EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES
Triste mueca del destino
cuando atravieso
el umbral de los desposeídos.
Los pasillos amontonan
aquellos zapatos paseados
por pijamas de rayas
que protegen cuerpos vestidos
de piel, atrapados, vacíos,
esperando el tren que avanza
hacia el último paseo.
Sola ante el irreverente espacio
que verde me rodea
siento que me abrazan asfixiantes
alambres y rejas, vigilantes
armados que no hoy existen
escondiendo la vergüenza del gran fuego
y sus cenizas volando en mi memoria.
Perviven inexorables al tiempo
los raídos raíles testigos del pasado.
Esta primavera viajé a Polonia y visité Auschwitz y los campos de Burkenau y Brevinka. Aún me sobrecoge la imagen de los verdes prados en los que las chimeneas de los hornos han desaparecido, pero los raíles del último paseo permanecen como testigos de otro tiempo desgarrador. No puede morir el sentimiento de denuncia y de rechazo para que nunca vuelva a suceder, para que nunca esté sucediendo.