Son
las ocho de la tarde cuando una imponente casa se alza sobre mí. Está rodeada
por unos barrotes de hierro de unos tres metros de altura imposibles de
traspasar.
Me
acerco a la puerta de entrada y llamo al telefonillo. Nadie me responde pero un
pitido suena confirmándome que está abierta.
Avanzo
un poco temblorosa sintiéndome pequeña. Los lujos no escasean y yo no estoy acostumbrada
a este ambiente.
Un
señor alto, robusto y con algunas canas en su oscuro cabello me espera en la
entrada. Trago saliva viendo la similitud entre aquel hombre y yo. Ambos
tenemos el mismo cabello revuelto, el mismo color de ojos y, por desgracia, la
misma blanquecina piel.
-Buenas
noches hija, no te esperaba tan temprano. Supuse que tu madre te prohibiría
verme.
-Supusiste
bien, me escapé-mi voz sonó tan cortante como el filo de un cuchillo.
-Chica
lista, se nota que llevas mis genes-pongo una cara de repugnancia y le sigo
cuando se adentra en los oscuros y largos pasillos de su hogar.
Mi
padre es el director de una marca de vehículos de lujo que le proporciona una
gran suma de dinero y poder. Mi madre era una simple secretaria cuando él se
fijó en ella y comenzó la pesadilla.
Él
comenzó con su cortejo aun estando casado, mi madre, Luna, le ignoraba constantemente pensando que se le
pasaría, pero llegó el día en que la
obsesión de él aumentó hasta un grado que ella empezó a asustarse. Nunca pensó en dejar el trabajo, necesitaba el
dinero para pagar el lúgubre y vetusto piso en el que vivía junto con sus tres
gatos.
Daniel,
mi padre, nunca aceptaba un no por respuesta y cuando la oportunidad se le
presentó, violó a mi madre. El fruto de aquel terrorífico, doloroso y sádico
acto soy yo. Mi madre se quedó embarazada de mí al mismo tiempo que la mujer de
mi padre de Neo.
Mi
madre habló, intentó hacerse escuchar. ¿Qué pasó? Qué vivimos en un mundo donde
existen libros de los derechos humanos, donde se inculca que no hay diferencia
entre las personas y donde el dinero se dice que no da poder pero ninguna,
absolutamente ninguna, se cumple en su mayoría. Donde hay dinero hay poder.
Donde no hay dinero no hay poder. Aunque nos cueste admitirlo esto es una
verdad universal. Nadie escuchó a mi madre.
Y
ahora estoy yo aquí, fruto de una violación y al lado del hombre que cuando se
enteró de mi existencia comenzó a hacerme la vida imposible.
Tras
vagar a lo largo de numerosos pasillos llegamos al comedor. Me quedo congelada
en la puerta de la sala intentando que mi mente interprete la información que
mis ojos la estaban mandando.
Melisa,
la esposa de mi padre y Neo, se hallan en la mesa mirándome con ¿repugnancia?
¿Odio? O algo parecido.
Daniel
me indica con un gesto que avance y eso es lo que hago inconscientemente. La
mirada que me lanza Neo no le llega a las suelas de los zapatos a la que su
madre me envía. Tal intensidad tiene que me siento desnuda ante ella. Siento
como si pudiese oír cada pensamiento que pasa por mi mente.
-Está
bien, sentaos debo hablaros sobre un tema del cual ninguno es conocedor.
Obedezco
y me sitúo al lado de Neo. Los tres miramos expectantes a Daniel.
Siempre me había preguntado por qué Melisa seguía con mi padre a sabiendas de que la era infiel. Y siempre había llegado a la misma conclusión: dinero, poder… Todo era debido al egoísmo y la avaricia.
Siempre me había preguntado por qué Melisa seguía con mi padre a sabiendas de que la era infiel. Y siempre había llegado a la misma conclusión: dinero, poder… Todo era debido al egoísmo y la avaricia.
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