“Latinoamérica plantea en la actualidad un Surrealismo del ceremonial, chamanístico, más cerca de la magia y la poesía que del ‘materialismo’. Podríamos decir, ha elegido un camino espiritual, poético, cósmico, como los antiguos mayas, aztecas, incas, kawesqar, selknam... Nosotros les hacemos la siguiente pregunta: ¿Creen que el Surrealismo Europeo es diferente al Surrealismo Latinoamericano, o viceversa?” (1)
Nos parece sorprendente esta apelación a las culturas originarias de América (se citan sólo las que hace tiempo desaparecieron), sin que se haga la más mínima mención respecto de las condiciones de vida miserables a las que en Chile –en este mismo momento– son sometidas poblaciones enteras, autóctonas, reales (no las de los polichinelas que llevan trajes de Armani, en “Danza con lobos”). Sin ir más lejos, podrían decir que el gobierno socialista de Lagos continúa aplicando las leyes antiterroristas de Pinochet contra el pueblo mapuche (2) mientras, al mismo tiempo, les abre las puertas de la Universidad a unos “nenes de papá”. ¡Pero, por lo que se ve, resulta mucho más “poético” cuando se adopta una entonación voluntariamente espacial y “cosmogónica” (que es claramente propia de los tiempos del mito), antes que dedicarse a planear sobre las marismas de la “sección policial”! Sin dejar de advertir la perfecta simetría que se presenta entre la filosofía “new age” y los delirios igualmente “cósmicos” de Pablo Neruda, es hora de revisar, en este breve espacio, lo que representa la concepción del Mito para la clase dirigente chilena.
No necesitamos sino analizar los contenidos de ciertos “lemas fundacionales”, inspirados por esta misma clase dirigente –tales como los de: POR LA RAZÓN O POR LA FUERZA, inscripto en el escudo de armas del país hermano, o aquél otro de los tiempos más aciagos de la dictadura, que reza: QUIEN NADA HACE NADA TEME–; ya que se trata, a lo largo de toda la historia de Chile, de unas periódicas “llamadas al orden” que emanan de unas cuantas familias de yoritomos (3), o sea de voces imperativas con un fuerte acatamiento universal, y éstas implican un proyecto que ciertamente es incompatible con la vida.
“…En Chile percibo una subordinación de las clases populares a la cultura de la clase dominante. En otras palabras hay un gran poder simbólico de la clase dominante sobre la clase dominada. Una mentalidad de fundo. Provengo de una familia chilena, por eso lo sé muy bien” (Christian Ferrer, en revista Cafealaturca, nº 6, Montevideo, Uruguay, 1999).
Desde luego que no se trata de ignorar las luchas democráticas emprendidas en el pasado, o durante el régimen dictatorial, ni estamos afirmando que en el actual período de gobiernos de Concertación –a todas luces garantistas, “humanizadores” y muy eficientes en la administración del modelo recibido, que desde ahora ya es el suyo–, sectores radicales, progresistas y antineoliberales brillen por su ausencia. Pero sí podemos constatar que todo ello se inscribe en el contexto de una fuerte tradición autoritaria –e inclusive, autoritaria con una intensa vocación imperial.
Pero –volviendo al pantanal que antes habíamos dejado–, lo que puede resultar un tanto extraño (y eso, a través de un primer vistazo superficial, lo confesamos), es que tal mikado andino haya sido capaz de mostrarse tan generoso, comprensivo y cooperante, a la hora de tener que ofrecer toda suerte de facilidades y apoyo institucional. ¿Se trataba de crear una nueva promoción de clase ejecutiva o de administración de empresas? No: para que una camarilla de jóvenes estudiantes pudiese realizar su sueño de fundar un grupo surrealista.
¡Sin duda este es un mundo de oportunidades! Fue así como, con la seguridad de un zombie (y un precoz sentido de la ocasión, que hace al ladrón, del que tendrán que hacerse cargo tarde o temprano, y más temprano que tarde), fue lanzado a la escena el colectivo chileno Derrame.
Hubieran firmado un pacto con Mefistófeles y no les hubiese ido mejor, ya que inmediatamente lo tuvieron todo: una revista de lujo, ágapes y presentaciones en salones alfombrados, viajes a las grandes metrópolis del orbe –integrando comitivas artísticas “australes”–, tal como un noble y gracioso gesto de reconocimiento por parte de las autoridades de la comunidad académica-científica (agradecida, sin duda, por su inestimable contribución al espectáculo), el Museo y la Universidad. ¿No ha sido éste, en millones de ocasiones, el sueño de tantos adolescentes latinoamericanos, desde Barranquilla hasta Punta Arenas, sueño que se ahoga en el alcohol la mayoría de las veces, o que se estrella frente a la vidriera de un escaparate en el que se exhiben esplendorosas zapatillas deportivas?
Un día, a raíz de una tímida y torpe polémica antinerudiana –que venía de ensayar sin éxito–, el grupo Derrame se trenzó en un agria disputa con un muy oscuro periodista colombiano. Pero, su propio Padrino, el profesor Federico Schopf (¿cómo llamarlo de otra manera, cuando es el que siempre ha tomado la palabra cada vez que han sido presentados en sociedad?), nunca tuvo inconvenientes en ensalzarlo públicamente. Es más: ha dedicado toda su vida a la glorificación de Neruda. Mezcla de Padre Ubú protector de las artes y Doktor Caligari en pleno trance de histeria de conversión con teatralidad (pero, agitando nerviosamente en una mano la libreta del Partido), este académico, sin duda, como viva reliquia del stalinismo que es, representa un caso interesantísimo para el estudio de los mitos latinoamericanos. Asistió al bicentenario de Schiller y al bimilenario de Virgilio. Por supuesto, no se podía perder de agregar a su colección los cien años de Neruda, circunstancia que aprovechó a las mil maravillas para presentar sus largos ditirambos que versan sobre las siguientes materias: 1º) Por qué es mentira que Neruda vivía como un burgués en su propiedad de la Isla Negra (haciendo caso omiso de lo que para las inmobiliarias del lugar cuesta allí el metro cuadrado, y que todos sus vecinos eran obispos y coroneles): pues bien, nos dice Federico Schopf que es porque Neruda era un poeta y, por lo tanto, resultaba muy natural que quisiese tener una casita frente al mar; 2º) que el castillo que Neruda había comprado en las costas de Normandía no era tal, sino una vieja caballeriza convenientemente reacondicionada, en la que antiguamente habían vivido, no los ricos, sino los “servidores del señor feudal” (he aquí un claro ejemplo de solidaridad y conciencia de clase, que no habla sino de su gran amor por los oprimidos); 3º) que Neruda es comparable a Virgilio (no explica por qué); y 4º) que el silencio de sus últimos años, tras la débâcle del régimen soviético, se debe interpretar como que, contrariamente a lo que esperaba del “desarrollo objetivo de las leyes de la historia”, no había llegado a ver el ascenso del socialismo, sino la caída del “socialismo real” (4).
Pero el Prof. Schopf, debe darse por seguro que se moriría de hambre con la venta de sus libros sobre Neruda, de no ser por el recurso –al que apela generosamente– de presentarse como juez en cuanto concurso literario se digne a recibirle (algunos de ellos fraudulentos y, si ha de creerse en las denuncias, “arreglados previamente”) (5). Entre otras de sus innumerables proezas –mientras se aguarda con impaciencia la llegada del primer bimilenario de Corín Tellado–, otorgó en el Aula Magna de la Universidad de Talca una gratificación en 15.000 dólares, a la siempre “prestigiosa” y reverdecida Isabel Allende (6).
Todas estas evidencias –que bastarían para demostrar la catadura moral de los sujetos implicados– suenan como “agua de borrasca” para los integrantes de Derrame. Esta gente únicamente tiene ojos para apreciar los “títulos académicos”, la autoridad y el relumbrón de los personajes:
“Sepa que pertenezco al único grupo surrealista activo en Chile, con cinco revistas publicadas, la última de las cuales fue lanzada en enero pasado en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago y presentada por el Director de este centro, Francisco Brugnoli, quien es además Vicedecano de la facultad de Artes de la Universidad de Chile. Él, junto a Federico Schopf –crítico y poeta– alabó el intento de estos jóvenes por mantener este fuego poético y plástico…” (7).
¡Las “alabanzas” que prodiga Federico Schopf, ya las conocemos muy bien! Veamos ahora con qué alta consideración Francisco Brugnoli defiende el “fuego poético y plástico”:
“¿Cuál es el principal aporte que brinda este museo a nuestra cultura?
“Primero, este es un museo universitario. En la universidad lo principal es cómo se trabaja con el conocimiento, que es la tarea principal. El museo debe estar preguntándose constantemente sobre tendencias artísticas y lo que sucede con ellas. Cada exposición constituye una pregunta en sí y la manera cómo la procesamos, ya sea por medio de las conferencias, en foros y las actividades de contexto. Estamos creando una especie de sitio de pensamiento a propósito de las actividades que aquí se desarrollan.”
“¿Qué tipo de público los visita comúnmente?
“Son principalmente estudiantes universitarios, profesionales y empresarios jóvenes. Eso nos satisface, porque esta es la generación de opinión que va a ser la clase dirigente futura, lo que nos hace pensar que estamos trabajando bien, pensando en un posible futuro de país” (8)
Aquí es donde la “cojera del perro”, y los periódicos ensayos de “simulación de la locura” de Pinochet, dejan de ser percibidos como un capricho anecdótico, o simplemente aislado.
¡Pues claro que sí, se trata de un país fantástico!, donde el “socialismo” de Lagos resulta perfectamente simétrico al “surrealismo” de Derrame –y donde ambos pueden aspirar, con iguales derechos, a un mismo status de “autenticidad”. País del “falso espejo”, donde pueden ser logrados, finalmente, todos los travestismos posibles encaminados a desnaturalizar el propio sentido del lenguaje. ¡Qué extraño país sería –si fuese verdad– aquél en el que el surrealismo se ofreciera para ilustrar y divertir a una “futura clase dirigente”!
Los miembros del colectivo Derrame, pueden berrear todo lo que quieran con sus declaraciones altisonantes y falsamente exaltadas, pero desde ya su situación en Chile no es la de unos revoltés. Están allí, no para desafiar el orden establecido, sino para servirlo.
¿Pero es Derrame verdaderamente un grupo?
En su esfuerzo por demostrar cierta apariencia de cohesión, y en su incesante y desesperada búsqueda por obtener patentes de legitimidad (cuestión de vida o muerte, punto crucial donde se juega la posibilidad de perdurar, o donde todo se pierde), los socios de Derrame no han vacilado en perseguir toda clase de alianzas, adhesiones y “amistades”. Por su natural inclinación hacia lo “renombrado”, no les ha costado trabajo conseguir –y han debido revolver en viejas bauleras–, algunos rezagos de celebridades que se encontraban ya en franco estado de declinación, “fuera de stock” o en la particularidad de “liquidación por fin de temporada”. Nos ha resultado imposible llegar a averiguar si es que les han atrapado prometiéndoles acceder a una segunda juventud, o si es que sencillamente se encontraban disponibles en ese momento y no tenían otra cosa que hacer.
Distinto ha sido el caso de otros más jóvenes –pero trasegados igual que ellos por el mismo jarabe turbulento de la ambición–, que, distribuídos aquí y allá en distintas ciudades de América del Sur y Centroamérica, han adoptado la misma “marca de fábrica” e iguales ojos sampaku que sus pares santiaguinos.
Debemos decir que ante el menor cuestionamiento o aclaración sobre Derrame que llegamos a plantearles, en varias ocasiones ellos mismos se retractaron o declararon mantenerse en una postura independiente –siendo que hasta ese momento parecían conformar con ellos un bloque sumamente compacto y homogéneo. En otros casos, sólo obtuvimos respuestas que revelaban un estado de perplejidad y desconcierto propio de autistas, es decir de unos individuos para quienes resultaba fatigoso, y hasta penoso, el hecho mismo de tener que explicarse desde ciertas zonas grises de sus propios cerebros, y, sobre todo, ante la improbabilidad de encontrar allí una justificación o argumentación mínimamente presentable.
Y esto ocurre sin dudas por cuanto no les unen otras razones que la oportunidad para publicar, hacerse visibles, no importa la manera, ni dónde, ni ante quién (9), con tal de trascender o poder así, algún día, llegar a ser famosos… Pero nada en ellos revela una voluntad de grupo o, más generalmente, un deseo de integración de lo subjetivo en lo colectivo; o inversamente, una curiosidad por interpretar, en el ser colectivo, sus “movimientos de afectividad profunda” (10). Tampoco suponen que pueda venir una transformación desde lo social, porque lo esperan todo de las dádivas del Estado o de lo que les pueda ofrecer la actividad empresarial (11). Después de todo, son ellos los dueños del pan y la sal, los dueños de la riqueza, ¿no es verdad? Y es justamente esta misma riqueza la que organiza los lazos del interés y excluye los lazos basados en el afecto, en la verdadera amistad, en el altruísmo hacia los demás. Así pues, se trata de una suma de “individualidades” donde el único acento de afectividad se deposita ordinariamente en el amor propio, o, para decirlo más exactamente, en esta falta de amor propio y de respeto por uno mismo, de cuya expresión altiva resulta su hierática máscara.
El lector debe tomar nota del hecho que –bien que se trata de un asunto en el que la consideración del surrealismo se halla fuertemente implicada y comprometida–, en ningún momento hemos hablado de cuestiones estéticas. Esto se debe, en primer lugar, a que nos parecería irrisorio tratar de demostrar fuera lo que fuere en función de tales supuestos, si antes no llega a comprenderse que –el surrealismo– sólo comienza a existir allí donde existen principios éticos.
En ausencia de unas mínimas reglas de conducta (ya que no se puede pedir mucho más), sólo les queda a quienes hacen profesión de “artistas”, aferrarse con dedicación a sus herramientas. ¿Pero hace falta que aclaremos que muy poco nos importan esos productos surgidos de la habilidad artesanal, bajo la forma de copiosas producciones de “collage”, y que, igualmente, nos importan un pito todas las destrezas que puedan exhibir en las “galerías de arte”?
Frente al abismo de miseria moral e intelectual, –tan desmedidamente “derramado”–, ¡NI UNA FÁBRICA MÁS para que ellos exploten sus banales mercancías!
GRUPO SURREALISTA DEL RÍO DE LA PLATA
Buenos Aires/Montevideo, enero de 2006.
Mariela ARZADUN, Celia GOURINSKI, Mónica MARCHESKY, Juan Carlos OTAÑO, Leandro RAMÍREZ, Ñancu RUPAY
Publicado en la colección «El Anti-miserabilista». Textos y manifiestos del Grupo Surrealista del Río de la Plata/1. Aloysius. Buenos Aires 2006
(2) “Desde principios de 2002, siete mapuches y una activista pro mapuche han sido acusados y condenados conforme a una versión modificada de la ley antiterrorista implantada por el gobierno militar del general Augusto Pinochet. Todos ellos están cumpliendo condenas de hasta diez años de prisión por incendio o amenazas de incendio –delitos tipificados en la ley antiterrorista– cometidos contra propiedades de propietarios de fundos y empresas forestales. En la actualidad hay 16 personas, entre ellas cinco de los ya condenados, a la espera de finalización de otro juicio por asociación ilícita terrorista. Para cualquier líder de la presunta asociación, el delito acarrea una pena mínima de 15 años de cárcel. Esto significa que, si vuelven a ser condenados, algunos de los acusados podrían pasar hasta 25 años en prisión. Muchos otros activistas y sospechosos mapuches, además, han permanecido en detención preventiva por largos períodos, algunos por más de un año, antes de que se dejaran sin efecto los cargos” (informe de la Human Rights Watch).
(3) YORITOMO. Figura cuasi-legendaria que en el japón feudal del s.XII obtuvo, por primera vez y para sí, la dignidad imperial de shogún (generalísimo), haciéndola hereditaria y extensible a todos los miembros de su familia.
(4) Aquí hay una grosera inexactitud histórica. Pero, ¿a quién le puede importar?
(5) Puede leerse, a este respecto, Concurso literario del Consejo Nacional del Libro y la Lectura: Un fallo para sospechar, de Alejandro Lavquén, en
http://lavquen.tripod.cl/premioconsejolibro2003.htm
(6) ¿Será por este último acto de osadía, que el 21 de julio del 2004, Schopf recibe la “Medalla Neruda”, condecoración instituida por el Estado chileno, junto con otras “36 figuras del mundo de las letras, las artes y la música”?
(7) Así se expresa, con toda naturalidad, Emilio Padilla, uno de los adláteres del colectivo.
(8) Francisco Brugnoli: “La misión es crear escuelas de arte”, en
http://www.dirigible.cl/2001/02/11/pag04.htm
(9) Por ejemplo Aldo Alcota, fundador de Derrame, que no duda en llevar una Exposición Homenaje a Enrique Gómez-Correa al Instituto Paul Getty de California. O Enrique de Santiago, quien no ve contradicción alguna en el hecho de exponer en el Instituto Chileno Norteamericano de Cultura (entidad privada que cuenta habitualmente con el apoyo de la Universidad Católica, el Rotary Club y el Consulado de EE.UU.).
(10) Vratislav Effenberger, El deseo obrando en la historia.
(11) (Rodrigo Verdugo, de Derrame): “Cuando Santiago Centro renovó su administración, se hizo un cásting de los shows callejeros para evaluarlos y designar los permisos y lugares para actuar. La mejor nota significaba estar frente al Banco de Chile y nosotros lo conseguimos”.