-Llegó la hora de que me muestres tal como tu me ves, quiero verme en un lienzo, imaginada por tus ojos y con el deseo que me inunda ahora.
Como él la estaba mirando absorto tras los cristales redondos de sus gafas redondas, alargó su mano y arrastró las suyas, le hizo palpar sus senos y su vientre, echó la cabeza hacia atrás en un gesto instintivo, con el pelo suelto sobre los hombros.
El aspiraba el silencio, disfrutaba del suave aroma a rosas que ella exhalaba, de los temblores solo detectados por las yemas de sus dedos viajeros de su piel, mientras ella lo miraba voluptuosamente.
-Venga se valiente, ahora di que no puedes pintar a la mujer que ya has creado en tu mente. Muéstrame a mi misma tal como tu me ves, tal como me percibes.
Se habían visto unos cuantos días después del embarazoso incidente del museo y luego de haber tiznado sus muslos con la tiza azul de sus bocetos, cerró los ojos y deslizó las manos por las curvas y los planos de su cuerpo, fluyendo en un viaje por sus poros, la tibieza de su piel, sus brazos, sus muslos, como un ciego ávido de comprobar con el tacto las imágenes, pero ella se desasió no con demasiado ímpetu, a pesar de que estaba desbordada por el deseo que le comía lentamente las entrañas. Su voz sonó mas grave y lenta de lo habitual.
-Nada de caricias, primero el esbozo ¡Empieza!
-Necesito un tiempo de inspiración.
-No lo necesitas en absoluto, extrae de tu deseo, aquel impulso que te hace crear como solo tu sabes, seduce al papel,
Laura alargó la mano y le pasó el dedo índice por el cuello lentamente.
-Acaricia la tiza como si fuera mi piel.
El cerró los ojos y tomó la tiza en lo que pareció un gruñido de impaciencia.
-Eres maldita, arpía, cruel e impaciente estás jugando con mis sentimientos.
-Así es, pero tú dibuja y calla
Le besó el lóbulo de la oreja y luego lo mordió suavemente, la fiebre fue repentina, al chico le fallaron las piernas, se sentó sobe sus talones delante de ella con su cuaderno en una mano y en la otra una tiza azul que le manchaba los dedos, primero la atravesó con la mirada, calculando sus proporciones para encajarla en la lámina, por fin empezó a dibujar su manos se movían ligeras sobre el papel, solo se oía el chasquido característico de la tiza sobre la hoja y las rectificaciones con el dedo.
Sus ojos volaban de la página al modelo, su cuerpo quedó plasmado a fuego en su alma, los gestos se volvieron vehementes, su cara enrojeció y el corazón empezó a martillearle el pecho, la excitación sexual se incrementaba exponencialmente mientras apretaba la tiza entre los dedos y la deslizaba sobre el papel a un ritmo, cargado de voluptosidad, mirándola, estudiándola, recreándola, deseándola.
-Quieta, mírame de frente, no respires tan fuerte.
-No puedo contenerme... ¡Me tienes a a mil!
Sensualidad latente, meras intuiciones, la mente le recordaba esa piel cálida y tersa, bajo el fino pañuelo de seda que apenas podía disimular sus formas, parecía ahora una Venus ejerciendo el poder imparable de su erotismo, notaba como la sangre fluía vertiginosamente por todo el cuerpo, ardía la mano que sostenía la tiza oprimiéndola con tanta fuerza que la partió en dos, arrojó al suelo los trozos de tiza y el dibujo, se irguió sobre las rodillas, abrazó a Laura por el talle, notó como se estremecía, sus labios acariciaron la piel del escote resiguiendo la curva de sus cálidas y turgentes tetas por el borde de la seda......
Se miró los muslos unos trazos azules formaban unas extrañas formas como la hiedra enroscada en dos árboles paralelos, recordó como se habían producido esas marcas que no quería eliminar bajo ningún concepto.
Le costó mucho que sus amigas le dejaran a solas en su habitación, unas invitaciones para una discoteca resolvió el tema, disponía de unas cuantas horas, el sol entraba vacilante por el ventanal de madera.
Tomó la mano manchada de tiza azul del chico de las gafas redondas, embriagado apretaba a Laura contra el sofá, no el quitó el vestido, levantó su falda y arrojó las bragas rosas de encaje a la alfombra turca, mientras la contemplaba y contemblaba al mismo tiempo.
El triangulo de fino vello que ocultaba un lugar secreto se antojó un objetivo que no podía dejar de mirar, intuía que lo esperaba solo a él. De rodillas asiéndola por las caderas paso la lengua por el interior del muslo hacia arriba muy despacio hasta que Laura suspiró entrecortadamente de indecoroso placer, sus dedos resiguieron la senda trazada por la lengua dejando en la piel una línea de tiza azul la marca de un delicado erotísmo.
Hasta el leve olor a azmicle y rosas de su carne recién lavada era un poderoso excitante
una gota de sudor se mezclo con la tiza y resbaló hasta el ombligo, dejando una huella azul
al verla Laura abrió los labios, tuvo un efecto demoledor, desnudos y sudorosos con marcas de tiza azul.
Sonó el timbre.
-Ya sabes que quiero que me dibujes en un lienzo 'solo' con mi anillo, no que me dibujes a mi misma sobre mi piel.
-Tendrás tu dibujo, tal como te veo, te lo prometo.
Entraron sus amigas y le costó disimular, pero tenía claro que no iba a ducharse en días, ya estaba deseando estar sola y mirar sus trazos azules sobre los muslos y sobre el vientre, que le recordaban las yemas de sus dedos a través de sus colinas y valles palpitantes....
Etiquetas: azul , La Fornarina , tiza
-¡Has de pintarme así, cómo ella!
Se giró sobresaltado, él estaba sentado abstraído tomando apuntes al carbón de 'La Fornarina' de Raffaello Sanzio.
Laura estaba con unas amigas en Roma y se había levantado relativamente temprano para pasarse por el 'Palazzo Barberini' y eludir la masa de turistas. Aunque no era uno de sus planes preferidos, nunca sabía cuando iba a poder disfrutarlo, porque sus amigas pasaban olímpicamente del arte, despierta aquella mañana fresca como el rocío, se encajó unos vaqueros, se deslizó en un jersey rojo de hilo y se dirigió al museo, disfrutando en Roma de una mañana soleada, llegó al 'Palazzo' y se encontró con un nutrido grupo de turistas de alegres colores, pero allí delante de un cuadro destacaba un chico moreno, con ropa ancha con unas gafas metálicas, pequeñas y redondas le llamó la atención, iba tomando apuntes con carboncillo en un cuaderno, miró por detrás de su espalda y se sorprendió de la rapidez y habilidad de sus bocetos, la exposición exhibía un conjunto de cuadros de vírgenes, destacaba esta obra de una mujer totalmente sensual, entre Venus renacentistas, ninfas y sátiros, divas barrocas y odaliscas.
Laura seguía hipnotizada a aquel chico disfrutando de su talento y concentración, cuando estaban delante de 'La Fornarina' se oyó a si m misma aterrorizada, invadiendo su intimidad y haciéndole esa extraña petición. Arrugó los ojos y absolutamente descentrado pudo contestar con una pregunta:
-¿De verdad quieres que yo te haga un boceto desnuda?
-Este cuadro me conmueve es el retrato de una muchacha joven, es un misteriosos desnudo, cubre y enseña sus pechos en el mismo movimiento, esa mirada temerosa y atrevida, parece que sabe el poder infinito de su seducción por 'Rafaello' y esa sonrisa tan suficiente. Hay una complicidad evidente con el autor que está detrás del caballete colocado delante de ella, una implicación emocional que va más allá de la simple relación artista-modelo, deseo sentirme como ella por un momento.
Siguieron juntos la exposición, mientras él seguía aparentemente distraído con sus apuntes y Laura miraba fascinada como con pocos trazos creaba vida a aquellas mujeres en las hojas de su cuaderno, cuando acabaron de ver la exposición decidieron ir a tomar algo por allí cerca. Entraron en una cafetería, panadería con un expositor con tartas y bollería recién hecha. A los lados y contra los ventanales que daban al 'Palazzo Barberini' había mesas rectangulares de mármol blanco y sillas de hierro forjado negro con unos cojines. Un arco daba paso a otro espacio en el que sólo había dos mesas pequeñas y las puertas de los cuartos de baño. Una de las mesas estaba desocupada y la otra se encontraba en un rincón, resguardada de la panorámica que se divisaba desde el arco que unía las dos salas. Ocuparon esta última y se sentaron uno frente al otro. Pidieron café con leche.
-Me sorprende mucho haber conocido un artista en este museo. Normalmente solo hay turistas ruidosos haciendo fotos.
Dijo Laura.
-Si te digo la verdad, a mí lo museos en general no me interesan nada, prefiero la realidad, a sido casualidad es el único museo que he visitado en mis vacaciones.
Añadió el chico de gafas redonditas con desdén.
-¿Entonces para qué viniste esta mañana?
-No lo sé muy bien, supongo que para que alguien me ofrezca poder dibujar un culo apetecible.
Contestó él sonriendo con una sonrisa descarada mientras ella se unía a su risa algo azorada.
-¿Sabes? Mientras sacaba bocetos, ha habido un momento en la exposición que me ha entrado un sofocó como menopaúsico perdido, la sala llena de desnudos ancestrales, Intentaba leer las reseñas de los cuadros y las veía turbias. Muchos de ellos pertenecieron a los políticos de aquella época y luego apareciste tu por detrás con tu jersey rojo y jeans ceñidos.
- ¿Te los imaginas excitándose con esas musas que posaban como vírgenes?
Preguntó ella divirtiendose con el cariz que estaba dando la conversación.
-No, de momento contigo tengo suficiente.
Laura se puso roja inmediatamente, se sintió desnuda delante de aquel chico que seguramente mentalmente ya había imaginado su cuerpo bajo la camiseta roja, sonrió coqueta y seductora cruzando los brazos encima de la mesa. El escote del jersey resbaló, dejándola con un hombro desnudo que él miró al instante.
-Y luego 'La Fornarina'. He descubierto un detalle fascinante ¿Conoces la historia?
-No, pero no me vayas a aburrir con un cuento mitológico de tres horas.
Contestó el chico de gafas redonditas arrugando la nariz.
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