Los cuatro artistas contaron cómo se gestó cada una de sus obras que llegaron nada menos que a Naciones Unidas.
Barrotes cerrados que impiden sanar el dolor, un juego en el que sube el que más dinero tiene y baja el que no tiene, la transformación de la fragilidad a la fortaleza para poder luchar y el grito de indignación por la desigualdad de la riqueza en el mundo.
Las obras de los cuatro artistas plásticos argentinos que fueron seleccionadas para exhibirse en la sede de la ONU en Ginebra, Suiza, tras la convocatoria internacional #ImagineEquality “El arte de la igualdad. Un viaje hacia la Justicia”, están fuera de toda comprensión formal, ya que en cada una de ellas hay historias: las de sus autores y la de la gestación de la obra misma que, con sus particularidades, pronuncian un pedido desgarrador de igualdad a través de una de las formas más antiguas de expresión: la pintura.
La mega muestra, en la que fueron seleccionadas 38 obras de artistas de distintos países, concluye este 20 de octubre en el Palacio de la ONU en Ginebra y fue parte de la celebración de los sesenta años de la Fundación del Instituto de Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD). Argentina, además, fue junto con Camerún uno de los dos países que tuvo cuatro representantes en la exhibición: Otto Gustavo Soria con su obra “Sube y Baja” –que además fue premiada– y Carlos Clementt con “Pobreza CEO” en la categoría Justicia Económica, respectivamente; Priscila Freire Yoder con “Hospital cerrado” en Justicia Social y Rubén Pérez Barrios con “El grito de la libélula” en Justicia de Género.
Los cuatro artistas argentinos que contaron el proceso de construcción de sus trabajos de manera pormenorizada y el compromiso social y emocional que hay detrás de cada una de sus producciones.
Otto Soria. Un juego en el que algunos pierden y otros ganan
Otto Soria hace cinco años que viene trabajando en “Libro de quejas”, una edición que consta de quince obras que, según contó, “todas responden a reclamos sociales y a la memoria colectiva. Sube y baja es parte de ese conjunto”.
Al hablar sobre cómo se gestó la pintura ganadora, una acuarela de 45 centímetros por 70 centímetros, el artista señaló: “La idea surgió por la desigualdad que hay en reparto de las riquezas y esa imagen se me ocurrió como para evidenciar cuán explotados están los pobres y que esa explotación sirve, de alguna forma, para que haya ricos”.
De hecho, Soria explicó que lo planteó como “un juego” y que en “Libro de quejas”, la acuarela está acompañada por un texto de su autoría que contiene una suerte de “instrucciones para ese juego en donde se indica que para ascender en ese sube y baja hay que usar dinero y, para descender, hay que perderlo”.
Soria trabaja en publicidad e intenta mantener al arte como un hobby para que, justamente, “la economía no invada el arte para poder crear libremente, sin tiempo de entregas”, y simplemente expresar lo que siente.
En 2022 expuso de forma individual en una galería de Puerto Madero en Buenos Aires en donde presentó todas las obras pertenecientes a la serie que integra el libro. También lo hizo en el marco de La Noche de los Museos en el aula de un colegio y el original de “Sube y baja” estuvo allí. Dibujante talentoso, comenzó con el lápiz y luego incursionó en la pintura con acuarela. “Me gusta porque tiene eso de incertidumbre, como la vida, uno piensa una cosa y después se va desbordando para otros lados y hay que ir tratando de reacomodarla. Es un poco el desafío tratar de domarla”.
Sobre la noticia de la selección, y luego la de la premiación dijo que lo alegró mucho. “Un poco el objetivo de mi trabajo –agregó– es señalar, marcar, llamar la atención sobre las cosas que considero están mal y que deberían ser de otra forma. Que Naciones Unidas tome a la obra para mostrarla es como que la amplifican, que le metieron un telescopio y la lanzaron al más allá”.
El compromiso social atraviesa todas las obras de los argentinos y a respecto Soria destacó: “Desde el arte se puede llamar la atención para que estos temas no queden tapados. Se me viene a la mente el Guernica de Picasso El arte es una manera linda de contar desgracias e injusticias y él, a través de algo muy bello, cuenta un verdadero desastre y es una forma de llegar a las personas”.
Rubén Pérez Barrios. Desde la fragilidad a la fortaleza
“El grito de la libélula” está inspirada en el 8 de mayo, el día en el que se recuerda a las víctimas de violencia institucional. En ese marco varios artistas habían sido convocados por el Ministerio de Cultura de la nación y la temática que eligió Barrios, desde la provincia de Santa Fe, fue con un hecho histórico que ocurrió en una de las comisarías más trascendentes de la ciudad capital de Santa Fe. “Un espacio que hoy se guarda para la memoria y en donde que se vejaba, se torturaba y se perseguía a grupos minoritarios, este caso al colectivo trans. A partir de una investigación, hablando con las chicas y escuchando distintos testimonios, es que surgió ‘El grito de la libélula’, una transformación de un estado de fragilidad a uno de fortaleza para la lucha”.
Pérez Barrios consideró que la obra “interpela sobre cuál es el papel de cada uno a la hora de defender los derechos”, en algunas ocasiones por la omisión, el silencio, o mirar para otro lado”.
El trabajo seleccionado del artista de profesión, de 54 años, nacido en Rosario y con más de tres lustros de vivir en la ciudad de Villa Gobernador Gálvez, es un mural de cinco metros de ancho por más de dos metros de alto. “En este momento está en la Fábrica Cultural el Molino, pero están desarmados. La idea es que a partir de la repercusión que hubo, tenga un lugar de descanso permanente en donde las personas puedan verlas en ese tamaño”.
Con casi 25 años de trabajo en el ámbito de las artes plásticas, galardonado y distinguido en varias ocasiones, Pérez Barrio dijo sobre la noticia de la sección de la UNRISD: “Siempre es un orgullo porque se trata del trabajo de uno y, especialmente, porque uno trata de comunicar cosas, uno elige el camino que va a andar a través del arte y muchas de mis obras tienen que ver con eso de lo social, o de la denuncia de distintas situaciones en el mundo y obviamente cuando hay una repercusión, cuando el mensaje que se quiere expresar llega a más personas es como un logro personal y hace que uno se sienta orgulloso de su trabajo”.
El artista rosarino trabaja pintando murales en distintos espacios abiertos en localidades del interior de la provincia de Santa Fe y el compromiso social está fuertemente vinculado a la esencia de sus obras.
“El muralismo tiene que ver con el dejar mensajes. Siempre digo que los artistas muralistas, por lo general, cuando tienen que llevar su obra a cielo abierto, donde los espectadores son desconocidos e innumerables, se tiene pintar pensando en el espectador. Creo que eso hace que baje el ego de uno y suba la intención de poder comunicar algo. Si bien pinto en mi atelier, tengo una pasión muy marcada con pintar a cielo abierto y poder comunicarme”.
Sobre el mural en sí, Pérez barrios consideró que “es un desafío”, y que hoy “el arte tiene mucho de frivolidad y compite con la decoración”, aunque quizás sean modas o etapas, agregó que, a la hora de “hacer obras que inspiren o hagan preguntar cosas, se le da más trascendencia a lo decorativo”, pero que “es parte del juego y no deja de ser un desafío, como están las cosas, la decisión de pintar a cielo abierto con un contenido que suele ser bastante duro”.
Actualmente, el rosarino contó que tiene varios proyectos, pero remarco que los artistas necesitan más respaldo porque, en definitiva, su trabajo es un oficio: “Pagamos impuestos y no es una cuestión de pintar porque se tiene un tiempo libre. Es el trabajo de uno y a veces a nos gustaría más apoyo en ese sentido. Nos pasa al intentar vender nuestras obras y demás.
Yo puedo vivir del arte, obviamente uno lleva una vida sencilla, pero bueno, tengo esa satisfacción y que además me convoquen permanentemente para pintar murales, me dan la temática y me dejan decidir y, en base a eso, hago una composición”.
Finalmente, Pérez Barrios contó que uno de sus murales, que se erige en la Estación Rosario Norte de Rosario, tiene que ver con la migración. Se trata de una obra que habla sobre lo doloroso del destierro, ya sea el tener que haberse ido por razones económicas o por muchas otras. “Hay un alambre de púas y una muñeca enganchada en ese alambre como diciendo: los niños también sufren ese desarraigo al cruzar una frontera”.
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El grito de la libélua, mural de Pérez Barrios. |
Priscila Freire Yoder. Hierros como obstáculos que impiden sanar.
“Hospital cerrado” es la obra seleccionada de Priscila Freire Yoder, nacida en Córdoba. Desde que terminó sus estudios secundarios su deseo era estudiar Arte, incluso cursó dos años el Profesorado, pero según contó, debió abandonarlo por razones económicas. “Estaba entre estudiar arte o Trabajo Social. El arte me parecía como pintar flores, retratos y cosas lindas para adornar, y me dije: ‘Quiero hacer algo que pueda transformar a la sociedad’, y a la semana se inscribió en la en la Licenciatura en Trabajo Social de la Universidad Nacional de Córdoba (UCA).
Después, se trasladó a Buenos Aires en 2006, creía que iba a ser temporal y regresaría a Córdoba, pero comenzó como Voluntaria en la Asociación Civil en la que lleva 17 años como integrante. Al tiempo se postuló para una beca de investigación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y la obtuvo, por lo cual se quedó para desarrollar la maestría en diseño de Políticas y Programas Sociales.
“La vida seguía en la intervención, trabajando desde esta asociación civil y después ingresé a trabajar en el ámbito de la Salud, primero en salas comunitarias y luego en hospitales”.
Sobre la construcción de la obra contó: “No quiero que quede como la obra puntualizar un hospital en un día, en una situación, pero la obra fue pintada a partir de un hospital en un día en una situación. Se cerró la puerta porque había paro. Nunca fui partidaria de los paros que afectan el pueblo contra el pueblo. Nuca había visto las rejas cerradas del Hospital, la gente siempre entraba y se le decía que había paro y la gente podía llegar a la guardia”
Freire Yoder evocó que siempre que había una medida de fuerza quedaban personas y profesionales en el centro de salud que le daban cierta contención a los pacientes: “Pero ese día se cerraron los portones y no había ni siquiera atención mínima en medio de la sensación del dolor, del sufrimiento, del padecimiento y del decir: ‘No puedo pasar, no puedo acceder a que alguien me calme el dolor’.
La artista plástica y trabajadora social asiste desde su lugar a pacientes que padecen tuberculosis. “La gente llega destruida. Pueden llegar con un dolor fuertísimo, pero para ellos es parte de la vida cotidiana. Hay mujeres que vienen a tener a su bebé y nunca se hicieron una ecografía”, señaló.
En “Hospital cerrado” la artista detalló que “hay tres personas agarrando barrotes que son obstáculos en el acceso a la salud y que a veces tienen que ver en qué momento de su enfermedad llegan a recibir la atención”.
“¿Qué nos está faltando para que la gente pueda acceder a su diagnóstico, está el acceder también al tratamiento, a la prevención, porque incluso hay enfermedades que no deberían darse? En este momento estamos tratando enfermedades que no deberían existir como la tuberculosis, que yo trabajo tanto y que sigue existiendo”.
“Creo que la gente no tiene que tener barreras para llegar a la salud y a mí me pasó el dolor por las vísceras y por eso mi cuadro es tan visceral. Le ves la mirada, lo ves por dentro, le ves los pulmones lastimados, hay una mujer embarazada y el bebé está con una expresión como diciendo ¿Qué va a ser de mí? Es lo que intenté mostrar.
Inspirada en el pintor ecuatoriano Oswaldo Aparicio Guayasamín, fallecido en 1999, Freire Yoder intenta reflejar el concepto humanista del artista que, en un período de su vida, dejó de pintar cuadros decorativos y con la venta de una de esas obras recorrió América Latina y, cuando volvió a Ecuador, dejó de pintar lo que pintaba para empezar a reflejar el dolor del pueblo y dijo: “Mi arte es un grito de dolor que quiere herir y lastimar”.
“Creo también que mi cuadro no es solamente para mostrar el dolor, sino que intento dar esperanza”, agregó.
La artista contó que en el reverso del cuadro hay una pintura abstracta. La obra está expuesta en el hospital donde trabaja y dijo que cuando la situación en el ámbito laboral es demasiado triste y desgarradora, “cuando ya el dolor es mucho”, lo dan vuelta y muestran la obra abstracta.
La noticia de la preselección y luego de la selección final llegó con mucha emoción. Había enviado dos obras. “Estaba a la expectativa y presentía que alguno iba a encontrar su lugar porque era algo que tal vez no mostraba una belleza estética, pero que es una arte que levanta la voz de los que no tienen voz y que tienen que ser vistos y escuchados.
“Para mí, mi obra es mi trayectoria de dolor. Uno se va del trabajo pensando en que puede allanar el camino, porque algunos tienen una alfombra roja para llegar a la salud y otros tienen miles de obstáculos y tiene que ver con los vacíos, porque hay diez turnos para 500 personas que están haciendo la cola. Soy muy sensible, lo voy absorbiendo y el pincel y la pintura me permiten expresarlo”.
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Hospital cerrado, Priscila Freire Yoder. |
Carlos Clementt. Entre el agobio, la asfixia y lo injusto.
“Pobreza CEO” es la obra del artista Carlos Clementt quien intentó plasmar el agobio y el grito ante la injusticia en el reparto del dinero en el mundo, señalando la teoría de derrame. “A esta obra la comencé en el año 2021, cuando salió el caso de los Panamá Papers, que provocó en mí una indignación muy grande. Cuando empecé a pintar no lo hice pensando en eso, sino que fue saliendo. La característica de mi pintura es que es abstracta, no es algo figurativo. Me expreso desde el sentimiento y las emociones”, contó a un medio rosarino.
Y amplió: “Empecé a trabajar y de forma inconsciente comencé a chorrear con colores metalizados y vino al consciente que lo podía asociar con la riqueza, con la teoría del derrame. El cuadro está basado en eso, es una pared llena de agujeros donde desborda la riqueza, por eso hablaba de pintura metalizada, como cobre, plata y bronce. Estaba haciendo unos dibujos y tenía un hombre desencajado, con la cara distorsionada y lo recorté, lo probé y lo puse y quedó”.
Clementt comenzó a pintar desde muy chico, pero a inicios de los años 80 un viaje a Brasil cambiaría el rumbo de su vida cuando comenzó a trabajar pintando tablas de surf. De regreso a Rosario continuó pintando sin exponer e integró el grupo “Pintores del Oeste”. Desde hace 16 años trabaja en centros de salud en prevención de adicciones y desarrolla talleres de arteterapia.
“Cuando me lo comunicaron fue algo espectacular, que realmente no me lo esperaba, no me imagina que una obra mía iba a ser expuesta en Suiza. Es un logro importante, de ser un pintor rosarino a ser un pintor internacional, es una puerta que se abre en mi carrera. Hace 30 años que pinto y nunca pasé de las muestras en Rosario, alguna muestra colectiva en Buenos Aires, pero de repente ser reconocido es muy importante.