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domingo, 8 de julio de 2012

La cumbia literaria de Washington Cucurto



Confieso que la primera vez que supe de Washington Cucurto (seudónimo de Santiago Vela) fue leyendo a mi adorado César Aira. Autor que pocas veces le escuchamos hablar de algo referente a una nueva literatura. Nacido en Argentina (1973), Cucurto, junto a otros autores es fundador del llamado, no sin humor, "realismo atolondrado". Dentro de este realismo, lo oral, el caos y lo popular se mezclan como solo pueden mezclarse en la realidades latinoamericanas. Tienen más de veinte libros publicados, abarcando los géneros de la poesía, cuento y novela, y ya le han traducido al alemán y al portugués. Internet está repleta de comentarios de detractores y entusiastas de su obra.


Pero lo cierto es que este escritor, quien aprendió el amor por la literatura mientras trabajaba de reponedor en un supermercado, se abre camino en el mundo literario y editoriales importantes como Emecé ya le han publicado y es invitado a universidades como la de Nueva York, la feria del libro de Frankfurt, entre otras. Curcurto se aleja del tópico del escritor  súper instruido y a veces pretencioso, con un un ego que no cabe por donde pasa. Al contrario, confiesa que nunca podrá escribir como Lezama Lima, pero aún así, lo hace por pura pulsión y necesidad.

Otra de sus facetas por la que muy conocido, es la de haber fundado, junto al artista plástico Javier Barilaro, la editorial cooperativa Eloísa Cartonera, que hoy en día cuenta con un catálogo de más de 121 títulos, recibiendo, además, encargos de diversos países nórdicos, para poder publicar con estos libros ensamblados manualmente y con tapas artesanales, de creación única. En el proyecto trabajan igual personas que eran cartoneras, artistas...

Tomás Eloy Martínez escribió en 2009 acerca de esta editorial un artículo para el The New York Times:

Eloísa Cartonera es una comunidad artística y social que ha hecho por las personas marginadas de la sociedad de consumo más que las políticas municipales y nacionales que sucedieron desde el cataclismo económico de 2001 en la Argentina. Una ley dice que los cartoneros son trabajadores, pero lo que la ley les concede es sólo un carnet, un par de guantes y una pechera.
 La idea de la editorial nación en 2003, cuando los cartoneros eran ya inseparables del paisaje de Buenos Aires. Cucurto pidió a varios autores la cesión solidaria de sus derechos para comenzar. "Buscamos material inédito y de culto", dice Cucurto. El propio Cucurto se ha convertido también en un autor de culto. Su nombre se repite en los congresos académicos de los estados Unidos y al menos cinco estudiantes escriben tesis sobre su obra.


La experiencia de Eloisa Cartonera ha sido contagiosa y muchos países de América han desarrollado proyectos similares. Más allá del debate acerca de su obra, no deja de causarme entusiasmo personajes como Cucurto, que se dedica plenamente a la creación en sus diversas formas, a corazón abierto y por el puro gusto de crear, de eso se trata el arte ¿no? es de las pocas cosas que hacemos y por la que trabajamos los humanos por el fin en sí mismo: el acto creativo.



Un vídeo acerca de la editorial:






Algunos artículos interesantes:


El órbita
Zona
Periodismo Humano

domingo, 11 de julio de 2010

Cuatro libros y un verano


En mi reciente viaje a Gijón me encontré con la sorpresa de una excelente librería recién inaugurada (o más o menos recién). La Buena Letra, así se llama, queda en la calle Casimiro Velasco, 12. Su dueño, un hombre amable que conoce el oficio de librero y del que sin duda, tanteando un poco los gusto de los lectores que allí llegamos, puede acertar con sus recomendaciones, sin duda.

Llevaba anotado un par de libros recomendado por dos amigos. El primero, una, podría decirse autobiografía desde la que construye la biografía del padre: El olvido que seremos, del colombiano Héctor Abad Faciolince. La primera de las que devoré. Una historia íntima que deja entrever un momento de la realidad política y social colombiana, a través de los ojos del autor y en cierta forma, de los de su padre. Un ejercicio de memoria profundo y sentido, pero sobre todo, muy bien escrito.

La segunda novela de mi lista. Nunca me abandones, del escritor de origen japonés pero ya considerado británico, Kasuo Ishiguro*. No había leído antes al célebre autor del Los restos del día, solo vi aquella maravillosa película que se hiciese acerca de dicha novela, dirigida por James Ivory: Lo que queda del día, en la que un sorprendente Anthony Hopkins se luce en una escena memorable, por cierto, acerca de un libro. Nunca antes la contención del amor la pude ver más clara que en dicha escena:

(En inglés)




Pero siguiendo con Nunca me abandones, es sin duda una novela en la que hace gala de una historia que sorprende, a la que el lector se engancha y en la que hay que esperar para poder ir descubriendo cada uno de los porqués de las extrañas circunstancia del relato. Al mismo tiempo la desazón pareciera acompañar a sus personajes, marcados por el determinismo de sus orígenes. Muy recomendable.


Volviendo a la librería, entre los consejos, a los que atendí, traje conmigo una novela de la japonesa Hiromi Kawakami: El cielo es azul, la tierra blanca. Aunque esta autora goza de gran fama en su tierra natal, es la primera vez que se publica un libro suyo en español. Una historia singular, contada con gran delicadeza y asertividad, en la que uno empatiza inmediatamente con Tsukiko, su solitario personaje.

Otro de los consejos que recibí en La Buena Letra, luego de confesarle mi devoción por Fred Vargas, fue el de la novela Almas Grises, de Philippe Claudel. Confieso que aún no me ha dado tiempo de leerla, pero tengo buen pálpito... además, tiene el respaldo de haber sida elegida novela del año por los libreros franceses, que no es poco.


*Ishiguro también realizó el guión de una extraña película, pero no por ello menos hermosa, titulada: La Música más triste del mundo. La cual pude disfrutar, hace unos años, en el festival de cine de Gijón.