Este puente he tenido la suerte de poder escaparme a mi refugio en los Pirineos. No practico el esquí, pero sí lo hice y por eso, aunque ahora no me llame como lo solía hacer, comprendo por qué otros lo hacen. Ha sido más bien una escapada para disfrutar de la tranquilidad, de ese placer que otorga el disfrutar de la frágil calidez del sol invernal mientras se observan las cumbres nevadas.
Como he comentado alguna que otra vez siempre necesito asomarme al río si lo tengo cerca. Incluso fuera de temporada, sin caña en la mano, adoro observar el agua fluir, ver los reflejos que ésta nos regala e intentar adivinar a sus habitantes. Este último punto cobra especial relevancia en esta época, pues no es descabellado esperar encontrar a las pintonas afanadas en perpetuar su especie. Y esta vez he tenido la suerte de disfrutar ese espectáculo.
Quiero pedir disculpas por la calidad de las imágenes. Cuando caí en la cuenta de las fechas en las que estamos ya estaba allá en Benasque y había olvidado coger la cámara de fotos, así que he tenido que tomarlas con el móvil. Y eso se nota. Pero el grueso de mis lectores sois pescadores, supongo que tendréis el ojo más o menos entrenado y si encima os doy pistas no tendréis demasiadas dificultades en "adivinar" a nuestras amigas. En el centro de la fotografía superior, a la izquierda y ligeramente abajo de la roca blanca de la orilla, se aprecia una sombra alargada, vertical. Espero que me creáis cuando os digo que eran dos truchas puestas frezando. La segunda foto servirá para convencer a algún incrédulo. La sombra vertical se ha reducido y ha aparecido una casi horizontal a su izquierda. Pues bien, la que quedó en su sitio era la hembra preparando el nido, mientras que la horizontal era el macho en una de sus cortas ausencias del nido para espantar a otros machos rivales.
Ciertamente esto es un espectáculo digno de ver por cualquier persona, sea pescador o no. Por ejemplo yo iba acompañado de Laura y según me dice le encantó poder ser testigo del mismo. Además, no sólo pudimos ver a esta pareja, eran numerosas las descubrimos desde nuestro observatorio. Ni que decir tiene que la actividad entre la freza propiamente dicha y las escaramuzas entre machos era incesante. Da gusto ver al río así de vivo y trabajando por su futuro.
Por eso la rabia es mayor cuando uno ve, con un simple giro de cuello, una excavadora aparcada en la misma orilla del cauce. Visto en qué han convertido al mismo río a escasos kilómetros de allí uno teme lo peor para el futuro de esas truchas que ahora frezan y de los huevos que tanto esfuerzo les ha costado poner. Y el destrozo morfológico no es la peor agresión que sufre este río. Es una lástima que todavía no se pueda transmitir el olor por internet, porque no tengo palabras para describir el hedor que las aguas exhalan en el punto desde el que tomé esta última fotografía.
No hay que ser demasiado observador para encontrar el origen de ese olor y del color del agua allí. Unos metros aguas abajo de la Villa de Benasque el Ésera recibe un importante aporte de aguas fecales. Luego a muchos políticos se les llenará la boca con el término "desarrollo sostenible", pero aquí la sostenibilidad se la han olvidado.
El esquí supone una gran oportunidad de desarrollo para las zonas de montaña, pero hay mucho trabajo por hacer para que este desarrollo sea realmente sostenible. Las pistas de esquí son grandes superficies con escasa vegetación que frene la erosión, con lo que el aporte de sedimentos a los ríos es mayor. Para asegurar la disponibilidad de agua para innivar con cañones se hace necesaria la construcción de pequeños embalses que no ayudan demasiado a los cursos fluviales. Tampoco lo hace la contaminación por sal que se lleva a cabo para garantizar el acceso de los esquiadores a las estaciones. Esquiadores que multiplican la población de los nucleos urbanos colapsando, en el caso de que existan, las depuradoras. Muchos de ellos compran una segunda vivienda en los valles, contribuyendo a la presión urbanística hacia la llanura de inundación, que lleva a que los cauces se vean reducidos a canales constreñidos entre muros para proteger estas edificaciones del río. Muros otras labores de contención extremadamente caras y que los testarudos ríos se han encargado una y mil veces en demostrar inútiles.
Deseo que la gente siga disfrutando de la nieve, y que este disfrute redunde en un progreso económico para los habitantes de las montañas, pero creo que es necesario que esta actividad se lleve acabo de una manera mucho más responsable, reduciendo al máximo los impactos generados y aplicando las medidas correctoras necesarias. Sólo así podremos seguir disfrutando de todo lo que la naturaleza nos da. Incluidos unos ríos vivos.