.
...Tal como comenté en mi post anterior, quizá por ahora lo mejor son alguna que otra crónica de mis recientes viajes. Para terminar con París, quisiera recrear mi paseo por el cementerio de Montparnasse. Llegar ahí fue una elección azarosa, ya que los cementerios no están en el primer orden del turismo que yo concibo, pero ante tantas historias escuchadas, acerca de éste y el del Père-Lachaise, en donde reposan los restos del mítico Jim Morrison o el grandísimo Balzac. El día estaba levemente nublado pero insistía en salir el sol, paseo por Montparnasse sin casi mirar el mapa. Al fin llego al cementerio; me equivoco al entrar y no coger un mapa para ver en dónde están enterradas cada una de las celebridades, así que invierto demasiado tiempo en encontrarlas, hasta que me hago con uno. Pero antes me tropiezo con una llamativa tumba, en el que hay fotogramas en blanco y negro, y rostros de muchos actores. Allí reposa Henri Langlois, quien fuera fundador de la cinemateca francesa, considerada como la más importante del mundo. Langlois fue un verdadero luchador por preservar todas aquellas cintas que contenían películas, que el hombre había producido, independientemente de su calidad, dejándole al tiempo, que diera la última palabra, ¡vaya sabio! La primera de las célebres, me dieron la pista una joven pareja allí apostada, la tumba del poeta maldito, Charles Baudelaire. Quise cerrar este pequeño homenaje de ir a visitarles recordando un poco parte de su creación.
Sigo mi exploración y me encuentro con la tumba del escultor español Baltasar Lobo. Una hermosa figura, hecha por el artista, reposa con un gesto de dolor profundo, que se deja adivinar por el peso del cuerpo, en el que le es imposible levantar la cabeza.
Casi al lado, en la misma calle, está enterrado uno de los padres del Dadaísmo, el poeta Tristan Tzara. En su tumba, como la de casi todos los poetas, descansan piedritas, notas, algún anillo y tristemente una colilla... Dejo dos fragmentos que se pueden leer completos en la web A media voz.
Una tumba que tenía curiosidad por visitar, es el del grande Serge Gainsburg. Tickets de metro, un vaso con algún aguardiente, piedritas, flores, ¿una col? y retratos del cantante dibujados por un fan amateur. Sin duda, cuando pienso en lo francés, aparte del foie gras, quesos y vinos, me viene a la cabeza Gainsburg o Jacques Brel. Aquí os dejo un vídeo en el que es aún jovencísimo, con mi canción preferida:
Le poinçonneur des Lilas
No deja de asombrar alguna que otra tumba en la que reposa alguna curiosa y hermosa escultura, que intenta escapar de lo tétrico, lo usual o lo solemne, como estas:
Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir descansan juntos en una pulcra tumba: hay rosas y notas, como si esperasen, dichos penitentes, que éstos salieran a leerlas, curioso gesto. Casi a punto de la extenuación, encuentro con la ayuda de un trabajador del cementerio, la tumba del Cronopio mayor, Julio Cortázar. Casi como si fuera el sepulcro de un niño, una carita juguetona -¿un cronopio? se esculpe en el mármol, en el que le acompaña los restos de última esposa, Carol Dunlop, que murió 2 años antes que él. Leer el cuento breve: Continuidad de los parques en Literatura org. Ya llevo casi dos horas dando vueltas, estoy cansada, y no niego que a veces me da un poco de aprensión caminar rodeada de tantas tumbas, pero no quería irme sin visitar la del gran poeta peruano César Vallejo. Fue un poco difícil encontrarla, y para mí, peor, ¡tener que pasar por el filo de dos tumbas para poder acceder a ella! Pero cumplí mi misión: flores, postales y piedras escritas sobre su tumba.
Les dejo un poema: .
Parte del recorrido me acompañaron a distancia dos señoras mayores, que curiosamente, abrían cada uno de los contenedores verdes de basura del cementerio. Me preguntaba ¿qué buscan? posiblemente, algún ingrediente para un rito de brujería, o más mundano, un fajo de billetes que alguna mafia les habría depositado... cosas de cementerios.
...Tal como comenté en mi post anterior, quizá por ahora lo mejor son alguna que otra crónica de mis recientes viajes. Para terminar con París, quisiera recrear mi paseo por el cementerio de Montparnasse. Llegar ahí fue una elección azarosa, ya que los cementerios no están en el primer orden del turismo que yo concibo, pero ante tantas historias escuchadas, acerca de éste y el del Père-Lachaise, en donde reposan los restos del mítico Jim Morrison o el grandísimo Balzac. El día estaba levemente nublado pero insistía en salir el sol, paseo por Montparnasse sin casi mirar el mapa. Al fin llego al cementerio; me equivoco al entrar y no coger un mapa para ver en dónde están enterradas cada una de las celebridades, así que invierto demasiado tiempo en encontrarlas, hasta que me hago con uno. Pero antes me tropiezo con una llamativa tumba, en el que hay fotogramas en blanco y negro, y rostros de muchos actores. Allí reposa Henri Langlois, quien fuera fundador de la cinemateca francesa, considerada como la más importante del mundo. Langlois fue un verdadero luchador por preservar todas aquellas cintas que contenían películas, que el hombre había producido, independientemente de su calidad, dejándole al tiempo, que diera la última palabra, ¡vaya sabio! La primera de las célebres, me dieron la pista una joven pareja allí apostada, la tumba del poeta maldito, Charles Baudelaire. Quise cerrar este pequeño homenaje de ir a visitarles recordando un poco parte de su creación.
Perfume exótico
Cuando, los dos ojos cerrados, en una cálida tarde otoñal, Y respiro el aroma de tu cálido seno Ante mí se perfilan felices litorales Que deslumbran los fuegos de un implacable sol. Una isla perezosa donde la naturaleza Produce árboles únicos y frutos sabrosísimos, Hombres que ostentan cuerpos ágiles y delgados Y mujeres con ojos donde pinta el asombro. Guiado por tu aroma hacia mágicos climas Veo un puerto colmado de velas y de mástiles Todavía fatigados del oleaje marino, Mientras el tamarindo el ligero perfume, Que circula en el aire y mi nariz dilata, En mi alma se mezcla al canto marinero. Sigo mi exploración y me encuentro con la tumba del escultor español Baltasar Lobo. Una hermosa figura, hecha por el artista, reposa con un gesto de dolor profundo, que se deja adivinar por el peso del cuerpo, en el que le es imposible levantar la cabeza.
Casi al lado, en la misma calle, está enterrado uno de los padres del Dadaísmo, el poeta Tristan Tzara. En su tumba, como la de casi todos los poetas, descansan piedritas, notas, algún anillo y tristemente una colilla... Dejo dos fragmentos que se pueden leer completos en la web A media voz.
Inscripción sobre un sepulcro
Y hoy, cuando mi alma quiere perderse en la noche, solamente tu recuerdo lo detiene con invisibles dedos de fantasma.
La canción del la novia
Te he encerrado yo también en la noche del cementerio donde vuelan pájaros de hierro frágil amor arrancado en silencio de una lápida de una azucena tímida los árboles son crisantemos de hielo y tú te has helado en el cielo al lado de una bella oración.
Ambas versiones: Darien Novácenau
Una tumba que tenía curiosidad por visitar, es el del grande Serge Gainsburg. Tickets de metro, un vaso con algún aguardiente, piedritas, flores, ¿una col? y retratos del cantante dibujados por un fan amateur. Sin duda, cuando pienso en lo francés, aparte del foie gras, quesos y vinos, me viene a la cabeza Gainsburg o Jacques Brel. Aquí os dejo un vídeo en el que es aún jovencísimo, con mi canción preferida:
Le poinçonneur des Lilas
Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir descansan juntos en una pulcra tumba: hay rosas y notas, como si esperasen, dichos penitentes, que éstos salieran a leerlas, curioso gesto. Casi a punto de la extenuación, encuentro con la ayuda de un trabajador del cementerio, la tumba del Cronopio mayor, Julio Cortázar. Casi como si fuera el sepulcro de un niño, una carita juguetona -¿un cronopio? se esculpe en el mármol, en el que le acompaña los restos de última esposa, Carol Dunlop, que murió 2 años antes que él. Leer el cuento breve: Continuidad de los parques en Literatura org. Ya llevo casi dos horas dando vueltas, estoy cansada, y no niego que a veces me da un poco de aprensión caminar rodeada de tantas tumbas, pero no quería irme sin visitar la del gran poeta peruano César Vallejo. Fue un poco difícil encontrarla, y para mí, peor, ¡tener que pasar por el filo de dos tumbas para poder acceder a ella! Pero cumplí mi misión: flores, postales y piedras escritas sobre su tumba.
Les dejo un poema: .
Piedra negra sobre una piedra blanca
Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París -y no me corro- tal vez un jueves, como es hoy de otoño. Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, con todo mi camino, a verme solo. César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada, le daban duro con un palo y duro también con una soga, son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos. Parte del recorrido me acompañaron a distancia dos señoras mayores, que curiosamente, abrían cada uno de los contenedores verdes de basura del cementerio. Me preguntaba ¿qué buscan? posiblemente, algún ingrediente para un rito de brujería, o más mundano, un fajo de billetes que alguna mafia les habría depositado... cosas de cementerios.
En memoria de todos los grandes artitas que reposan en Montparnasse.
Todas las imágenes: © Claudia Hernández Fe de erratas: no sé cómo hacer la tilde francesa en mi ordenador, así que Pere-Lachaise, en la primera "e" lo lleva.