Foto de Elyely |
Miras
fijamente la espalda del individuo, deseando penetrar a través de la nuca en su
cerebro. Quieres ver donde habita esa neurona retorcida que has intuido y
quizás por algún extraño milagro conseguir sanarla.
Cuando
cierra la puerta, contemplas el hilo de perlas que ha elegido para el collar
que deberá lucir su futura mujer el día de la boda y tienes frio, mucho frío. Sus gritos de pánico han llegado hasta ti cuando
el hombre las ha cogido. Son las más caras y majestuosas… pero ahora están llorando,
aterrorizadas, enviándote señales del futuro trágico de quién será su dueña.
Trenzaras
el collar con ellas, al hacerlo extraerás de ti toda la fuerza para rociarlas con tu compasión
y empatía. Te susurrarán rebeldes, pero harás
que entiendan que su destino es ser la nota discordante en esa ceremonia que
él quiere perfecta.
La
novia comprenderá que es un mal presagio que ese collar de perlas se rompa un
segundo antes del sí quiero.
Sonríes, vislumbras que percibirá vuestro mensaje.