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miércoles, 5 de diciembre de 2012

Aficiones

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Mi amiga Silvia tiene afición por los recipientes para contener flores y por coleccionar maridos, lleva cuatro matrimonios. Hoy me ha invitado a su casa para mostrarme su última adquisición, es un florero nuevo y muy original. También me ha dicho que le ha costado trabajo limpiarlo,  han sido necesarios muchos enjuagues a altas temperaturas para conseguir dejarlo totalmente libre de impurezas.
Mientras coloca el reluciente cráneo lleno de zinnias, intento razonar con ella que estas no son maneras de terminar un matrimonio y que hay formas más sencillas de coleccionar jarrones. No sé, el nuevo contenedor para flores es insólito, no voy a negarlo, pero me siento algo incomoda tomando el té junto al cuerpo decapitado de su último marido.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

También en el Cielo

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Llevo horas charlando con San Pedro, es un tipo muy tozudo, no hay manera de convencerlo de que no tengo ni idea de porque se ha caído el Cielo. Desde que ocurrió, la ciudad es un caos. Es difícil distinguir  a los vivos de los espíritus, apenas se diferencian, y es tanto el lío que no sé como actuar.
San Pedro me ha contado que estaba cerrando las puertas cuando sin querer activó un botón que nunca había reconocido, no tuvo tiempo de nada, lo siguiente que recuerda es encontrarse vagabundeando por las calles llenas de gente asustada. El pobre está acobardado al pensar que cuando se entere Dios lo va a despedir del cargo, aunque tiene claro que desde que automatizaron las puertas ya le quedaba poco allí.
Intento distraerlo con vaguedades, mientras pienso como voy a contarle, que fui yo quien convenció a Dios para que modernizara la entrada al Cielo.

martes, 18 de septiembre de 2012

Zalagarda

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Desde hace un tiempo en casa vive un elefante. Se coló un día sin que me diera cuenta y parece que tiene intenciones de quedarse mucho tiempo.
He intentado hablar con él pero creo que es sordo, sacude su enorme cabeza y sigue a lo suyo. Es un tanto complicado vivir con semejante volumen en un piso pequeño, pero lo que se me hace más engorroso es conseguir alimento para satisfacer su voracidad. Nunca hay bastante, cada día está más gordo, mientras que yo he perdido peso, estoy tan delgado que si me pongo de lado casi no se me ve.
Mis vecinos también han sido invadidos por otros especímenes y de la misma manera que me ha ocurrido a mí. Entre susurros y miradas cómplices nos vamos confortando, con el anhelo de que esto acabe pronto. Aunque todos nos consolamos, ya que nuestros ocupas no son tan desagradables como los que se han colado en la casa del vecino del sótano, la más humilde. Él y su familia tienen que convivir con unas hienas que cuanto más esquelético los ven, más se ríen.

martes, 28 de agosto de 2012

Pingüino y yo

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Todas las mañanas, Pingüino y yo, a la hora del desayuno tenemos por costumbre sentarnos en la mesita que está pegada a la ventana. Comenzamos el día mirando la calle mientras conversamos.
Desde hace un tiempo Pingüino está muy circunspecto y todas nuestras charlas giran alrededor del mismo tema. Ha decidido irse con sus congéneres, dice que lo que observa cada vez le gusta menos.
He intentado convencerlo para que no tome esa decisión, pero me temo que día a día me voy quedando sin argumentos. Le cuesta entender, que muchos pasen apuros, para alimentar a sus hijos, mientras otros nadan en la abundancia. Le cuesta entender, que otros tantos no tengan un techo sobre sus cabezas, cuando existen miles de edificios que están vacíos. Le cuestan entender,  que para educarse haya que tener dinero. Le cuesta entender, que habiendo tanta gente preparada para curar la enfermedad, existan leyes que impiden que otros seres accedan a ellos.
Le cuesta entender, tantas cosas…, pero lo que menos comprende es por qué me limito a criticar mirando desde mi ventana sin hacer nada, por eso ha decidido que no merece la pena continuar conmigo y se vuelve con los suyos, que aunque irracionales, tienen unas reglas sencillas y claras que siempre cumplen.
¿Con quién miraré por la ventana todas las mañanas?

martes, 31 de julio de 2012

Monigote

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La mayor parte de mi vida transcurre en la oscuridad, vivo dentro de una caja. A veces me sacan y durante un tiempo indefinido me hacen actuar, después vuelven a guardarme y la cierran.
He intentado desatarme, quiero huir, pero me enredo en los hilos que me mantienen aprisionado. A veces consigo deshacer el nudo de la cuerda que me inmoviliza la mano pero nunca puedo soltar el resto de los que sujetan partes de mi cuerpo.
Mi cabeza se bambolea, empieza de nuevo la función, no deseo bailar al son que me marcan. Mirar hacia arriba  me aterra, soy incapaz de aceptar la aparición de esa mano que mueve los hilos.
No quiero creer lo que soy.