sábado, 28 de julio de 2007

Que pase el siguiente

-Doctor, noto un cosquilleo en la garganta. A veces, hiperventilo. Últimamente se imponen la angustia y los ahogos en vinagre...

-Abra la boca y diga ¡ah! Muy bien, veamos.

Tiene usted unas palabras atascadas en la laringe. Tendré que hacerle una laringoestroboscopia. No le dolerá.

Muy bien, veamos.

Las palabras más tercas forman un micronódulo en el tercio anterior de la cuerda vocal derecha. Hay predominio de pronombres y verbos. Podríamos recurrir a la cirugía, pero la mucosa que recubre las cuerdas sería más delgada, y dejaría las cuerdas más vulnerables a nuevas palabras enquistadas.

No necesitaremos extirparlas si sigue fielmente el tratamiento: Lo primero, hidratación. Lo segundo, musculación. Las palabras están enquistadas, si fortalecemos las cuerdas y conseguimos lubricar las articulaciones de bilabiales e interdentales, tendremos mucho ganado. El resto corre de su cuenta. Trate de pronunciarlas. Busque la primera oportunidad en que sean inteligibles y dígalas.

-¿Y no será más fácil tragármelas?
-Seré sincero. Están en un estado deplorable. Los lexemas están en descomposición . Por ingesta podrían provocar úlceras, espasmos, o algo peor. Se le podría encajar la mandíbula. En algunos casos se han observado alopecia y protuberancias en la vesícula biliar.

-¿Y si las dejamos estar?
-El nódulo crecerá. Al principio, no le importará hablar sin artículos. Incluso notará agilidad cuando se deshaga de adjetivos y adverbios. Pero hablar sin sustantivos y verbos le abocará a las interjecciones. Después, sólo la onomatopeya de una sirena de ambulancia. Lo he visto muchas veces.

lunes, 23 de julio de 2007

Exploración y diagnóstico

Abra la boca y diga ¡ah!

Muy bien. Veamos. Defensa de ideales, utopías incluso. Cooperación, juntos podemos... no parece grave... Ingenuidad, ilusiones. Rarezas a sus años, en fin. Puede cerrar la boca.

Desde los veinticinco conviene dejar de pensar. No piense por usted ni por sus compañeros. Reposo mental. Mucha tele y sillón. Notará un fundido al gris. Sordo, indoloro. Sabor a ceniza al principio. Después, todo muy cómodo. Quietud. Quizá, sosiego.

De otro modo, la vida sería descabellada. Le esperaría volar. Arriésguese, si quiere. Siga sus ideales. Sufra y sueñe. Sea sensible a la vida y el dolor. Seguirá usted así: único y frágil. Seguramente, no cambiará nada. Ya ve, ningún progreso.

jueves, 19 de julio de 2007

Memorias de mudanza

Recuerdo la fecha. Febrero por la tarde. Día 2. Tatué en la memoria las últimas horas con mi familia. Momentos preciosos. Aún los guardo. Y me fui. Con la ilusión efervescente. Con muy poco equipaje. Me fui para siempre. Pero volví a los cinco días. A los cuatro, quizá. Fue devastador y aún hay partes de mí en reconstrucción. O quizá se derrumbaron antes. Ruinas al fin y al cabo.

Mañana hace un año de mi última mudanza. La segunda. Me mudé poco a poco. Cerca y con la alarma puesta, por si el naufragio. Mis cosas viajaron en el carro de la compra. Dos viajes cada día, uno o tres, según. Me caí de la cama la última noche. Yo me iba, sí, pero me hizo constar: "Te dejo yo". Empecé un cuaderno. Azul, creo. No recuerdo más. No pulsé el REC. Me lo ha dicho mi madre, que mañana se cumple un año. Y en un año la vida crece mucho. Al menos, este año. Podéis felicitarme, si queréis.

martes, 17 de julio de 2007

Días laborables

La televisión anestesia los números con voz neutra.
Desayuno con los ojos del dolor
mirándome a los ojos.
Aparto la mirada y bebo mi café.
Juegas con el azucarillo en la cuchara
y el café se ahoga en el cubo de azúcar.

Buscamos la tira ácida en el periódico.
El dibujante piensa lo mismo que yo. Lo que tú.
El editorial desarrolla la idea del dibujante.
Mi idea, nuestra idea. Libre.
Una pareja, dos votos.

Te marchas ya. Empiezas antes.

En el espejo se afeita un desconocido.
Se ajusta el cuello de la camisa.
Se ajusta el nudo de la corbata.
Sello el visado para que cruce el torniquete
hasta una oficina enmoquetada
en un edificio enmoquetado
de quince plantas.
A una hora y diecisiete de camino.

De forma inexplicable, el tipo encuentra su cubículo.
Sabe la combinación de cables, las cuatro contraseñas.
Aplica los protocolos,
resuelve las incidencias,
depura errores de programación.

Es una pieza del engranaje
en el cubículo de la oficina
del edificio de quince plantas
de la compañía.

Alguien levanta la persiana. Buenos días.
Buenos días.
Ya no fuma y toma un café de máquina. Amargo.
Más protocolos, más incidencias, más errores.

Suena el teléfono. Ella. ¿Todo bien, cariño? Todo bien.

Y es hora de comer.

Y luego aplica, resuelve y depura.
Y lleva una mancha de salsa en la corbata.
Y aplica y maldice y resuelve y depura y reniega.
Sale dos horas después de la hora
en el límite donde el pecho oprime
y se pierde la cordialidad.

Una hora y diecisiete minutos más tarde cruza el torniquete.
Afloja la corbata. Respira el aire oscuro del martes.
Hay facturas en el buzón.
Se quita la corbata y tira la chaqueta.
Le miro en el espejo y soy yo.
Cansado, pero yo.

Las facturas las pagamos a medias, tú y yo.
Busco alguien que comparta hipoteca y otros gastos.
Soy yo quien tú buscas.

En parte (mi parte) las facturas
las paga el dinero
que paga la compañía
por estar diez horas en el cubículo
donde aplico, maldigo, resuelvo, depuro y reniego.

Tu parte
la paga el dinero
que paga otra compañía
porque tú maldigas y reniegues
entre otras cosas.

Busco una cena caliente. Tú también.
Hacemos unas pizzas.
¿Qué tal el día? -Bien.
¿Y tú?-Bien.

Busco unas vacaciones. Tú las buscas.
Busco tu cuerpo tibio esta noche.
Busca tú el mío.

Y en el cansancio no oímos los números.
Ni vemos los ojos del dolor que nos miran
a los ojos desde nuestras 32 pulgadas
de pantalla plana.

El fin de semana seremos nosotros.
Hoy somos otros. Hoy es día laborable.

martes, 10 de julio de 2007

Bajo la tulipa

Secuencias de palabras impresas en papel,
páginas encuadernadas en cadena
se desnudan ante mis ojos.

Contengo la respiración o las pronuncio
en el silencio en que estamos ellas y yo.

Se rompe la distancia. Oigo
cómo rasga el poeta el papel y el alma.
Se rompe la distancia. No imaginas
con qué cuidado respiro tu esencia entre las páginas.

Tan frágil me parece.
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Disfruto de unos libros que son míos mientras dure el verano, después serán de todos. Poesía. Poesía.

martes, 3 de julio de 2007

Communication is possible!

En la búsqueda de las palabras correctas, si es concienzuda, se pierde el mensaje. Se pierde la comunicación, la oportunidad de hablar y hasta el hábito. En el empeño de no decir más que las palabras justas, sólo quedan las interjecciones. Y los gritos. Y los poemas rotos.

Quiero otros caminos. Otros paisajes que no sean los acantilados. Es que me duelen los pies de andar por terrenos tan abruptos. Reducir a la mínima expresión, en ocasiones, lleva a perder la fluidez y el ritmo. Lleva al abuso del cincel y la tijera. Aunque sea por la búsqueda de la sencillez o de la esencia. Tan loable. La austeridad, llevada al límite, no hay quien la aguante.

Eso digo mientras escribo, leo y releo. Cada línea me cuesta un potosí. Me asaltan dudas ortográficas, sintácticas. Y sobre todo, tacho y tacho. Le doy a suprimir una y otra vez. Desescritura automática. Las ideas están. En una ratonera, pero están. Y las palabras no pueden sacar la cabeza por los barrotes.

Espero que no pasen a peor vida. Que no se queden en el mundo de los silencios. Que no las arrastre un punto de masa infinita a la dimensión de lo inefable. Ininteligible destino. Espantoso a la vez.

Espero que no se cumpla. Y aprender a escribir para decir. Con silencios que no callen. Que digan también. La comunicación no es una quimera. Para que salte la chispa, sin embargo, a veces hay que darle más a la yesca, y pensar menos. Porque encender la lumbre, de cabeza, es imposible.