No me considero un erudito ni tampoco una persona culta o ilustrada, vaya por delante que este escrito es algo hecho solo para consumo personal, como un simple ejercicio a modo de gimnasia, solo que en vez de ser físico es mental. Después de algún tiempo he descubierto que escribir mis pensamientos en una hoja de papel me ayuda a madurar y organizar mis ideas; por lo que el lector que se adentre en estas lineas solo espere descubrir mi opinión y punto de vista que son la suma de todas las experiencias adquiridas a lo largo de este camino llamando vida.
El pasado día 1 de diciembre inauguré mi exposición en la galería Espacio Lobo de Madrid, titulada Pantagruel. En todos los fotógrafos y artistas hay algo de exhibicionistas, necesitamos mostrar y exponer lo que hacemos. Siempre me he preguntado si esto es un problema con el ego del artista y de la necesidad de reconocimiento de lo bueno y maravillosos que somos los artistas en todo lo que hacemos o ¿hay algo más serio y profundo detrás de todo esto?
Debo de reconocer que antes me ruborizaba un poco con el sentimiento del “síndrome del impostor” cuando pensaba en mi como un artista, porque creo que ese título debe de venir de fuera y nunca desde nosotros mismos, no se trata de lo que veamos en nosotros, si no de lo que los demás sean capaces de ver. Por otro lado esta también el síndrome de Dunning-Kruger con el que también hay que tener cuidado para mantener los pies en el suelo y que la realidad no te estalle delante de tus propias narices.
Después de leer y escuchar a distintos autores, filósofos y artistas creo que voy teniendo una ida propia sobre esto del arte. En la película de “Prometeos”, la del alíen, hay una escena adonde se plantea una de esas cuestiones trascendentales para el ser humano, a lo que la protagonista de la película contesta “es lo que he decidido creer” y llegado este punto y estas lineas lo que sigue a continuación también es lo que he decido creer en estos momento. No sé si mañana seguiré opinando lo mismo porque como no soy un rio tengo derecho a revolverme.
La verdad es que dependiendo desde donde uno mire no sabe muy bien donde quedarse con respecto a esto del arte. Por un lado tenemos a la filósofa española Paloma Hernandez, ella se cuestionaba si la obra “Comedían” de Maurizio Cattelan es o no una obra de arte por la ausencia de ninguna técnica artística en su elaboración; por otro lado el filósofo alemán Markus Gabriel en su libro “el poder del arte” nos da a entender que todo es arte, llegando a considerar al propio Donald Trump como un artista.
La idea de arte ha ido cambiando a lo largo de la historia, la idea y su función, y lógicamente sería absurdo comparar los bisontes de la sala de los policromaos en Altamira con la “mierda de artista” de Piero Manzoni porque los separan 30.000 años de distancia y seria una comparación estéril; como tampoco tendría mucho sentido comparar Las Meninas de Velazquez con el mencionado “plátano”, sus situaciones particulares temporales los hacen estar en lugares dispares socialmente hablando.
Si una obra de arte necesita de una determinada técnica o pericia del artista para objetivarse como tal, como nos indica Paloma Hernandez me genera ciertas dudas porque en mi opinión diluye la linea que separa al artesano del artista, entiendo que debe de haber algo más; pero también considerar que todo es arte o artista tampoco creo que sea la respuesta más precisa en esta cuestión.
De momento sigo buscando MI respuesta para definir al “arte” y seguiré leyendo a los filósofos del arte para continuar madurando mi opinión. De momento lo que la experiencia me ha enseñado es que para que exista el “arte” debe existir el espectador o publico como parte inseparable de la obra. ¿Qué sería de la 9ª Sinfonía de Beethoven sin un público para escucharla? O ¿Sería lo que es la Gioconda si nadie que la viese? Lo que voy teniendo meridianamente claro hasta el momento es que la obra de arte necesita de un público para poder SER y es es ese publico quien objetividad la obra.
Giordano 3/12/2023