda etapa la liga a las vanguardias, al simbolismo y a un nuevo tipo de escritura.
Primera etapa de su obra poética: La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918) Irremediablemente (1919), Languidez (1920) y Ocre (1925).
Segunda etapa: Pertenecen a ella sus libros Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1938).
Cuando publica su primer libro, Alfonsina tiene 24 años. Trabaja como corresponsal Psicológica en la casa Fleixes Hermanos, y allí escribe: “Estoy encerrada en una oficina; me acuna una canción de teclas; las mamparas de madera se levantan como diques sobre mi cabeza...Clavada en mi sillón... escribo mi primer libro de versos. Un pésimo libro de versos. ¡Dios te libre, amigo, de La Inquietud del Rosal! Pero lo escribo para no morir”.
Dos años después aparece El dulce daño. El destinatario retórico claramente perceptible, es el varón. Las metáforas, las figuras estilísticas que elige, dan todavía mayor sensación de mostrar a corazón abierto, un interior de mujer. Corpóreos los versos, casi se materializa ella misma mientras el lector clava la vista en ellos. “Hice el libro así:/ gimiendo, llorando, ay de mi.” Este libro contiene muchos de sus más populares poesías y toca más de cerca sus grandes temas. Aparece uno de sus poemas de mayor resonancia Tú me quieres blanca, donde le recrimina al hombre las pretensiones que de la mujer tiene: “Que sea azucena/ sobre todas, casta”. También aparece aquí –como más explícitamente lo hará en los textos ensayísticos– la crítica a la frivolidad social. Se vislumbra tempranamente el sabor de la muerte idílica, mítica, del artista que vive intensamente, y muere joven: “Tengo el presentimiento que he de vivir muy poco”, dice en uno de sus versos, y en muchos da a conocer su deseo de morir como acceso a la tranquilidad, librada de los dolores del alma y de las arduas faenas terrenales.
Alfonsina trabaja en una escuela para niños débiles mentales de Parque Chacabuco, dicta clases de declamación y da recitales en entidades populares. Ya colabora con sus notas en varias revistas, y en La Nación firma con el seudónimo “Tao-Lao”.
Alfonsina Storni lee sus Antisonetos en Montevideo, el 27 de enero de 1938. 
El 1919, confiesa en Irremediablemente: “Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido/ No fuera más que aquello que nunca pudo ser,/ No fuera más que algo vedado y reprimido/ De familia en familia, de mujer en mujer”. Con su siguiente libro, Languidez, alcanza una considerable fama. Por esta obra va a dictar conferencias a Montevideo, gracias a lo cual conoce a Juana de Ibarborou. Un poema que recuerdan quienes hayan alguna vez escuchado hablar de ella, es La caricia perdida, donde transmite esa sensación de desarmarse por un amor incorpóreo: “Pude amar esta noche con piedad infinita,/ pude amar al primero que acertara a llegar./ Nadie llega. Están solos los floridos senderos./ La caricia perdida, rodará...rodará...”
Todos estos temas se conjugan con mayor madurez en Ocre, ahora dirigiéndose más directamente a las mujeres de la época, a despertar su espíritu crítico ante la condición que les depara la sociedad patriarcal. Las referencias al hombre son siempre sarcásticas: “Con mayúscula escribo tu nombre y te saludo, / Hombre, mientras depongo mi femenino escudo/ en sencilla y valiente condición de derrota.” Con este libro se despide de sus raíces románticas y se despega del modernismo, aunque nunca del todo. Curiosamente, le dedica un poema a Rubén Darío.
Pasarán nueve años hasta que vuelva a escribir un libro. Sin embargo, varios poemas que componen su siguiente obra son publicados en este lapso en revistas y diarios de la época.
Comienza la segunda etapa de su poesía. Como puede leerse en un viejo diario de La Opinión: “En 1934, Mundo de siete pozos recoge la exaltación vanguardista de la imagen y la metáfora como centros del texto lírico.” Este libro se lo dedica a su hijo: “A Alejandro: tiene mi vida que bien vale un verso”.
Con su último libro, Mascarilla y trébol (1938), “incursiona decididamente en la vertiente surrealista, recurriendo al tema del sueño y del inconsciente.”

 Esta obra enorgullece a Alfonsina al punto de confesar que al fin ha logrado comunicar lo que quería, y que es lo mejor que a hecho. Al comienzo del libro, Alfonsina explica y advierte al lector que se va a encontrar con versos que pueden parecer “oscuros”, como ya prevé por lo que han suscitado algunos de sus poemas publicados en revistas y diarios. Avisa que estos nuevos poemas necesitan de la colaboración del lector para completar su sentido, y se autovincula para eso con las nuevas corrientes estéticas: “ Los movimientos vanguardistas en arte y política se apoyan en el hecho social de esta colaboración, cada vez más exigida.”
Entre sus últimos dos libros, ocurren dos hitos de su vida: se suicida Horacio Quiroga (con quien tenía estrecha relación) y se le descubre un tumor cancerígeno. Su salud comienza a empeorar notablemente, y su ánimo a decaer.
Sus textos periodísticos minaban el ambiente mediático de entonces, viceralmente polémicos, sarcásticos, lucidos y heréticos. Alfonsina escribe ensayos, notas de opinión, obras teatrales, novelas y prosas poéticas en diferentes revistas y diarios, como El Hogar, La Nota, Caras y Caretas, La Nación, y otros medios nacionales y extranjeros.
Según Alejandro (h), Alfonsina empezó a escribir prosa porque no podía trabajar como maestra, eso era más difícil. Aún así, en una entrevista a la poetisa, realizada en septiembre del ‘31, ella responde: De todos mis libros tengo preferencia por uno pequeño en prosa: Poemas de Amor. No quitaría de él una coma, aún cuando le aumentara perfección.
“Heme embarcada de nuevo en este tema, bien burgués, bien moderado por cierto; incapaz, por ahora, de hacer descolgar la luna del firmamento que, un poco vieja y desdentada, sigue rodeando a la tierra sin saber que existe un país, el nuestro, donde entre muchas cosas raras existen unos códigos –fantasmas, misteriosos, que, como cosas sagradas, permanecen impenetrables desde hace varias décadas–.”
(Storni, Alfonsina, A propósito de las incapacidades relativas de la mujer (10 de octubre de 1919, La Nota), en “Nosotras y la piel...”, Alfaguara, Buenos Aires, 1998)
Sus escritos periodísticos permanecen algo escondidos porque conservan el mismo grado de “peligrosidad” que entonces. Algunos de los elocuentes títulos: Compra de maridos, Feminismo Perfumado, Un simulacro de voto, A propósito de las incapacidades relativas de la mujer.
Entre un par de maletas a medio abrir y la manecilla del reloj
Alfonsina pasa a la historia como mito. Se la recuerda como la poetisa que se suicidó en el mar por una pena de amor. Sabido es que todo mito tiene algo de verdad, y es probable que Alfonsina haya guardado grandes penas; pero es cierto que su enfermedad terminal no la dejaba ya ni siquiera escribir.
El 25 de octubre de 1938, a la una de la madrugada, se tiró por la escollera -se sabe que no se adentró caminando porque un zapato quedó en la escollera. Así lo relata Alejandro (h)- de una playa de Mar del Plata que ahora tiene su nombre. No era su primer intento. Dejó cartas a su hijo, dejó un papel anunciado que se arrojaba al mar en el escritorio de su habitación, y envió a La Nación un último poema: “Voy a dormir”. A la mañana, mientras la poesía salía en el diario, el cuerpo de Alfonsina era encontrado por unos pescadores.
Fue una mujer visionaria; en su último libro de poemas predice ciertos estados del mundo que ella nunca llegaría a ver, ya que es el que habitamos en este minuto. Su carrera y su vida estuvieron ligadas a la protesta social, al accionar, al no conformismo. Se preocupó por despertar a las mujeres se su cómodo letargo, participó activamente de las rebeliones sociales, y lo hizo públicamente. Llegó a los medios, le habló a todo el público posible: al de sus poemas más simples, al de los más abstractos, al que leía el periódico en el tranvía, al que asistía el teatro; al que todavía iba a la escuela. Uno de sus ámbitos más frecuentados fue el Café Tortoni.  En el legendario café se reunía con sus amigos de La Peña, recitaba poemas, y sí, se reía mucho. Uno de sus grandes amigos fue el artista plástico Benito Quinquela Martín, quien la acompañó al medico desde el primer susto, y la contuvo hasta el final.
En el cementerio de Chacarita descansa Alfonsina, en un mausoleo adornado por una enorme escultura con la imagen de una mujer, que fue mandada a hacer por la gente de La Peña, para lo cual se vendió el piano del Tortoni. Al lado de ella, en una colorida tumba, sigue cuidándola su querido Quinquela.


romi

miércoles, 21 de mayo de 2014

LA POESÍA CONTEMPORÁNEA


Se inicia en el siglo XIX una tendencia, que continúa en la actualidad, de ampliar los horizontes de la poesía por cualquier medio posible, dejando de lado la exclusividad de la antigüedad. Las corrientes y los movimientos se van a ir sucediendo muy rápidos, dando lugar a un inmenso caudal poético muy variado tanto en sus formas como en el fondo.
1).- FRANCIA: Este es un
 período muy rico en la poesía gala, que prácticamente va a imponer sus estilos en todo el mundo. Varias corrientes surgen en Francia:
a).- Parnasianimo: Corriente que busca, frente a la exaltación romántica, alcanzar la belleza objetiva, a través de formas métricas perfectas y de la impersonalidad de los sentimientos. Sus máximos representantes fueron Leconte de Lisle(1818-1894), José María de Heredia (1842-1905) ySully Prudhomme (1839-1907), primer Premio Nobel de literatura.
b).- Simbolismo: Corriente que busca sugerir la noción ideal de las cosas combinando las palabras según su valor musical y evocador, frente al rigidez parnasianista. Sus representantes más importantes, todos ellos figuras clave de la literatura, fueron Charles Baudelaire (1821-1867), considerado el primer "poeta maldito", Arthur Rimbaud (1854-1891),Stéphane Mallarmé (1842-1898), Paul Marie Verlaine (1844-1896), Paul Valéry (1871-1945) yPaul Claudel (1868-1955).
c).- Dadaísmo: Movimiento artístico nacido en Zurich que se basa en el desarrollo de lo ilógico y absurdo. Tuvo una corta vida y su mayor representante en poesía fue el refugiado rumano Tristan Tzara (1893-1963).
d).- Surrealismo: Este movimiento, que tuvo como precursor al misterioso Guillerme Apollinaire (1880-1918), nace oficialmente en París en 1924. Allí André Bretón (1896-1966), influenciado por las doctrinas de Sigmund Freud, publica el Manifiesto Surrealista donde define el movimiento como "automatismo psíquico puro a través del cual nos proponemos expresar, ya sea verbalmente o por escrito, o de cualquier otro modo, el funcionamiento real del pensamiento". Pronto el surrealismo se extenderá a otras artes como la pintura. Otra figura destacada es la de Louis Aragon (1897-1982).
Todos estos movimientos van a hacer que a lo largo del siglo XX surjan en Francia figuras de un nuevo lirismo como Antonin Artaud (1896-1948), Paul Eluard (1895-1952), Henri Michaux(1899-1984), el senegalés Léopold Sédar Sénghor(1906-2001) o el multifacético Jean Cocteau(1889-1963).
2).- ITALIA: Giosué Carducci (1835-1907) señala el final del romanticismo junto con Gabriel D’Annunzio (1863-1938) y Giovanni Pascoli(1855-1912). En 1909 Filippo Tomasso Marinetti(1876-1944) funda el futurismo, movimiento dinámico que arremete contra los valores tradicionales. A partir de aquí se va a buscar un equilibrio entre el legado greco-latino y la cotidianeidad por nombres como Dino Campana(1885-1932), Arturo Onofri (1885-1928), Umberto Saba (1883-1957), Giuseppe Ungaretti (1888-1970), Eugenio Montale (1896-1981), Salvatore Quasimodo (1901-1969) y Cesare Pavese (1908-1950).
3).- ESPAÑA: A finales del siglo XIX, la decadencia del romanticismo deja los nombres de Gaspar Núñez de Arce (1834-1903) y Ramón de Campoamor (1817-1901), pero será a comienzos del XX cuando la poesía resurge con el pesimismo de la Generación del 98, representada por Antonio Machado (1875-1939) y Miguel de Unamuno (1864-1931), y por la figura de Juan Ramón Jiménez (1881-1958) que operan un cambio en la lírica española que llegará a su esplendor con la Generación del 27 y los movimientos de vanguardia: Federico García Lorca (1898-1936), Gerardo Diego (1896-1987),Jorge Guillén (1893-1984), Vicente Aleixandre(1898-1984), Pedro Salinas (1892-1951), Luis Cernuda (1902-1963), Rafael Alberti (1902-1999) yMiguel Hernández (1910-1942).
En la segunda mitad del siglo XX hay que destacar los nombres de León Felipe (1884-1968),Luis Rosales (1910-1992), Leopoldo Panero (1909-1962), Dámaso Alonso (1898-1990), Gabriel Celaya (1911-1991), Blas de Otero (1916-1979),José Ángel Valente (1929-2000), Jaime Gil de Biedma (1929-1990), José Hierro (1922-2002),Carlos Bousoño (1923) y Francisco Brines (1932)
4).- PORTUGAL: Las figuras de Guerra Junqueiro (1850-1923) y de Teixeira de Pascoaes(1879-1952) preparan la lírica contemporánea, en la que destaca Joâo José Cochofel (1919-1982).
5).- ALEMANIA: La poesía contemporánea germana puede personificarse en Rainer Maria Rilke (1875-1926) y la personalísima voz deBertold Brecht (1898-1956).
6).- INGLATERRA: Cabe destacar a Robert Browning (1812-1889), Dante Gabriel Rossetti(1828-1882), Thomas Hardy (1840-1928) yWilliam Butler Yeats (1865-1939). Ya en el siglo XX las figuras de T. S. Elliot (1888-1967) y Ezra Pound (1885-1972) van a revitalizar la poesía inglesa, ejerciendo una influencia actual en autores como Dylan Thomas (1914-1953).
7).- ESTADOS UNIDOS: Dos grandes figuras van a lanzar la naciente poesía en Norteamérica, que a partir de ahora generará un importante número de poetas: Walt Whitman (1819-1892) y la poetisa Emily Dickinson (1830-1886). De entre el nutrido grupo de poetas norteamericanos del siglo XX hay que destacar a Wallace Stewens(1879-1950), Charles Bukowski (1920-1994), Jack Kerouac (1922-1967) y Allen Ginsberg (1926-1997).
Para cerrar esta breve historia de la poesía hay que recordar dos nombres: el libanés Khalil Gibrán (1883-1991) y el indio Rabindranah Tagore (1861-1941) cuya lírica obtiene gran repercusión en todo el mundo.


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