La mujer ha logrado abrirse camino en las artes y las letras. No ha sido fácil para ellas. Sin embargo, en el momento tienen un puesto importante en este campo. Tanto, que han sido galardonadas en grandes concursos literarios.
Debido al gran empeño que muchas mujeres literatas han puesto en mostrarle al mundo lo que crean, ahora se puede decir que la mujer en la literatura camina hombro a hombro, junto a los grandes escritores. Para ellas no ha sido un camino fácil el que decidieron seguir. Se trató de una senda llena de obstáculos, entre los que estaba centralmente ser mujer.
En el siglo XIX, gran parte de las mujeres escritoras tenían que publicar con un seudónimo de hombre para ser tomadas en serio. Émily Brontë y sus hermanas fueron muestra manifiesta de ello. Cumbres borrascosas fue publicada bajo el seudónimo de “Ellis Bell”. De lo contrario, ningún editor se atrevía a publicar, pues consideraban que ellas solamente escribían novelas de corte romántico. Cumbres borrascosas pudo escapar a esto, al ser publicada bajo el seudónimo de hombre, porque lo relatado en el libro estaba inmerso en una historia de amor. Era verdad lo que se creía en ese tiempo sobre lo que escribía la mayoría de las mujeres, pero la obra de Émily Brontë estaba muy bien esquematizada. Caso similar ocurrió con sus dos hermanas, quienes también utilizaron seudónimos masculinos.
Para comienzos del siglo XX, las cosas habían cambiado drásticamente. Fue así como la escritora londinense Virginia Woolf comienza en 1905 a escribir para el suplemento literario del Times, y 10 años después publica su primera novela. Aunque algunos críticos la consideran de difícil comprensión, por tener una fuerte tendencia hacia el racionalismo doctrinario, lo cierto fue que dejó un gran legado literario.
De igual manera, Marguerite Yourcenar, consagrada escritora belga, comienza su carrera literaria en la tercera década de este mismo siglo. Entre sus obras se puede destacar Memorias de Adriano. En este libro, para el que estuvo trabajando por una década, relata la vida y la muerte del emperador romano Adriano a la manera de una extensa carta del emperador a Marco Aurelio, su hijo adoptivo, quien lo sucede en el trono. Además de esta magistral obra, se destaca Opus nigrum, novela ambientada en la Europa del siglo XVI. En ella deja claros los principios religiosos, los dogmas y las supersticiones del mundo en el que está enfrentada la Edad Media con el Renacimiento. Su protagonista tiene un final trágico, y esto hace pensar que no se trata de una escritora sino de un escritor. Por eso se puede ver que las mujeres no escriben solamente novelas de corte amoroso. Muestra de eso tenemos en otra de las grandes obras de la literatura: Frankenstein.
Primera obra de ciencia ficción
Es una mujer quien, en 1818, nos regala esta magistral obra, que, casi dos siglos después, no deja de asombrar. La escritora Mary Wollstonecraft Shelley publica la que está considerada como primera obra de ciencia ficción de la historia de las letras: Frankenstein o el moderno Prometeo. En esta novela, la escritora londinense explora temas como la moral científica, la creación y la destrucción de la vida, y el afán del hombre por ser como Dios: creador y destructor del hombre. En la historia, su protagonista, el estudiante de medicina Víctor Frankenstein, obsesionado por saber más sobre los secretos de la vida y la muerte, crea un ser nuevo al unir partes de cadáveres. Del experimento aparece lleno de vida el “ser demoníaco” que, como el hombre, está dotado de voluntad propia.
romi