Al otro lado del cristal
-al otro lado del metacrilato-
con la luz encendida,
la ciudad espera.
Se asoma a la ventana
envuelta en vapores
misteriosos
que tiñen su aliento de amarillo
de matices blancos,
de anaranjado.
Su textura recuerda
a las nebulosas,
a galaxias lejanas.
La luz de gas agota sus colores
dibujando erupciones
de volcanes antiguos
capaces de extinguir los dinosaurios,
capaces de engendrar nuevas especies.
El piloto anuncia -gracias por su paciencia-
una espera importante:
veinticinco minutos.
Transcurren lentamente.
Hacemos círculos en aproximación.
Sobrevolamos el lugar en el que
-el piloto lo sabe-
se encuentra el aeropuerto.
Me fascina el abismo
de lo invisible a nuestros pies.
No es terror, es belleza.
No sé por qué creo que nos espera
la ciudad, no la muerte.
Acabado el tiempo, el piloto encara
la niebla de frente. Y tomamos
-con los ojos vendados- tierra.
Es tierra -tuve razón- que nos sostiene,
no tierra que nos sepulta.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Según la leyenda negra, aviones low cost como los de Ryanair llevan el combustible justo para llegar, nunca para esperar pista en un aeropuerto. El viernes yo viajé en un claro contraejemplo. La calma no la dio el karma, tampoco, sino la tripulación, con información clara y veraz sobre lo que estaba pasando. ¡Gracias!
-al otro lado del metacrilato-
con la luz encendida,
la ciudad espera.
Se asoma a la ventana
envuelta en vapores
misteriosos
que tiñen su aliento de amarillo
de matices blancos,
de anaranjado.
Su textura recuerda
a las nebulosas,
a galaxias lejanas.
La luz de gas agota sus colores
dibujando erupciones
de volcanes antiguos
capaces de extinguir los dinosaurios,
capaces de engendrar nuevas especies.
El piloto anuncia -gracias por su paciencia-
una espera importante:
veinticinco minutos.
Transcurren lentamente.
Hacemos círculos en aproximación.
Sobrevolamos el lugar en el que
-el piloto lo sabe-
se encuentra el aeropuerto.
Me fascina el abismo
de lo invisible a nuestros pies.
No es terror, es belleza.
No sé por qué creo que nos espera
la ciudad, no la muerte.
Acabado el tiempo, el piloto encara
la niebla de frente. Y tomamos
-con los ojos vendados- tierra.
Es tierra -tuve razón- que nos sostiene,
no tierra que nos sepulta.
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Según la leyenda negra, aviones low cost como los de Ryanair llevan el combustible justo para llegar, nunca para esperar pista en un aeropuerto. El viernes yo viajé en un claro contraejemplo. La calma no la dio el karma, tampoco, sino la tripulación, con información clara y veraz sobre lo que estaba pasando. ¡Gracias!