lunes, 29 de abril de 2019

Poética de ayer y de mañana

Miro atrás y sonrío como una anciana
escuchando a los adolescentes increparse
a santo de nada, a la puerta del colegio.

Las palabras cortantes, rotundas, afiladas
llegan como hijas de leche, amamantadas
por el busto de la exageración.

La brusquedad y el juego me divierten.
Me sonrojan. Pero a veces
en el ritmo, en la cadencia
o en la vecindad de las palabras
de un poema de entonces, de hace tanto,
tropiezo de repente con la resolución
mejorada de una inquietud de hoy.

No es que se disipen las dudas
es que se ven más claras las incertidumbres.

El olvido ha hecho su trabajo.
El recuerdo también, transformando
los juncos de aquel tiempo
en estos cestos de hoy.

La vida continúa su rumbo impredecible
la soledad no acaba de quebrar
aunque triunfe la compañía.

Tenía bien marcadas líneas rojas.
Principios sine qua non, qué sé yo.
Disfruto ahora, dichosa,
las mieles de la contradicción.
Es posible decirse desdiciéndose
Afirmarse negándose rotundamente.

Incluso hay veces - menos de las que quisiera -
En que veo que tengo razón, pero me callo.

Timón bien engrasado, rumbo al sur.
A lo desconocido, al órdago, a toda vela.
Al sur por el camino del norte.
A crecer, a vivir, a ser flexibles
cada vez más, y con menos daño.

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domingo, 7 de abril de 2019

Nieve primavera

Cae la nieve estos días como una promesa.
Cae, sí, pero no termina de cuajar 
Ayer amanecieron los tejados, los coches
enharinados. Enfarinats.
Difícil distinguir en los almendros
las flores de la nieve.

Marché casi sin tiempo de ver nada.
Con prisas, con horarios de ciudad.
Al regresar, la lluvia lo había lavado todo.
La lluvia, ¿a qué negarlo? también es un consuelo.
Con lluvia me refugio detrás de mi cristal.


Cada tarde una nube que es muy densa y muy blanca
se cierne frente a mí sobre el pico más alto.
Parece que acaricia sus aristas brutales.
Tapa completamente el pico de la vista
Y luego, en la mañana, las grietas doloridas
se despiertan curadas, consoladas de nieve.

Pero a mí no me llega esa blanca blandura.
La temporada alarga. Bien por los esquiadores.
Parece que este año yo no aprendo a esquiar.

Como almendro que vive en la alta montaña,
no sé si es primavera o es otoño otra vez.
El sur me espera pronto, el sol me quiere bien
pero echaré de menos los picos imposibles
que me hieren la vista, que me curan el alma.
O me hieren el alma y me curan la vista.

Más aturdida estoy que la paloma aquella,
la que cantaba Alberti, siempre se equivocaba.
Quiero ir al sur, yo, y estoy al norte
aunque el sur bien me espera.

El sur sin nieve. El sur con mar.
Con mar y manos tibias.
Norte, bien me cuidas,
pero me voy al sur.

En mi piel se dibujan, con todo, vías ferratas,
románico, caminos serpeantes con boj a los lados.
No son cicatrices, son casi identidad.
Son líneas en las palmas de las manos.

Tengo hambre de sur. También de nieve.
Si cierro bien los ojos en el valle,
se abre un horizonte de arena y palmerales.
De risas y de encuentros.
Sin vértigo, amo también, ahora que la tengo,
la montaña. El silencio. La soledad,
definitivamente en quiebra.




CINTURÓN DE FUEGO



A mi larga lengua de lava no le quedan
ni unas últimas sílabas que escupir al papel.
Yo era poeta, pero ahora soy poeta sin versos
No escribo ni epitafios, ni puntos suspensivos
Y llegado el final, me ajustaré el cinturón de fuego
y quedarán trenzados silencios y cenizas.

El ambiente está muy sulfurado
impide respirar y deglutir
vivir es tan denso
que la cercanía a otra piel resulta insoportable
la temperatura hincha los vientres y los párpados.
Busco una opción distinta a perecer.
Propones que me agarre a una palabra fresca
y escape de la olla donde hierve la miel con el azufre.
Si no escribo, el volcán me devorará.
Construyo una escala ligera de palabras
y asciendo al aire libre en el que se han salvado los poetas.
Contrarío a Benedetti, y me salvo.

El fuego embota el corazón de las criaturas
la lava avanza lenta y despiadada.
El horror se dibuja en cada rostro
y queda sepultado miles de años.
Las palabras perviven, las palabras sólo.
Miles de años.
Para que los arqueólogos lleguen avisados,
soporten sus hallazgos y se salven.

NYSIROS

Pensaba que un volcán era un tajín.
Marrón por fuera y rojo y borboteando un caldo denso
si te asomabas al borde del cráter, dentro,
pero fui a Nysiros.
Nysiros quiere decir volcán, en griego,
es una isla del Dodecaneso y es un volcán aletargado.
Caminé dentro del cráter. Era un paisaje lunar
amarillento e imposible.
A los pocos pasos, tenía que asomarme afuera
para no respirar el aliento de azufre.
Nysiros es un volcán dormido,
pero en algunas zonas, calienta la suela a las sandalias.
Si es verano, no pareces tener escapatoria
el calor te aplasta desde arriba y desde abajo.
Es hermoso Nysiros, volvería.
Aprendería bien su historia de gigante
derrotado por un dios.
Nysiros presenta algunas fumarolas activas.
Se resisten. Escupe hilos de agua hirviente
y en los hilos
hay flecos entre blancos y amarillos.
Son las arqueobacterias
se alimentan de sales sulfurosas
pueden soportar la vida a 76ºC de temperatura.
Tienen una innegable capacidad de adaptación
que yo no tengo.

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Con David Liquen, las palabras salen solas, fluyen como agua. Hablamos de volcanes estos días, y yo que ahora no tengo cuaderno de escribir, recupero estas palabras de nuestras conversaciones. Le hicieron un hermoso retrato como vulcanólogo, allá en la ciudad de Remolinos, cuando la erupción del Chichinavo.