Imagen de Google |
Desde hace un tiempo lo encuentro sentado en la
cabecera de mi cama, mirando con autentico interés cada vez que estoy en plena
vorágine sexual. Cuando me noto a punto de llegar al bendito orgasmo por mucho
que cierre los ojos allí está él, contemplando fijamente y con curiosidad
científica cada uno de mis gestos. He intentado hacerle entender que así no hay
manera, que me está creando una intensa frustración con su presencia. Alega que
ese es su trabajo, protegerme durante todas las horas del día. Me dice que se
asusta mucho cuando me oye gemir con tanta intensidad y que le preocupa que nombre tanto a Dios en
esos momentos. Le he explicado que eso son palabras que se dicen sin reflexionar,
pero no hay forma, sigue en sus trece, apareciendo. No sé, pero estoy empezando
a pensar que me ha tocado un ángel de la guarda pervertido.