sábado, 1 de noviembre de 2008

YUME JU-YA / KAFKA-INAKA ISHA

Gracias a Waiting for Kalki, me entero de la existencia de Yume jû-ya (Ten nights of dream, 2006), un ómnibus de cortometrajes basados en la obra homónima de Natsume Soseki, uno de los novelistas japoneses más célebres del periodo Meiji. Wagahai wa Neko dearu (Soy un gato), Kororo o Botchan son algunos de sus obras más destacadas. En castellano contamos con la traducción de la última, y con la edición de Ponent Mon del manga La época de Botchan, obra de Jiro Taniguchi y Natsuo Sekikawa, basada en el libro Meiji kenken hikyu roku (Crónica de los esfuerzos altruistas durante la era Meiji en la traducción de Ponent Mon) de Segai Ota.
El gran Soseki (¡envidiable mostacho!).

El manga es un ambiciosos fresco social, verdadera novela río, que necesitó doce años para su conclusión, y que pretende capturar el espíritu del periodo Meiji, en el que, según Sekikawa, se forja la mentalidad del Japón actual. La obra, que se toma algunas licencias históricas en aras de la ficción, es detallada y meticulosa, y conllevó un hercúleo trabajo de documentación, no sólo literaria, sino también gráfica. Aunque la lectura puede resultar un tanto tediosa e irritante debido a la gran cantidad de personajes y hechos históricos a los que se alude a lo largo de las casi mil quinientas páginas que la componen, lo cierto es que bien merece un esfuerzo. El primer volumen, centrado en la vida de Soseki, es de un alto valor literario, y no necesita apoyarse en el resto de la trama para brillar con luz propia. Sin embargo, el segundo, que se ocupa del también literato Ogai Mori y de su relación con la bailarina alemana Elise Weigert, es de una intensidad y emotividad difíciles de igualar. Probablemente sea ésta la parte más lograda de toda la historia, y sólo por ella La época de Botchan merece figurar entre una de los mejores comics de las últimas décadas. Elise, si bien un tanto idealizada, es un personaje de los que marcan época, y sus conversaciones con Mori retratan con lucidez el espíritu y el pensamiento de aquel Japón incipiente, lastrado por un fuerte complejo de inferioridad con respecto a las potencias occidentales, que observaban con escepticismo y cierto desdén el “renacer” del país del sol naciente. No me gustaría terminar esta brevísima reseña sin mencionar el pasaje que narra la muerte del también escritor Tatsunosuke Hasegawa “Shimei Futabatei”, que expira a bordo de un trasatlántico mientras contempla el sol poniente, de vuelta a sus país natal tras varios años en el extranjero. Breve y plácido, intenso e inolvidable, toda una lección de concisión narrativa y precisión dramática; o el primer encuentro de Soseki con la muerte, que culmina con un paseo imaginario acompañado por el joven Hajime Ishikawa, otro poeta de muerte temprana. Es una lástima que la obra no haya gozado de mayor predicamento en nuestro país y que haya pasado sin pena ni gloria, siendo uno de los mejores mangas que se han editado en nuestro idioma.
Retomo Yume jû-ya: el elenco de directores incluye a nombres de lo más diversos, desde veteranos como el celebérrimo Kon Ichikawa o Akio Jissoji, cuya filmografía comprende títulos tan dispares como la mítica Ultraman (su debut como director allá por 1966), Mandara o Tokyo the last megaloplis, a otros más reconocibles para el público occidental como Takashi Shimuzu, uno de los máximos exponentes del J-horror, o los menos conocidos Yudai Yamaguchi o Keisuke Toyoshima, por citar sólo algunos. Los cortos van desde lo relativamente inteligible y/o digerible, hasta la extravagancia del fragmento dirigido por Yuudai Yamaguchi, Egoism, una traslación estética y ética del anime al cine de imagen real, Fear, de Keisuke Toyoshima, un producto típico del género japonesa-con-el-pelo-vuelto-sobre-el-rostro-arrastrándose-por-el-suelo (J-horror) con ligeros toques de muñecos de goma espuma o, mi favorito, Passion, de Matsuo Suzuki, una historia de época rodada en blanco y negro, en la que un tipo con el pelo bañado en agua oxigenada y unas gafas surferas ejecuta un ritual que consiste, básicamente, en un baile robótico al son de una música electrónica, con el fin de esculpir una figura en un trozo de madera (de un solo golpe); sólo encuentro una adjetivo para definir la experiencia que me produjo la visión de esta pieza de “ficción”: planetaria.
Dejo de lado las digresiones, he traído este título a colación porque uno de los cortos ha sido dirigido por Yoshitaka Amano y porque se trata, por descontado, de un segmento animado. Un hombre abrumado por su soledad embarca rumbo al sol poniente. Esta es la historia. Obviamos señalar que los estibadores del puerto son gigantes ciegos de color azulado, que el cascarón del barco está sembrado de construcciones espigadas de aspecto semiorgánico o que un millar de torres humeantes hieren el cielo de la ciudad portuaria en la que empieza el relato. La historia comienza in media res, sin explicación alguna acerca del personaje principal ni de los motivos que lo llevan a embarcarse, ni tampoco del universo, totalmente extraño, en el que transcurre (algo bastante común al anime, siendo Haibane Renmei un buen ejemplo, y el episodio 1 de Kaiba uno de los mayores logros en este sentido). El espectador se ve arrojado en este mundo extraño donde nada es reconocible, y sobre el que pesa una atmósfera lánguida y moribunda. La escena inicial es de lo más desconcertante. Unos gigantes con el rostro oculto bajo un pañuelo tiran de unas pesadas cadenas en un escenario nocturno, industrial, portuario. Nunca sabremos quiénes son, qué hacen o quién es el protagonista.
Del corto destaca, en primer lugar, como no podía ser de otra forma tratándose de Amano, el diseño. Están los gigantes ciegos; también las torres oscuras y humeantes (las texturas, el otro punto fuerte), entre las que asoma fugazmente, como un astro luminoso, un ave de colores exóticos, un atisbo de la belleza sobrenatural que irrumpirá en la historia en la secuencia final. El protagonista, un primo lejano de D, de Vampire Hunter, y el barco en el que se hace a la mar, una reverberación de la ciudad flotante de la que desciende uno de los personajes de Tenshi no tamago. El corto parece estar diseñado más como una experiencia puramente sensorial, anímica, como ya lo fuera 1001 nights, que como una narración en el sentido clásico (un final que ofrezca respuestas a las preguntas suscitadas). La trama es apenas esbozada, en tanto que no hay una historia real, sino un sentimiento que predomina, que no es otro que la soledad. Un hombre que se siente sólo en un mundo extraño y ajeno. Loneliness no es otra cosa que la superación de la soledad, la de un hombre en un mundo de gigantes, mediante la belleza, encarnada en una descomunal bestia mitológica, cuyos colores múltiples, vivos y cegadores, contrastan violentamente con la atmósfera nocturna que envuelve el relato. Hay un plano que resume bien esta idea. Cerca del final, vemos el sombrero del protagonista flotando sobre las aguas del mar, justo en ese momento, un pez gigantesco emerge con fuerza de las profundidades, barriéndolo del encuadre. Esta imagen apoteósica es la culminación de la historia, un acto físico de gran emotividad con fuertes repercusiones anímicas. La bestia que emerge al final resquebraja el caparazón de oscuridad y languidez que se ha ido tejiendo desde el comienzo. Algo parece triunfar, aunque no está demasiado claro el qué; lo que salta a la vista es que hay un contraste, y por tanto un cambio. La fluidez de las extremidades de la bestia multicolor triunfa sobre el volumen oscuro y pesado de la embarcación de la soledad.
Hay momentos edulcorados, como la lágrima que derrama la chica misteriosa, el piano-mariposa, o el discurso lleno de indulgencia y autocompasión antes del “salto del ángel” final. Las preguntas quedan sin respuestas, probablemente porque no son necesarias; en su lugar permanece una imagen poderosa y de una belleza feroz grabada a fuego en la retina del espectador. Amano es un experto del diseño. Ha desarrollado buena parte de su labor en el campo de los videojuegos, y tal vez Loneliness acusa este aspecto en exceso. Los muñecotes, variopintos y estrambóticos, que desfilan en la secuencia del baile, remiten en exceso a otros tantos miles de personajes de juegos RPG; esto, unido a la animación, escasa, limitada, torpe, más propia de intro de juego de consola de penúltima generación, desluce en exceso el resultado final. Siendo una obra de animación, no se ha puesto el empeño suficiente en el movimiento, en su lugar, todo el esfuerzo se centra en la creación de imágenes, que no secuencias, que no movimientos, bellas, de línea estática y no fluyente, ignorando el hecho de que, en la animación, la belleza o el placer estético no sólo reside en la contemplación de una imagen compleja o bien diseñada, en la acumulación de elementos de naturaleza estática, inerte, sino también en la especulación sobre el posible movimiento de esas mismas formas (y también en la prolongación de esos movimientos en el espacio vacío, como si cada movimiento fuera un vástago, la perpetuación y la prueba palpable de la animación, entendiendo aquí “animado” como lo que se mueve, lo que está vivo, de esas líneas, figuras, formas, que en principio eran inertes, ya que no se movían, hasta que se obró el milagro animado sobre ellas, se les infundió el soplo divino de la vida; en suma, verlas nacer, reproducirse y fantasear sobre el momento y la forma de su muerte) y en la materialización del mismo, ya sea en formas que reflejen el movimiento de los seres que pertenecen al mundo real, regidos por las leyes físicas cuyos efectos vemos, de forma verosímil; ya sea dotando a seres/ objetos inexistentes la cualidad de esta verosimilitud mediante la atribución y subyugación a estas mismas leyes; o bien desafiándolas, produciendo formas de moverse, y por tanto de comportarse, y por tanto de comunicarse, y por tanto de existir, del todo ajenas e inesperadas, antinaturales, pero no por ello menos placenteras.
KAFKA-INAKA ISHA (2007) es el último trabajo de Koji Yamamura, autor del célebre Atama-Yama (2002). Me parece ésta la mejor adaptación animada de Kafka de cuantas he visto (The metamorphosis de Carolina Leaf, The hunger artist de Tom Gibbons, Mr. Samsa de los Quay y Kafka de Piotr Dumala, si bien éstas dos últimas no son exactamente adaptaciones, y todo esto sin contar con la trilogía kafkiana de marionetas de la animadora finlandesa Katariina Lillqvist, que no he tenido la oportunidad de ver). El corto comienza con fuerte barrido de cámara de izquierda a derecha; a la derecha, el paciente, al otro lado de los campos helados azotados por la nieve, el médico rural. Este plano anticipa y resume a la perfección la trama. Un enfermo, la llamada al médico del pueblo y la noche hostil que se interpone entre ambos.
Hay dos aspectos que llaman desde primer momento fuertemente la atención: en primer lugar, los dos hombres diminutos de color negro que aparecen junto al protagonista. Hay quien apunta que estas dos figuras representan la conciencia del médico. No tengo muy claro que esto sea así, lo único seguro es que la parte del texto original que corresponde a la voz del narrador (en este caso el propio protagonista, el médico), sale de su boca, de modo que revelan todo lo que pasa por su cabeza; parecen ser la encarnación de su pensamiento. Un gran acierto, ya que, de no hacerlo así, las dos únicas opciones que quedaban era eliminar esta parte del relato, el grueso del texto y donde reside su mayor riqueza, o bien usar una voz en off para materializar estos pasajes. Por el contrario, los diálogos, más bien breves, nacen de los labios del propio médico. Estos dos hombrecillos me hicieron pensar en la figura del narrador que aparece en algunas de las artes escénicas japonesas, el bunraku, por ejemplo, o incluso el mismo kamishibai, uno de los antecedentes del manga. Sé poco al respecto, así que todo esto es pura especulación, en cualquier caso, me parecen un acierto. Su aparición contribuye de manera decisiva a construir la atmósfera del cuento.
El otro aspecto es la anatomía de los personajes. Si bien los cuerpos inertes (las casas) mantienen la justa proporción en sus dimensiones, evitando la ya clásica y previsible distorsión de la perspectiva como síntoma de la locura y del ensueño, en la línea expresionista de Galigari, no ocurre así con los cuerpos orgánicos (humanos), que retuercen y alargan sus extremidades como si fueran de goma. Se resuelven en movimientos de duración variable; a veces lenta y pesadamente, como sumergidos, otras vertiginosamente, sin previo aviso, como en los sueños. Continuamente sus carnes tiemblan y se retuercen como galvanizadas, impidiendo aprehender y delimitar sus contornos. Es una suerte de epítome perverso del lema panta rei. Todo está sometido a un cambio continuo, como si una fuerza invisible y omnipotente moldeara incansablemente los cuerpos. Gracias a este recurso, queda claro que los cuerpos carnales no se rigen por las leyes de la geometría euclidiana; no estamos, por tanto, en el plano real, sino en el reino de los sueños. La impresión de los cuerpos deformados se ve acentuada a menudo con encuadres extremos, que no hacen sino acrecentar la inquietud y la incomodidad del espectador; infunden un hálito de anormalidad rayano en la demencia, que se ve apuntalado por la pátina de vaho que recubre los bordes de la pantalla, como si contempláramos la escena a través de un estrecho cristal helado. El vaho acorrala ligeramente la imagen y acota y arrincona los focos de luz; es otro agente más del movimiento, un movimiento extraño y difícil de improvisar que borda los contornos con figuras caprichosas. Todo es imprevisible, como los latigazos de los miembros del doctor, que actúan como si tuvieran vida propia. Cualquier cosa puede pasar en el estado del sueño. Los movimientos son un aviso para que estemos continuamente atentos, puesto que, ya las leyes físicas racionales no dominan este mundo, tampoco podemos esperar que lo hagan las de la causa y el efecto.
El otro generador onírico reside en la técnica narrativa. Todo sucede de improviso, sin introducción previa. Se aprecian los efectos, pero rara vez las causas. El autor escribe sin preocuparse de justificar las extravagancias y con un desdén absoluto por la verosimilitud. Las referencias espaciales son ambiguas. Las distancias físicas, que sitúan a un personaje en su entorno, lo delimitan y contienen (y nos ayudan a comprenderlo) son abolidas de un golpe, como en los sueños. Claro ejemplo es el trayecto que lleva al doctor a la casa del enfermo, magistralmente plasmada en el cortometraje. La aparición súbita del hombre en el establo o su comportamiento lascivo y brutal, impulsivo y primitivo, redundan en este aspecto. De nuevo, el equipo de animadores retrata con vigor y eficacia el mordisco en la mejilla o la forma de abalanzarse sobre la criada, tan pronto como el médico parte. De esta primera parte, destaca con luz propia la salida de los caballos del establo, que emergen arrastrándose como enormes bestias ciegas, en la que es sin duda una de las imágenes más arrebatadoras de la obra.
La segunda parte transcurre en casa del enfermo. El plano de la llegada del médico está coronado por una extraña luna oblicua. Este es el único elemento distorsionado de la imagen. La manipulación de las dimensiones es, de nuevo, bastante selectiva. La mayoría de las imágenes que desfilan en los próximos minutos están sacadas directamente del relato; no son, ni más ni menos, que una lúcida translación, que no interpretación, del texto de Kafka. Destacar, sin embargo, dos secuencias que no figuran en el original. En la primera, el médico se eleva en el cielo hasta alcanzar la luna y cruzarla con su cabeza como si de un aro se tratara. La luna muta (movimiento, alteración de las leyes naturales) en soga y el protagonista se ahorca con ella. La imagen es rica en matices y se presta a múltiples interpretaciones que aquí no vienen al caso; basta con repasar las connotaciones más tradicionales que rodean al astro en sí y asociarlas a la idea del ahorcado y, por ende, de la muerte.
La "receta". Otro atisbo onírico.
La segunda consiste en el diálogo que mantienen el médico y el paciente en la cama. Lo primero que llama la atención es que, durante la conversación, nunca llegamos a ver el rostro del emisor mientras éste habla, sino el del interlocutor, recostado de perfil sobre el lecho. Cuando el doctor lo hace, vemos al paciente; cuando le toca a éste, vemos a aquél. Aunque sin duda lo más notable es la aportación totalmente novedosa de Yamamura. Mientras el joven habla, materializa en dos ocasiones sus palabras. Cuando el paciente expresa su deseo de arañar los ojos del médico, éste desaparece y, en su lugar, encontramos un ojo recién arrancado sobre la almohada. Cuando, refiriéndose a su herida, alza en su mano una rosa exangüe, remite al momento de la historia en que el médico describe la herida del convaleciente como “una flor”. Algo similar ocurre cuando éste recuerda que su criada se ha quedado atrás a merced del individuo que le ha proporcionado los caballos. La cabeza del médico, enorme y dilatada, reverbera en un pronunciado primer plano, mientras que, en segundo plano, a sus pies, asoma la imagen mental que en ese momento le atormenta, la de la criada siendo apresada por las manos del individuo, que la arrastra fuera del encuadre; segundos después, en el mismo lugar, aparecen los hombrecillos negros (y redunda así en aquello dicho más arriba de que no son sino sus pensamientos en voz alta). Tampoco puedo pasar por alto los individuos de negro tocados con bombín (vecinos, según el relato), de andares extravagantes, totalmente “magrittianos”, que hacen acto de presencia en la casa.
Termino, para no alargarme más de lo necesario. Kafka - Inaka isha me ha parecido un auténtico logro. Una elección acertada, una de las mejores adaptaciones literarias que recuerdo haber visto en mucho tiempo, y una audacia medida y nada estridente, lejos de los recortables de Larry Jordan, los arrebatos trogloditas de Yuji Kori o los delirios vanguardistas del cine de animación polaco. Y lo mejor de todo, se puede ver aquí.

viernes, 31 de octubre de 2008

LA PLANETE SAUVAGE

Filmax nos sorprende gratamente con la edición conmemorativa del 35º aniversario de La Planète sauvage (René Laloux, 1973), un largometraje mítico en la historia de la animación, ganador del Grand Prix en el festival de Cannes de 1973. El lanzamiento viene a unirse a los títulos de Laloux editados por Llamentol (y reeditados recientemente en un pack junto con el Arzak raphsody de Moebius). Regocijémonos, al fin podemos disfrutar de su obra completa en castellano. Esperemos que la edición de Filmax alcance el nivel de excelencia de la de Eureka.

domingo, 28 de septiembre de 2008

JEDE NOCI V JEDNOM MESTE

Jedne noci v jednom meste, aka One night in one city, es un largometraje checo del 2007 producido por Maur Film, la productora detrás de Fimfarum y Fimfarum 2, y dirigido por Jan Belj, que también dirigió uno de los fragmentos de Fimfarum 2. Lo primero que salta a la vista, ya desde la primera escena, es que no nos encontramos ante un largometraje para niños (tampoco lo son los Fimfarum); se trata más bien de todo lo contrario. A medida que la historia avanza (no creo que hagan falta más de cinco minutos para notarlo o, al menos, intuirlo), se hace más evidente que estamos ante una obra que intenta sorprender al espectador mediante una sucesión de situaciones y de personajes del todo anormales, que oscilan entre lo siniestro y lo grotesco. No estamos ante un relato lineal, sino más bien ante una cadena de cuadros anecdóticos que se suceden unidos, asociados, por su naturaleza insólita. Durante el visionado de Jedne noci, resulta inevitable pensar en otras obras con intenciones similares, ya sea Léolo (Juan-Claude Lauzon, 1992), Taxidermia (Gyorgy Palfi, 2006) o Spiklenci slasti de Svankmajer (aka Conspirators of pleasure, 1996; la escena del crematorio canino o la del tipo que ejecuta el baile con el pajarraco en la cabeza no andan muy alejados de lo visto en Conspirators), título que, a su vez, remite, entre otros, al cine de Buñuel, pues, al fin y al cabo, lo que tenemos entre manos no es otra cosa que un puñado de obras con tintes surrealistas. Lo insólito, lo extraordinario y lo mágico conviven con lo cotidiano; ¿realismo mágico? Más bien “realismo grotesco”.

Fimfarum 2

El largometraje se divide en tres partes bien diferenciadas. La primera transcurre en una comunidad de vecinos: hay un siniestro entomólogo que se dedica a jugar con insectos muertos, un cazador de osos de peluche, un tipo que incinera perros, un drogadicto que esnifa todo lo que se pone a tiro de su narizota, y una familia más pobre que las ratas, que representa una escena a medio camino entre La quimera de oro y El sueño de una noche de verano. El hilo conductor de esta primera parte lo constituyen unas hormigas que aparecen en los títulos de crédito y que recorren el edificio de arriba abajo, relacionando a unos vecinos con otros.
La segunda parte es sin duda la más lograda y la más interesante. Si hace un par de meses, a propósito de Visions of Frank y de Le planete sauvage, comentaba el intento de estas dos obras por recrear un universo propio, regido por sus propias reglas, por una lógica interna no evidente a primera vista, ahora vuelvo a sacarlo a colación por el simple hecho de que este fragmento triunfa allí donde los dos títulos mencionados no lo acababan de conseguir o simplemente fracasaban. ¿Cómo describir esta parte? En primer lugar, supone un punto y aparte con respecto a la primera; si bien ésta y la tercera tienen una ambientación nocturna y más bien sombría, más propia de un film de Svankmajer o de los Quay (las calles de la ciudad me hicieron pensar vagamente en la ciudad desierta de The hunger artist de Tom Gibbons), ésta es mucho más colorida y amable a la vista, más en la línea de los Fimfarum. El protagonista es un árbol de costumbres antropomorfas y hábitat humano. Los aciertos consisten en los pequeños detalles que nos recuerdan que nos encontramos ante un árbol y no ante una persona, a pesar de su comportamiento, similar pero distinto al mismo tiempo. Por ejemplo, el hecho de que antes de salir a la calle se calce una maceta en cada pie, como si de zapatos se tratara, o de que, en lugar de beber por la “boca”, vierta el agua directamente en sus zapatos/ macetas; todo un signo de coherencia y de originalidad. El comportamiento no es completamente humano aunque sí su sentido y, lo más importante, es perfectamente inteligible para el espectador. Hay otros gestos menos humanos, pero totalmente acordes y coherentes con la naturaleza de los personajes, como los pájaros que anidan en las ramas del árbol, las hojas que caen en otoño de su “cabeza” o la escena del “árbol de navidad”.
The hunger artist
Por el contrario, hay otros elementos que escapan de cualquier explicación funcional, y que entran ya en las arenas movedizas de lo poético, como el tren-tetera, el nido que el pez usa como sombreo, las pajitas de colores que éste lleva consigo y, sobre todo, la ofrenda en el cementerio, que arranca con la caída de una manzana madura de las ramas del árbol, justo después de pasar por la peluquería; probablemente la secuencia más inspirada de esta parte y, por ende, de toda la cinta. Digamos que este fragmento combina hábilmente aquello hechos que pueden entenderse perfectamente desde la lógica convencional a pesar de estar tamizados por la naturaleza particular de los protagonistas, un árbol y un pez, y del mundo irreal que habitan, y aquellos que no necesitan justificación alguna porque no son otra cosa que el fruto de la creatividad y de la imaginación de los autores (el solo de guitarra frente a la ventana, por ejemplo).
La tercera parte nos devuelve de nuevo a la ciudad y guarda más similitudes con la primera, con la que enlaza mediante la anciana acompañada de un perro que se dedica a encender las farolas de las calles. Esta parte retoma el tono de la primera aunque deriva más hacia el relato fantástico. Un elefante sobrevolando los tejados de la ciudad nada más comenzar así nos lo hace saber: lo que vamos a ver pertenece al dudoso reino de la noche y del ensueño. Un músico callejero que encuentra la inspiración gracias a la oreja perdida de Van Goh que un transeúnte con la cabeza vendada le deja como propina; un enamorado que acude a una cita en una cafetería frecuentada por fantasmas, con un final sacado directamente de El resplandor; y, por último, las visiones etílicas erótico-festivas de dos borrachos, que bien podrían firmar Svankmajer o Borowczyk. Como ya ocurriera con las hormigas en la primera parte, hay una serie de elementos que engarzan una escena con la siguiente: la anciana de las farolas que pasa junto al músico; la oreja que éste se corta para reemplazarla por la de Vang Goh es arrojada a la calle y devorada por el perro de la anciana, que casualmente pasa junto al joven enamorado, a cuyo lado pasan los dos borrachos camino del pub…
Como anécdota (para nosotros, desde luego no para el director), señalar que la producción del largometraje fue bastante complicada (problemas económicos, no en vano es el largo de animación más caro de la historia de la República Checa) y que la obra tardó cuatro años en completarse. A pesar de que el deseo de sorprender continuamente al espectador con situaciones inverosímiles y personajes extremos, hazaña que ya cuenta con precedentes y que resulta arriesgada y complicada, es el punto flojo del título que nos ocupa, Jedne noci v jednom meste bien merece sesenta minutos de nuestro tiempo, sobre todo para los amantes del cine de animación, de las marionetas, del cine checo y de las películas “raras” en general.

sábado, 30 de agosto de 2008

LANZAMIENTOS OCTUBRE

La gran noticia en el apartado de lanzamientos de octubre nos la trae Catsuka. Los trabajos inéditos de Michel Ocelot salen a la luz en un hermoso doble dvd el día 28, entre ellos, el celebérrimo Les trois inventeurs o La princesse insensible. Tal vez lo mejor de Ocelot. Ya era hora...
Por su parte, Aurum continúa con su edición de títulos Ghibli. Ahora le toca el turno a éste el 22 de Octubre:

GRITOS EN EL PASILLO

Continúo con la serie de reseñas breves a la que me he visto obligado por la falta de tiempo. Con todo, espero rematar el año con algo más enjundioso. En otro orden de cosas, hace tiempo me sorprendí a mí mismo al verme inmerso en una curiosa reflexión. Navegaba por la página de un foro de animación con una lista de largometrajes animados bastante jugosa. “Aquí hay de todo, pero no puede estar todo”, pensé. “Debe faltar algo”. Así que lo más raro y más nuevo que se me vino a la cabeza en ese momento fue Strings, un largometraje danés de marionetas con ribetes shakesperianos, que había tenido la oportunidad de ver no hacía mucho en pantalla grande. No encontré el largometraje en la lista, y ahí se quedó la cosa. Tiempo después, navegando, curioseando, por el mismo lugar, la encontré bajo el epígrafe “Cine experimental” (¿o era contemporáneo?). Lo primero que me pregunté fue por qué no estaba con el resto de largometrajes de animación. Para mi sorpresa, en el post se argumentaba que la obra en cuestión no era animada, es decir, que no es una película de animación. Veamos, no es fácil dar con una definición (casi nunca lo es) que abarque todas las manifestaciones de este complejísimo mundo que es la animación. En sus 100 años de cartoons, Bendazzi aboga más por una definición restrictiva que extensiva, es decir, en lugar de tratar de explicar qué es la animación, tal vez sería mejor decir qué no es la animación. Lo que único que parece claro en todo esto es que para que haya animación debe haber manipulación; debe haber truco, magia (para muchos, los cortos de el “mago” Méliès ya encierran en sí el germen de la animación, pues son ricos en trucos ópticos), si se quiere, entre un fotograma y el siguiente. Se trataría pues, de una segunda ilusión óptica, tras aquella inherente al cine, la de la sucesión de imágenes aisladas y estáticas con el fin de obtener la mentira del movimiento en tiempo real. A ésta, habría que añadir la que se opera en el fotograma en sí, que complementa y enriquece a la principal, que se establece entre un fotograma y otro, como si, salvando las distancias, de callejas entre viñetas se tratara. No negaré que el tema es mucho más complejo de lo que así se expone, empezando por las necesidades específicas de las técnicas de animación, que son múltiples y variadas. Tal vez el ejemplo más sencillo de entender sea el del stop-motion, en contraposición con el título referido más arriba. Pensemos en una animación simple de un muñeco de plastilina, en el abc del proceso animado. Si queremos rodar una breve secuencia de apenas unos segundos en la que un personaje mueva el brazo de abajo hacia arriba, entonces “todo” lo que hay que hacer es tomar un plano del brazo bajado, a continuación lo levantamos levemente, apenas unos milímetros, y tomamos otro plano; lo levantamos un poco más y sacamos un tercer plano, y así hasta que el brazo esté arriba del todo; después basta con poner un fotograma tras otro a una velocidad prudente y ya tenemos la animación lista. El ejemplo es sencillo pero quiero que la idea se entienda bien, sobre todo en contraposición con lo que viene ahora. Ahora tomemos Strings, o Team America, Legend of the sacred stone o incluso Cristal Oscuro, cualquiera de ellas nos vale, ninguna es una película de animación. En ningún momento existe ese salto mediante el montaje entre plano y plano para simular el movimiento. Todo lo contrario, vemos los hilos en todo momento, especialmente en el largometraje danés, en el que juegan un papel importantísimo, no sólo en términos visuales, sino metafóricos, en un alarde de inventiva y de oportunismo. Los hilos se mueven ante nuestros ojos y, aunque no vemos al marionetista, su presencia se hace sentir en todo momento. Si la secuencia del muñeco de plastilina que acabamos de poner como ejemplo es de apenas dos segundos, su elaboración puede haber llevado perfectamente unos minutos. El tiempo de acción y de rodaje no coinciden. Sin embargo, en Strings, cuando una de las marionetas recorre el escenario de un lado a otro empleando, digamos, cinco segundos, podemos decir que el tiempo que la cámara ha empleado para capturar ese moviendo ha sido exactamente el mismo (al margen, claro está, de los preparativos de rodaje), es decir, el tiempo de acción y el de rodaje coinciden, ya que todo se desarrolla frente a la cámara, sin ningún tipo de intervención entre un fotograma y el siguiente (al margen de la que efectúa la propia cámara, inherente al medio, como ya se ha dicho); no hay manipulación, por tanto no hay animación. Es como colocar varias cámaras simultáneas en distintos puntos durante una obra de marionetas sobre un escenario; como ver teatro por la tele; la única manipulación es la del montaje.

Strings.

Dicho esto, podríamos pasar a otras consideraciones. Si Strings no es una película de animación, entonces, ¿qué demonios es? Una película infantil. Pero, ¿acaso, dentro de la animación, no hay películas que se encuadran perfectamente dentro de los géneros atribuidos al cine de imagen real? Comedia, terror, ci-fi, drama, erótico… Es un problema de géneros difícil de resolver, empezando por el hecho de que todo cine animado se suele etiquetar como infantil, y porque tampoco existen demasiados largometrajes (pues este es un problema que afecta casi en exclusiva al largo) ideados para un público maduro intelectualmente, y porque los pocos que hay suelen tener vocación experimental. También está el tema de las proporciones: cuando una película está compuesta de escenas animadas en su totalidad no hay dudas en decir que es de animación, pero, ¿y cuándo se mezcla con la imagen real? Las películas de Harryhausen o de Willis O´brien contienen bastante metraje animado, ya sea mezclado con imagen real o bien aislado, pero no dejan de considerarse de imagen real. Las de Karen Zeman (El dirigible robado, Viaje a la prehistoria, El barón Munchausen…) tienden a considerarse animadas y, aunque bien es cierto que la “manipulación” es mucho más evidente, los actores son siempre de carne y hueso (exceptuando sus dos últimos largometrajes y la recopilación dedicada a las aventuras de Sinbad). ¿Y qué son Cool World o Quién engañó a Rogert Rabbit? Por otro lado, buena parte de los efectos especiales no son otra cosa que animaciones, especialmente hoy en día, donde el atrezzo, las maquetas y el cartón piedra pasaron a mejor vida en beneficio de la animación por ordenador. Pensamos en la cantidad de secuencias animadas/ generadas por ordenador que podemos encontrar en títulos como Matrix o El señor de los anillos (esta última observación ni siquiera es mía, pertenece a Antonio Zurera, un veterano guionista y director de cine de animación español). Si la clasificación es una cuestión de porcentajes animación/ imagen real, la cosa no queda demasiado clara. Es un tema complejo e interesante, ya digo; espero poder volver a él.

Legend of the sacred stone.

En el ámbito de estas reflexiones se encuentra Gritos en el pasillo. Una película española del 2007 hecha con frutos secos. Todo este largo proemio sirve, nada más y nada menos, para afirmar que el título que nos ocupa no es una película de animación, no al menos en el sentido estricto, como se ha argumentado más arriba. Basta con echarle un ojo al siguiente fotograma; esos surcos que recorren el suelo no son ni más ni menos que los huecos a través de los cuales se introducen los alambres adheridos a base de los personajes para moverlos; una variante de los hilos. Basta agudizar un poco la vista y en más de una ocasión los metales en cuestión son visibles:

No recuerdo ahora mismo ninguna animación notable con frutos secos. Sin duda que debe haberla. Tal vez Starewicth o Hermina Tyrlova en su día, tal vez George Pal… Sí alguien conoce alguno, que levante la mano y que deje un comentario. El caso es que el largometraje se deja ver. A veces resulta un poco pesado, pero el metraje moderado de la cinta y su carácter de producto extravagante e inusitado hacen que merezca la pena verla hasta el final. El doblaje es uno de sus puntos débiles. Unos actores con un poco más de tablas no habrían venido mal para darle un poco de solidez y de credibilidad a la historia, que parece con demasiada frecuencia un chiste mal contado en determinadas escenas. Luego uno se acostumbra y no se fija, claro… El argumento no es nada del otro jueves (un trasunto de Asylum -Robert Ward Maker, 1972-), pero bueno, supongo que el mérito está en haber hecho una peli con cacahuetes y pistachos, sólo esta idea ya merece nuestro respeto.

Terminemos con los puntos fuertes, para dejar un buen sabor de boca. La escasas cualidades, especialmente en términos de movilidad y de expresividad, de los "actores", han sido hábilmente compensadas con una cuidada elección de los planos y de los encuadres, un uso inteligente del sonido, de todo lo que tiene que ver con los efectos sonoros, y, sobre todo, con una iluminación muy acertada, que contribuye de forma decisiva a crear la atmósfera siniestra y alucinada que domina toda la historia. Mención aparte para el tramo final, no sólo por el secreto del pasillo prohibido y todo lo relacionado con él, sino también por el asalto, salpicado de ingeniosos detalles, algunos verdaderamente geniales; vamos, que si a esas alturas de la película (el último tercio) nadie ha conseguido reírse, se aconseja esperar hasta el final, porque la cosa mejora notoriamente. Abrazos para todos.

sábado, 26 de julio de 2008

OUT NOW (2)!!

Descubro por casualidad esto. Ya está en la calle. La traducción más común suele ser "La isla del tesoro de los animales", pero con este título ha pasado un poco desapercibida:
Zonadvd anuncia el lanzamiento por parte de Cameo de una película danesa de animación bastante peculiar para el 23 de Septiembre. En 68 revoluciones (web que recomiendo encarecidamente a los amantes de la animación, cine en general y cómic) podéis leer sobre ella.
Carátula inglesa de Princess.

viernes, 25 de julio de 2008

VISIONS OF FRANK

"Cuando empecé a trabajar en el libro, hace más de diez años, el mundo era un lugar muy distinto. Internet era un territorio peligroso y desconocido donde sólo se aventuraban cerebros académicos y freaks de los ordenadores; el DVD, una entelequia (...) Si queríamos ver una joya del world cinema, y no digamos ya clásicos del cine trash, debíamos esperar a que la pasaran en alguna sala de arte y ensayo (algo poco probable) o intentar hacernos con una copia de décima generación (...) La información sobre películas oscuras y sus artífices era casi imposible de encontrar y, muchas veces, de poco fiar. Hoy, todo ha cambiado. Teclea el título más raro que se te ocurra en el buscador de internet..." (Mondo Macabro, Pete Tombs).
A veces sucede. Uno quiere ser probeta en su tierra. Es natural. Hasta la aparición de internet y sus sistemas de descarga, tener la versión turca o paquistaní de tal película americana o aquella otra oscurísima nipona donde se veía un individio que hacía tal o cual salvajada "nunca antes vista por estos lares", "inédita e inaudita para los ojos occidentales", era una forma segura de coronarse en el complejo mundo del dilentatismo crítico/ pseudoteórico del cómic o del cine o de ambos. Conseguir estos títulos era una tarea ardua y costosa por diversos motivos, tal y como explica, no sin cierta nostalgia, Pete Tombs.
Guts of a virgin, una japonesada donde las haya.
Hoy en día las cosas han cambiado bastante. La información está delante de nuestras narices. Sólo hace falta saber buscarla. Esto, y esos amplificadores de pensamientos en voz alta que son los blogs (como lo pueda ser éste), han contribuido a un glorioso ascenso del diletantismo más friki a nivel mundial. El mérito consiste ahora en rescatar ese fragmento de información que hasta ahora había pasado desapercibido para todo el mundo, y exponerlo truinfal en nuestro amplificador personal. Un autor del que nadie sabía, un mediometraje que el mismo pudo realizar antes de su salto al estrellato, un proyecto desechado, un pecado creativo de juventud... en suma, algo raro raro. Pero la cosa no acaba ahí. El hallazgo debe ser algo que merezca la pena, una "oscura" (vocablo devaluado y prostituido donde los haya, si no es oscuro no merece la pena) y/u "olvidada" (ídem) "obra maestra". Bien es cierto que hay gente que se regodea en el fango y gusta de presumir de omnívoro (consume lo bueno y también lo malo; es un síntoma de pedantería y de prepotencia de muchos, entre los que me incluyo; un ramalazo posmoderno de lo más repugnante), o simplemente de cerdo incotinente que sólo se alimenta de basura, pues, deben pensar, ya hay demasiados ocupados con las obras canónicas como para subirse al carro. Pero, dejando de lado a estos últimos, todo el mundo quiere adelantar o rescatar la próxima obra maestra con el sólo propósito de que, cuando ésta irrumpa en el mercado tiempo después y sea ensalzada por la crítica (sic), el visionario/ arqueólogo en cuestión pueda decir a a través de su amplificador: "Ya os lo dije hace tiempo, el primero de todos, antes que nadie, la obra K del autor H es una obra maestra". Y entonces, este genio de la premeditación volverá de nuevo a su rincón de estudio seguro de que en esos momentos el resto del planeta friki estará diciendo, totalmente admirado, algo así como: "¿Cómo es posible que lo supiera antes que nadie? ¿Cuán vastos conocimientos poseerá este individuo? ¿De dónde saca la información? ¡Menuda comicteca/ videoteca debe tener! ¿Significa eso que sabe japonés o alemán o francés o significa que es un hombre de mundo y que ha viajado/ vivido en tal o cual país?" Pues eso, que hay mucha impostura:
No me cabe la menor duda de que Takashi Miike es el culpable de todo esto.
Con Frank, el cómic que da pie al omnibus que nos ocupa, pasa un poco eso. "Una joya" recuerdo haber leído por ahí. Si lo es, desde luego no está demasiado claro. Yo mismo no sé qué pensar acerca de ella. Es la típica obra que te hace dudar de ti mismo y preguntarte si lo que estás leyendo es una broma de un guasón o algo verdaderamente profundo y de ahí su aparente idiotez. Además, esa frase de Coppola que adorna la portada queda asociada desafortunadamente a la de Umberto Ecco en las aventuras de Dylan Dog. Me encuentro en condiciones de afirmar que Frank es una obra rara. Muy rara o poco rara, todo depende de lo familiarizados que estamos con la rareza. He visto cosas mucho más raras. Así que diré que, para mí, es de una rareza media, de andar por casa. Lo de si es buena o mala, eso es harina de otro costal. Hay obras que se parapetan detrás de su condición de rara, o extraña, u oscura, o de culto, o transgresora (este último término requeriría una entrada para él solito) para descuidar la mayoría de los aspectos que hacen que una obra brille con calidad artística propia y legítima. "Es que es raro/a, tal vez por eso no lo/a entendemos, tal vez por eso nos parece una caca de vaca, es que desafía los cánones, es que es nuevo/a, es que es "meta-"..."
Frank, de Jim Woodring.
La lectura de Frank me queda un poco lejana en el tiempo. Creo que su valor reside en haber creado la ilusión bastante sólida de desarrollarse en un mundo regido por una lógica interna, desconocida para el lector, pero totalmente coherente y factible dentro de su rareza. Nótese que digo la ilusión de, porque basta con eso para hacernos pensar que es una obra maestra; averiguar si la ilusión es verdadera es demasiado complicado y agotador y además a nadie le importa. Pues eso, que parece que el cerdo humanoide y el diablillo y las máscotas con aspecto de radio viejuna tienen un papel asignado y que lo que hacen, provocan y desencadenan en el mundo del gato con cara de pasmado tiene un porqué, que existen las leyes de la causa y el efecto aunque no conozcamos las causas y seamos incapaces de reconocer los efectos. Un poco lo que viene a decirse que en su día consiguió René Laloux con El planeta salvaje (1968):
Los cortos, todos ellos creados por animadores japoneses independientes (o debería decir, en los tiempos que corren, "alternativos"), dignos del festival más moderno y también del más estúpido, son de lo más variopinto. Hay que decir que todos ellos son mudos y que todos ellos rozan la paranoia, que los diálogos se ven sustituidos por una música de lo más rara (léase estridente, paranoica, repetitiva, pero siempre inquietante y acertada) y que hacen gala de todo tipo de técnicas: ordenador, cell-animation, stop motion, recortables, marionetas, animación con arena...
Creo que podemos darnos con un canto en los dientes con una relación de los cortometrajes con su respectivo "título", autor y, de regalo, totalmente gratis, un par de links (también los he dejado a youtube) al dvd (a los del viejo continente les recomiendo comprar en $, les llenará de júbilo).
7. Frank: Kanako Kawaguchi.
8. Frank: Naomi Nagata.
Visions of Frank en Chaletfilms. Y en Atomicbooks. Carátula e interior del coqueto DVD, libtreto incluido.