“Es necesario un acto
radical de amor para sentarte y permanecer un rato en silencio contigo mismo”
Esta
aparentemente sencilla cita de Jon Kabat-Zinn, médico occidental que introdujo
con mucha lucidez y éxito la meditación budista en el ámbito de la salud y la
psicoterapia, encierra de una manera clara y bella tanto el principio, como el fin de la meditación. El acto de la
meditación se convierte en una práctica de respeto y amor hacia ti mismo y
hacia el mundo. A través de la meditación, brota de nosotros el sentimiento
profundo y esencial del Amor. Amor como aceptación, gratitud, compasión. Amor
como estado de conciencia, más que como sentimiento egoico. Actúa como vehículo
de descubrimiento y experimentación del Amor que realmente somos.
Y
yo añadiría que un acto de valentía. Un acto de valentía hacia la
autocomprensión y el autoconocimiento. No es fácil y no todo el mundo está
dispuesto a atravesar la incomodidad que resulta de profundizar y traspasar capas
y capas de ilusión, del lodo acumulado en la superficie del ego hasta la fuente
de agua clara.
Viajar
a nuestro corazón y habitarlo de manera consciente no sólo nos conduce a
nosotros mismos, sino que, nos descubre como un microcosmos, a la vez una parte
y un Todo de la Realidad que habitamos y nos habita. Pone frente a nosotros la
vivencia de aquello de “Conócete a ti
mismo y conocerás el Universo”.
¿Por
qué meditar?
Desde
el principio de los tiempos, en todos los seres humanos, civilizaciones, tiempos
y culturas ha existido una tendencia, más o menos fuerte o manifestada, a la
trascendencia. Siempre nos ha acompañado la necesidad y el gozo por
conocer-nos, por entender. Así como por alcanzar la felicidad o, al menos,
saber surfear y fluir por el laberinto creativo y cambiante de la vida.
En
la situación actual de incertidumbre, insatisfacción, inestabilidad, en un
importantísimo momento de cambio de conciencia y paradigma se nos hace
necesaria la conexión y autodescubrimiento de nuestra verdadera naturaleza. La
gente siente cada vez más fuerte la necesidad de abandonar la visión “sapiente”
de la realidad que se ha tornado voraz y extremadamente ilusoria, hacia el
salto cualitativo a una visión real y consciente de la Vida desde el corazón.
En
este punto, mi pregunta vira desde el “por qué meditar” al “cómo no meditar”.
Es momento de cambiar nuestro foco de atención y actuación. El nivel de
despiste que, como conjunto humano, hemos alcanzado es tal que se hace
imprescindible una revolución interna que, inevitablemente, se verá reflejada
fuera, en todos los niveles. El cambio empieza en nuestra propia consciencia.
Pero,
¿de qué hablamos cuando hablamos de meditación?
La
meditación no es un acto intelectual de reflexión y análisis. Se trata, sin embargo,
de sumergir nuestra conciencia en la consciencia del Universo, comenzando por
nuestro cuerpo. La meditación trabaja a través de la atención. Nos
desidentifica de nuestros procesos mentales expandiendo nuestra consciencia a
estados más completos y abiertos. Es una disciplina originada como método hace
aproximadamente 3000 años que consiste en enfocar la atención de manera
consciente y voluntaria.
En
este sentido, hay tantas técnicas de meditación como tradiciones espirituales y
tantas como objetos de meditación: respiración, percepción, centros energéticos,
mantras, movimiento,…
Aunque
de su práctica y como efecto de la visión clara de la realidad, la meditación
puede relajar mente y cuerpo, no es una práctica dirigida a la calma o a
erradicar los estados egoicos incómodos que forman parte de la vida. Meditar es
conocerse y aceptar los momentos agradables y desagradables, conocer el
auténtico funcionamiento de la mente y la existencia, y conectar con nuestra
verdadera naturaleza. Sentir que hay algo más que el “yo” como ego personal y
participar del despertar de la vida.
Efectos
y beneficios de la meditación
En
un punto los efectos y beneficios de la meditación son uno. Los efectos
inmediatos que podemos sentir y experienciar tras una sesión, se pueden, con la
práctica constante, convertir en beneficios y cambios permanentes. De la
práctica meditativa se derivan beneficios a nivel físico, como neurológicos,
celulares, en el sistema nervioso, beneficios psíquicos como reducción de
estrés, conexión con sentimientos como la paz, la empatía, la
desdramatización,… a nivel espiritual, la meditación nos ayuda a trascender
capas de ilusión situándonos en la conciencia no dual con todas las
comprensiones que esto conlleva.
Richard Davidson, ha meditado desde que visitó India cuando se graduó en Harvard en los años 70, está convencido de esto, más allá de su propia experiencia.
Fue psicólogo en la Universidad de Wisconsin, donde su equipo de investigación ha estudiado a monjes budistas y a otros meditadores con tomografías cerebrales. Se volvió líder de un campo relativamente nuevo, llamado neurociencia contemplativa, la ciencia que estudia los efectos de la meditación en el cerebro.
Durante la última década, Davidson y sus colegas han aportado la evidencia científica de que la meditación —la antigua práctica oriental de sentarse concentrándose en ciertos objetos— puede mejorar el estado del cerebro.
“Todos sabemos que al ser constante realizando cierto tipo de ejercicios de forma regular podemos fortalecer grupos musculares“, dijo Davidson.
“Fortalecer los sistemas neuronales no es distinto“, dijo. “Básicamente reemplaza ciertos hábitos mentales por otros“. Los neurocientíficos que estudian la meditación dicen que obtener este hábito puede fortalecer los circuitos cerebrales responsables de mantener la concentración y de generar empatía.
Cómo usar los beneficios de la meditación en la vida diaria
A
medida que vamos avanzando en la práctica de la meditación, inevitablemente, se
actualizan y potencian en nosotros atributos que constituyen nuestra verdadera
esencia y que, sin embargo, están adormecidos en aras de un ego racional
instalado en las proyecciones, miedos, ignorancia,… esta potenciación y
actualización de atributos como la lucidez, la compasión, el amor, la
consciencia,… se ven reflejados sin esfuerzo en nuestro día a día.
Una
forma de trasladar la práctica a nuestra cotidianeidad es la Atención Plena en
cada uno de nuestros actos: escuchar, trabajar, caminar, comer,…
No
tiene sentido practicar 20-30 minutos diarios una meditación sentada y salir
“al mundo” desde la inconsciencia.
La
postura de meditación y cómo colocar el cuerpo
Aun
desmitificando la postura de la meditación: podemos meditar en la clásica
postura en el suelo, sentados en una silla o de pie, hemos de recalcar la
importancia de unos elementos comunes: espalda recta, eje horizontal bien
estable, posición relajada y alerta en perfecto equilibrio. Elementos éstos que
mandan a la mente la orden de concentración y conexión de una conciencia no
ordinaria y nos preparan y ajustan el nivel de flujo energético del cuerpo.
“Cuando la gente
viene a verme tengo que decir algo. Pero lo mejor es no hablar demasiado sobre
estas cosas. Es mejor comenzar con la práctica sin demora. Soy como un buen
amigo, invitándolo a ir a alguna parte. No dude, sólo comience. No se
arrepentirá....”
Para terminar,
quiero tomar prestada esta invitación de AjahnChah. La meditación no se habla,
ni se especula, ni se lee. Como las demás cosas de la Vida, la meditación se
vive. Te invito a cerrar los ojos, mantener la espalda recta y a que
experimentes la revolución interna en ti mismo.
Gracias Arancha
Martínez. www.espaciogaiatri.blogspot.com.es
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