Toda creación humana que pueda ser considerada como "arte" no es más (ni menos) que la construcción de un escenario. En este contexto, un escenario es un modelo más o menos parecido a la realidad con unas referencias que nos orientan para su interpretación. Ese escenario, como modelo, es una simplificación donde sólo cabe contemplar unas pocas variables; el famoso comienzo de “Cien años de soledad” nos sitúa en un escenario donde las principales claves se dan explícitamente en las primeras frases. Luego, algunas partes de ese escenario se detallan y evolucionan mientras que otras se quedan de fondo, dando atmósfera a la narrativa, sin entrar en pormenores innecesarios que puedan distraer de lo fundamental.
Contrastes, enfrentamiento cromático, proporciones... un escenario creado por Alfredo Oliva en https://eyeshotstreetphotography.com/alfredo-oliva/ |
La literatura fue históricamente la faceta del arte donde era más inmediato integrarse en el escenario ya que se describe con el lenguaje, una herramienta explícita y con la que es fácil llegar al lector. El cine superó ampliamente las posibilidades de la escritura al integrar la visión que en la literatura sólo podemos confiarlas a la capacidad de recreación del lector.
El segundo de los factores son las referencias que se dan al observador para que pueda integrarse en el escenario. Estas referencias han sido usadas en la definición de estilos: del realismo a la abstracción puede haber tanto un cambio en la selección de referencias como en las convenciones necesarias para entenderlas. El mal arte probablemente depende menos de la calidad técnica en el manejo de recursos (siempre deseable, a pesar de todo, para que no sea un lastre) que de la incapacidad para generar las referencias comprensibles: hay espectadores que no son capaces de meterse en según qué escenarios, pero también hay artistas que no saben diseñar las referencias que ayudan a la integración. Algunas de estas son constantes o invariantes culturales, muy comunes en mucha gente, incluso sin interés especial por el arte: la sensibilidad y la respuesta a algunas bases rítmicas son universales, lo mismo que algunas escalas cromáticas o ciertas proporciones de las formas. Otras son tan difíciles de aprehender que la obra artística resulta fallida en cuanto al objetivo de integración del observador. En mi caso particular, la música atonal o la pintura de Kazimir Malévich son buenos ejemplos.
A pesar de los milenios, algunas obras son comprendidas y apreciadas a través de la evolución cultural (imagen del Museo de Altamira y D. Rodríguez, licencia CC BY, Wikimedia Commons). |