"¿Qué co...?
¿Y qué me decís de una tetera? ¿Con un pitorro que se abra y se cierre al ritmo del vapor hasta convertirse en una boca capaz de silbar bellas melodías, o de recitar a Shakespeare, o al menos de reírse conmigo? Podría inventar una tetera que me leyera con la voz de papá, y así podría dormirme, o quizá un juego de teteras que cantara el estribillo de Yellow Submarine, que es una canción de los Beatles, a los que adoro, porque la entomología es una de mis raisons d'etre, que es una expresión francesa que conozco."
Hay escritores cuya mayor virtud es evitar la indiferencia. Así le sucede a Safran Foer, un hombre cuyos libros dividen a los lectores entre entusiastas y detractores de su peculiar estilo. Este años hemos tenido un nuevo libro suyo, y me ha parecido un buen momento para recordar la lectura de este que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de Tan fuerte, tan cerca.
Si algo se puede decir de este libro, es que su lectura es toda una experiencia. Oskar, su protagonista, es una suerte de cerebrito que disfruta con sus enigmas e inventos, y que, en un intento de superar la pérdida de su padre o tal vez como forma de encararlo, se enfrenta a un último enigma que incluye enigmáticos mensajes. Será su cercanísima mirada la que protagonice un libro que abarcará incluso la historia de los abuelos de Oskar, supervivientes de Dresden, y también la de las calles de Nueva York, ya que su protagonista decide entrevistar a los Black. A todos. Como también vamos descubriendo que todos los personajes en los que se fija el autor tienen algo en común; una lucha por sobreponerse, una cierta marca que hace que uno de los inventos eternamente propuestos por su protagonista tenga sentido. Ese dispositivo que se coloca en las almohadas para recoger lágrimas, se vuelve tremendamente revelador en una novela que huye de dramatismos, evitándolos, tocando temas imposibles como Hiroshima, y convirtiéndolos en algo cercano al lector.
Y no podemos hablar de Tan fuerte, tan cerca, sin hablar de sus formas. No me refiero esta vez a si es un libro cargado de descripciones, que no lo es, o si su prosa es simple o compleja. Esta vez me refiero al formato completo, ya que nos encontramos ante un libro con muchas imágenes, tachaduras, marcas en rojo, palabras que ocupan una sola página y frases que se aprietan tanto como para terminar resultando imposibles de leer. Y, como ya comentara en el caso de La casa de hojas, no entorpecen la lectura, si acaso le otorgan una fuerza extra, ya que la experimentación con lo visual y los sentimientos provocados con estas transgresiones estéticas, refuerzan el mensaje que en ellas se indica.
Posmoderno, dicen muchos críticos en un intento de explicar este libro. Puede ser. Pero yo prefiero no ponerle un nombre y quedarme con mensajes. Hablar de un lugar en el que la gente se disculpa por lo que va a suceder, y poder dar marcha atrás al reloj para terminar viendo una de esas terribles imágenes que seguían la trayectoria de un cuerpo precipitándose al vacío desde una de las Torres Gemelas... pero esta vez en sentido inverso, el cuerpo subiendo, elevándose como si se tratara de una de esas palomas, que recordamos tal vez por haberlas visto un puñado de páginas antes. Una imagen que desafía la realidad y que, tal vez, ponga de manifiesto el sentimiento de los lectores ante tragedias irresolubles para muchos.

Me ha gustado Tan fuerte, tan cerca. Tal vez no tanto como a esos que ponen por las nubes al autor, pero lo disfruté, y también disfruté de su lectura como experiencia ante un libro peculiar, escrito de una forma peculiar que consigue traspasar la barrera libro, para colocarlo en objeto a conservar. Por eso también os lo recomiendo: como experiencia lectora. Y luego me contáis. Merece la pena.
Me gustan los escritores cuyos libros no dejan indiferentes a los lectores. Me gusta amar y odiar los libros que leo. Me gusta sentir. Y vosotros, ¿cuál es el último libro que recordáis os provocara un sentimiento de placer o rechazo tan acusado?
Gracias.