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sábado, 30 de abril de 2011

the piper at the gates of down

Inspirado por Martín Herzog, que usa la metáfora western a menudo
Roland Ratzemberg, para correr en la Simtek tuvo que hipotecar su casa. Quieren saber quien también hipotecó la casa para llegar a destino? Walt Disney, con ""Fantasía".  Se me ocurre otra, el general Isoroku Yamamoto, que dejó todo el pacífico desprotegido y vacío redirigiendo el Japón en pleno para Pearl Harbor.Toda una apuesta confiante con un par de sietes en al mano, y Yamamoto era un exímio jugador de póker. 

La cuestión es: que mueve a este tipo de personas a entregar la estabilidad a cambio de una promesa? una autoconfianza descomunal que roza la megalomanía (y de ese tipo de histórias están llenos los bares y cementerios) Una pasión indomable por la lucha? Una convicción de destino dorado? Un episodio maniaco?

Roland Ratzemberg era sólo una promesa en el circo. Una promesa brillante, simpática y fresca como un nuevo bar en la playa.  Ah!! pero de ese tipo de promesas es que se nutre el mounstro caótico del Paddock, que fractura sueños y sonrisas con la misma paciente complaciencia con que le clava los dientes en el pescuezo a circuitos, corporaciones o inocentes aficionados. Y el austriaco sabía muy bien en lo que se metía. 

Creo, sospecho, intuyo, que en mi lucha cotidiana he encontrado la respuesta. Daniel Médici decía que en la escencia del automovilismo (y de las masacres escolares) está el desafío a la muerte. creo que también podemos concluir que si la muerte es una fecha inevitable, desafiar a la muerte será siempre un desafío al destino. Una afronta a la lógica macabra con que Religiones y gobiernos nos atan a una obediencia pastoril y milenaria: no depende de tí.

Roland vini, vidi, et dixit: sí, depende de mí... Y se subió al Simtek.