jueves, 16 de octubre de 2008
Acariciándote
Siento sin ver.
Tú cuerpo late y se estremece.
La imaginación es un dulce tormento al reconocerte así, robandote gemidos...
lunes, 11 de agosto de 2008
Agradecida
Sh... no se lo digas a nadie
Atrapada en las sensaciones que me provocas,
mis labios se vuelven perversos,
sembrando la locura de un deseo sin control.
En cada beso, largo, sensual,
cierro los ojos,
prolongo el momento,
tu cuerpo responde
te entregas sin treguas ni reservas
a la fantasia salvaje
que nos invade a los dos...
martes, 5 de agosto de 2008
Tu lengua me quema
sábado, 26 de julio de 2008
Un comienzo
Era de baja estatura y tenía hermosos ojos verdes. Usaba el cabello corto, teñido de un color cobrizo. Era médica y estaba casada.
Nos habíamos conocido porque era la jefa de una clínica a la que le vendía mis servicios. Era famosa por el orden estricto que exigía. Solía usar botas de taco no muy alto, negras. Cuando caminaba parecía decir: "Aquí estoy yo, aquí estoy yo". Los empleados temblaban al verla. Nos encontramos una vez en el centro por casualidad y como quería estrechar lazos con sus empleadores, la invité a tomar algo. Ella aprovechó para hacerme una larga lista de pedidos. A pesar de eso descubrí en ella una persona interesante, divertida y de excelente charla.
No la había mirado detenidamente nunca antes, pero ahora delante mío se transformaba en una mujer interesante, bonita, diría que sensual.
A partir de ese momento nos encontrábamos a tomar un café, a veces casualmente, otras por invitación mía o de ella y charlábamos de las cuitas maritales, de los problemas con los chicos, de libros o de cine.
Una tarde nos demoramos más de la cuenta en el bar y la acerqué en auto a unas cuadras de su casa hasta la esquina de una plaza. Cuando me acerqué a darle el beso de despedida, sentí el impulso de acariciarle el cabello. Jamás esperé que atrapara mi cabeza y metiera su lengua en mi boca, viboreante, en guerra desesperada buscando la mía. Miré hacia los lados buscando testigos indiscretos y sentí que su pierna se ponía sobre las mías, moviendo la pelvis contra mi muslo. Sin dejar de besarla subí mi mano por la pierna hasta la costura del jean entre sus muslos que presioné levemente. Sin perder un momento apoyó la palma de su mano sobre mi entrepierna y me levantó los testículos presionándolos suavemente sobre el pantalón.
-Me tengo que ir ya -me dijo con la cara encendida- nos vemos mañana en el bar, ¿si? -aún sostenía mis testículos.
Se acomodó el cabello, resopló para calmarse y salió caminando rápido. El sol pintaba de rojo los árboles.
Estaba tomando una gaseosa cuando llegó.-Vamos -dijo con la cartera en la falda luego de sentarse apurada.
Ya en camino me desprendió la camisa y me acarició el pecho. Me sonreía mirando mi erección que era notable a pesar de la ropa, en ocasiones la rozaba discreta con su dedo índice.
Bajamos en silencio hacia la habitación del hotel. Cerré la puerta y la traje hacia mí desde su cintura. Le empecé a besarle su cuello y una de sus orejas, pero ella no estuvo mucho tiempo así, sino que se abalanzó sobre mí tirándome sobre un sillón que estaba casi pegado a la entrada de la habitación.-Ayudame con tu cinto -dijo entredientes, ya montada sobre mí con las piernas separadas y luchando nerviosa con la hebilla.
Lo desprendí quitando sus manos y después le ayudé a sacarse la polera negra que tenía puesta. Me detuve en ver sus pequeños senos un momento, le toqué los pezones por encima de la tela y ella respondió bajándome el cierre para liberar mi miembro sobre el calzoncillos.
-Hace rato que te la quiero ver -dijo mientras se paraba y se bajaba el pantalón de espaldas a mí, dejándome ver unas linda cola enfundada en una tanga blanca pequeña. Se dio vuelta coqueta. Le acaricié la cicatriz de la cesárea con dos dedos.
-Me la voy a operar -dijo con mi miembro en su mano, luego metió su lengua en mi boca en un beso interminable.
-Tengo sed, dame saliva -dijo mientras abría la boca después de tirarse en mi falda boca arriba. Le di una gota de mi saliva y la tragó con deleite.
-Más, más -a cada gota de saliva respondia con movimientos y gemidos.
Se sentó sobre mí usando su mano para dirigir mi pene a su vulva y metiéndoselo. Sentí como ella tenía un orgasmo largo, muy largo.
Después empezó a moverse suavemente. Le desprendí el corpiño y ella se megreó los senos.-La tenés linda, la tenés relinda -me decía con los ojos cerrados- ¿me vas a dar leche?, dale, dale -repetía.
-¡Te aprieto! -dijo y me miró con los ojos bien abiertos. Sentí la presión de su vagina como una mano sobre mi miembro. Un vaho de placer me invadió y no pude más, tuve el orgasmo más intenso en años. Se quedó un rato largo sobre mí besándome calmadamente los labios y la cara. Me lamió el sudor de mi rostro. Me abrazó y la abracé.
-¿Nos vamos a volver a ver? -me preguntó sorpresivamente.
Me quedé pensando un rato con ella mirándome, no sabiendo qué decir ni tampoco qué hacer. Todo había pasado como una ráfaga.
-¿Y, ¿qué vas a pensar de mi? -repitió.
-¡Muy mala! -repetí dándole una palmada en la nalga-. Sentí una extraña excitación que me recorrió la espalda. Jamás había hecho eso de darle un chirlo a una mujer y esperé su represalia, una cachetada, un enojo y el fin de mi aventura con ella. Pero no se enojó, sino que me dijo al oído:-Puedo ser mucho más mala así me das muchos chas chas, papito.
Todas las películas porno que había visto en mi vida pasaron delante de mis ojos.
Comencé a nalguearla sintiendo mi erección en aumento, primero con timidez, después queriendo dejarle las nalgas todas coloradas. Veía sus glúteos moverse al compás de mis golpes hasta que sentí que era suficiente.
Nunca sentí tal grado de lujuria, nunca había paladeado el sabor del dominio. Un mundo nuevo se abrió ante mí. Se bajó de mi falda y se paró acariciándose las muslos, luego miró mi erección. Acariciando mi miembro se arrodilló entre mis piernas y me hizo una larga fellatio. La quise apartar cuando estaba a punto de terminar, pero ella se aferró a mi pene y me miró traviesa mientras se bebía mi licor.
-Vamos -dijo parándose-. Me esperan, vos sabés.
De nuevo la llevé a esa esquina de la plaza. Esta vez se bajó casi sin saludar.
Nos vimos cada semana y aprendí con ella los meandros del spanking. Nos dejamos de frecuentar cuando emigró en una de esas crisis económicas que tiene nuestro paìs y jamás supe más nada de ella.
Macho Argentino
miércoles, 23 de julio de 2008
Nuestro tiempo
Sentada en la cama miro como te vistes.
Te acomodas la camisa, prendes el pantalón, subes el cierre, ajustas el cinto.
En mi cuerpo perdura el calor de tus manos y la humedad de tus besos.
Inspiro, es tu olor el aire que respiro.
Te miro, estas hecho a la medida de mis deseos.
Me levanto como gata en celo, nuestras miradas se encuentran. Me acerco a vos y sonrío.
Aunque estés vestido, volveremos a empezar...
lunes, 21 de julio de 2008
Jamás te quites la venda
Está acostada en la cama. Tiene los ojos vendados, el tallo de una flor que ella cree que es una rosa, apretado entre los dientes, y su cuerpo desnudo que palpita por lo que vendrá. Supone que a su derecha hay una ventana que le traduce el sentir de ciertas ciudades que se extienden afuera. Tiene las manos crispadas sobre el cobertor: puede quitarse la venda pero no lo hace, jamás se atreve.
Sabe que él ha llegado porque oye como una puerta se abre y se cierra y porque enseguida presiente que se quita la ropa. Luego lo percibe a su lado; entonces, ella deja que la flor caiga sobre su pecho y se pasa la lengua por los labios y su cadera comienza a contornearse reclamando atención. Pero él se toma su tiempo. Le murmura palabras inconfesables en el oído, la besa apenas, la acaricia recorriéndole la piel en un éxtasis difícil de controlar; la roza, la enaltece y la adora hasta que el deseo de ella se vuelve insoportable: lo siente encima y minutos más tarde adentro y siempre termina agradeciéndole a la vida por haber nacido. Van los dos galopando, trazando la ruta por la cual van a desembocar en la catarata, en la explosión de los sentidos, y luego el derrumbe y enseguida la quietud.
El descanso es breve. Tal la costumbre, él se levanta y se viste. La besa antes de irse y le recuerda:
- Jamás te quites la venda.
Apenas llegada a la confusión de la adolescencia, el ritual de aquella imagen se instaló en las noches turbulentas de su despertar sexual y ya nunca la abandonó. Siempre la misma escena, la llegada del hombre aquel sin rostro, la pasión desencadenada, la venda, la flor y la advertencia. Era una imagen tan real que en un primer momento se asustó; pero después el placer pudo más porque la fidelidad era tan conmovedora que supo que nada malo podía pasarle.
El único cambio que se produjo a lo largo de los años fueron los ruidos que llegaban a través de la ventana y el olor del cuerpo de su hombre. Hubo veces que oyó motores de autos y de aviones; en otras ocasiones parecía que algo la había transportado hasta un tiempo impreciso donde las voces eran incomprensibles y el palpitar de la ciudad un tranquilo discurrir de los días. Y su hombre a veces, parecía llegar de trabajar en el campo pero a la vez siguiente su piel despedía olor a hombre y en el otro encuentro era un aroma a perfume caro y moderno.
De todas maneras, nada de eso la preocupaba, solo eran inexpresivas inquietudes en el reposo de la satisfacción inaudita.
Pero también por esta ceremonia, sufrió: le llevo años compatibilizar aquello que ocurría en algún lugar con su vida de mujer. Los primeros hombres los soportó con los ojos cerrados y con engaños. Después encontró la solución: traía a este lado, momentos, sensaciones, del último encuentro en el otro lado, en la otra habitación donde ella esperaba a su hombre con los ojos vendados, el tallo de la flor entre los dientes y la piel desesperada, anhelante.
Entonces, pudo enamorarse, casarse y todas esas cosas. Pudo sobreponerse a la absurda idea de la infidelidad, de los cargos de conciencia no por el hombre que compartiría quizás hasta la muerte su cama, sino por el otro, por el que no conocía.
Pero hubo un día en las cosas cambiaron. Había acostado a su hijo, se había lavado los dientes y cepillado el pelo y se había colocado la breve remera que usaba para dormir. Era una noche más de un día cualquiera de semana.
Su esposo estaba ya acostado y luego de apagar la luz la buscó con entusiasmo. Ella se entregó mientras escuchaba la tormenta que azotaba la noche y de a poco fue preparándose para rescatar los recuerdos de su otro hombre, del que la hacía verdaderamente feliz.
Tal vez sucedió que los tiempos se trastocaron o que coincidieron. No se sabe. Lo cierto es que apenas cerró los ojos, ella se dio cuenta que algo no andaba bien. Porque no hubo ni invocaciones ni evocaciones. Ella se había ido, estaba otra vez en la pieza de siempre, desnuda, con los ojos vendados y la flor y su hombre que estaba entrando y que comenzaba a sacarse la ropa. Pero esta vez había cierta angustia flotando en el ambiente: por la ventana abierta llegaban gritos desgarradores, disparos, voces de gente que ordenaba, otras que suplicaban. Para ella solo fue un detalle inusual porque su hombre repitió el ritual de siempre y la amó mejor que nunca. Sin embargo, cuando él comenzó a vestirse, ella sintió que el desasosiego, la inquietud, le ordenaban que hiciera algo, pero no sabía que. Sintió que su hombre se agachaba y le decía:
- Jamás te quites la venda.
Pero la última palabra de la orden se perdió detrás del una ráfaga de disparos que barrieron la habitación y perforaron sin piedad las paredes. Ella no se asustó; con tranquilidad se quitó la venda y se incorporó en la cama. En la ventana su hombre se disponía a saltar hacia la calle. Allí también había comenzado a llover y un relámpago le iluminó el rostro por una fracción de segundo: ella vio, o creyó ver un gesto de reprobación en la mirada, antes que su hombre saltara hacia la calle y desapareciera para siempre jamás.
Ella quiso ir tras él pero la detuvo una ventana que se abrió de pronto, una noche fugazmente iluminada, los truenos y un viento impetuoso que tiró un velador al suelo. Su esposo salió de encima de ella maldiciendo a la noche, y no se sorprendió por los repetidos gritos de ella diciendo que por favor no la abandonase, que ella lo único que deseaba era estar con él, que quería más y más.
Al otro día, echó a andar por el mundo. Dejó esposo, hijo y seguridades, pero no concibió otra alternativa de vida que salir al encuentro de su hombre. No tenía foto alguna, salvo la imagen de él a punto de saltar por la ventana. Recorrió ciudades y pueblos; también se detuvo en esquinas para ver si pasaba por allí.
Por supuesto que no lo encontró. Murió vieja y sola en un hospital público poco después que la imagen de un hombre que ya no se acordaba quien era, se desvaneciera para siempre entre las brumas del olvido.
MarceloBrignole
lunes, 7 de julio de 2008
lunes, 30 de junio de 2008
domingo, 22 de junio de 2008
Caricias
Medio dormido en la cama
Apenas cubierto por la sabana
Senti subiendo por mi espalda
Suaves, las yemas de tus dedos
Un escalofrio me hizo temblar
Recordando placeres intensos
Y tu aroma me ha llegado
Hasta muy adentro
Te he sentido sentandote
Sobre mi desnudo cuerpo
Y tus manos recorriendo
Centimetro a centimetro
Enervandome, excitandome
Poniendome muy inquieto
Al roce de tus pechos
Al calor que emanas
Y con esas caricias un susurro
En mis oidos, un te quiero
La mejor de las caricias
El mayor de los deseos .
Catman
lunes, 16 de junio de 2008
Atáme
Atáme, esclavízame a tus deseos que también son los mios.
Atáme, sé el carcelero de mis fantasías encendidas.
Vendame los ojos y reduce mi mundo a tu presencia ,que espectante imagine la travesía que recorrerán tus labios y tus manos sobre mi piel esclavizada.
Atada a ti en sueños inconfesables haz que mi cuerpo claudique con tus caricias.
miércoles, 11 de junio de 2008
Deseos..., tus palabras y las mias
Eres como el viento que súbitamente me recorre, acariciándome, sintiéndome, abrazándome.
Eres como el viento que apasionadamente me mueve, me lanza, me cruza por dentro.
Eres el viento bebé…
Me dices eso y soy viento que vibra con solo pensarte.
Ráfaga crepitante, que acaricia, sueña y tiembla.
Brisa alegre, furtiva, que se vuelve parte de tu ser y muerde tus espacios.
Viento que te susurra en la intimidad de los segundos, que cruza la locura racional. Es ímpetu: descubre tu alma, enciende la llama, eclosiona tus sentires arrancando latidos a tus entrañas.
Viento cálido que te alcanza, te invade , te hace tiritar encandilado por los deseos.
Tus palabras, tus caricias me vuelven viento voraz que no cejará hasta tatuar mi nombre en tu piel...
miércoles, 4 de junio de 2008
Recorriéndote
Quiero morder tu carne,
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos
como ramas de ceibo,
seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños
ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza
hurgando la ternura
,ese pecho que suena a tambores y vida continuada.
Quedarme allí un rato largo
enredando mis manos
en ese bosquecito de arbustos que te crece
suave y negro bajo mi piel desnuda
seguir después hacia tu ombligo
hacia ese centro donde te empieza el cosquilleo,
irte besando, mordiendo,
hasta llegar allí
a ese lugarcito
-apretado y secreto-
que se alegra ante mi presencia
que se adelanta a recibirme
y viene a mí
en toda su dureza de macho enardecido.
Bajar luego a tus piernas
firmes como tus convicciones guerrilleras,
esas piernas donde tu estatura se asienta
con las que vienes a mí
con las que me sostienes,
las que enredas en la noche entre las mías
blandas y femeninas.
Besar tus pies, amor,
que tanto tienen aun que recorrer sin mí
y volver a escalarte
hasta apretar tu boca con la mía,
hasta llenarme toda de tu saliva y tu aliento
hasta que entres en mí
con la fuerza de la marea
y me invadas con tu ir y venir
de mar furioso
y quedemos los dos tendidos y sudados
en la arena de las sábanas.
Gioconda Belli
miércoles, 28 de mayo de 2008
Inspiración
Aquella tarde salí de casa sin rumbo fijo. Lo único que deseaba era no estar encerrado entre cuatro paredes a pesar de la lluvia que caía.
Mi paseo me llevo a resguardarme en un bar cuando arreciaba la lluvia. Decenas de personas habían pensado lo mismo que yo y el bar estaba lleno de gente. Me senté en un rincón de la barra y mire a mi alrededor para ver una marea de cabezas que inundaba el local.
Un movimiento casi imperceptible llamo mi atención, un sexto sentido me hizo dirigir la mirada hacia abajo para ver unas piernas de mujer que se acercaban entre la gente: largas, estilizadas, enfundadas en unas medias negras y calzadas con un zapato negro de tacón alto. Se sentaron en un taburete del bar y se cruzaron como solo aquellas piernas que se cruzan saben hacerlo, subiendo la falda por encima de la rodilla y dejando a la vista parte del muslo.
Intente ver el resto del cuerpo al que pertenecían, pero entre tanta gente me fue imposible. Allí estaban, firmes y generosas, con un ligero vaivén que despertó mis mas fetichistas fantasía. Quien seria el afortunado que pudiera admirarlas cada día? Quien las desnudaría, acariciaría, besaría....? Subir la mano por el pie, entretenerse en el tobillo, seguir subiendo hasta la rodilla, por la parte exterior del muslo, llegar hasta las caderas.
O mejor aun, introducirse por la parte interior del muslo y sentir el calor que nos vuelve locos a todos. Tuve una visión. Una imagen perfecta, a contraluz, de mis labios besando su carne y de unas manos agarrando mi pelo y atrayéndome hacia el centro de aquellas piernas para que no solo fueran mis labios quien la ayudara a obtener el placer.
Volví a la realidad por unos momentos y vi que las piernas habían desaparecido. Me levante de mi asiento y las busque sin éxito. El bar seguía lleno de gente y de aquella mujer solo quedaba un taburete vacío. Me senté y pedí otra copa; se había esfumado mi fantasía.
Cuando la lluvia disminuyo su intensidad volví a salir a la calle con la intención de volver a casa y me detuve en un semáforo con las gotas de lluvia cayendo sobre mi cabeza mojada. Una mujer se acerco y ofreció cobijarme con ella bajo su paraguas. La mire a los ojos y le di las gracias; luego de casualidad miro hacia el suelo y las vi.....largas, estilizadas, enfundadas en unas medias negras y calzadas con zapatos negros de tacón alto....
martes, 20 de mayo de 2008
jueves, 15 de mayo de 2008
Dejáme sueltas las manos...
Déjame sueltas las manos
por los caminos de tu cuerpo
La pasión -sangre, fuego, besos-
me incendia a llamaradas trémulas
Ay, tu no sabes lo que es esto!
Es la tempestad de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios.
Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!
Es el incendio!
Y está aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!
Déjame libres las manos
y el corazón, déjame libre
Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo!
No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,
es precipitación de furias, acercamiento de lo imposible,
pero estás tú,
estás para dármelo todo,
y a darme lo que tienes a la tierra viniste-
como yo para contenerte,
y desearte,
y recibirte!
Pablo Neruda
domingo, 11 de mayo de 2008
Noche de satén
-¿ Recordás ...?
- Si, recuerdo esa noche. Mi cabello húmedo, vestida solo con una bata de satén.
Me sorprendiste al salir del baño, abrazandote a mi cintura.
Respirabas en mi cuello, tu aliento subía por mi oreja provocandome escalofríos, esa boca ávida llevándome de la sorpresa a las ganas.
Tus manos expertas, dueñas de mis espacios, artesanas de deliciosas sensaciones.
Aspirabas profundo mi aroma de mujer en celo.
Atrapada entre la pared y tu cuerpo, prisionera de un juego intenso, encadenada al movimiento de tus caderas.
Resoplamos, gemimos, jadeamos, nos devoramos...
Y la bata de satén en el piso, testigo mudo de una noche de locura interminable.
miércoles, 7 de mayo de 2008
Tu fantasía
Imagináme
De pie, arrogante, el murmullo de la ropa al caer, la altiva desnudez de sentirme deseada
Imagináme
Tímida, pudorosa, carne trémula y sonrojada, sin luz y avergonzada.
Imagináme
Ofrecida, voluptuosa, irrumpiendo en tus sueños con el brillo del deseo en la mirada.
Imagináme
Amazona insaciable, guerrera indómita que no pide ni da tregua conquistando tus sentidos.
Imagináme
Sumisa, complaciente, entre tus piernas libando tu placer.
Imagináme
Soy yo, la cazadora de tus fantasías, el fuego que te impulsa y te consume hasta saciarte en gemidos y húmedos latidos
viernes, 2 de mayo de 2008
Estudiando taquigrafía
Cuando empecé la carrera creí que era una buena idea tomar apuntes con rapidez, así que decidí estudiar taquigrafía.
Una amiga mía sabía bastante del asunto y me ofreció ir un día por la tarde a la siesta a aprender con ella.
Como la abuela vivía al lado de su casa y dormía la siesta al fondo, nos fuimos a estudiar allí.
La habitación tenía una agradable ventana a la calle, una mesa, dos sillas y un desvencijado sillón color verde.
Mi amiga tenía un novio celoso, de modo que ella siempre mantenía la ventana abierta.
Aún recuerdo su pelo largo algo rojizo y muy ondulado, su piel blanca con pecas, su boca insinuante, sus inseguridadesy las largas charlas en esa habitación.
Un día le regalé un dibujo con un poema algo trágico, tal es mi personalidad. Vi sus grandes ojos oscuros mirarmecon un cierto brillo que mi juventud me impidió distinguir; hoy sabría que significaban ternura y quizás ganas de darme un abrazo y un beso.
El siguiente viernes (tal era el día de la cita) lo ví colgado de la pared detrás de su silla. Me acerqué para darle un beso en la mejilla, una mejilla sonrosada. Ella dió vuelta un poco su rostro y me besó la boca.
Enseguida sentí mi miembro endurecerse para mi vergüenza. No pude dejar de acariciar sus senos voluptuosos. Ella se levantó y cerró la ventana. La habitación quedó en penumbras; le quité su corpiño y le besé los pezones grandes y marrones.
Sentí su mano bajarme el cierre y buscar mi miembro para liberarlo. Se llenó todo de un ansioso olor a sexo.
Ya tenía su bombacha bajada y sentía su sexo húmedo en mi mano cuando me dijo:
-No, quiero llegar virgen, ¿sabés?
Mi corazón latía alocadamente. Sentía mis testículos levantados por la erección como nunca antes.
-Damela por aquí- Me dijo y se dió vuelta...
Lo confieso, cerré los ojos y apreté las manos para no terminar allí mismo.
-¿Por allí?- pregunté para estar seguro.
-Sí, ¡dale, dale, dale!- Gemía
Apreté la base de mi miembro porque ya sentía que no aguantaba más y la penetré por atrás. El sillón verde era perfecto; arrodillada allí quedaba a la altura exacta.Aún recuerdo la sensación de su ano dilatándose suavemente y devorarme de a poco.
-Me duele, ¡la tenés grande!- decía a media voz.
Cuando terminé quedé exhausto, me temblaba todo.
Tirado en el sillón con los pantalones bajos la vi masturbarse ansiosamente mientras mi semen chorreaba por sus piernas.
Jamás falté a clase alguna de taquigrafía....
martes, 29 de abril de 2008
Aspera textura del viento
Áspera textura del viento
Nacida de la selva me tomaste
arisca yegua para estribos y albardas.
Durante muchas noches
nada se oyó
sino el chasquido del látigo
el rumor del forcejeo
las maldiciones
y el roce de los cuerpos
midiéndose la fuerza en el espacio.
Cabalgamos por días sin parar
desbocados corceles del amor
dando y quitando,
riendo y llorando
-el tiempo de la doma
el celo de los tigres-
No pudimos con la áspera textura de los vientos.
Nos rendimos ante el cansancio
a pocos metros de la pradera
donde hubiéramos realizado
todos nuestros encendidos sueños.
Gioconda Belli
sábado, 26 de abril de 2008
Lluvia
Desde que recuerdo la lluvia me envuelve como un tiempo mágico, momentos de ensueño, intimidad profunda.
Me acuna con su música natural y sus aromas. Me erotiza, tú lo sabes, me conoces
demasiado.
Te provoco, te incendias y me contagias. Bebes de mi caliz mi esencia de mujer. Toco tu poder, inflamo tus sentidos.
Tú sobre mí, yo sobre tí en una danza pagana.
Lluvia, viento, y de pronto nada es, solo dos cuerpos mojados, dos almas entrelazadas y un gemido -relámpago que agita las penumbras.
Me acuna con su música natural y sus aromas. Me erotiza, tú lo sabes, me conoces
demasiado.
Te provoco, te incendias y me contagias. Bebes de mi caliz mi esencia de mujer. Toco tu poder, inflamo tus sentidos.
Tú sobre mí, yo sobre tí en una danza pagana.
Lluvia, viento, y de pronto nada es, solo dos cuerpos mojados, dos almas entrelazadas y un gemido -relámpago que agita las penumbras.
jueves, 24 de abril de 2008
Todo con la boca...
Sin saber como ocurre, vemos una imagen, escuchamos algo o simplemente leyendo se dispara nuestra fantasia, la excitación crece dentro nuestro sin poder evitarlo.
Esto sucedió, le pasó a G.
Y me lo cuenta al oido...
Los dos trabajábamos en una metalúrgica. Una vez nos mandaron a un local con un compañero a instalar una máquina.
Los almuerzos se desarrollaban en la parte menos sucia del lugar, sentados en el suelo y agotados por la actividad física.
Mi compañero un día me dice:
- Tengo miedo de que mi miembro se deforme.
- ¿Porqué? le pregunté intrigado mientras comía mi sandwich despacio para hacerlo durar.
- A mi mujer le gusta demasiado el sexo oral me dijo avergonzado.
- Que suerte tenés, le dije mirandolo con cierta admiración.
- ¿Pero mi pene no se moldeará sólo para que ella use su boca?, me preguntó mientras bebía gaseosa.
- 'El uso hace al órgano', cité no muy convencido. Pero no me preocuparía tanto, ¿vos notás algún cambio?
- No, pero hace mucho que sólo lo hacemos así, con su boca; ella dice que es su otra vagina...
- ¿Y se toma todo?, pregunté con algo de morbo.
- Sip, todo; dijo mirándome.
Esa noche me masturbé salvajemente pensando en la mujer de mi compañero. Aunque él no me dió demasiados detalles, como la conocía personalmente me la imaginé mirándome mientras hacía lo suyo arrodillada entre mis piernas. Y como sonreiría con todo mi semen en su boca.
Al otro día comíamos sentados en el suelo, más cansados que de costumbre; mi compañero carraspea y me dice:
- Anoche me hizo algo nuevo.
- ¿Nuevo? Le pregunté incitándolo a que siga hablando
- Si, me hizo sentar en la silla con las joyas de la familia colgando y el 'amigo' en su mano.
- Ahá, ¿y?
- Así me lamió con la lengua abajo de los testículos: ¡qué sensación! Me abrí más de piernas.
- Bueno, tu mujer es la octava maravilla del mundo; le dije temiendo que se enojara por el comentario.
- ¡Pará, no sabés lo que pasó después!
- ¿Qué paso? me había olvidado de comer por escuchar las confesiones de mi compañero.
- Como me puse muy al borde de la silla, su lengua me rozó 'allí', ¿comprendés?
- ¿El anillo de cuero?
- Aha, eso; me dijo mirándome.
- ¿Y?
- ¡Me encantó! Y ella se dió cuenta, así que me lamió un rato largo largo antes de dedicarse al final a mi miembro.
- ¡Uhhhhhhh! exclamé sin poder creerlo. Esperaba que mi compañero no notara mi erección bajo mi overall.
- Estoy muy preocupado, ¿sabés?
- ¿Porqué?
- Que te guste que laman allí, ¿no es de gay? me miró muy preocupado.
- No, no lo creo; le dije terminando de comer.
Pasaron muchos años antes de que eso que le hacían a mi compañero me lo hicieran a mí; espero que él la haya dejado meterle la lengua en el agujero prohibido; es magnífico.
Desde ese día cuando iba a comer a la casa de mi compañero y veía a su mujer tenía que disimular mi dolorosa erección.
miércoles, 23 de abril de 2008
martes, 22 de abril de 2008
lunes, 21 de abril de 2008
Inocente erotismo
Inocente erotismo
Es de noche, el frio que entra por la ventana roza mi cuerpo provocandome escalofrios. En una acción refleja acaricio mis brazos.
La mente suelta amarras y navega a la deriva.
Mis dedos delinean mis labios, dibujan arabescos en mi cuello.
Me desperezo voluptuosa en la cama, la mente ancla en un recuerdo, una visión, un momento.
Las manos en mis senos en una caricia exacta.
Un dedo por mi vientre, leve, muy leve, viajando hacia el centro de mi sexo.
Humedad salada que desborda en el contacto, geografia precisa, conocida. Me aventuro por sus bordes, demorando el momento de entrar en la sima.
La caricia leve se vuelve mas intensa, se vuelve urgencia y en mis labios solo dos palabras, más, más …
Es de noche, el frio que entra por la ventana roza mi cuerpo provocandome escalofrios. En una acción refleja acaricio mis brazos.
La mente suelta amarras y navega a la deriva.
Mis dedos delinean mis labios, dibujan arabescos en mi cuello.
Me desperezo voluptuosa en la cama, la mente ancla en un recuerdo, una visión, un momento.
Las manos en mis senos en una caricia exacta.
Un dedo por mi vientre, leve, muy leve, viajando hacia el centro de mi sexo.
Humedad salada que desborda en el contacto, geografia precisa, conocida. Me aventuro por sus bordes, demorando el momento de entrar en la sima.
La caricia leve se vuelve mas intensa, se vuelve urgencia y en mis labios solo dos palabras, más, más …
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