jueves, mayo 25, 2006

Colectivo: Señales inconfundibles de miserabilismo en el Grupo Derrame de Santiago de Chile

El engañoso reflejo de prosperidad, que produce alucinaciones entre los pocos vecinos que habitan algunos barrios residenciales de Santiago, de la mano con la certeza u oscura sospecha de pertenecer a una burguesía parásita y dependiente, de tercer patio, en el contexto de las naciones, ha hecho posible que últimamente se rebrotase una especie de ínfula, un orgullo injustificable y prometeico. Dado su carácter periférico y tercermundista, bien se le podría considerar como una sub-clase de “nacionalismo entre las oligarquías provinciales”. Consiste en la idea de que sería posible y deseable concebir, para uso exclusivo doméstico, una especie de surrealismo “latinoamericano”, una modalidad que se distinguiese –de una vez por todas, y con fiereza– de cualquier otro ensayo emprendido con anterioridad (especialmente, se trata de una advertencia para la “vieja y corrompida” Europa). Está claro que en el caso presente, la adjetivación de surrealismo “latinoamericano” de ningún modo alude al hecho circunstancial de su ubicación en el mapa, sino que compromete el principio mismo de identidad, vale decir que se supone un “valor” en sí mismo y debe aclararse que, además de ello, posee un carácter excluyente:

“Latinoamérica plantea en la actualidad un Surrealismo del ceremonial, chamanístico, más cerca de la magia y la poesía que del ‘materialismo’. Podríamos decir, ha elegido un camino espiritual, poético, cósmico, como los antiguos mayas, aztecas, incas, kawesqar, selknam... Nosotros les hacemos la siguiente pregunta: ¿Creen que el Surrealismo Europeo es diferente al Surrealismo Latinoamericano, o viceversa?” (1)

Nos parece sorprendente esta apelación a las culturas originarias de América (se citan sólo las que hace tiempo desaparecieron), sin que se haga la más mínima mención respecto de las condiciones de vida miserables a las que en Chile –en este mismo momento– son sometidas poblaciones enteras, autóctonas, reales (no las de los polichinelas que llevan trajes de Armani, en “Danza con lobos”). Sin ir más lejos, podrían decir que el gobierno socialista de Lagos continúa aplicando las leyes antiterroristas de Pinochet contra el pueblo mapuche (2) mientras, al mismo tiempo, les abre las puertas de la Universidad a unos “nenes de papá”. ¡Pero, por lo que se ve, resulta mucho más “poético” cuando se adopta una entonación voluntariamente espacial y “cosmogónica” (que es claramente propia de los tiempos del mito), antes que dedicarse a planear sobre las marismas de la “sección policial”! Sin dejar de advertir la perfecta simetría que se presenta entre la filosofía “new age” y los delirios igualmente “cósmicos” de Pablo Neruda, es hora de revisar, en este breve espacio, lo que representa la concepción del Mito para la clase dirigente chilena.

No necesitamos sino analizar los contenidos de ciertos “lemas fundacionales”, inspirados por esta misma clase dirigente –tales como los de: POR LA RAZÓN O POR LA FUERZA, inscripto en el escudo de armas del país hermano, o aquél otro de los tiempos más aciagos de la dictadura, que reza: QUIEN NADA HACE NADA TEME–; ya que se trata, a lo largo de toda la historia de Chile, de unas periódicas “llamadas al orden” que emanan de unas cuantas familias de yoritomos (3), o sea de voces imperativas con un fuerte acatamiento universal, y éstas implican un proyecto que ciertamente es incompatible con la vida.

“…En Chile percibo una subordinación de las clases populares a la cultura de la clase dominante. En otras palabras hay un gran poder simbólico de la clase dominante sobre la clase dominada. Una mentalidad de fundo. Provengo de una familia chilena, por eso lo sé muy bien” (Christian Ferrer, en revista Cafealaturca, nº 6, Montevideo, Uruguay, 1999).

Desde luego que no se trata de ignorar las luchas democráticas emprendidas en el pasado, o durante el régimen dictatorial, ni estamos afirmando que en el actual período de gobiernos de Concertación –a todas luces garantistas, “humanizadores” y muy eficientes en la administración del modelo recibido, que desde ahora ya es el suyo–, sectores radicales, progresistas y antineoliberales brillen por su ausencia. Pero sí podemos constatar que todo ello se inscribe en el contexto de una fuerte tradición autoritaria –e inclusive, autoritaria con una intensa vocación imperial.

Pero –volviendo al pantanal que antes habíamos dejado–, lo que puede resultar un tanto extraño (y eso, a través de un primer vistazo superficial, lo confesamos), es que tal mikado andino haya sido capaz de mostrarse tan generoso, comprensivo y cooperante, a la hora de tener que ofrecer toda suerte de facilidades y apoyo institucional. ¿Se trataba de crear una nueva promoción de clase ejecutiva o de administración de empresas? No: para que una camarilla de jóvenes estudiantes pudiese realizar su sueño de fundar un grupo surrealista.

¡Sin duda este es un mundo de oportunidades! Fue así como, con la seguridad de un zombie (y un precoz sentido de la ocasión, que hace al ladrón, del que tendrán que hacerse cargo tarde o temprano, y más temprano que tarde), fue lanzado a la escena el colectivo chileno Derrame.
Hubieran firmado un pacto con Mefistófeles y no les hubiese ido mejor, ya que inmediatamente lo tuvieron todo: una revista de lujo, ágapes y presentaciones en salones alfombrados, viajes a las grandes metrópolis del orbe –integrando comitivas artísticas “australes”–, tal como un noble y gracioso gesto de reconocimiento por parte de las autoridades de la comunidad académica-científica (agradecida, sin duda, por su inestimable contribución al espectáculo), el Museo y la Universidad. ¿No ha sido éste, en millones de ocasiones, el sueño de tantos adolescentes latinoamericanos, desde Barranquilla hasta Punta Arenas, sueño que se ahoga en el alcohol la mayoría de las veces, o que se estrella frente a la vidriera de un escaparate en el que se exhiben esplendorosas zapatillas deportivas?

Un día, a raíz de una tímida y torpe polémica antinerudiana –que venía de ensayar sin éxito–, el grupo Derrame se trenzó en un agria disputa con un muy oscuro periodista colombiano. Pero, su propio Padrino, el profesor Federico Schopf (¿cómo llamarlo de otra manera, cuando es el que siempre ha tomado la palabra cada vez que han sido presentados en sociedad?), nunca tuvo inconvenientes en ensalzarlo públicamente. Es más: ha dedicado toda su vida a la glorificación de Neruda. Mezcla de Padre Ubú protector de las artes y Doktor Caligari en pleno trance de histeria de conversión con teatralidad (pero, agitando nerviosamente en una mano la libreta del Partido), este académico, sin duda, como viva reliquia del stalinismo que es, representa un caso interesantísimo para el estudio de los mitos latinoamericanos. Asistió al bicentenario de Schiller y al bimilenario de Virgilio. Por supuesto, no se podía perder de agregar a su colección los cien años de Neruda, circunstancia que aprovechó a las mil maravillas para presentar sus largos ditirambos que versan sobre las siguientes materias: 1º) Por qué es mentira que Neruda vivía como un burgués en su propiedad de la Isla Negra (haciendo caso omiso de lo que para las inmobiliarias del lugar cuesta allí el metro cuadrado, y que todos sus vecinos eran obispos y coroneles): pues bien, nos dice Federico Schopf que es porque Neruda era un poeta y, por lo tanto, resultaba muy natural que quisiese tener una casita frente al mar; 2º) que el castillo que Neruda había comprado en las costas de Normandía no era tal, sino una vieja caballeriza convenientemente reacondicionada, en la que antiguamente habían vivido, no los ricos, sino los “servidores del señor feudal” (he aquí un claro ejemplo de solidaridad y conciencia de clase, que no habla sino de su gran amor por los oprimidos); 3º) que Neruda es comparable a Virgilio (no explica por qué); y 4º) que el silencio de sus últimos años, tras la débâcle del régimen soviético, se debe interpretar como que, contrariamente a lo que esperaba del “desarrollo objetivo de las leyes de la historia”, no había llegado a ver el ascenso del socialismo, sino la caída del “socialismo real” (4).

Pero el Prof. Schopf, debe darse por seguro que se moriría de hambre con la venta de sus libros sobre Neruda, de no ser por el recurso –al que apela generosamente– de presentarse como juez en cuanto concurso literario se digne a recibirle (algunos de ellos fraudulentos y, si ha de creerse en las denuncias, “arreglados previamente”) (5). Entre otras de sus innumerables proezas –mientras se aguarda con impaciencia la llegada del primer bimilenario de Corín Tellado–, otorgó en el Aula Magna de la Universidad de Talca una gratificación en 15.000 dólares, a la siempre “prestigiosa” y reverdecida Isabel Allende (6).

Todas estas evidencias –que bastarían para demostrar la catadura moral de los sujetos implicados– suenan como “agua de borrasca” para los integrantes de Derrame. Esta gente únicamente tiene ojos para apreciar los “títulos académicos”, la autoridad y el relumbrón de los personajes:

“Sepa que pertenezco al único grupo surrealista activo en Chile, con cinco revistas publicadas, la última de las cuales fue lanzada en enero pasado en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago y presentada por el Director de este centro, Francisco Brugnoli, quien es además Vicedecano de la facultad de Artes de la Universidad de Chile. Él, junto a Federico Schopf –crítico y poeta– alabó el intento de estos jóvenes por mantener este fuego poético y plástico…” (7).

¡Las “alabanzas” que prodiga Federico Schopf, ya las conocemos muy bien! Veamos ahora con qué alta consideración Francisco Brugnoli defiende el “fuego poético y plástico”:

“¿Cuál es el principal aporte que brinda este museo a nuestra cultura?

“Primero, este es un museo universitario. En la universidad lo principal es cómo se trabaja con el conocimiento, que es la tarea principal. El museo debe estar preguntándose constantemente sobre tendencias artísticas y lo que sucede con ellas. Cada exposición constituye una pregunta en sí y la manera cómo la procesamos, ya sea por medio de las conferencias, en foros y las actividades de contexto. Estamos creando una especie de sitio de pensamiento a propósito de las actividades que aquí se desarrollan.”

“¿Qué tipo de público los visita comúnmente?

“Son principalmente estudiantes universitarios, profesionales y empresarios jóvenes. Eso nos satisface, porque esta es la generación de opinión que va a ser la clase dirigente futura, lo que nos hace pensar que estamos trabajando bien, pensando en un posible futuro de país” (8)

Aquí es donde la “cojera del perro”, y los periódicos ensayos de “simulación de la locura” de Pinochet, dejan de ser percibidos como un capricho anecdótico, o simplemente aislado.

¡Pues claro que sí, se trata de un país fantástico!, donde el “socialismo” de Lagos resulta perfectamente simétrico al “surrealismo” de Derrame –y donde ambos pueden aspirar, con iguales derechos, a un mismo status de “autenticidad”. País del “falso espejo”, donde pueden ser logrados, finalmente, todos los travestismos posibles encaminados a desnaturalizar el propio sentido del lenguaje. ¡Qué extraño país sería –si fuese verdad– aquél en el que el surrealismo se ofreciera para ilustrar y divertir a una “futura clase dirigente”!
Los miembros del colectivo Derrame, pueden berrear todo lo que quieran con sus declaraciones altisonantes y falsamente exaltadas, pero desde ya su situación en Chile no es la de unos revoltés. Están allí, no para desafiar el orden establecido, sino para servirlo.

¿Pero es Derrame verdaderamente un grupo?

En su esfuerzo por demostrar cierta apariencia de cohesión, y en su incesante y desesperada búsqueda por obtener patentes de legitimidad (cuestión de vida o muerte, punto crucial donde se juega la posibilidad de perdurar, o donde todo se pierde), los socios de Derrame no han vacilado en perseguir toda clase de alianzas, adhesiones y “amistades”. Por su natural inclinación hacia lo “renombrado”, no les ha costado trabajo conseguir –y han debido revolver en viejas bauleras–, algunos rezagos de celebridades que se encontraban ya en franco estado de declinación, “fuera de stock” o en la particularidad de “liquidación por fin de temporada”. Nos ha resultado imposible llegar a averiguar si es que les han atrapado prometiéndoles acceder a una segunda juventud, o si es que sencillamente se encontraban disponibles en ese momento y no tenían otra cosa que hacer.

Distinto ha sido el caso de otros más jóvenes –pero trasegados igual que ellos por el mismo jarabe turbulento de la ambición–, que, distribuídos aquí y allá en distintas ciudades de América del Sur y Centroamérica, han adoptado la misma “marca de fábrica” e iguales ojos sampaku que sus pares santiaguinos.

Debemos decir que ante el menor cuestionamiento o aclaración sobre Derrame que llegamos a plantearles, en varias ocasiones ellos mismos se retractaron o declararon mantenerse en una postura independiente –siendo que hasta ese momento parecían conformar con ellos un bloque sumamente compacto y homogéneo. En otros casos, sólo obtuvimos respuestas que revelaban un estado de perplejidad y desconcierto propio de autistas, es decir de unos individuos para quienes resultaba fatigoso, y hasta penoso, el hecho mismo de tener que explicarse desde ciertas zonas grises de sus propios cerebros, y, sobre todo, ante la improbabilidad de encontrar allí una justificación o argumentación mínimamente presentable.

Y esto ocurre sin dudas por cuanto no les unen otras razones que la oportunidad para publicar, hacerse visibles, no importa la manera, ni dónde, ni ante quién (9), con tal de trascender o poder así, algún día, llegar a ser famosos… Pero nada en ellos revela una voluntad de grupo o, más generalmente, un deseo de integración de lo subjetivo en lo colectivo; o inversamente, una curiosidad por interpretar, en el ser colectivo, sus “movimientos de afectividad profunda” (10). Tampoco suponen que pueda venir una transformación desde lo social, porque lo esperan todo de las dádivas del Estado o de lo que les pueda ofrecer la actividad empresarial (11). Después de todo, son ellos los dueños del pan y la sal, los dueños de la riqueza, ¿no es verdad? Y es justamente esta misma riqueza la que organiza los lazos del interés y excluye los lazos basados en el afecto, en la verdadera amistad, en el altruísmo hacia los demás. Así pues, se trata de una suma de “individualidades” donde el único acento de afectividad se deposita ordinariamente en el amor propio, o, para decirlo más exactamente, en esta falta de amor propio y de respeto por uno mismo, de cuya expresión altiva resulta su hierática máscara.
El lector debe tomar nota del hecho que –bien que se trata de un asunto en el que la consideración del surrealismo se halla fuertemente implicada y comprometida–, en ningún momento hemos hablado de cuestiones estéticas. Esto se debe, en primer lugar, a que nos parecería irrisorio tratar de demostrar fuera lo que fuere en función de tales supuestos, si antes no llega a comprenderse que –el surrealismo– sólo comienza a existir allí donde existen principios éticos.

En ausencia de unas mínimas reglas de conducta (ya que no se puede pedir mucho más), sólo les queda a quienes hacen profesión de “artistas”, aferrarse con dedicación a sus herramientas. ¿Pero hace falta que aclaremos que muy poco nos importan esos productos surgidos de la habilidad artesanal, bajo la forma de copiosas producciones de “collage”, y que, igualmente, nos importan un pito todas las destrezas que puedan exhibir en las “galerías de arte”?

Frente al abismo de miseria moral e intelectual, –tan desmedidamente “derramado”–, ¡NI UNA FÁBRICA MÁS
para que ellos exploten sus banales mercancías!

GRUPO SURREALISTA DEL RÍO DE LA PLATA
Buenos Aires/Montevideo, enero de 2006.

Mariela ARZADUN, Celia GOURINSKI, Mónica MARCHESKY, Juan Carlos OTAÑO, Leandro RAMÍREZ, Ñancu RUPAY

Publicado en la colección «El Anti-miserabilista». Textos y manifiestos del Grupo Surrealista del Río de la Plata/1. Aloysius. Buenos Aires 2006
(1) Del grupo Derrame, como “respuesta” a inquietudes planteadas en el artículo “El falso espejo”, texto colectivo publicado en la revista “Salamandra” del Grupo Surrealista de Madrid (nº 11/12, 2001-2002).

(2) “Desde principios de 2002, siete mapuches y una activista pro mapuche han sido acusados y condenados conforme a una versión modificada de la ley antiterrorista implantada por el gobierno militar del general Augusto Pinochet. Todos ellos están cumpliendo condenas de hasta diez años de prisión por incendio o amenazas de incendio –delitos tipificados en la ley antiterrorista– cometidos contra propiedades de propietarios de fundos y empresas forestales. En la actualidad hay 16 personas, entre ellas cinco de los ya condenados, a la espera de finalización de otro juicio por asociación ilícita terrorista. Para cualquier líder de la presunta asociación, el delito acarrea una pena mínima de 15 años de cárcel. Esto significa que, si vuelven a ser condenados, algunos de los acusados podrían pasar hasta 25 años en prisión. Muchos otros activistas y sospechosos mapuches, además, han permanecido en detención preventiva por largos períodos, algunos por más de un año, antes de que se dejaran sin efecto los cargos” (informe de la Human Rights Watch).

(3) YORITOMO. Figura cuasi-legendaria que en el japón feudal del s.XII obtuvo, por primera vez y para sí, la dignidad imperial de shogún (generalísimo), haciéndola hereditaria y extensible a todos los miembros de su familia.

(4) Aquí hay una grosera inexactitud histórica. Pero, ¿a quién le puede importar?

(5) Puede leerse, a este respecto, Concurso literario del Consejo Nacional del Libro y la Lectura: Un fallo para sospechar, de Alejandro Lavquén, en
http://lavquen.tripod.cl/premioconsejolibro2003.htm

(6) ¿Será por este último acto de osadía, que el 21 de julio del 2004, Schopf recibe la “Medalla Neruda”, condecoración instituida por el Estado chileno, junto con otras “36 figuras del mundo de las letras, las artes y la música”?

(7) Así se expresa, con toda naturalidad, Emilio Padilla, uno de los adláteres del colectivo.

(8) Francisco Brugnoli: “La misión es crear escuelas de arte”, en
http://www.dirigible.cl/2001/02/11/pag04.htm

(9) Por ejemplo Aldo Alcota, fundador de Derrame, que no duda en llevar una Exposición Homenaje a Enrique Gómez-Correa al Instituto Paul Getty de California. O Enrique de Santiago, quien no ve contradicción alguna en el hecho de exponer en el Instituto Chileno Norteamericano de Cultura (entidad privada que cuenta habitualmente con el apoyo de la Universidad Católica, el Rotary Club y el Consulado de EE.UU.).

(10) Vratislav Effenberger, El deseo obrando en la historia.

(11) (Rodrigo Verdugo, de Derrame): “Cuando Santiago Centro renovó su administración, se hizo un cásting de los shows callejeros para evaluarlos y designar los permisos y lugares para actuar. La mejor nota significaba estar frente al Banco de Chile y nosotros lo conseguimos”.
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viernes, mayo 12, 2006

El marqués de Sade /// Zoloé y sus dos acólitas

[pepitas de calabaza ed.] · Logroño, mayo de 2006 ·
17x12 cm. · 256 pág. · 12 e. ·

Volumen compartido · http://www.pepitas.net/ · ISBN:
84-96044-65-3


El marqués de Sade · Guillaume Apollinaire
Traducción de Enrique Alda y Federico Corriente
Prólogo de Julio Monteverde

«El marqués de Sade es el espíritu más libre que haya existido hasta la fecha».

Con estas sencillas -pero contundentes- palabras define Guillaume Apollinaire al divino marqués en este sucinto estudio bio-bibliográfico que sirvió en 1909 de introducción a la edición, por parte de la Comedia Francesa, de algunas obras de Sade.
Sin la pretensión de ser meticuloso en exceso ni con la vida, ni con la obra del marqués -los estudios más rigurosos llegaron a posteriori- el texto que aquí presentamos goza de todo el encanto y todo el mérito de ser «la obra» que redimensionó a Sade y su inconmensurable «creación», desplazada entonces, por todo el abanico de los guardianes de la moral pública, al insondable ostracismo de la
locura, y más recientemente a la pringosa «suciedad» de la pornografía.
Wilhelm Albert Wladimir Alexandre Apollinaire de Kostrowitzki nació en Roma el 26 de agosto de 1880, y murió en París el 9 de noviembre de 1918. Fue, entre muchas otras cosas, uno de los poetas sobresalientes del siglo XX, un hábil constructor de relatos eróticos y uno de los impulsores del surrealismo.


Zoloé y sus dos acólitas o Unas semanas en la vida de tres bellas mujeres -
[Atribuido al] Marqués de Sade
Traducción de Javier Rodríguez
Prólogo de Juan Carlos Otaño


[...]-Ésta es, responde Zoloé mostrando un delgado volumen, ésta es la serpiente que me ha emponzoñado. ¡Maldito sea el vil delator que ha osado revelar a ojos de un vulgar profano los secretos misterios de nuestra alianza! [...]

-¿Será posible, Zoloé? ¡Cómo! ¡Esta creación efímera de un autor desharrapado es lo que ha alterado la tranquila circulación de tu sangre! La verdad, me darías pena si no me entraran ganas de reír. ¡Ja! No hagamos caso de las habladurías bobas de los virtuosos, los sarcasmos de los devotos, las sátiras de los envidiosos y las pequeñas traiciones de las mariposillas; volemos de un placer a otro, sin detenernos jamás. [...]

Se dan cita en este libelo, de corte libertino, los ambientes de las semanas previas a la unión entre
Napoleón y Josefina, se bosquejan los comportamientos privados de la Corte, sus entretenimientos e intrigas, y se perfila el escenario del marital reencuentro entre la Iglesia y el Estado moderno, en pleno auge de la agitación
popular anti-bonapartista.

Dado a la imprenta en 1800 de manera anónima, pero atribuido desde muy temprano al divino marqués, ésta es la primera vez que se traduce y publica en castellano.

lunes, mayo 08, 2006

elle ella él - Mariela Arzadun

ella
el amor con su ráfaga de vidrio esmerilado
sacude sus hombros sobre las algas de la muerte
respira las marcas en el agua con el hambre de siglos suspendido entre sus rasgos
se ha quedado adherida a las cortezas de los hombres silenciosos
ariscos a su verborragia que no abre los adjetivos
se suelta el pelo desarmando el vuelo de los pájaros en cada movimiento de arco
mientras los tigres desde su pozo de musgo de tierra de aire
llevan en sus ojos la vertiente por donde se ondula
la diversidad del mundo
una flor mordida misteriosa que pertenece a las sombras de la luna
aparece entre sus manos

el hombre de los oidos intensos arrancados del fuego y de la sal resplandeciente
sonríe amanecido entre los cafetales del camino
el extravío de un águila es su memoria peregrina
se afirma en el círculo dibujado en los pétalos de los pechos femeninos
él pregunta por su nombre
ella le pregunta por su risa

de sus labios crujen estampas de países extranjeros
en la elipsis de la vida los sueños sólo contestan
de allí arrojan sus dientes los callados
la ceremonia de dormir erosionado en las tormentas

hundidos en la oscuridad temen estirarse
el sabor de la lluvia en sus metáforas de arena corre por sus cuerpos
tienen las piernas en el lago
y ya es hora de despertarse

quién dejará de rasgar los ojos sobre las líneas del amanecer
quién retornará de la porción de hojas sepultadas en el relato de las rapaces
ceremonia armoniosa de los elefantes enlazados en sus mantos
trampas
ella sabe diluir su cabellera en las montañas
junto a los tesoros de su desaparición que resalta en sus raíces de música alquitranada
y justificar la vez que caer es estar junto a la rabia de los antepasados
el trance de una imagen en la que salpica el óxido la miel del agua

viernes, mayo 05, 2006

Palpitante inactualidad de la mujer avispa - Juan Carlos Otaño

Una moda intelectual reciente se ha obstinado en arrojar, sobre el llamado «género de terror», la incriminación tan injusta como infecunda según la cual éste sería la expresión y el vehículo de «inquietudes ideológicamente reaccionarias».

Es así que recientemente se han podido leer artículos en los medios orientados en esta linea de interpretación y hasta un conocido pisaverde del ambiente de los cine-clubes llegó a declarar que los films reaccionarios lo «divierten».

Hasta qué punto se demuestra que no existe nada más decrépito que la «última moda», que los hitchcocko-hawksianos-neo jansenistas no han advertido la escasa originalidad de su «descubrimiento»: Ya en el siglo XVIII se esperó encontrar, en el espectro que asolaba desde las páginas de la novela gótica, una especie de nostálgico retorno de los oscuros poderes del pasado feudal; luego, Kracauer, no titubeó en asimilar los monstruos del expresionismo cinematográfico con los del partido nacional-socialista; hasta llegar al film americano de terror y de ciencia-ficción de los años '50: las criaturas maliciosas y horripilantes –lejanamente homínidos– llegadas a la Tierra para destruirla, habrían de ser la transposición del peligro de los soviets, abatiéndose sobre el mundo de la «libre» empresa y sobre la familia de Occidente.

En el período actual se ha pasado, del reduccionismo sumario, a una solución todavía más práctica y funcional: El espíritu flou elige directamente no indagar en las razones de su sufrimiento, todo sentimiento o emoción intensos serían proscritos como potencialmente amenazantes.

Y al fin de cuentas, en nuestros días el fantasma de la Ópera encontraría un remedio para sus humillaciones en el lifting providencial o probaría con dejar de fumar; los aristocráticos vampiros, promiscuos y excesivos, buscarían las vías para una sexualidad «limpia» y «seca»; los crímenes de la Rue Morgue serían cubiertos por los canales de televisión y la horrible bestia que los perpetró, filmada «in fraganti» por un videasta amateur, sería finalmente sobreseída en nuestros tribunales por falta de méritos.

Tal «estado de las cosas», sólo puede producir en nuestro país mariconadas como aquel mimo-pierrot-vampiro aparecido en una reciente comedia musical «espectacular»; o, internacionalmente, las tonterías de Warhol o de Coppola, a propósito de unos mitos que los exceden en toda la linea –y frente a los que no pueden evitar comportarse como unos verdaderos «Peter sin sombra». Caricaturas y parodias y variados «ejercicios estilísticos» que harían ruborizar al más desparejo de los pompiers pueblan los cielos de Occidente con espesos nubarrones de tormenta, mientras el kicht despliega en abanico su inmensa cola de pavo real.

Nada nos dice la crónica de los tiempos actuales, sobre las razones que pudieron tener los movimientos culturales que realmente modificaron las razones de pensar y de sentir: el romanticismo, el expresionismo, el surrealismo; los cuales acordaron a la ficción de terror una importancia que holgadamente supera el terreno de las curiosidades formales o de una mera cláusula de estilo. Fue sin dudas el propio marqués de Sade, desde sus prisiones, el primero en advertir la partida de nacimiento del romanticismo, no sólo por las novelas filosóficas de Rousseau, a las que trataba sistemáticamente de «corregir»; sino porque, en el «roman terrifiant» contemporáneo, Sade percibió «el fruto indispensable de las conmociones revolucionarias de las que se resentía Europa entera». La novela gótica, fermento inicial del romanticismo –pero también el más oscuro romanticismo, el romanticismo más liberado de escorias y «decoraciones»–, habría llegado como un rayo atravesando desde las regiones del sueño y el sonambulismo terroríficos, para irrumpir a plena luz del día en los sótanos de La Bastilla.

En la génesis de este poderoso excitante intelectual intervienen, en concurrencia con las circunstancias de la Historia, los preciosos particularismos, los accidentes individuales.

Recuerdo de mi infancia a unos minúsculos moluscos fósiles, grabados con nitidez sobre lajas de piedra calcárea, en un jardín que recorría a la hora de la siesta. Se me dirá que eran solamente unos pequeños nautilus dibujados sobre la superficie de un sendero irregular. Pero, ¿cómo habían llegado hasta allí esas siluetas fantasmáticas que producían el asombro, la fascinación? Y observándolas, yo era libre de imaginar historias. De manera que toda forma viviente podía ser fijada en estatuaria: ¿Por qué el camino inverso no iba a ser recorrido de la misma forma? Por aquellos días, explorando un terreno baldío, descubrí con unos amiguitos, en el fondo de un pozo cubierto por la maleza, un busto de granito que representaba una mujer de rostro aplanado: sobre su frente lucía una pincelada, muy enigmática, de color rojo –que enseguida interpretamos como sanguinolenta. Huimos espantados. Durante la semana ese rostro, que había cobrado vida, dio pie a conjeturas muy tenebrosas: una madre, bajo la lluvia torrencial, habría arrojado su bebé en el pozo, etc.

Por supuesto, no es relevante entablar una correspondencia con aquello que nos produce miedo. El miedo por sí mismo no es el fin, no podría ser –en la ficción de terror– sino la corriente conductora que nos conecta, vertiginosamente, con lo maravilloso. Sólo lo maravilloso, percibido ahora con los mismos ojos de la realidad, embellece la existencia y devuelve a la vida real los colores reales de las cosas reales.

miércoles, mayo 03, 2006

La tesis - Mónica Marchesky

LA TESIS
Soy estudiante de Antropología y debía realizar una Tesis acerca de las haniwa tan emblemáticas y con un contenido existencialista y mortuorio. Siempre me atrajeron los temas oscuros, pero éste era un verdadero desafío. Recurrí a libros y bibliotecas que solo mencionaban vagamente a las tan huidizas esculturas de arcilla. Me encontraba en una situación desesperada y sin solución aparente. La Cultura Japonesa estaba tan lejos de este Montevideo que se presentaba gris y lluvioso, que mi desánimo iba en aumento.

Deambulé por las calles buscando unos ojos rasgados, una fisonomía que los delatara, me pregunté sin respuestas ¿Por qué acá en Uruguay no hay un barrio Japonés como en casi todas las partes del mundo?…

Recordé que en una de las calles principales de la Capital se encontraba una casa donde vendían productos japoneses y hacia allá dirigí mis pasos.

Al entrar, se respiraba un aire distinto, una música suave y acariciadora dominaba el ambiente, coronada por inciensos y toda clase de elementos decorativos, pensé que había llegado a una pequeña porción del territorio japonés y me alegré... pero mi desilusión fue mayúscula, cuando del otro lado del mostrador me atiende una chica caucásica, sin un atisbo de sangre japonesa en sus venas. Mi cara fue lo suficientemente delatora como para que la muchacha se diera cuenta de mi preocupación. Me comentó que el verdadero dueño del negocio casi no salía de su residencia.

Al preguntarle por si tenía algún material que pudiera estudiar de las haniwa no supo que contestarme, pero desde el interior de la tienda se oyó que la llamaban y se disculpó por un momento. Pensé que detrás de esa gruesa cortina se hallaba mi respuesta y esperé. Volvió sonriente con unos objetos en sus manos. Doboko me decía mientras me mostraba unas armas de cobre. Dotaku repetía al hacer sonar unas hermosas campanas de bronce, finalmente puso en mis manos dos figuritas de arcilla diciéndome Dogu, tratando de convencerme que era eso lo que buscaba, pero yo estaba segura de que dogu no era haniwa y se lo comuniqué. Un movimiento brusco se sintió detrás de la cortina y supe que tenía que retirarme. Al salir nuevamente a la calle ya no llovía, pero una humedad pegajosa dominaba todo el ambiente. Quedé parada en la acera sin saber que hacer, de pronto una voz en mi cuello me dice haniwa, haniwa. Reconozco que soy muy impresionable, y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

Miré instintivamente y vi a un anciano japonés que se ocultaba detrás de una gabardina y un sombrero, supe que era el que estaba en la tienda, sus ojos me interrogaron, hurgaron en mi interior, buscando el límite que me hiciera ceder en el motivo de mi investigación, pero me mantuve firme, debía encontrar una historia que avalara mi tesis. Sus manos aferraron mi brazo de modo intimidatorio y al no lograr su objetivo me dijo que lo siguiera a distancia. Tomó un ómnibus con destino a los suburbios de la ciudad, yo me senté detrás de él, sin hablarle. Recorrimos una media hora hasta llegar a un barrio donde había pocas construcciones, unas, alejadas de otras, con amplios jardines y grandes fondos, casas señoriales donde en tiempos pasados, las damas y caballeros de la sociedad montevideana tenían sus haciendas de descanso solariego.

Lo seguí hasta el interior de la mansión. Comenzó a descorrer las cortinas en un gesto mecánico; afuera el día seguía gris. Se manejaba en su casa como un actor de kabuki, sus movimientos eran exactos, perfectos, elásticos. Me ofreció sake, bebimos sin hablar. Noté como el color se le subía a las mejillas, de pronto, desapareció. Lo esperé impaciente, recorriendo la gran sala, donde pude ver cuadros que representaban wamono, seguidos de bellísimas imágenes de mujeres con sus kimonos y obi de todos los colores. Al rato volvió con la vestimenta kabuki, y pensé que no me había equivocado, un traje suntuoso, extravagante, una enorme peluca y un maquillaje que según me hizo entender se llamaba benkei saru-guma, con tonos azules y marrones. Me contó que en sus tiempos de juventud, representaba a un hombre que se encargaba de guiar a las almas en su última morada, una obra oscura y legendaria plagada de misterios. Me pareció gracioso y mientras seguía con su orgulloso desfile de trajes, objetos antiguos, armas y todo tipo de elementos extraños a mis ojos, decidí que era el momento de retomar el tema por el que me encontraba en su casa. Al decirle haniwa, su cara pintada y graciosa, se transformó en una mueca, se detuvo el tiempo como en una imagen mie, quedé también estática, sin saber que hacer, apenas respiraba. Algo en mi interior me decía que estaba en el lugar equivocado a la hora señalada, pero era la pista más certera para mi tesis y no podía dejarla escapar. Se fue desatando la tensión y pude respirar, el viejo japonés que nunca supe como se llamaba volvió a servir sake, lo bebí todo de una vez tratando de calmar mi nerviosismo.

Lo último que recuerdo antes de perder el conocimiento es que el anciano se acercó y me dijo: “No hay haniwa sin cuerpo”.

Un frío me recorría el alma, no atinaba a darme cuenta qué era lo que estaba pasando, abrí los ojos lentamente y pude ver sobre mí una tela azul que me envolvía, la humedad de la tierra me había despertado del sueño, provocado por algún somnífero colocado en el vino. Sentí la respiración jadeante del anciano que revolvía la tierra y comencé a tratar de soltarme de la mortaja, sacudiendo mi cuerpo, aguantando un grito que quería escapar de mi garganta. Cuando al fin pude liberarme, asomé la cabeza y vi al anciano que cavaba una tumba. Había comenzado a llover nuevamente y hacía su trabajo menos pesado. Al costado del hueco pude observar una figura de arcilla con mis rasgos que terminó de convencerme del desequilibrio emocional del actor. Corrí descalza hacia la calle, con la improvisada mortaja aún sobre mis hombros, como un ajusticiado que escapa de su verdugo.

Así en ese estado me recogió una patrulla de policía. Descalza, sucia, mojada y con un pedazo de tela cubriendo mi cuerpo. Tuve que hacer muchas concesiones para comprobar que era quién decía ser. Les dije que era estudiante de antropología y realizando una excavación en un terraplén, éste, por acción de la lluvia, se vino sobre mí, casi enterrándome. Me creyeron y finalmente me llevaron a casa, aconsejándome una ducha y un buen descanso.

La frase que defendió mi tesis acerca de las esculturas de arcilla que se levantaban en el exterior de las tumbas fue:

”No hay haniwa sin cuerpo”


GLOSARIO

haniwa : escultura de arcilla que se levantaban en el exterior de las tumbas.

Doboko: armas de cobre

Dotaku: campanas de bronce

Dogu: figuritas de arcilla

Kabuki: forma popular del teatro japonés.

Sake: bebida alcohólica japonesa.

Wamono: tragedias familiares

Kimono: vestido tradicional.

Obi: franja ancha que ajusta el kimono.

Benkei saru-guma: hombre fuerte aunque gracioso.

Mie: el momento de mayor intensidad emocional que expresa a través de una imagen congelada.