INVENTARIO DE TEMORES
Miedo a un lunes que no pueda levantarme.
Miedo a sentirme ignorado emigrante en mi propio país.
Miedo a que una ola me tumbe, me haga tragar la arena que le sobra.
Miedo a no vibrar con la luna cada noche, cada llena, cada abril.
Miedo a vivir divergente con mis hijas.
Miedo a las miradas certeras sobre aquel michelín que tiene vida propia y se
Miedo a un lunes que no pueda levantarme.
Miedo a sentirme ignorado emigrante en mi propio país.
Miedo a que una ola me tumbe, me haga tragar la arena que le sobra.
Miedo a no vibrar con la luna cada noche, cada llena, cada abril.
Miedo a vivir divergente con mis hijas.
Miedo a las miradas certeras sobre aquel michelín que tiene vida propia y se
desploma.
Miedo a que mis pies no taconeen las plazas desiertas en la noche.
Miedo a aquel día vacío que conozco en mi almacén de las palabras,
Miedo a que mis pies no taconeen las plazas desiertas en la noche.
Miedo a aquel día vacío que conozco en mi almacén de las palabras,
a no saber sobreponerme, a sentirme ahogada por las críticas.
Miedo a caerme patinando entre nuevas palabras aliñadas.
Miedo a no tener sueños en mi almohada.
Miedo por no emocionarme con sus besos, no viajar las humedades de su alma,
Miedo a caerme patinando entre nuevas palabras aliñadas.
Miedo a no tener sueños en mi almohada.
Miedo por no emocionarme con sus besos, no viajar las humedades de su alma,
no cubrir de caricias este cielo,
no tener su mano en aquel atardecer.
Miedo a no encontrar a quien me espera, a perderme entre nieblas esperando.
Miedo a no sembrar nuevos bulbos de dulzura, no construir nuevas paredes
que me abriguen, a no encontrar la arcilla que me arrope,
no tener lágrimas que compartir en los inviernos.
Miedo a no encontrar a quien regalar lo que recibo.
Miedo a que no me hablen los árboles, ni aquel gorrión en mi terraza.
Miedo a no leer todo aquello que quisiera comenzar, no encontrar la ilusión en la vuelta de la esquina, de la noche.
Miedo a no cegarme con la luz que derrocha la mañana.
Miedo a que la ilusión no me bañe cada día, no me emborrone el sentimiento.
Miedo a no pasear con Smetana el Moldava, a no sentir el jazz en su regazo.
Miedo a que Bach no me susurre su bajo continuo en la noche.
Miedo a no encontrar los eternos amarillos del invierno, y las nubes de algodón que sobrevuelo.
Miedo a la pereza y a que tú, luz,
Miedo a no encontrar a quien me espera, a perderme entre nieblas esperando.
Miedo a no sembrar nuevos bulbos de dulzura, no construir nuevas paredes
que me abriguen, a no encontrar la arcilla que me arrope,
no tener lágrimas que compartir en los inviernos.
Miedo a no encontrar a quien regalar lo que recibo.
Miedo a que no me hablen los árboles, ni aquel gorrión en mi terraza.
Miedo a no leer todo aquello que quisiera comenzar, no encontrar la ilusión en la vuelta de la esquina, de la noche.
Miedo a no cegarme con la luz que derrocha la mañana.
Miedo a que la ilusión no me bañe cada día, no me emborrone el sentimiento.
Miedo a no pasear con Smetana el Moldava, a no sentir el jazz en su regazo.
Miedo a que Bach no me susurre su bajo continuo en la noche.
Miedo a no encontrar los eternos amarillos del invierno, y las nubes de algodón que sobrevuelo.
Miedo a la pereza y a que tú, luz,
no vengas algún día.
La imagen corresponde aun magnífico anochecer, nada temeroso, en Nador, Marruecos.