Pero además de contar en su seno con una gran cantidad de personas con inquietudes creativas, la Universidad de La Laguna, como institución, siempre ha asumido sin duda su papel como agente social relevante para la región en diferentes ámbitos, incluido el de las disciplinas artísticas. Por ello, además de fomentar la creatividad de quienes conforman su comunidad, el centro académico también impulsa, dentro de su política de extensión universitaria, unos premios que, prácticamente, abarcan todas las disciplinas literarias, artísticas, cinematográficas y musicales.
Algunos de estos galardones, como es el caso del de Fotografía Rafael Ramos García o el de Pintura Enrique Lite, llevan convocándose desde hace veinticinco años, y progresivamente se la han ido sumando disciplinas como el teatro de autor, la poesía, el relato breve, los guiones de cortometraje, la música hasta llegar hace dos años al más reciente, dedicado a la escultura y nombrado en honor a María Belén Morales. La gran mayoría son nacionales, pero algunos rebasan fronteras y reciben candidaturas de muchas partes del mundo, con especial arraigo en el continente americano.
La Universidad de La Laguna ha creído siempre en estos galardones, por lo que ni siquiera en los momentos más acuciantes de la crisis económica de 2008 llegaron a ser desconvocados. El propósito de la institución con estas convocatorias siempre ha sido ir más allá de la mera remuneración económica, pues ha entendido que el mayor beneficio que puede recibir una persona creativa es que su obra se difunda. Y por ello, el centro publica las obras literarias, muestra las artísticas en exposiciones con su correspondiente catálogo, y presenta ante el público las obras cinematográficas y musicales. En este artículo vamos a conocer un poco mejor a quienes están tras de las obras ganadoras de la convocatoria 2021 en cuatro modalidades: pintura, fotografía, escultura y música.
«Lua», de Emma Jane Bach.
La melancolía violeta
“Lua” es una joven de cabello rizado y mirada perdida que abraza a un pulpo de peluche. Hay cierta tristeza, o quizá hastío, en su expresión, y el hecho de que esté vestida en ropa interior parece indicar que se halla en un ambiente íntimo, presa por la melancolía. En el lienzo predominan los colores violetas y azules, y resulta notoria la evanescencia de las formas, pues mientras partes como el rostro o el brazo izquierdo están pintadas con precisión casi fotorrealista, otras están apenas esbozadas e, incluso, carecen de color. En la esquina superior izquierda aparece ominoso un trazo verdoso que, como si fuera un nubarrón, equilibra la escena a nivel compositivo pero la desequilibra conceptualmente, porque supone toda una intrusión abstracta dentro de una pieza marcadamente figurativa.
Con esta obra, la joven artista tinerfeña Emma Jane Bach, identidad artística de Emma María García Álvarez, ganó el primer puesto del XXIV Premio de Pintura Enrique Lite, fallado en julio de 2021, y en el cual también fueron seleccionadas las obras “¿Hoy quieres ser qué o quién?”, de Martina A. Valero como segundo premio, y “Khun maa-jàak tîi-nai”, de Lidia Martínez Pakkete, como tercero. Estas piezas, junto a una selección de trabajos presentados, formarán parte de la exposición que abre el 27 de enero en el Espacio de Arte la Capilla, en la cual también estarán las obras ganadoras del premio de escultura (sobre el cual hablaremos en breve).
Emma Jane Bach se graduó en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna en 2019, así que está prácticamente dando sus primeros pasos en el mundo del arte, una vocación que ha tenido desde que recuerda y que ha sido constante en su familia: su hermana mayor también estudió Bellas Artes y su hermano estuvo muy interesado en el comic.
Podría parecer que con esos antecedentes tendría fácil cursar estudios artísticos, pero lo cierto es que, en un primer momento, sus padres no querían que siguiera por esa senda y, por ello, comenzó a cursar Ciencias en el instituto hasta que ella se negó a seguir yendo: su preferencia era estudiar el Bachillerato artístico en la British School de Puerto de la Cruz, a lo cual finalmente accederían sus progenitores. “Allí aprendí muchas bases que luego me sirvieron para la carrera, como la autonomía creativa, o sacar proyectos adelante. Ya en la universidad, al principio quería estudiar animación, porque me llamaba mucho la atención el mundo de los videojuegos. Pero en la universidad descubrí la pintura y la ilustración”.
Emma Jane Bach en su estudio
Foto: cedida por la artista.
Las raíces familiares de su vocación artística se plasman también en el pseudónimo que ha elegido para firmar su obra: Emma Jane es el apodo cariñoso que desde niña le dio quien considera su mentor, Dion Blake, un artista de Zimbaue establecido en Tenerife, amigo de su familia. Y Bach era el apellido de su abuela: “Era música y pintaba, pero nunca pudo llegar a realizarse como artista, así que llevar su apellido es una motivación y un homenaje”.
Sobre “Lua”, la obra con la que ha ganado el premio, explica que es un buen ejemplo de su producción actual, en la que trata de expresar “la despersonalización, la alienación, el estado de estar ausente, la melancolía contemporánea”. Por ello, esa técnica que va de lo preciso a lo difuso no es casual, ya que supone una alegoría de ese estado de disolución vital, mientras que el trazo abstracto verde tiene una función competitiva, para equilibrar la escena, “pero también hace referencia al ruido mental, a la mente en blanco”. Todo ello, con una paleta de violetas y azules que se ha convertido en una característica de su estilo y nació por una cuestión puramente técnica: no le gustaba utilizar el negro para oscurecer, por lo que el violeta se convirtió en la alternativa.
La pintura está mayoritariamente realizada al óleo, pero la figura del pulpo es un elemento de collage realizado en papel wushu, un material que ha empezado a formar parte de la obra de Emma Jan Bach desde que lo descubriera en un viaje a Japón en 2017. De ese material le interesa, especialmente, el estampado delicado que suele mostrar, y por ello también incorpora otros papeles, como el de scratch book, que muestren una estética similar.
Señala que le sorprendió haber ganado, sobre todo al conocer el alto nivel de las obras presentadas. Pero sin duda, será un acicate para su trayectoria, pues de hecho le ha dado visibilidad y ya ha logrado vender algún cuadro de gran formato a raíz de ser conocida por el galardón. Actualmente está buscado galerista en Las Palmas de Gran Canaria, ciudad en la que se ha establecido, y al mismo tiempo termina un poemario con 35 textos de su creación e ilustrado con bolígrafo BIC. Violeta y azul, por supuesto.
«Calabrote», de Paco Moreno.
Barritando por la libertad
Una caja de transporte de mercancías pende del techo, sujeta por gruesas cuerdas que también rodean la superficie de madera. De su interior surgen la cabeza y extremidades de un enorme elefante que está atrapado dentro y se estira todo lo que puede, barritando hacia el cielo, probablemente clamando por su libertad.
La dramática obra “Calabrote” (nombre que alude a un tipo de nudo marinero) supuso para Paco Moreno ganar II Premio Nacional de Escultura María Belén Morales, certamen en el que también recibieron menciones especiales Dácil Ventura González por “Umbilicus mundi” y Gabriella Bevilacqua Sanz por “Analogía de la arboleda”. Las tres, junto a otras piezas, también formarán parte de la ya citada exposición en el Espacio de arte La Capilla a partir del 27 de enero.
El autor explica que esta escultura aborda una temática muy recurrente en su obra: “Habla de la mercantilización de la vida salvaje. A través de la fisionomía animal intento representar escenografías para contar diferentes historias o plantear la deconstrucción de determinadas concepciones. En este caso, trata de reflejar la gran envergadura de las extracciones de la vida salvaje al producir a partir de ellas experiencias o productos, como pueden ser los zoológicos o imágenes digitales. También expresa el distanciamiento del urbanita hacia la naturaleza, que en su imaginario tienen una visión de los animales muy alejada de la realidad: solo hemos visto un elefante en un entorno que no es el suyo, lo vemos en una jaula, es una extracción de la vida salvaje”.
Para evidenciar la desesperante realidad a la que alude, Moreno, por un lado, recurre a un elefante que muestra evidentes rasgos de estrés, con sus extremidades totalmente estiradas y la cabeza mirando hacia arriba y la trompa totalmente erguida sobre la vertical: no hace falta escucharlos, sus alaridos pueden verse claramente gracias a la pose. Por otro lado, el escultor ha representado al paquidermo dentro de una caja que es claramente inferior a las dimensiones del animal, por lo que es fácil imaginar la gran incomodidad que supone estar encerrado en ella.
Paco Moreno en el taller.
Foto: cedida por el artista.
La obra fue realizada ex-profeso para el concurso y, aunque resulta complejo contabilizar los tiempos de elaboración, calcula que fue el trabajo de un mes, teniendo en cuenta que siempre se dan tiempos de inflexión, búsqueda y pensamiento en todo proceso artístico. Explica que fue una pieza especialmente difícil de producir porque la caja y las seis piezas de bronce que conforma el elefante tenían que realizarse a la vez, de tal modo que pudiera calcular mejor las proporciones deseadas.
La presencia de los animales es una constante en la obra de este autor, si bien no siempre recurre a la escultura en bronce y, por ejemplo, explica que una de sus piezas más recientes es un cerdo construido con materiales reciclados, juguetes viejos, principalmente. “La técnica y el material varían en función del mensaje que quiero expresar”, explica Moreno. Cuando inició sus estudios artísticos estaba interesado por todas las disciplinas, pero al pasar los sucesivos cursos se fue dando cuenta de que mostraba una facilidad especial con la escultura. Explica que, para un escultor, ser versátil en las técnicas es fundamental porque dedicarse exclusivamente a la fundición es muy complicado, dada la infraestructura necesaria.
Moreno es valenciano y estudió Bellas Artes en su tierra, si bien lleva ya ocho años viviendo en La Laguna, a donde llegó con una beca SICUE tras haber disfrutado de una estancia Erasmus en Palermo (Sicilia). En la actualidad está haciendo la tesis doctoral, dirigida por Fátima Acosta Hernández, experta en cerámica; e Itahisa Pérez Conesa, especialista en fundición, ambas de la Universidad de La Laguna, y Jose Antonio Aguilar, de la Universidad de Sevilla. Su investigación se centra en la tecnología microondas para la fundición artística, como método de calentamiento alternativo para aplicar a los moldes en el proceso de descerado. Significa, además, continuar las investigaciones iniciadas por el catedrático de fundición ya jubilado Juan Carlos Albaladejo, quien comenzó a emplear esa tecnología.
El escultor galardonado manifiesta su sorpresa por haber ganado, sobre todo porque al ser un certamen nacional hubo representantes de varias comunidades y, por lo que ha podido ver, presentaron piezas de gran calidad. “Estoy agradecido a la Universidad de La Laguna por que haya abierto estas convocatorias. La escultura es una salida profesional en la que a veces es difícil tener oportunides, por lo que esta iniciativa ayuda a fomentar el arte en Canarias y, especialmente, a quienes se han formado en la universidad”.
«Sin título», obra ganadora en la modalidad de foto individual.
Las visiones de un tipo con sombrero
Quizá lo recuerdes de alguna noche en la que despiertas con un sobresalto, o de haberlo visto por el rabillo del ojo mientras la concentración ocupaba tu mente. Es ese extraño personaje, un hombre con sombrero, abrigo y bigote que pulula los rincones que no existen y los paisajes solo imaginados. Míralo de nuevo, ¿de verdad no te suena?
Pues ese misterioso paseante onírico es la figura protagonista de la obra de Giordano Raigada Conesa, quien en 2021 ha sido el ganador indiscutible del XXV Premio Internacional de Fotografía Rafael Ramos García. Y lo de “indiscutible” no es una exageración retórica, habida cuenta de que este creador de imágenes se ha alzado tanto con el premio en la modalidad de fotografía individual, con una obra sin título en la que el hombre misterioso de sus imágenes de comer a un caballo de tiovivo en un descampado, como a la modalidad de serie, con cuatro escenas de este mismo personaje agrupadas bajo el título “Dreams ́s intimate thoughts”.
Las imágenes de Raigada tiene una clara reminiscencia surrealista, por recrear imágenes imposibles y aludir a lo onírico, y son fruto de la edición digital, en la que mezcla varias fotografías tomadas independientemente para conformar una escena, de igual modo que hace un siglo los vanguardistas europeos hacían una similar mezcla de imágenes de manera manual.
Hay en el autor una voluntad clara de crear imágenes que, por su alteridad, provoquen la curiosidad: “Vivimos con la influencia de las redes sociales, en donde las imágenes son algo muy potente: el otro día leía que cada segundo se publicaba en la red un montón de millones de imágenes, no recuerdo la cifra exacta, pero una locura. Y por eso devoramos imágenes a una velocidad impresionante, de modo que ya una de ellas no te dura más que lo que tarda el gesto de sacarla y el segundo de mirarla, son imágenes efímeras. Yo trato de que las mías paren ese ritmo y hagan que el espectador se detenga a ver su contenido”.
Giordano Raigada Conesa.
Foto: cedida por el artista.
El personaje misterioso es el propio Raigada caracterizado, y ha ido cobrando protagonismo en la obra de este fotógrafo que sacó a finales de 2020 un libro en el cual el hombre del sombrero ya hacía acto de presencia, pero no de una manera tan recurrente como en su obra posterior. El formato cuadrado elegido lleva muchos años formando parte de la estética de su autor. “Ahora con las redes, tiene mucha presencia. Pero cuando empecé con él era especial, porque es el que se utilizaba para las fotografías científicas y tenía fama de ser el más difícil para componer una imagen. Y lo elegí como una especie de desafío”.
Este fotógrafo se considera madrileño porque es donde reside desde los siete años, pero su primera cuna estuvo en Suiza, hijo de un emigrante de Huelva y una de Barcelona. Además, posee parientes en Galicia y en otras partes de España, por lo que jocosamente señala que “con esto de los nacionalismos no tengo problema porque tengo familia en todas partes”.
Pese a que se ha decantado por el fotomontaje, recuerda que sus orígenes son totalmente analógicos, y su mentor fue Fernando Herráez, miembro fundador de la Agencia Cover. Por tanto, en su ADN está el realismo del fotoperiodista, esa idea de que, como él mismo expresa, “lo que ves en la cámara es lo que hay en la fotografía”. Sin embargo, la llegada de lo digital supuso para él un cambio total de mentalidad y el inicio de una búsqueda más centrada en las ideas y conceptos.
Para el flamante ganador del premio este reconocimiento es un honor, “y más viniendo de una universidad. El tipo de fotografía que hago se interesa por el mundo de las ideas, el mundo del conocimiento y la filosofía. Y que una universidad haga el esfuerzo en los tiempos que corren de mantener unos premios por y para el arte es muy destacable. En la actualidad, el arte parece algo denostado, pero nos ha definido como especie y es lo que ha favorecido que transmitiéramos las emociones e ideas que nos hicieron evolucionar”.
La culpa fue del inglés
Syntagma durante su actuación en el Festival ULL Rock, el 23 de octubre de 2021.
Foto: JJ Press (CC BY 3.0)
El Premio de Música de la Universidad de La Laguna posee una mecánica peculiar: las personas interesadas presentan a través de una plataforma online sus maquetas y, a partir de su escucha, el jurado selecciona a cinco finalistas que pasarán a una final muy especial: el festival ULL Rock, durante el cual cada uno de los artistas y grupos elegidos actúan durante media hora, y al finalizar el jurado anuncia su decisión. Así, por así decirlo, todos se la juegan en ese directo.
En 2021 el festival universitario se celebró a finales de octubre en el escenario del Espacio Aguere Cultural, y fue una cita muy especial porque supuso el retorno de las actuaciones con público a este concurso tras el parón impuesto por la pandemia de la Covid-19. El grupo ganador fue el sexteto Syntagma, que compartió escenario con los finalistas Tori Ferrer (quien obtendría el segundo premio), Chema Madero y los Sospechosos Habituales, Claudia Basterna y Elodiè.
El grupo está formado por Sophie León y Adriana Afonso como cantantes (una característica especial de Syntagma es que, en lugar de una voz solista, cuenta con un dúo), Fran Bruñas y Óliver Castilla a la guitarra, Hans Klein Sánchez al bajo y Beneharo Fernández a la percusión. Se fundó en 2016 de una manera poco común: a sugerencia del profesor de la asignatura de inglés en Bachillerato. “Oliver, Adriana y yo, junto a otro compañero, íbamos a clase juntos y comenzamos el grupo a petición de este profesor”, recuerda Sophie, “porque sabía que nosotras cantábamos y ellas tocaban. Vimos que sonó bien y empezamos. Pero en ningún momento se nos había pasado por la cabeza hacer un grupo”.
Todos los componentes de Syntagma señalan que la participación en el ULL Rock fue un momento especial para el grupo porque la preparación del concurso supuso volver a retomar la actividad tras los largos meses de confinamiento. “La pandemia nos pilló en, por así decirlo, nuestro mejor momento, y volver a los ensayos fue reencontrarnos con trabajar todos juntos”, recuerda Oliver, que es además el compositor del grupo. Por su parte, Beneharo explica que el concurso fue una motivación extra. “Yo nunca paré de ensayar en casa, pero no es lo mismo hacerlo para ti solo que tener una actuación”.
Syntagma
Foto: cedida por el grupo
Para Hans, la actuación supuso un desafío extra porque era una incorporación reciente al grupo, en sustitución del anterior bajista, y además de no tener experiencia tocando en una banda, también era su primera aproximación a ese instrumento, pues él realmente es guitarrista. “Hablé con Óliver a mediados de marzo, cuando estaban preparando la inscripción al concurso, y para mí fue como una carrera: que sea mi primera experiencia en un grupo, que mi primer concierto fuera ULL Rock y que haya pasado lo que ha pasado”.
Por su parte, Fran recuerda que, si bien en los primeros ensayos todos estaban “un poco oxidados y costaba arrancar”, tras unas diez sesiones todo mejoró y “el último ensayo fue espectacular”, lo cual les permitió salir “con una energía muy positiva de cara al concurso”. Ese último ensayo fue, sin duda, algo especial, pues son varios integrantes de Syntagma quienes en un momento u otro de la conversación lo sacan a colación. “Salimos todos muy contentos, la verdad: el hecho de que estés dos horas tocando y salgas totalmente satisfecho con lo que has hecho es total”, recuerda Sophie. “Y también salió bien la prueba de sonido”, apostilla Oliver. “Fue crítica porque muchas veces el sonido te condiciona la actuación y hasta Fran tuvo algún problema con uno de los monitores, pero al final todo salió bien”.
Un rasgo distintivo de la banda es que cuenta con dos voces femeninas en lugar de una solista: “Nos turnamos: si cantamos diez canciones en total, cinco son para una de nosotras y cinco para la otra. O incluso una canción la podemos dividir y yo canto el estribillo y Sophie la estrofa, y así”, explica Adriana, a lo que Sophie añade: “Y somos muy diferentes. A la hora de escoger canciones es muy fácil saber cuál le puede pegar más a una o a otra”. Sin embargo, cuando escribe, Óliver afirma que realmente no tiene tan en cuenta las peculiaridades de cada intérprete: “Yo compongo para mi voz y luego son ellas las que se adaptan. No te voy a decir ahora todo el rollo armónico, pero sí es verdad que las tesituras en las que se enmarcan las canciones se complementan todas y son muy parecidas, Entonces ellas, desde que pillaron una, les resultó muy fácil escoger las demás”.
Antes del parón pandémico, Syntagma estaba logrando hacerse un hueco en el panorama local, participando en eventos importantes como Los 40 + Música o el festival Plenilunio. Y ahora en este retorno, todos señalan que suena “todavía mejor” y están ya listos para dar el siguiente paso lógico: la grabación de un disco. El trabajo de composición ya está hecho, por lo que ahora solamente toca hacer números y ponerse manos a la obra. Sin duda, el dinero del premio universitario será de gran ayuda. “Lo guapo es cuando estás ensayando y en el repertorio cada vez hay más temas propios y menos covers. Es muy guay ver que cada vez hay temas solo nuestros”, explica Adriana. “Y además, los temas más viejos cada vez suenan mejor porque también los vamos puliendo”, recuerda Sophie.
Los premios culturales de la Universidad de La Laguna suponen, pues, un buen escaparate para que artistas y creadores que inician su andadura tengan una mayor exposición, y a aquellos con una trayectoria más arraigada, les permite ampliar las fronteras de su público. Sea como fuere, la institución académica sigue fiel a su compromiso con el apoyo a la creatividad."
Gabinete de Comunicación