Eros, fogones y chef
Un ejemplo de la cercana y posible relación voluptuosidad-cocina está presente en Como agua para el chocolate (Alfonso Arau; 1992), además de ser un atípico caso de una importante presencia de los fogones y la comida en el cine latinoamericano, la película transcurre entre esa historia de amor por la cocina y esa otra hacia su prohibido cuñado. Tita (Lumi Cavazos) transmuta su amor y pasión hacia éste, mientras prepara algún plato: se transforma así en un puente, un lenguaje, como las codornices con pétalos de rosas, en las que, en cada mordisco, los comensales pueden saborear el fuego de la pasión de Tita hacia su objeto de deseo. Así, sólo a través de esta rendija, los platos que exquisitamente prepara, logra tocar el cuerpo de su amado. El director recorre suavemente con su cámara, como si fuera un paisaje o el cuerpo de una mujer, la disposición de la mesa: el mantel, las copas, el color del vino, los platos y las caras de los comensales. Curiosamente, también es una de las pocas películas en donde aparece el sacrificio de la presa: la cocinera tuerce con avidez y con pena el pescuezo de las codornices.
Link de la receta de la pasión, en Como agua para el chocolate.
Link de la receta de la pasión, en Como agua para el chocolate.
Otro caso latinoamericano, pero con un resultado lamentable es el de Mujeres arriba (Fina Torres; 1999), protagonizada por una recién descubierta en América, Penélope Cruz. Intenta hacer igualmente esa relación eros-cocina, pero la torpeza narrativa de la directora venezolana choca con la sutileza de dicho binomio. Al final, no es más que otra historia de autorrealización.
Aunque muchas son las películas que parten de un guión en donde sus protagonistas son cocineros o chef, pocas llegan a transmitir ese halo especial en torno a lo alquímico de este oficio. En Deliciosa Marta (Sandra Nettelbeck; 2001), su protagonista es una chef brillante, quisquillosa y perfeccionista, que mide con la misma contención tanto los ingredientes para sus platos, como controla las emociones de su vida. Un nuevo chef italiano, vendrá a cambiar y a dotar de color la vida y platos del restaurante donde ella trabaja. Acá los dos chef representan dos extremos: la razón y la pasión. Dos cosas que sin duda debe tener un buen chef.
Deliciosa Marta está rodeada de apetecibles detalles en torno a la comida.
Vatel (Rolad Joffé; 2000) recrea un importante pasaje de la vida del mítico chef francés, en el que al servicio del Príncipe de Condé, prepara una gran cena, que durará tres días, para ganarse la gracia del Rey Luis XIV. Allí, queda recreado con suntuosidad y total lujo cómo pudo haber sido aquel banquete, todo ello desplegado de manera impresionante, con el fin de complacer al extravagante rey. En este caso, el banquete se convierte en una verdadera puesta en escena, en donde cualquier pirotecnia es poca: faisanes ricamente decorados, platos presentados como obras de arte, todo ello amenizado con teatro, música, baile y escenografías. Los manjares queriendo llegar al paroxismo a través de la belleza y los sentidos. Una vez más queda reflejado en esta película biográfica, los extremos de la autoexigencia cercana al oficio. Una pena que Depardieu se quede tan corto en interpretar la pasión y rigor de este afamado chef.
Un chef enamorado (1996) también narra las pasiones de un chef y una princesa en la Georgia en la temprana década de los veinte. La directora Nana Dzhordzhadze mezcla con acierto los componentes de los alimentos y el eros en su estado más puro. La directora también deja entrever el carácter celebratorio y festivo que se agregan a los ritos en torno a la comida. Cabe mencionar, además, a una película más o menos reciente, Yo soy el amor (Luca Guadagnino; 2009). En ella, se teje el drama que desatará el amor entre un joven chef con una mujer de la alta burguesía italiana. Celebro que la película dé espacio para la belleza y voluptuosidad de los alimentos, así como sucede en Como agua par el chocolate, la aristócrata Allegra Recchi (interpretada estupendamente por Tilda Swinton), experimenta la seducción a través de los alimentos y un despertar a ese mundo sensual, en contraposición a su encorsetada vida. Podría citarse a El sabor del Edén (2006), de igual forma, como un magnífico ejemplo del amor, seducción y despertar del eros.
Ver tráiler de Un chef enamorado (inglés).
Ver tráiler de Yo soy el amor (italiano, Sub. Ing.) No sé por qué razón el tráiler en español es bastante malo.
Ver tráiler de El sabor del Edén (Alemán)
Una imponente cena familiar en Yo soy le amor.
Un chef enamorado (1996) también narra las pasiones de un chef y una princesa en la Georgia en la temprana década de los veinte. La directora Nana Dzhordzhadze mezcla con acierto los componentes de los alimentos y el eros en su estado más puro. La directora también deja entrever el carácter celebratorio y festivo que se agregan a los ritos en torno a la comida. Cabe mencionar, además, a una película más o menos reciente, Yo soy el amor (Luca Guadagnino; 2009). En ella, se teje el drama que desatará el amor entre un joven chef con una mujer de la alta burguesía italiana. Celebro que la película dé espacio para la belleza y voluptuosidad de los alimentos, así como sucede en Como agua par el chocolate, la aristócrata Allegra Recchi (interpretada estupendamente por Tilda Swinton), experimenta la seducción a través de los alimentos y un despertar a ese mundo sensual, en contraposición a su encorsetada vida. Podría citarse a El sabor del Edén (2006), de igual forma, como un magnífico ejemplo del amor, seducción y despertar del eros.
Ver tráiler de Un chef enamorado (inglés).
Ver tráiler de Yo soy el amor (italiano, Sub. Ing.) No sé por qué razón el tráiler en español es bastante malo.
Ver tráiler de El sabor del Edén (Alemán)
Próxima entrega: Rozando el Pecado/ Bacanales, hambrunas y canibalismo.